Amarás a tu prójimo, judío o palestino, como a ti mismo.
El judío Pablo, lo mismo que el judío S. Freud (1856-1939), suponían que éste es el único mandamiento de la humanidad, pero añadiendo que no hemos madurado todavía para cumplirlo.
Somos niños egoístas, “perversos polimorfos”, que deben ser “domesticados" por ley (por señores y tutores, por guerras de imposición) más que por su padre verdadero, hasta que al llegar a la mayoría de edad podamos vivir en libertad, todos en la casa del padre, que puede ser Israel/Palestina.
El problema está en saber si ha llegado el padre, sin los hombres son hijos y hermanos. Dejo al judío Freud cavilando sobre el tema, expongo aquí la solución de Pablo, en una carta apasionada que escribió a sus amigos bárbaros gálatas de Galacia, que era una zona que que nombre y cultura se parece a Galia de Francia y a Galicia de Hispania, pero que puede referirse también a Israel o Palestina.
El problema está en saber si ha llegado el padre, sin los hombres son hijos y hermanos. Dejo al judío Freud cavilando sobre el tema, expongo aquí la solución de Pablo, en una carta apasionada que escribió a sus amigos bárbaros gálatas de Galacia, que era una zona que que nombre y cultura se parece a Galia de Francia y a Galicia de Hispania, pero que puede referirse también a Israel o Palestina.
| X. Pikaza

Antes, siendo judío de ley, celoso del orden, Pablo pensaba que los hombres han de ser domados/domesticados por ley y por Bomba, bajo el dominio de administradores y tutores (ayos) que le mantenían en custodia, por amenaza de castigo. Pero ahora, por medio de Cristo, ha llegado el tiempo de la madurez, esto es, de la libertad, de manera que los israelitas, y con ellos todos los hombres pueden vivir en libertad, , en madurez y de confianza (en fe mutua, pistis), persona a persona, en relación con Dios y con los otros seres humanos:
Antes de que llegara la fe (τὴν πίστιν), éramos prisioneros y estábamos custodiados bajo la ley hasta que se revelare la fe (εἰς τὴν μέλλουσαν πίστιν ἀποκαλυφθῆνα). La ley fue así nuestro guardián (παιδαγωγὸς, guía de niños), hasta que llegara Cristo, a fin de ser justificados por fe; pero una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo (οὐκέτι ὑπὸ παιδαγωγόν ἐσμεν). Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gal 3, 23-25).
La vida del hombre en Cristo no es de sumisión a Dios, bajo una ley, a la que debemos someternos, sino experiencia y camino fe (pistis), es decir, comunicación personal con Dios y con los otros hombres (varones y mujeres). Los hombres no están sometidos bajo Dios, ni Dios se impone sobre ellos por ley, sino que comparte la vida de los hombres, dialogando con ellos, y los hombres comparten la vida de Dios en Cristo.
Según eso, no hay ya imposición de Dios sobre los hombres, ni de unos hombres sobre otros (Dios no es pedagogo de niños, por ley y castigo, sino amigo creyente de seres maduros). Dios no es poder más alto que nos mantiene sometidos, sino comunicación personal en libertad, amigo con quien podemos dialogar en libertad de amor, con él y con los otros seres humanos, de forma que compartamos la vida, en paz, unos con otros, sin imposición ni lucha mutua, sino en libertad creyente, en paz: Desaparecen según eso los motivos de guerra entre nosotros, entre individuos o grupos, y se abre así un camino de comunicación en libertad de amor de todos en Cristo, como proclama la fórmula clave del evangelio, ratificado por el bautismo:

Los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo (Χριστὸν ἐνεδύσασθε). No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (ὑμεῖς εἷς ἐστε ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ). Y si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos (de Dios) según la promesa (Gal 3, 27-29).
Por eso, amarás al otro, judío o palestino como a tí mismo
La confesión clave de Israel era Dios es Uno, Heis (Mc 12; Dt 6, 5: Κύριος ὁ Θεὸς ἡμῶν Κύριος εἷς ἐστιν). Dios es sólo uno y manda, se impone por ley sobre todos. Ahora, en cambio, la confesión clave es todos vosotros sois uno en el Cristo Jesús, uno en diálogo de verdad y amor, en comunicación múltiple, no en dominio de unos sobre otros por ley (πάντες γὰρ ὑμεῖς εἷς ἐστε ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ). De la unidad de Dios que manda sobre todos (judaísmo) hemos pasado a la unidad de todos los hombres (cristianismo) en igualdad múltiple de amor, como programa y camino de vida, esto es, de pacificación (como prometía Zacarías en su canto de infancia: Para guiar nuestros pasos por el camino de la paz, en diálogo entre todos: Lc 1, 79).
