El Anticristo de Soloviev y los Ejercicios Espirituales del Papa

Zenit, agencia informativa oficiosa del Vaticano informaba que el cardenal Giacomo Biffi, arzobispo emérito de Bolonia, ha dirigido los Ejercicios Espirituales del Papa y de sus colaboradores de la Curia Romana en la capilla «Redemptoris Mater» del Palacio Apostólico del Vaticano. En ese contexto, G. