En un ambiente festivo se llevó a cabo la celebración de la misa de la Cena del Señor y el Lavatorio de los pies en el marco del Jubileo de la esperanza en la Cárcel del Buen pastor de Bogotá, que “cuenta con una capacidad para 1.275 mujeres privadas de la libertad, -.distribuidas en seis patios-  pero, de la misma manera que otras cárceles colombianas, sufre de muy altas tasas de hacinamiento”[1]. Curiosamente, la cárcel está ubicada al lado de la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia.

Muy temprano en la mañana del miércoles santo 2025, se presentó el cardenal Luis José Rueda Aparicio en la puerta de ingreso del penal, acompañado por un grupo de Emaús voluntarias en la pastoral penitenciaria de la ciudad y un cantor, dos diáconos, el capellán de la cárcel, tres seminaristas tridentinos, yo, sacerdote con hogar y mi esposa, familiares y padrinos de dos niños, hijos de mujeres privadas de la libertad, que serían bautizados y otros invitados, que previamente teníamos el permiso de ingreso.

Luego de los respectivos registros y requisas, finalmente, entramos a los patios del Buen Pastor. Allí iba creciendo el número de mujeres privadas de la libertad, de todas las edades, algunas extranjeras, dos, en silla de ruedas; otra más, ciega, debido a un ACV sufrido en enero de este año iba acompañada por una compañera de patio que le servía de lazarillo, madres con sus bebés, otras embarazadas, personas con lágrimas en los ojos y mil historias por compartir con nosotros visitantes ocasionales. Rápidamente, nuestra inquietud se transformó en compañía y abrazo espontáneo.

Cantos de alabanza, entre palmas y con voces discordantes crearon el ambiente de fiesta y esperanza de una pronta liberación. La procesión fue avanzando sin solemnidades ni incienso hacia la capilla.

Al frente iba la Cruz del Jubileo de la esperanza. Unas doscientas cincuenta personas pudimos pasar el umbral de la puerta del templo, como puerta jubilar.

El cardenal Rueda saludó a todas las personas que viven y trabajan en la cárcel, a las mujeres privadas de la libertad, a las guardianas y guardianes del Inpec, Instituto nacional penitenciario de Colombia, a la nueva directora y a la subdirectora de la cárcel del buen Pastor. Presentó cada uno de los visitantes y explicó, que dadas las condiciones, adelantaba la liturgia del Jueves santo, para que pudieran celebrar mejor su semana santa. Indicó además, que durante la eucaristía, dos menores, hijos de madres privadas de la libertad serían bautizados.

Se proclamó la Palabra de Dios con las lecturas fijas del Jueves santo: el texto de Éxodo 12, 1-8. 11-14, que narra el mandato divino a su pueblo de celebrar la pascua; el Salmo 115, al que aclamamos con el estribillo: “El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo”. La Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26, primer relato de la institución de la eucaristía y el Evangelio según san Juan 13, 1-15, en el que Jesús durante la última cena con sus discípulos les lava los pies.

El cardenal Rueda Aparicio pronunció entonces su homilía, que se detuvo a reflexionar únicamente sobre el texto del salmo responsorial. Se detuvo a examinar la segunda estrofa del salmo 115: “Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas”. La asamblea respondió con aplausos cada vez que el cardenal mencionó y les deseó la libertad.

Se refirió luego a los niños, que iban a ser bautizados: “Sus mamás los han dado a luz. Ellas están aquí, privadas de la libertad. Pero Dios ha dado la vida a todos. Queridas hermanas, la vida de ustedes es sagrada. Es digna, es bella. La vida de usted. Toda la vida; por eso dice el salmista, mucho le cuesta al Señor la vida de sus fieles. Dice el salmo, “Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas” Qué bonita es expresión”.

Comentó que hay personas fuera de la cárcel que viven como si lo estuvieran y que personas que estando privadas de la libertad si perdonan, si viven reconciliadas pueden tener paz y libertad interior.

A continuación, el cardenal, despojándose de la casulla y ciñéndose una toalla, siguiendo la liturgia del Jueves santo, lavó los pies a 12 mujeres privadas de la libertad. Una de ellas después del gesto del lavatorio de sus pies, se levantó espontáneamente y abrazó al cardenal.

La celebración continuó con la liturgia bautismal y la liturgia eucarística, entre cantos de alabanza y de adoración.

Un detalle especial fue el canto coral del “nosotras”, como grito de lucha, cada vez que las canciones propuestas tenían en su letra original el plural masculino.

Luego de la comunión, el cardenal agradeció a todas las personas que colaboraron en la preparación de la eucaristía y que la hicieron posible. Agradeció al capellán de la cárcel, padre., de quien dijo, tener el carisma de la atención a las personas privadas de la libertad, una misión silenciosa y constante. Agradeció a los dos diáconos permanentes que colaboran en la pastoral penitenciaria. Uno de ellos, médico especialista en neurología. Así mismo, comentó que uno de los dragoneantes del Inpec, presente en la eucaristía, se está preparando para el diaconado. Agradeció a las voluntarias de Emaús y a su cantante. Finalmente, con su bendición concluyó un jueves santo 2025 inolvidable para todos.

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1rcel_El_Buen_Pastor