El triunfo de la Torá



Una historia difícil o un Dios difícil

Nosotros los elegidos
(Cont.)

Jesús nació hebreo. Por supuesto. En algún sitio tenía que nacer si es que fue un verdadero hombre. Sabemos poco de su perfil histórico, aunque la investigación y el estudio lo va perfilando cada vez más, no a base de nuevas revelaciones sino de despojarle de tantas adherencias postizas añadidas por devoción o por intereses bastardos y enfermizos. Sin embargo, su pertenencia a una determinada raza, a una determinada zona geográfica o a una cultura concreta no confiere derecho alguno a nadie.

De ese Jesús histórico se pasó enseguida al Cristo grecolatino, hecho por occidente y para occidente, el alfa y omega que cimenta nuestra cristiandad. Un Jesucristo hebreo, judío, griego y romano maniatado, paralizado por todas las contaminaciones de esas culturas, de los intereses de esos pueblos, pequeñas o grandes tribus de la humanidad. El seguidor de Jesús se ve hoy en la urgencia de liberarlo, de desatarlo del judaísmo, del romanismo, del occidentalismo porque Jesús es de todos y para todos.

El movimiento cristiano para llegar a Jesús tiene que superar el judaísmo. Y eso va a costar sangre. No lo consiguieron ni sus familiares. Se trata nada menos que de renunciar al concepto de pueblo elegido, de renunciar a la creencia de que Yahvé es nuestro Gerente; de que Él es quien selecciona a nuestros gobernantes, los aparta, los consagra y les entrega las llaves del negocio. Renunciar a ese enfoque supone una conversión, un caerse del caballo; supone subirse al alero del Templo y superar las tentaciones -el examen- que superó Jesús.

Yo no espero que la cúspide del poder supere el examen. En tiempo de Jesús esa cúspide lo abofeteó, y se quedaron con el Templo y su Torá. La utopía, como una levadura oculta, como un puñado de levadura, como un puñado de semilla, nos la transmitieron unos infelices y unas mujeres medio chalás.

Y es que es mucho más fácil seguir siendo judío, sintiéndose elegido y protegido bajo el paraguas de Dios Nuestro Señor, en su arca de Noé mientras el resto del mundo se ahoga en dolor y hambre.

Cuando yo era jóven -con dieciséis años- vivíamos en España una apoteósis católica-nacionalista. A mí me enseñaron a dar gracias a Dios:

*por haberme creado;
*Por ser occidental y europeo;
*Por haber nacido en España;
*Por ser creyente dentro de la Iglesia católica;
*Y la guinda final: estaba formándome dentro
del ámbito de la Compañía de Jesús.

Predilecciones divinas, caídas en cascada sobre mí. Había que compensar tanta predilección con una humildad pegajosa, tan falsa como el principio teológico de la elección.
L. Alemán Mur, La ingenuidad de Jesús.
El triunfo de la Torá
(Madrid 2002)
-------
www.porunmundomasjusto (M+J)Partido político nacido en España con aspiración mundial.
Volver arriba