Cuentan las víctimas de abusos que fueron recibidas ayer por el Pontífice, que Benedicto XVI tenía
lágrimas en los ojos al escuchar sus historias y compartir con ellos la oración. El de ayer fue un
gran gesto de pastor, de comunión y compromiso con quienes han sufrido tanto. Un gesto con el que el Papa hace suyo ese dolor, y se compromete a repararlo. Un fantástico modo de culminar un viaje, el de Malta, que ha resultado mucho más interesante de lo que parecía a simple vista. Así lo atestigua también el multitudinario
encuentro con jóvenes de todas las tendencias y condiciones, que han echado en cara a la Iglesia cómo, en ocasiones, ésta les da de lado. Aquí también Benedicto se ha comportado con el pastor que todos esperamos. Esta visita era una buena oportunidad para reivindicar la vitalidad de un
pontificado que cumple hoy cinco años, y a fe que que Benedicto XVI la aprovechó con creces. Con lágrimas en los ojos, como el Cristo sufriente que recoge el sufrimiento de los suyos, y lo convierte en vida. ¡Felicidades, Santo Padre!
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