Minelia, la “loquita de Bojayá” y la mente de Cristo

Minelia, la “loquita de Bojayá” y la mente de Cristo
Minelia, la “loquita de Bojayá” y la mente de Cristo Equipo de Comunicaciones Diócesis de Quibdó

Entre las historias que narran la guerra colombiana, me impresiona mucho la de Minelia, “la loquita de Bojayá”.

En la cabeza de esta mujer negra, que a juicio de muchos le faltaba un tornillo, intuyo que razona “la mente de Cristo”.

Minelia sobrevivió al horror y cuando muchos de sus paisanos pudieron salir todavía en el cruce de disparos y estruendos, ella optó por quedarse con los heridos que no se podían mover y con un montón de cuerpos desmembrados.

Cristo, y así se ve en Minelia y en los pequeños, razona dando la vida.  Tal vez necesitemos un grado o muchos de locura para que en la Iglesia toda razonemos así. 

Minelia también se tomó el trabajo de recoger las partes dispersas de los cuerpos desmembrados, y poner cada una al lado del que creía era el cuerpo que le correspondía”.

Minelia, más cuerda que cualquiera, tan loca como la Iglesia de la pascua,

Entre las historias que narran la guerra colombiana, me impresiona mucho la de Minelia, “la loquita de Bojayá, y aunque con este calificativo que casi todos le dan, una mujer que a la hora decisiva mostró la lucidez pronta de tantos de los nuestros, tenidos por menos, para hacer frente a la irracionalidad de lo que vivimos.   En la cabeza de esta mujer negra, que a juicio de muchos le faltaba un tornillo, intuyo que razona “la mente de Cristo” (1 Corintios 2,16).  Desde ya adelanto que apuesto por una Iglesia con esa lógica.

Ya les he hablado en estos escritos de la historia de la masacre de Bojayá en mayo de 2002 y que dejó tantos muertos y heridos.  Entre las personas que se refugiaron en la iglesita, junto a Dios, al padre Antún y las hermanas agustinas, estaba también Minelia:  una comunidad de campesinos chocoanos utilizados como escudo por los violentos de uno y otro bando, todos bajo el impacto destructor de las balas y las pipetas de gas.  Minelia sobrevivió al horror y cuando muchos de sus paisanos pudieron salir todavía en el cruce de disparos y estruendos, ella optó por quedarse con los heridos que no se podían mover y con un montón de cuerpos desmembrados.  Así la recuerda, para el Centro Nacional de Memoria histórica, una de las sobrevivientes: “Allí estaba Minelia, una mujer delgada, pero de contextura fuerte, cercana a los 40 años de edad. Aún con algunas heridas leves en su cuerpo, se quedó ayudando a los que quedaron vivos, hablándole a los muertos y también a quienes aún estaban conscientes, alzándolos o arrastrándolos hasta la sacristía donde aún quedaba algo del techo para resguardarse, y suministrándoles agua con sal para detener las hemorragias de quienes tenían heridas abiertas, según la tradición de la región”.[1]

Sospecho que en esas circunstancias y en la cabeza de Minelia, “la loquita”, razonaba Cristo, y eso porque la conclusión de su lógica, desechada por los expertos y desprovista de silogismos, es la salvación, es quedarse con los que más han sufrido, estarse al lado de los asesinados.   No funciona aquí la inducción, la deducción, lo conveniente, los juicios, las ideas claras y distintas, el cálculo exacto, lo políticamente correcto, lo prudente, la precisión de las palabras, el análisis minucioso; aquí lo que funciona es simplemente pasión por los otros y “para que haya vida y vida en abundancia”; Cristo, y así se ve en Minelia y en los pequeños, razona dando la vida.  Tal vez necesitemos un grado o muchos de locura para que en la Iglesia toda razonemos así.  La Iglesia misma, que define también las cosas, que no falta de buenas premisas, que escuda de método sus documentos, que predica con rigor escolástico, que prefiere lenguaje oficial, tiene siempre el reto de entrar en esta lógica, que no es otra que la de la cruz, necedad para los entendedores, locura para los muy religiosos. El órgano de la fe no es el cálculo racional, es la pasión por la salvación.

Intuyo otro signo de que en la cabeza de Minelia, “a la que le falta un tornillo”, razonaba Cristo y que la Iglesia necesita su método, y es lo que se puso a hacer, ya cuando se hallaba casi sola entre los muertos, y fue que se dedicó a armarlos; en los miembros esparcidos como piezas de  un rompecabezas de muerte, ella buscaba el armazón de la vida, así lo siguen contando los testigos:  “Junto a su labor de enfermera, Minelia también se tomó el trabajo de recoger las partes dispersas de los cuerpos desmembrados, y poner cada una al lado del que creía era el cuerpo que le correspondía”[2].“‘ordenó’ a su manera los cuerpos amputados o destrozados. Ponía la cabeza de un niño con dos brazos izquierdos, torso de un adulto y con una pierna de una mujer con la de un hombre y así. Lo que ella quería, seguramente, era que quedaran los cuerpos enteros”[3]. 

En esa noche de tiempo detenido, en la tensa calma después de las bombas, Minelia se ocupaba paciente de juntar miembros dispersos y no le era fácil hacerlo en la oscuridad y confusión. Ese es el servicio de Cristo y el que la Iglesia tiene por vocación: unir lo que está separado, completar, hacer enteros.  Su mente no funciona dividiendo, apartando, haciendo restas, excluyendo; funciona sí, sumando, reuniendo, multiplicando, llevando a todos a la plenitud.  En ese infierno de violencia, Minelia no perdió la inteligencia de Dios en ella, y por esto hacía lo que hacía, y en el rompecabezas, como los de cartón y sobre todo el de la historia de nuestro país y del mundo, este es un trabajo lento, despacito, de intensa búsqueda, de perseverancia, y sólo hundidos en la eternidad que es nuestro presente es que podemos encontrar el lugar de cada persona, cosa, dolor, separación, muerte; el momento en que todo tendrá sentido y coherencia, y así, hasta que un día, nos sorprendamos santos, es decir enteros, armados por el amor.  La Iglesia en nuestro país, a veces tan racional, recatada, diplomática… necesita, si quiere tener esta mente de Cristo que discernía en la señora de Bellavista, quitarse algunos tornillos de su cabeza, y en la “la horrible noche” que no cesa, armar el cuerpo místico con todos y todo, aun ha riesgo de equivocarse, sabiendo que, así y todo, con desaciertos, la luz va a llegar y todo terminará bien. 

Esta fe de los que tienen la mente de Cristo vence todo mal y puede decir a los muertos que se levanten y salgan corriendo, así como gritaba Minelia a los cadáveres que había tratado de dejar enteros aquella noche[4], cuando la encontraron los que se atrevieron a regresar al otro día después de la masacre.  Minelia, más cuerda que cualquiera, tan loca como la Iglesia de la pascua.

[1] Recuperado de http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2010/informe_bojaya.pdf.

[2] Recuperado de http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2010/informe_bojaya.pdf.

[3] Recuperado de https://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-dia-en-que-la-vida-de-bojaya-exploto/

[4] Ver https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/download/28361/38857.

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