El Papa, ante el Tribunal de la Haya

La denuncia que un grupo de víctimas de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes católicos en varios países del mundo ha presentado ante el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya sienta un curioso precedente. Dejando claro que estoy convencido de que el Alto Tribunal no estimará la demanda, y defendiendo la legitimidad de cualquier intento de que quienes justificaron o ampararon la violencia contra menores sean juzgados, y que a los criminales no se les pueda proteger, se llamen Gadaffi, Sadam o, si se demostrara, algún eclesiástico, creo que que las víctimas, en este caso, yerran el tiro. Y se equivocan, porque si alguien ha hecho algo para acabar con la lacra de la pederastia en la Iglesia ha sido Benedicto XVI.

Este Papa ha abierto las ventanas para que entrara la luz, ha promovido como nadie lo ha hecho en la historia la "tolerancia cero" contra la pederastia y se ha conmovido con el dolor de las víctimas. Por primera vez en la historia de la Iglesia, las víctimas del clero han sido atendidas. ¿Tarde? Seguramente. Pero éste es un error que no puede achacarse a Benedicto XVI. El Papa que pasará a la historia por haber puesto las bases para erradicar el brutal silencio que, durante años, ha cubierto la tragedia de la pederastia en el interior de la Iglesia.

Y actuaciones como ésta, con toda la buena fe que se presume a quienes desde su dolor buscan la justicia, pueden contribuir a distraer la mirada. Y mientras tanto, los que durante años ocultaron, ampararon o se escandalizaron por las primeras informaciones, puedan intentar ralentizar un proceso que no debería tener marcha atrás. Por la credibilidad de la Iglesia y por la justicia a las propias víctimas. De las que Benedicto XVI es el principal aliado.

baronrampante@hotmail.es
Volver arriba