"Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula" Catedral de Tarazona, la "Capilla Sixtina del Renacimiento Español"

Catedral de Tarazona
Catedral de Tarazona

"Para hacer más explicable la existencia de la grandiosa catedral de Tarazona, capital de la diócesis en la provincia de Zaragoza, es imprescindible conocer el hecho y el "dicho popular" que expresa el tesón y la entereza de sus habitantes"

"Construida sobre el edificio de la mezquita y de una capilla mozárabe, la catedral está dedicada a Nuestra Señora la Virgen bajo la advocación de la Huerta"

"El retablo del Altar Mayor, la torre con sus tres cuerpos, el Museo de la Sacristía, el claustro mudéjar de planta cuadrada y bóvedas de crucería estrellada… Es conocida como la 'Capilla Sixtina del Renacimiento Español'"

"Y como no hay catedral sin su correspondiente Palacio episcopal, a tono con ella, la mansión habitual de los obispos no le fue, ni le va, a la zaga: colosal escalera, noble salón, galería de retratos, al estilo del ideado por Juan de Borgoña en la catedral de Toledo"

Para hacer más explicable y asumible la existencia de la grandiosa catedral de Tarazona, con sus mal contados 10.000 habitantes, capital de la diócesis en la provincia de Zaragoza, es imprescindible conocer el hecho que narran los cronistas y que alcanzó categoría de “dicho popular” en las referencias académicas oficiales.

La única y veraz versión está formulada de esta contundente manera: “Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula”. El adagio, proclamado y protagonizado por los vecinos tarazoneros o turiosonenses, pretende ponderar su tozudez y tesón y la de los aragoneses en general:

“Desde antiguo, la proclamación de la Bula se celebraba en la parroquia de san Miguel, con una procesión que recorría sus calles más próximas. En la comitiva iba el párroco portador de la Bula de Cruzada. Pero un año, el portador de la cruz parroquial que abría marcha, se desorientó en la calle llamada de la Virgen del Moncayo y se metió por una calleja sin salida, a cuyo final existe una tapia que da a las huertas. Al notar que se detenía la procesión, alguno de los que iban detrás -el alcalde o el párroco- preguntó que era lo que ocurría y, al descubrir que había volver atrás, contestó: “¡Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula!” Y Tarazona no reculó. Todos los que formaban la procesión saltaron por encima del muro y, atravesando varias huertas, regresaron a la parroquia”

Otras versiones hacen intervenir a personajes de las guerras de los “Dos Pedros”, de la “Independencia” y al indomable papa don Pedro de Luna –Benedicto XIII- al que mantuvieron lealtad, aún depuesto después del Concilio de Constanza (a. 1417), con la constatación de que había estudiado en Tarazona y de cuya catedral había sido Arcediano.

Con tal tesón y entereza, así proclamados, no resultaba, ni resulta, difícil construir una catedral y cuanto fuera preciso, como el palacio episcopal, el ayuntamiento y la Universidad de la ciudad, sin ahorrarse sacrificios y medios, así como cuanto fuera menester y más. La alusión al carácter y características de los diocesanos de Tarazona, se hace imprescindible, antes de visitar su catedral, dado que esta es de piedra, pero ellos –los ciudadanos- son, siguen y seguirán siendo, todos ellos, “piedra vivientes”.

La historia viene de muy lejos. Es pre-romana. Al igual que “Numancia”, la también celtíbera “Turiaso”, acuñó moneda, concediéndole Roma la categoría de “municipio” el año 30 (a.C.), del que procede el tesoro magnífico de la magnífica obra de la cabeza de Augusto, en ágata, que se conserva en el Museo Arqueológico de Zaragoza. Plinio hace repetidas referencias a “Turiaso”, que así es citada la “mansio” en el Itinerario de Antonino. (“tur” es prefijo indoeuropeo con el significado de “colina”). Son de admirar los restos de un precioso y monumental mosaico romano del siglo IV (p.C.) con motivos geométricos, nudos y “estrellazos”.

Reconquistada la ciudad por las tropas cristianas de Alfonso I “El Batallador” en 1119, Jaime I “El Conquistador” fue armado Caballero en 1221, casado en la cercana población de Ágreda, a los trece años de edad, con doña Leonor de Castilla. Las “guerras fronterizas”, y sobre todo la conocida como la de los “Dos Pedros”, pasaron una y otra vez a cuchillo a los vecinos de Tarazona, con las desoladoras y destructoras consecuencias en sus más representativos edificios.

