Marx y la Biblia
3 Marx y la Dialéctica
Cuán coherente sea la explicación con la que Marx mismo hace de todas las enajenaciones, tarde o temprano, a la económica, es harina de otro costal; pero la primitiva acumulación de capital, sin la cual el mecanismo capitalista no se establece en la historia, Marx la atribuye precisamente a causas como las descritas por Pablo en Rom 1, 28-31; 3, 10-17 (El capital III. México 1968, día anterior)
Que todo ello formaba una unidad orgánica en que unas cosas condicionan a las otras de manera que no se puede salir de este círculo de hierro sin rompimiento total con el kósmos o eón civilizatorio que en ellas consiste, es una de las tesis centrales de Pablo(Cf ut supra)222-226. Por otra parte, el carácter dialéctico de esa unitaria realidad supraindividual descrita por Pablo es evidente por Rom 7 entre otros pasajes: el pecado que se ha estructurado como realidad supraindividual en la historia domina al hombre y es más fuerte que él, aunque inicialmente entró en la historia por obra del hombre(Rom 5, 12-21).
Es más, de tal modo lo domina, que ello no le quita al hombre su culpabilidad y responsabilidad personales (Rom 1, 20. 32; 2, 12-16; 3, 5-8 etc; la ley, eje funcional y quintaesencia de ese kósmos, originalmente se había inventado para el bien y la vida (Rom 7, 10.13) inextinguiblemente a ser el punto de cristalización de ese kósmos del mal. Todavía más: el desarrollo histórico mismo de esa totalidad hace que la maldad llegue al colmo(Rom 7, 8-13; 5, 20-21; Gal 4, 4-5)y se necesite insustitublemente el rompimiento con todo el pasado(Gal 3, 10ª; 2, 21b; 5, 4; 4,9).
El anticomunismo se ha fijado en las inconsecuencias más o menos reales de Marx o del marxismo, y se engaña a sí mismo cuando dice que por objetividad científica y por deseo de consistencia lógica occidente rechaza al marxismo; si tal fuese el motivo, occidente debería haberse rechazado a sí mismo mucho antes de que Marx naciera. Lo que motiva los rechazos occidentales antimarxistas es en realidad todo aquello en que Marx coincide con la Biblia, no sus inconsecuencias sistemáticas.
En primer lugar la denuncia del rarácter unitario indisociable que el mal ha adquirido estructurándose en civilización totalizante y que lo hace capaz de "recuperar" para su propio reforzamiento aun los mejor intencionados intentos e iniciativas de justicia que ecepten las reglas de juego impuestas por el sistema. La clarividencia en este punto le resulta insoportable a occidente; de pocos pasajes bíblicos abomina occidente tanto como de éste: "Nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vesti do viejo, pues así rompe el nuevo y con el viejo no pega el remiendo nuevo" (Lc 5, 36; Mc 2, 21; Mt 9, 16). Cotéjese con el reproche de Marx al reformismo de Proudhon:
Modificando las condiciones materiales de vida este
socialismo no quiere abolir en modo alguno las condi-
ciones burguesas de producción, abolición que sólo es
posible por la vía revolucionaria: lo que quiere son
mejoras administrativas, realizables dentro del cuadro
de estas condiciones de producción y que en nada modi-
fica la relación entre capital y trabajo sino que, en
el mejor de los casos, le abaratan a la burguesía el
costo de su dominación y al gobierno le simplifican el
presupuesto.
El jesuita Calvez parafrasea certeramente así:
La reintegración en el mundo del "tener" no es una
solución al malestar social; no es una solución que
entrañe la supresión de la condición proletaria,
porque es justamente el "tener" tomado como modo de
existencia humano, lo que engendra la alienación
social, la división de la sociedad en clses radical-
mente hostiles, al proletariado.(El pensamiento de
Carlos Marx, 255)...
Esta clarividencia sobre el poder "recuperador", "reasorbente",
que las iniciativas reformistas esjercitan en nombre del sistema vigente, en época reciente nadie lo ha analizado mejor que H. Marcuse (Me remito a sus cuatro libros: Eros y civilización. Mé-
xico 1969; El hombre unidimensional 1969; El marxismo soviético. Madrid 1969, y Un ensayo sobre la liberación. México 1969), pero se deriva enteramente de la intuición sobre el carácter de totalidad orgánica y omnipresente, que el mal llega a adquirir estructurándose en civilización, precisamente en un cosmos, como lo llama Pablo.
Ver: José P. Miranda, Marx y la Biblia, crítica a la filosofía de la opresion
Ediciones Sigueme 1975