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David López Royo El bien común y la sociedad

Bien común
Bien común

La realidad social que busque un cambio desde el bien común tiene que ser una sociedad basada en los parámetros del ser y no del tener, de esta manera somos más personas y podemos hacer más por los demás.

Si nos situamos en esta perspectiva, podremos encontrar un camino para que las personas seamos protagonistas de una sociedad en donde la convivencia sea el hilo que vertebre las relaciones.

No se trata, desde luego, de un reto fácil; pero hay que hacer el esfuerzo de iniciar el camino. Si nos ponemos a caminar significa que estamos apostando por transformar el entorno en el que estamos. Se trata de originar un ambiente que invite a las personas a darnos la mano, es más, se trata de hacer una cadena que esté unida por la solidaridad. Los distintos eslabones que la formen estarán entrelazados por la armonía del encuentro, en cada punta de la cadena siempre existirá la posibilidad de unir nuevos eslabones, de esta manera se tejerá no una cadena que sirva para cerrar puertas sino una cadena que una sueños y esperanzas entre las personas. Una cadena que nos refuerce como seres que sabemos escucharnos unos a otros.

La Doctrina Social de la Iglesia nos da las claves para alcanzar lo anterior: "No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo . Por esto, es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones".

Hallamos en este texto la clave para iniciar el camino de la convivencia y del encuentro. No podemos mirar hacia otra parte, ya que esto supondría negar la posibilidad de cambiar aquello que no ayuda a que los eslabones puedan ser piezas que unen a personas.

Una pieza de la cadena que puede ayudar a ello debería ser la economía. Vivimos en un mundo que precisa un cambio, éste no puede ser otro que lograr que el mismo posibilite una interacción entre las personas, con el fin de arrinconar la pobreza y hacer brillar el progreso social y económico de aquellas sociedades sometidas a la presión de tener que huir para intentar vivir un poco mejor.

Las relaciones económicas son necesarias; pero éstas deben de mirar siempre a las personas, y lo tienen que hacer con respeto y con la voluntad de generar espacios de progreso, siendo éstos para todos los seres y no para un grupo reducido de personas.

El bien común y la sociedad siempre tendrán que ser los eslabones de cada punta de la cadena, porque esto hará que la misma siempre esté dispuesta a unir ilusiones que construyan una sociedad nueva. Lograr esta meta en el camino que hemos decido comenzar es demostrar que el mundo puede ser un espacio diferente al que hoy tenemos.

La economía juega, por tanto, un papel esencial para todo ello. La economía no es mala, quienes la hacen negativa y destructiva somos las personas; por esta razón tenemos la obligación de hacer que sea, de verdad, una herramienta que nos ayude a construir un mundo más justo y solidario. Las inversiones deben de ayudar a fomentar una sociedad libre que basa sus relaciones en el reconocimiento de los demás para crecer como personas.La sociedad no es una realidad abstracta. Las personas que configuramos la misma somos sujetos preparados para vivir en convivencia y en armonía. Las relaciones que establecemos tienen que buscar siempre el respeto y la generación de espacios de comprensión y de escucha. La economía es, además de una herramienta que facilita las relaciones, un punto de apoyo para que las personas podamos progresar; pero ha de tratarse de un progreso que fomente la dignificación del universo y no la destrucción del mismo. Por esta razón una economía que fomenta la inversión como vía para el progreso tiene que estar marcada por la sugerencia que nos hace la Doctrina Social: "La opción de invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de otro, es siempre una opción moral y cultural. Dadas ciertas condiciones económicas y de estabilidad política absolutamente imprescindibles, la decisión de invertir, esto es, de ofrecer a un pueblo la ocasión de dar valor al propio trabajo, está asimismo determinada por una actitud de querer ayudar y por la confianza en la Providencia, lo cual muestra las cualidades humanas de quien decide".

Nuestras sociedades se juegan el futuro. Un presente como el que tenemos hay que cambiarlo; por esta razón, el bien común en interacción con la sociedad, y aprovechando la economía como un vector positivo y constructivo, puede hacer posible un mundo diverso en donde la riqueza social, fomente, sin lugar a dudas, la integración y la aproximación de las personas, alejando de la sociedad la confrontación y el sometimiento. Esto hará posible que nuestro mundo no sea destruido. El medio ambiente, al igual que la economía, tiene que convertirse en el espacio ideal para que el camino no pierda ni la belleza ni el equilibrio necesarios para que, quienes formemos cada eslabón de la cadena, podamos sentirnos orgullosos del mundo en el que vivimos.

El bien común y la sociedad no pueden entenderse hoy día sin tener en cuenta la importancia de salvaguardar el medio ambiente. La naturaleza es esencial para lograr el equilibrio entre las personas. La economía debe de interaccionar de manera constructiva y positiva en este objetivo. Por esta razón es necesario salvaguardar el medio ambiente para lograr un mundo más ordenado y limpio.

La Doctrina Social es muy clara al respecto "En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él".

Sin duda este texto expresa con claridad y rotundidad lo que está pasando. Estamos destruyendo el mundo porque hemos puesto en el centro, no a la persona y su dignificación, sino al egoísmo y al interés particular. De esta forma hacemos que la cadena cierre puertas y ventanas. La economía es en esta realidad un elemento negativo y la sociedad se convierte en tirana y explotadora, fomentando el odio y el rencor. Sin darnos cuenta nos destruimos poco a poco. No podemos permitirnos esto. Tenemos que defender la casa común de la que nos habla el Papa Francisco mirando a cada persona. Lo que les contaré la próxima semana busca defender la casa común. El título será: La implicación social de un Proyecto Innovador.

Para concluir la reflexión de hoy, añado otro texto de la Doctrina Social que resume el contenido de los cuatro últimos artículos que invito a releer: "La Iglesia no tiene modelos para proponer. Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales que se relacionan entre sí. Para este objetivo la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común".

David López Royo

Sociólogo

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