Construida sobre el edificio de la mezquita y de una capilla mozárabe, la catedral está dedicada a Nuestra Señora la Virgen bajo la advocación de la Huerta (o la Vega) y también de la Hidria), según se haga referencia al lugar cercano al río en el que está situada, o a la jarra de azucenas que distingue la imagen. Se asegura que las obras fueron iniciadas a instancias de la madre de Pedro Atarés, el fundador del monasterio de Veruela. El diseño del templo es de tres naves con crucero, cabecera semicircular y girola con capillas radiales. Consagrado en 1232 por el obispo García Frontín II, se fue completando a lo largo del tiempo, hasta darse por concluido en el siglo XVI, que fue cuando alcanzó el diseño que posee en la actualidad.

Diversas circunstancias han contribuido a que el templo catedralicio sea fiel, generoso y espléndido compendio de los estilos gótico, mudéjar, renacentista y barroco que los caracterizan. La reciente reforma, que duró una treintena de años, le ha supuesto el empujón decisivo en empresa tan colosal.

Es de destacar que los alarifes mudéjares dejaron huellas únicas y preciosas en su ornamentación, al igual que los artistas del Renacimiento, de tal manera que no hay exageración alguna en proclamar bien alto, con Bula o sin ella, que una buena parte de la catedral es merecedora de lucir el título de la “Capilla Sixtina del Renacimiento Español”, con las excepcionales pinturas al denudo, únicas en las catedrales europeas, que alberga en la cabecera y en el cimborrio y que permanecieron púdicamente ocultas un puñado de siglos…

En la tarea artística de la construcción-reconstrucción catedralicia es obligado el recuerdo del Arcediano Juan Gómez Muñoz, financiador de parte de la obra “a cambio de obtener el oportuno permiso –bula- para poder ser sepultado en la Capilla Mayor”. (¡Qué ricos eran entonces los Arcedianos –archidiáconos,- y demás canónigos y, por supuesto, los obispos administradores de las catedrales…¡).

El retablo del Altar Mayor, la torre con sus tres cuerpos, el Museo de la Sacristía, el claustro mudéjar de planta cuadrada y bóvedas de crucería estrellada… y otras dependencias, añaden brazadas de méritos artísticos para hacer de la catedral de Tarazona, meta y aspiración en el peregrinaje por los caminos catedralicios de España y aún del resto de Europa…

Y como no hay catedral sin su correspondiente PALACIO EPISCOPAL, a tono con ella, la mansión habitual de los obispos no le fue, ni le va, a la zaga, como no podía dejar de ser de otra manera, en aquellos tiempos y en otros siguientes, con lo que ya está dicho todo o casi todo.

El obispo turiozonense Pero Pérez Calvillo (a.1354-1391) adquirió La Zuda musulmana para proporcionales a sus sucesores en la “cátedra” –sede- catedralicia, una nueva estancia. El proyecto inicial, grandioso de por sí, adquirió excepcionales proporciones sobre todo gracias a la iniciativa del obispo Juan González de Munégreba (a. 1547—67), dotando el edificio de colosal escalera, noble salón, galería de retratos, al estilo del ideado por Juan de Borgoña en la catedral de Toledo, con expresiones latinas- algunas de ellas paganamente evangélicas-, gigantescos arcos de ladrillo, patio central… Las crónicas refieren y documentan que el mismo Felipe II, rey de las Españas, se hospedó en estas estancias palaciegas episcopales, cuando en la ciudad se celebraron Cortes el año 1592. (Por si alguien está interesado en el dato, refiero que el palacio- Casa de los Canónigos, edificio del siglo XVIII, se ubica en el número 2 de la calle de San Antón. Sería bien recibido)

Para pensar, repensar y meditar, tanto artística como ascéticamente, después de la visita catedralicia a la antigua “Turiasso”, es aconsejable recordar que, a 14 kilómetros se halla el bien conservado monasterio de Veruela, el primero de los cistercienses en el territorio de la Corona de Aragón, fundado por Pedro de Atarés en 1171, en tiempos de Ramón Berenguer IV y cuyos abades se convirtieron en los más poderosos señores de la comarca del Somontano. Por cierto que, ya desamortizado, Gustavo Adolfo Becquer y su hermano Valeriano, pasaron en él larga temporada, escribiendo el primero de ellos en el mismo sus “Cartas desde mi celda” y buena parte de sus “Rimas y Leyendas”….

Y… a seguir otra semana más peregrinando por las catedrales, teniendo testimonialmente en cuenta que “Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula” alentado también por aquello de “¡Adelante con los faroles!”, del episodio pintoresco, poco piadoso, del “terminar como el “Rosario de la Aurora..”

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