Hacedor de paz

Nosotros aquí jugando y mi hijo ahí va como un esclavo”, dijo. “Nuestros hijos juegan con los tractores, los programan y a escuchar música en un habitáculo refrigerado. Los que estamos aquí sentados jugando la partida hemos trabajado  de sol a sol, tendidos sobre el surco como liebres y sucios como palos de gallinero, mal comidos y sin lavar. Y ahora nos dicen que nos muramos o que nos vayamos “a la mierda” (Iglesias dixit). “¿El señor encargado de las residencias de ancianos?, preguntó uno. El mismo respondió, otro. Todo se acaba. Ahí tienes a José, sembrador de sonrisas, hacedor de paz. Un buen hombre. Trabajó toda su vida lejos de casa, acababa de llegar con el retiro. “Mi hermana y yo estamos como reyes”, dijo aquí el otro día. “Estoy disfrutando de la familia lo que no he podido disfrutar durante toda la vida”. La muerte llegó, como llega casi siempre, a escondidas, como el ladrón, como el lobo llega al rebaño, sin que el pastor se de cuenta ni los perros lo huelan. DEP.

Volver arriba