La libertad en Dios no es ley que se impone desde arriba sobre unos y otros, como sobre niños a los que hay que castigar para que aprendan, sino principio de diálogo y comunión de unos con otros, varones y mujeres, judíos y griegos, libres y siervos, sabiendo que no hay ley sobre ellos (sino que ellos son ley, dialogando), ni es necesaria una guerra para saber quien somete a otro, ni hay potestad de Dios sobre nadie, porque Dios no es potestad y dominio sino libertad de diálogo en amor, y la religión no es principio de sometimiento/Islam, sino igualdad y diálogo de todos con todos,
buscando cada uno el bien de los demás como bien propio (amarás a tu prójimo como a ti mismo: Lev 19, 18¸Rom 13, 8-9).
Esta es la liberación que Pablo proclama, vinculándola con la mayoría de edad de los hombres que no pudiendo (no teniendo) ninguna razón para dominar unos sobre otros (ni por adulteración de amor, ni poder, ni riquezas, Rom 13, 8-9), pueden y deben dialogar en libertad unos con otros, viviendo ya al fin para el dialogo en amor.
Amarás al palestino o judío como a tí mismo (Lev 19, 16; Mc 12, 28-35)
Pablo destaca así la comunión entre judíos y gentiles, dando por terminada la gran oposición o enfrentamiento (guerra interhumana por amor adulterado, poder o dinero) de unos contra otros. Eso significa que, desde Cristo, no hay oposición o guerra, ofensiva u defensiva, sino iálogo de comunión (yo y tú, tý yo, nosotros), pues en Cristo crucificado “caben” (se vinculan) todos los seres humanos en respeto y amor (servicio) mutuo.

Pablo supera así la primera razón de guerra entre los hombres, la causa religiosa, y no lo hace por imposición o victoria de nadie (ni de los pretendidos buenos, judíos o romanos), sino por vinculación de todos en Cristo crucificado, siempre que los hombres sepan que su bien está inexorablemente unido al bien de los demás, de manera que el mayor bien para los judíos era y sigue siendo el bien y vida de los palestinos, y el mayor bien de los palestinos es el de los judíos, como legisló un sacerdotes judío, autor del Levítico (libro de levitas) hacia el siglo IV a.C. (Lerv 19, 18):
Amarás a su prójimo, judío o palestino, como a ti mismo (sobre todo si es distinto de tí, porque así te enriquecerás, enriqueciéndole a él).
No impone su experiencia Cristo (si la impusiera no sería Cristo), no obliga por ley de amor (el amor de ley es adulterio), de poder o de dominio económico, sino que ofrece y abre para todos, judíos, gentiles, varones, mujeres, libres y siervos, un espacio/camino de unidad y comunión de paz, en la que en que todos pueden vincularse y dialogar en libertad de amor y palabra, unos con otros.
Lo mismo que ha dicho para judíos y griegos, se dice para varones y mujeres, libres y siervos, pues todos pueden comunicarse entre sí, en igualdad y comunión, sin ley superior impuesta de antemano, sino conforme al dinamismo de la palabra/amor entre todos los creyentes (=que creen en Dios, creyendo unos en otros) de manera vienen a convertirse en creadores de ley, unos con otros y para otros, no según la voluntad de uno por aislado, o de una ley sobre todos, sino según la comunión de todos en Cristo. Pablo No exige, según eso, un sometimiento de ley (todos estarían obligados a cumplirla), pues en ese caso no habría comunión, sino imposición de de ley sobre todos.
Las leyes, impuestas desde arriba con su separación entre unos y otros y sus obligaciones forman parte de un mundo de infancia, de hombres niños, que no saben todavía hablar ni quererse, sino que han de ser educados desde fuera, desde arriba. Pero en Cristo ha llegado la edad adulta para hombres y mujeres, que no están ya sometidos a ninguna ley o pedagogo, sino que pueden comunicarse en libertad y amor, haciéndose ellos mismos principio y norma de vida, no de unos sobre otros, sino de comunión de todos, que eso es la paz.
Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo siendo como es dueño de todo, 2 sino que está bajo tutores y administradores (ὑπὸ ἐπιτρόπους ἐστὶν καὶ οἰκονόμους ) hasta la fecha fijada por su padre. 3Lo mismo nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos esclavizados bajo los elementos del mundo. 4 Pero cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la filiación (ἵνα τοὺς ὑπὸ νόμον ἐξαγοράσῃ, ἵνα τὴν υἱοθεσίαν ἀπολάβωμεν, cf. Gal 4, 1-4).
