El Nuncio, de vacaciones... y el Papa nombrando obispos

Sí estaba en la sala su principal valedor, el cardenal Rouco Varela, quien tuvo que escuchar de la boca del cada vez menos "tal Blázquez" la mayor crítica a su gestión que se haya hecho en la Casa de la Iglesia. En público o en privado. El actual presidente de la CEE admitiendo que "la comunión y comunicación entre sus miembros puede haberse resentido por personalismos excesivos debilitándose de esta forma el servicio que debía a la Iglesia".
Junto a la conocida ausencia del Nuncio, destacaron las del vicepresidente, Carlos Osoro (que se encontraba en Roma participando de una reunión de la Secretaría del Sínodo, de la que el Papa Francisco le ha pedido formar parte); el arzobispo de Granada, Javier Martínez, o el de Oviedo, Jesús Sanz; o los obispos de Bilbao y San Sebastián (Mario Iceta y José Ignacio Munilla, respectivamente). Sí estuvo el hasta hace unos días obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, quien se ha despedido con una ejemplar demostración de lo que debiera hacer la Iglesia cuando se ve envuelta en un escándalo relacionado con abusos a menores.
Durante un momento, algunos periodistas contemplábamos la ausencia de los dos hombres de Francisco en España con extrañeza, pero justo antes de arrancar el discurso de Blázquez aparecía en escena, pidiendo disculpas por el retraso, el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. Que mucho sabe -posiblemente, más, que el propio Nuncio- de los próximos nombramientos episcopales. Los últimos son fiel reflejo de lo que Bergoglio quiere para España. Y es que la química entre Osoro y Omella -con el aval del actual presidente- permitirá dar nuevos pasos en los próximos tiempos.
También se echó de menos a los eméritos cardenales Estepa y Sebastián, que excusaron su presencia en la Plenaria. No así el cardenal Rouco o monseñor Sistach. Carlos Amigo aparecía en plena forma, después de una operación de la vista que le ha hecho abandonar sus gafas. También se encontraba el cardenal Cañizares. Exultantes, entre otros, los nuevos obispos de Vitoria -Juan Carlos Elizalde- y el electo de Mondoñedo-Ferrol, el claretiano Luis Ángel de las Heras.
Pero, sin dudas, el que más aplausos y apretones de manos recibió no fue un obispo, sino un seglar. Posiblemente el que mayor influencia atesora hoy en la Iglesia española. Y es que los magníficos resultados de Cope en el último EGM demuestran que la estrategia de Fernando Giménez Barriocanal, guste o no, da sus frutos. Aunque todavía haya mucho, muchísimo, que mejorar. Pasos se van dando. Como en la Casa de la Iglesia, en la que el discurso de hoy de Ricardo Blázquez tuvo otro talante, otro estilo. Mucho más cerca de la alegría del Evangelio que de oscuridades pasadas. Aunque muchos esperen, en sus cuarteles de invierno, que alguien mate la primavera.