Como fortificación almenada

Esta mañana, al pasar muy temprano por el cementerio, pensé: La vida de Manuel, de Consuelo, de Perfecto, de Pilar, de Marcial, de Dolores, de Agapito, de Carmen, de Genebrando, de Dorinda, de Serafín, de Antonio, de José, de Toño, de Teresita, de Nito, de todos y cada uno de los que  aquí yacen  fue como las raíces de los árboles, como la simplicidad del fuego, como gotas de rocío sobre una hoja de hierba, como hierro que lleva fuego sin encender en su interior, realidades sin apariencia, ignorando mil cosas en las que no vale la pena pensar. La humildad, como una fortificación almenada, los defendió de todo y la sencillez los embelleció hasta el aturdimiento. Orgullosos y sonrientes llegaron y se fueron, sin fanatismos, sin dejarse ver, a descansar y disfrutar del encanto del misterio en la sensualidad de la sombra en un túmulo sin forma con un simple abrigo de pino.

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