Éste es el tiempo del reino, que Jesús ha proclamado en Mc 1, 14-15, de manera que debemos cambiar de mente (meta-noia), no seguir pensando bajo ley o mandato de otros, sino para pensar y caminar en comunión de amor universal, de manera que la palabra compartida se vuelva supra-ley, comunicación universal, de vida en Dios, presencia de unos en otros, resurrección de Reino
Pablo ratifica así la teología israelita de la promesa y herencia, no sólo para Israel, pueblo separado, sino para todos los hombres y pueblos que tienen la misma dignidad de los israelitas, llamados a vivir en diálogo mutuo, en libertad y amor, por la palabra, para la paz (en la paz que es Dios). Esta liberación de la ley no es libertinismo, sino que implica una responsabilidad superior: No estamos bajo una ley que nos define y dirige desde arriba, sino que debemos hacernos supra-ley, en diálogo de amor y libertad, unos con otros. No somos bajo orden de una ley superior, sino por Vida de Dios que nos hacemos Vida unos en otros, para otros, en paz.
Antes eran diferentes. Los diversos pueblos tenían distintas leyes a las que estaban sometidos como pueblo o grupos (griegos o judíos, varones o mujeres, siervos o libres) pero ahora, en Cristo, Hijo de Dios, esas leyes impuestas de antemano quedan superadas, abrogadas, de manera que hombres y mujeres, judíos y gentiles, libres y esclavos… dejan de ser estar sometidos bajo “tutores” y educadores externos, cada pueblo los suyos, cada hombre o mujer los suyos, pues todos se han vuelto “hijos mayores”, hermanos, amigos y libres en Cristo, Hijo de Dios, superando lo que eran, y empezando a ser lo que son y han de ser, hijos de Dios, en el Hijo que es Cristo, hijo-Hombre universal, vinculados entre sí, unos con otros por amor y palabra.
Esa es la mayor liberación que puede darse, siendo, al mismo tiempo, la mayor responsabilidad: No tenemos una ley a la que obedecer desde fuera; sino que podemos y debemos hacernos ley, en libertad, por comunión de unos con otros, en amor, por presencia de Dios que se hace en nosotros principio de paz humana.
Antes podía haber y había promesas y pedagogías distintas, para unos y otros.
La judía incluía tierra, ley y templo… La de otros pueblos incluía otra sabiduría, otras promesas y esperanzas. Pues bien, todas (unas y otras) han sido superadas por la filiación universal (τὴν υἱοθεσίαν, Gal 4, 4): Ser en Dios, hijos de Dios, en forma humana, dialogando y haciéndonos supra-ley, unos con otros, en comunión, responsables de nuestra vida y de la vida de los otros, descubriéndonos todos hijos, oyentes, libres, como Dios, siendo hermanos unos de los otros, no en la línea de Caín que mató a Abel para ser él, sino en la de Cristo, hermano y amigo universal cuya vida se ha centrado en dar vida a los demás.
Algunas traducciones de la Biblia entre ellas la católica de España, tienen miedo de mantener esa palabra clave (filiación, υἱοθεσία, ser de Dios), y piensan que ella se aplica solo a Cristo, Hijo real, mientras los otros sóo somos adoptivos en sentido restringido, añadidos, adventicios, secundarios. En contra de eso Pablo sabe y afirma que somos hijos en Cristo, no adoptivos (por añadidura), sino por filiación real (υἱοθεσία), no a la fuerza, queramos o no, sino en libertad, abriendo así para nosotros, en nosotros, un espacio y camino de divinización, que compartimos mutuamente, creando así, al comunicarnos, unos con otros, la ley verdadera que es amor, dándonos vida y compartiéndola al amarnos, como decía el texto ya citado:
Antes de llegar la fe estábamos encerrados (συνκλειόμενοι) bajo el cerrojo de la ley (ὑπὸ νόμον), que ha sido nuestro pedagogo hasta la llegada de Cristo (ὁ νόμος παιδαγωγὸς ἡμῶν γέγονεν εἰς Χριστόν). Pero una vez que ha llegado la fe ya no estamos bajo el pedagogo, sino que somos (estamos en) Cristo, que es la fe (cf. Gal 3, 23-26).
