El Papa no vendrá a España: los obispos tienen mucho en qué pensar

Por sorpresa, a primera hora de la tarde, la Conferencia Episcopal recibió una impactante noticia: la secretaría de Estado confirmaba que el Papa Francisco declinaba la invitación para visitar España en 2015. Una mala noticia, que pilló desprevenidos a los obispos. Pocos días antes, la CEE daba por hecho que la visita se daría en agosto, coincidiendo con un encuentro europeo de jóvenes. Es evidente que la decisión papal les ha pillado con el pie cambiado.

Más allá de las razones -oficiales y oficiosas- aducidas, lo cierto es que la decisión de Francisco de no visitar España es un bofetón en toda la cara (los puristas dirían "un toque de atención") al episcopado español en su conjunto. Un episcopado que continúa, dos años después del nombramiento de Bergoglio, sin tomar el pulso a la realidad de la Iglesia hoy. Digámoslo claro: con esta decisión, el Papa les ha dicho a los obispos que tienen que cambiar el chip. Y que tienen que hacerlo ya.

Francisco confía en una serie de hombres para cambiar el rostro de la Iglesia en España. Los nombramientos, y las actitudes, están ahí: Osoro en Madrid, Blázquez cardenal y Omella en la congregación de Obispos (y, muy posiblemente, en Barcelona). Pocos obreros para la tarea. Y muchos escándalos, y muchas actitudes, contrarias a la renovación que postula Francisco, que se ha topado en España con una dura oposición. Tanto a nivel episcopal como en el ámbito de algunos movimientos y agitadores demasiado cómodos con el restauracionismo anterior.

Francisco hace visible esta decisión en una semana en la que se han tomado otras, muy graves, para marcar tendencia en el futuro de la Iglesia en España. En los próximos días -semanas, tal vez algún mes, que hoy los amigos de la caverna se la cogen con papel de fumar- lo seguiremos comprobando. A Francisco no le tiembla el pulso. Y España, pese a no ser una periferia, continúa siendo un país importante, con el que además le unen lazos personales, familiares y de corazón.

Francisco quiere venir a España.
Pero también quiere que la España a la que venga, la España "católica" a la que venga, represente a una Iglesia dinámica, que proponga, que dialogue, que ofrezca alegría y manos abiertas para construir. Los obispos deberían liderar ese proceso de renovación. ¿Podemos contar con ellos? El Papa, de momento, ya les ha dicho que por ese camino, no. ¿Sabrán escucharle? Confiemos
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