Los activistas creen que no deben nada a nadie. Buscan acabar con el racismo, huir de la precariedad, de la provisionalidad, de la explotación, de la fragilidad, de la injusticia, arrasando con todo lo que pillan por delante. Creen que destruyendo estatuas reforman la historia, la corrigen, la cambian. Faltos de conocimiento histórico, antropológico, filosófico, teológico, creen ser originales cuando están siendo azuzados y arrastrados por movimientos ideológicos, manipuladores del odio y la mentira, que esgrimen honor y conciencia, rostro y sello, de todos los demagogos. Quien ignora las aberraciones históricas y olvida los errores los repetirá. El error puede aguzar el ingenio y convertirlo todo en enseñanza. La iconoclastia no hace justicia, solo da la impresión de justicia. La tozuda realidad se abre camino y pone a prueba la esperanza, que después de dar rienda suelta a los instintos primarios, tormenta que rompe todo en mil pedazos, se rompe y pasa a ser patrimonio del pasado. Solo el amor nos hará comprender el mundo