Ciertamente, Jesús como persona tuvo fe (cf. Ap 14, 12, Flp 2, 5), pero en sentido radical, como Cristo, Jesús no tiene, sino que es fe, la fe Dios. El pedagogo, en cambio, no es fe, sino ley, es decir, mandamiento y castigo, pero de tal manera manda y castiga que debe conducir a la fe, donde culmina. Esta es la paradoja y limitación del pedagogo, es decir de la ley, que sólo tiene valor por un tiempo, imponiéndose sobre nosotros hasta que, cumplida ya su tarea, al convertirse el niño en adulto, ella (la ley, el pedagogo), cumplida bien la función, la pierde, queda liberado de su tarea, sin obligación ninguna.
En este contexto se sitúa la grandeza (y tragedia) de Israel, pueblo de ley, nación de renteros, que debe administrar la finca (heredad) que no es suya, hasta que llega el hijo/heredero, a quien deben entregar la herencia, quedando de esa forma liberados de su función. Pero los renteros/pedagogos de Israel (cf. Mc 12) no han querido reconocer que su función ha sido ya cumplida, sino al contrario: Han matando al heredero, es decir a Cristo, han matado la libertad, para seguir así cumpliendo su servicio de imposición, manteniendo su autoridad, que era sólo temporal, hasta que llegara el heredero. Ésta ha sido la “tragedia”, el pecado de una parte de Israel, que ha querido matar al heredero, para quedarse con la herencia (con el dominio sobre la ley, esto es, sobre la viña, como dicen los viñadores/sacerdotes de Israel:
Le quedaba a Dios su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “Respetarán a mi hijo”. 7 Pero los viñadores se dijeron: “Este es el heredero. Venga, lo matamos y será nuestra la herencia”. 8 Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña (καὶ ἐξέβαλον αὐτὸν ἔξω τοῦ ἀμπελῶνος, Mc 12, 6-8).
Matar al otro, expulsarlo de la viña, ése es el pecado

Este argumento del asesinato del Hijo y de su expulsión fuera de la Viña, templo de Dios aparece también en Hebreos 13, 12 y Jn 11,50. Aquí ofrezco su formulación más antigua, tal como ha sido fijada por Pablo y Mc 12 (parábola de los viñadores): Al matar al heredero por guerra mesiánica, la ley se ha destruido a sí misma, ha perdido su finalidad, no tiene sentido. Ésta es la novedad del mensaje de Pablo.
La filiación de Dios se expresa y realiza en forma de comunicación universal de amor y vida entre todos los. No son dos “realidades separadas”, el amor de Dios Uno y la comunión de todos los hombres (Gal 3, 28-29, sino una misma: Todos los hombres somos hijos de Dios (hemos recibido la filiación; somos hermanos, en comunión universal. varones y mujeres, judíos y gentiles, libres y siervos.
Por eso, siendo hijos de Dios, todos somos Uno en Cristo Jesús. A partir de ese bautismo desaparecen las diferencias anteriores, que pertenecen al plano de la ley sacerdotal, social y económica que venía dominando sobre ellos, tanto en su forma judía como pagana. Recordemos que Pablo está escribiendo a los gálatas, de origen pagano, casi bárbaros, que no habían recibido casi la cultura griega, ni había conocido previamente al judaísmo. A ellos, a quienes, tras haber recibido la libertad de Pablo en Cristo, los judeo-cristianos anti-paulinos quieren imponer, un tipo de cristianismo de ley (=de sometimiento a la ley), responde Pablo, proclamando el texto que ya hemos comentado, el artículo central de la fe cristiana, gal 3, 28:
‒ No hay judío ni griego (οὐκ ἔνι Ἰουδαῖος οὐδὲ Ἕλλην). Este ha sido el argumento básico de Gálatas, el mejor desarrollado de toda la carta. Significativamente, el texto no habla de judío y gálata, sino de judío y griego (hellên, en sentido universal de pagano, no-judío). A lo largo de su camino, el judaísmo ha cumplido una función de pedagogía de ley para el mensaje y vida de Cristo. Pero ahora, una vez bautizados, revestidos de Cristo, desde la perspectiva de la fe (cumplimiento de las promesas) no se puede hablar de diferencia y guerra entre judíos y griego.
‒ Ya no hay libre ni esclavo (οὐκ ἔνι δοῦλος οὐδὲ ἐλεύθερος)…Esta diferencia social pertenece al plano de ley romana/griega y en ese plano continúa teniendo importancia); ante la sociedad civil, unos y hombres, libres y siervos. Pero ahora, en un plano superior o mesiánico, los cristianos tienen que superar (superan de hecho) la diferencia establecida entre esclavos y libres, judíos y gentiles, de forma que no puede haber guerra entre ellos.