El cardenal propone repensar el Sínodo desde la perspectiva de María Grech vincula a la Virgen con la participación femenina en la Iglesia: "No puedes detener lo que viene del Espíritu"

Cardenal Mario Grech
Cardenal Mario Grech

En el XXVI Congreso Mariológico Mariano Internacional, celebrado del 3 al 6 de septiembre en la Pontificia Universidad Antonianum, el cardenal Secretario General de la Secretaría General del Sínodo propone la figura de la Virgen como modelo de escucha

Esta es la clave para construir comunidades unidas más allá de los contrastes y para abordar temas de actualidad como la participación de la mujer en la vida eclesial

Grech propone Analizar el Sínodo desde áreas menos exploradas. Repensarlo desde la perspectiva de María, para enraizarlo cada vez más en la misión de la Iglesia

(Vatican News).- Analizar el Sínodo desde áreas menos exploradas. Repensarlo desde la perspectiva de María, para enraizarlo cada vez más en la misión de la Iglesia. La Madre de Jesús es un vínculo de unidad y refleja las cualidades fundamentales de la auténtica sinodalidad: escucha, oración, diálogo, discernimiento, obediencia, humildad y servicio. Es una figura capaz de impulsar la dimensión ecuménica de la comunidad eclesial y, por último, pero no menos importante, la cuestión de la participación de la mujer en la vida de la Iglesia. Todo esto porque María es, ante todo, un ejemplo de apertura incondicional al Espíritu y, como recuerda el Documento Final de la última Asamblea de Obispos, «lo que viene de Él es indetenible».

Estos son los puntos centrales del discurso pronunciado, hoy, 4 de septiembre, por el cardenal Mario Grech, Secretario General de la Secretaría General del Sínodo, en la Pontificia Universidad Antonianum, con ocasión del XXVI Congreso Mariológico Mariano Internacional (3-6 de septiembre).

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Las referencias del Sínodo a María

«Se ha escrito mucho sobre la sinodalidad y la Iglesia sinodal y misionera», afirmó el cardenal, destacando la necesidad de repensar la vida eclesial a través de áreas menos exploradas. Entre ellas, se encuentra la dimensión mariana. En el Documento Final, recordó Grech, hay cuatro referencias a la madre de Jesús: «bastantes, considerando que el propósito principal ciertamente no era explorar la dimensión mariana de la Iglesia».

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Unidad más allá de las oposiciones

El primero, en el capítulo 17, afirma que «incorporados a este Pueblo por la fe y el Bautismo, somos sostenidos y acompañados por la Virgen María, signo de segura esperanza y consuelo». La identidad de la Iglesia, por lo tanto, radica en el sacramento de la unidad, más allá de los contrastes entre sus miembros. En este sentido, la Virgen representa la perfección a la que está destinada la comunidad eclesial.

La dimensión sinodal en el Evangelio

La segunda referencia, en el número 28, presenta a María como «figura de la Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa». La comunidad eclesial, explicó Grech, está llamada a reconocer en ella las cualidades esenciales de la auténtica sinodalidad: escucha, oración, diálogo, discernimiento, obediencia, humildad y servicio. Varios episodios evangélicos ilustran estas actitudes. En la Anunciación, surge el libre consentimiento, nacido de la escucha; en la Visitación, se manifiestan auténticas dinámicas de encuentro y de compartir; en las bodas de Caná, María percibe y discierne las necesidades de la comunidad, demostrando plena confianza en la intervención de Jesús; finalmente, al pie de la cruz, permanece fiel hasta el final al camino de su Hijo, que restablece la comunión entre la humanidad y Dios.

"La que guía el camino"

Las dos últimas menciones, en las secciones 60 y 155, recuerdan la presencia de María en el Cenáculo en Pentecostés y su título de Odigitria, «la que señala y guía el camino». A partir de esto, observó el cardenal, «una Iglesia sinodal es una Iglesia de Pentecostés, constantemente atenta al Espíritu Santo».

La Virgen en "relación constitutiva" con la Iglesia

La conexión entre María y la Iglesia sinodal tiene sus raíces en el Concilio Vaticano II y la constitución dogmática Lumen Gentium . Uno de los pasos decisivos, recordó Grech, fue la decisión de los Padres Conciliares de dedicar un capítulo entero a María, como octavo y último capítulo de la constitución. Esto trascendió la llamada «teología de los privilegios», que durante el segundo milenio «había exaltado la eminente singularidad de María, para restablecer su conexión con el misterio de Cristo y la Iglesia». Una «lección» que, según Grech, «aún está lejos de ser plenamente comprendida», ya que a menudo falta una comprensión madura de la relación entre María y la Iglesia, capaz de situar la figura de la Virgen en una «relación constitutiva» con las diversas dimensiones de la vida eclesial.

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Una "Iglesia de la escucha"

Entre estos ámbitos, el cardenal hizo especial hincapié en la escucha. El papa Francisco había afirmado que la Iglesia sinodal es «una Iglesia de la escucha». La escucha de María, observó Grech, se basa en un «profundo silencio interior», un espacio privilegiado para acoger el don del Espíritu.

María, ejemplo de misión y ecumenismo

Junto a esto, otras dos dimensiones son menos exploradas. La dimensión misionera, pues no puede existir sin la oración incesante: «el primer evangelizador en la Iglesia es el Espíritu Santo», quien sostiene e impulsa el mensaje. Y la dimensión ecuménica: el título de María, «Madre de la Iglesia», refuerza la igual dignidad de todos los bautizados y nos recuerda que «el mayor título de pertenencia a la Iglesia es ser hijo».

"No puedes detener lo que viene del Espíritu"

En conclusión, el cardenal Grech vinculó la figura de la Virgen con el tema de la participación femenina en la vida eclesial, que surgió con fuerza del proceso sinodal. El Documento Final afirma que hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios, al tiempo que reconoce que las mujeres aún enfrentan obstáculos para desarrollar plenamente sus carismas y roles. Añadió una cita particularmente significativa: «No hay razones que impidan a las mujeres asumir roles de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo es indetenible». De ahí, según Grech, la necesidad de una escucha auténtica —el carisma mariano— capaz deliberar a la Iglesia tanto de visiones reduccionistas de cerrazón obstinada como de una apertura irreflexiva.

En definitiva, concluyó, «decidir si abrir o cerrar, y en qué medida, no depende de nosotros, sino del Espíritu que guía a la Iglesia hacia la verdad y la lleva a desarrollar un verdadero consenso, incluso en la cuestión de la igual dignidad en la Iglesia».

María; Fraternidad y Comunidad – Reflexión y Liberación

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