Continúa Eva y Ave.3

En los dos posts anteriores quitamos la “capa de cal” de malentendidos sobre pecado original, para poder “restaurar el fresco” del cuadro de la Inmaculada. Con las expresiones metafóricas de los dogmas pasa como con los frescos de San Isidoro en León.

Esas pinturas estuvieron mucho tiempo encaladas, hasta que la restauración artística las recuperó. Así pasa con la hermenéutica, que los fanatismos fundamentalistas no comprenden. Se asustan de que algo sea “nada más que una metáfora”. Hay que aclarar: “Nada menos que toda una metáfora, que dice la realidad por medio de la figuración”.

Cierto que si la restauración se hace mal, al quitar la cal hay peligro de destruir el fresco, con escándalo de pusilánimes... Pero si no restauramos, nos perdemos la riqueza del fresco. Hay que revisar hermenéuticamente para que la fe adulta recupere las riquezas (sin magias, sin fanatismos y sin lecturas al pie de la letra) del lenguaje religioso, todo él metafórico. Hay que aplicar esto a las nociones de : 1) concepción inmaculada de María, 2) concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo, 3) alumbramiento de Jesús, nacido de mujer y 4) los relatos sobre los otros hermanos de Jesús.

Juan Pablo II dijo: “La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano” (Evangelium vitae, 1995, n.1). Es un giro de ciento ochenta grados al enfoque de las homilías sobre María, José y ... la Vida. No aleja de nosotros el nacimiento de Jesús, reduciéndolo a lo excepcional. Al contrario, se pone de relieve, a la luz del nacimiento de Jesús, nacido de mujer, lo extraordinario de todo nacimiento. En vez de medir el nacimiento de Jesús con el patrón de los demás nacimientos, confundiendo lo extraordinario con lo anormal, se da la vuelta a la frase y se ven los demás nacimientos a la luz de éste, que muestra el misterio de todo nacimiento humano.

El exegeta Jean Radermakers, en su comentario a Mateo, dice: “Tomando imágenes de las mitologías paganas, depuradas por la reflexión judía, Mateo no se sitúa en un plano de fisiología, medicina, ginecología o sexología, sino en el de una realidad más profunda... Deberíamos releer nuestra experiencia del alumbramiento y de la responsabilidad parental a partir del nacimiento de Jesús... Toda criatura recién nacida viene de Dios. Asumir una maternidad y paternidad humanas es dejar que Dios se revele en la criatura nacida... La misión de todo varón y mujer que se unen es dar lugar a que aparezca en el mundo la realidad de Enmanuel, Dios con nosotros” (Au fil de l,évangile selon saint Matthieu, 34-48).

Lástima que el evangelio haya sido malentendido desde enfoques negativos sobre la sexualidad, que veían la actuación del Espíritu en confrontación con la relación matrimonial. Encandilados por la luz de un alumbramiento excepcional, no dejaban percibir el soplo del Espíritu vivificando cada procreación. Todo nacimiento se origina, de algún modo, por obra del Espíritu.

Releído el pasaje desde esta hermenéutica, diría el ángel a José: “No dejes de llevarte a María contigo. No creas que porque intervenga el Espíritu tu papel como varón está de sobra. No tienes que alejarte para dejar paso a que Dios haga algo grande con vuestra familia. No vas a entrar en competencia con el Espíritu por tu relación con María. Tu papel es compatible con la acción de Dios y con que Jesús sea el Cristo.”
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