Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Benito Acosta (Simeón), el cura de las bendiciones. Templo y familia.
El villancico de El Niño Perdido en Bagdad( o Gaza, Ufrania,,,), letra y música de Benito Acosta, que es un canto de esperanza pese a que el mundo esté hecho unos zorros.
"--Que dios le guarde,/buena señora./¿No habrá usted visto/desde el balcón/pasar un niño,/que en el bullicio/ de la otra tarde/se nos perdió?- Si ustedes dicen/cómo es su niño,/algo pudiera/decirles yo,/pues de esta silla/no me levanto/y es esta calle/mi distracción.- Mi niño tiene/los ojos negros/y el pelo crespo/de mi José./Va con su polo/remendadito/y pantalones color café.No hay arbolito/más agraciado,/es un arroyo/puesto de pie./Su voz despierta/las alboradas/y está la vida/donde él esté.- Su niño andaba/por unas calles/que a ningún sitio/conducen ya,/y sobre escombros/pasó llorando/por los cadáveres/de la ciudad.¿De cuántos siglos/viene su llanto,/de todos huérfana,/su soledad?/Pero hay palabras/igual que clavos:/él dijo ¡Vida!/y vida habrá" .
| José Moreno Losada
31 de diciembre – Domingo, DESPUÉS DE NAVIDAD
Un clima de familiaridad y hogar de sencillez radical en un lugar institucional de culto elevado. Lo más sagrado de la familia que escapa a lo obligado y se adentra por los caminos de la relación llena de Evangelio de lo humano.
Evangelio: Lucas 2,22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Familia y templo
Un Evangelio lleno de vida y de vivencia religiosa entre la ley y la salvación, el templo y la familia de los creyentes. Rasgos de personas sencillas que cumplen lo establecido de la ley con la mayor docilidad y humildad posible. Lo hacen desde lo pequeño, con la oblación de los pobres, pero con la firmeza de los creyentes sin tapujos. Avanzan orgullosos con su hijo en el templo y agradecen a Dios la vida, lo hacen en el centro simbólico de la religión, en el templo institucional. Pero inmediatamente le rodean los más sencillos que lo habitan, posiblemente los que no están en los rangos jerárquicos de la organización. Un evangelio que a mí me suena este sacerdote ya mayor caracterizado por haber construido reino bendiciendo todo lo humano y lo bueno que ha encontrado en la vida, haciendo familia.
El templo vivo de la familiaridad
“Benito vive ahora en una residencia sacerdotal en Málaga, ya tiene la media de edad que vivimos los españoles según las estadísticas, pero sigue llegándonos su comentario bien elaborado de los evangelios dominicales. Tiene una formación bíblica muy amplia, ganada en el contacto vivo y directo con el estudio permanente. Se formó como sacerdote en Extremadura y después por avatares de la vida y su forma de pensar inquieta y viva desarrolló ministerio en tierras malagueñas. Pero lo que le ha caracterizado e identificado en sus parroquias de barrios ha sido la presencia de una iglesia de la fraternidad que vive en condición de iguales con todo ser humano por el hecho de serlo, dejándose hacer por los que se acercaban, especialmente en situaciones de vulnerabilidad y debilidad, pero con tesoros enormes en sus corazones.
Destacaban entre ellos los africanos con los que compartía todo lo que tenía. Sigue su mundo de relaciones con muchos de ellos y vive la vida desde sus lugares y fronteras, sus conflictos e ilusiones. Me admira como un sacerdote célibe ha creado tales redes de familiaridad entre los pobres y los emigrantes, como ha sabido estar en el verdadero templo en el que se habla y se espera el consuelo de Dios para su pueblo herido y sufriente. Me interroga este Simeón y su cántico esperanzado de que “ahora según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz…”. Benito tiene mucha paz y la sigue transmitiendo y todo le parece muy bueno, como al Señor” Él ha unido como nadie templo y familia, Palabra de Dios y vida. Muchísimos no han entendido su justicia y su piedad”.
Templo, familia y vida
La clave religiosa fundamental que encontramos en la Historia de la Salvación, en la relación de Dios con su creación y con su pueblo es de religación. La teología de la creación nos presenta al creador religándose a través de su palabra con todo lo que va apareciendo en la realidad de ser. Las criaturas van surgiendo como realización de una palabra pronunciada por el amor fecundo de lo divino, así Dios es Dios de todo lo creado. Pero no lo es desde un poder extraño o frio, sino desde una familiaridad querida. El pueblo de Israel va descubriendo en el camino de la historia cómo la razón última de la creación está en el amor, el libro de la sabiduría hace confesión explícita de este dogma familiar que acabará siendo primer artículo del credo cristiano cuando llama al Señor, Padre antes que creador: "Porque tú amas a todos los seres, tú no detestas nada de lo que has hecho: Si no los hubieras querido, no los habrías hecho. ¿Cómo podría durar una cosa que tú no quisieras? ¿Qué podría subsistir si tú no lo hubieras llamado? Pero tienes lástima de todo, porque todo te pertenece, ¡oh, Señor, que amas la vida," (Sab. 11,24-26)
El amor divino ligado a las criaturas, como fundamento en libertad, se hace existencia y dialogante en la religación con lo humano, con el pueblo. Dios quiere la familiaridad profunda y directa con el hombre desde la razón de la creación, sus promesas siempre van a estar en el horizonte de una alianza de amor que le va a ir configurando como Padre y al pueblo como hijo, será el Dios de todas las familias: “...en aquel tiempo—afirma el Señor—seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo.» (Jer 31,1). Toda la Historia de la Salvación va persiguiendo esa comunión de alianza familiar. Será en Cristo cuando se revele la verdad y la esencia del templo con el misterio de la encarnación.
Simeón y Ana perciben con los ojos del pueblo creyente que ahí está el cumplimiento de la promesa radical de la familiaridad de Dios con la humanidad y la creación. Jesús de Nazaret, su evangelio, es la razón fundante última de la fraternidad y la familiaridad de lo humano. Jesús es el hijo amado del padre en la realidad de lo humano y lo carnal, y en él somos todos amados e incorporados a esa relación de amor sin límites garantizada por el Padre con vínculos tan permanentes como libres.
Las claves sagradas de la familia, hoy proclamadas por el Evangelio de los sencillos en el corazón del templo, están en el amor del Padre que tanto ha amado al mundo que le ha enviado a su Hijo para que tengan vida en abundancia (Cf., Jn 3,15). En cualquier lugar del mundo donde se establezcan relaciones de familiaridad allí se levanta el templo del Señor. La donación, la relación, el compromiso, el afecto, el perdón, el cuidado, la ternura… es misterio sagrado de la familia frente a todo mal que la destruye.
Si algo necesita nuestro mundo hoy son templos de familiaridad, si algo nos da el Evangelio de Jesús es poder construirlos en cualquier lugar y condición, nos ha sido dado ese poder y se nos ha enviado a ir por todo el mundo. Por eso nosotros hemos de tener clara nuestra negativa a templos sin familiaridad, esos no son sagrados. Nuestro Dios es un solo Dios, pero no un Dios solitario, él es comunidad, trinidad, familia y es nuestro Dios, somos sus hijos, su pueblo. Su familia.