Cierto sabor a absoluto

“Cada vez que lo veo es como la primera vez. Me parece un mundo danzando bajo mis pies, un mundo de mundos agazapados, de donde nos llegan confusas voces. No hay ninguna situación que me haga sentir tan cerca el misterio como frente al mar, dijo Ricardo.  Lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Le dije: Siempre agitado sin que nadie lo agite, me atrae y me repele al mismo tiempo, me hace sentir como una pesadilla de cosas irreales. Un mundo de tenebrosos sueños, manantial de quejidos salvajes. Como el aire en el cielo. Mientras tomábamos un café en una terraza vimos sordomudos y charlatanes, músicos y gritones, gitanos y payos, calvos y peludos, ciegos y con vista de halcón, parejas que se besaban y parejas que se miraban de desconfianza, curas, monjas, gente silbando distraída y gente observando a otra gente, padres empujando el carrito vacío y la madre con el niño en brazos. Estuvimos en silencio largo rato. Por fin Ricardo exclamó: ¡Qué mundo! El que hay, dije yo”, y se calló. Hay un cierto sabor a absoluto en lo que has dicho, comenté. ¿Qué quieres decir?, me preguntó

Volver arriba