Ateos y creyentes en Cuenca: algunas preguntas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Hace algunos días, Religión Digital anunciaba la celebración de un curso en Cuenca, patrocinado por la UCLM (Universidad de Castilla La Mancha) y organizado por Xabier Pikaza y Vicente Abdelmumín Aya, dos amigos creyentes (uno, cristiano; otro, musulmán). El curso, celebrado del 11 al 13 de marzo, fue sin duda enjundioso y no puede ser resumido aquí. Hoy sólo quiero contar un par de anécdotas y formular algunas preguntas a nuestros lectores más reflexivos, invitándoles a meditar.

Uno de los ponentes creyentes (católico, sacerdote y profesor universitario) articuló un ortodoxo discurso teológico en el que entre otras cosas dijo, sin esgrimir ni un solo argumento racional, que el ámbito de la increencia religiosa estaba caracterizado por el egoísmo, la “filautía” y la depredación (sic, entre otras lindezas). Cuando terminó de hablar, sólo una persona (no creyente) tomó la palabra para preguntarle cortésmente si realmente asumía el discurso que había pronunciado y, en tal caso, a cuántos no creyentes conocía. El ponente se hurtó a la pregunta y no la respondió. Cuando el no creyente que había preguntado dijo que la pregunta no había sido respondida, el moderador (creyente) le dijo que no tenía derecho a hablar. La pregunta quedó sin responder.

Poco después, el mismo no creyente que había formulado la pregunta pronunció su conferencia. En ella, y tras declarar explícitamente su respeto por los creyentes respetuosos, expuso una gran cantidad de argumentos que muchos comparten para no creer en dioses o seres sobrenaturales, y en general para adoptar una posición no religiosa. A pesar del tono argumentativo de su discurso, a continuación varios creyentes –ni uno solo de los cuales esgrimió un solo argumento válido– tomaron la palabra para sugerir oscuras razones personales para “explicar” el discurso escuchado. Expresiones como “¿qué te han hecho?” o “rencor” poblaron la sala. No sólo eso: el moderador (creyente) se tomó la libertad de decir que el no creyente no debería haber utilizado algunos de los adjetivos que había utilizado. Al día siguiente, una señora tomó la palabra para decir que se había sentido “ofendida” por el discurso del no creyente, a lo cual el moderador aprovechó para intentar desacreditar de nuevo al no creyente por el lenguaje que había empleado.

Y ahora, me despido de los lectores con las siguientes preguntas:

1ª) ¿Por qué el moderador (creyente) quiso desacreditar y dar lecciones de cómo hablar en público a un individuo (no creyente) que –tras declarar su respeto por los creyentes respetuosos– había efectuado un discurso argumentativo de principio a fin sin denigrar gratuitamente a nadie, mientras que ese mismo moderador sólo tuvo palabras elogiosas con un individuo (creyente) que no sólo no había empleado en su discurso ni un solo argumento racional, sino que había proclamado de manera clara e inequívoca el carácter “egoísta” y “depredador” de quienes no gozan de creencia religiosa?

2ª) ¿Por qué un individuo (no creyente, por tanto tal vez “egoísta” y “depredador”) que había efectuado un discurso exquisitamente argumentativo y que no había denigrado gratuitamente a nadie no tuvo reparos en pedir disculpas en público a los creyentes que se hubieran podido -para él, incomprensiblemente- sentir ofendidos por su discurso, mientras que ninguno de los creyentes cristianos presentes (miembros de la “religión del Amor”) pidió explicaciones ni la menor disculpa por el hecho de que en la misma sala un individuo (creyente), sin haber aportado un solo argumento racional, hubiera denigrado al ámbito entero de la increencia religiosa como egoísta y depredador –y por el hecho de que algunos creyentes hubieran faltado al respeto al ponente no creyente, utilizando contra él falacias ad hominem y formulando insidias–?

3ª) ¿Por qué un predicador judío llamado Jesús de Nazaret, que, según el testimonio de los propios Evangelios canónicos, que en esto parecen ser históricamente veraces, a) acusó e hirió verbalmente a muchos de sus correligionarios, llamándoles “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados”, “farsantes” y otras lindezas; b) amenazó a sus correligionarios con la perdición eterna en numerosas ocasiones; y c) empleó la violencia física al menos en una ocasión para con sus semejantes (en el Templo de Jerusalén; varios de sus seguidores estaban armados)… por qué este Jesús de Nazaret es venerado y adorado hasta el punto de la deificación por creyentes cristianos, mientras que los no creyentes que, empleando la argumentación, sin emplear con nadie la violencia física y sin insultar a nadie… son desacreditados una y otra vez por los creyentes, acusados de maleducados y de utilizar formas y adjetivos impropios…?

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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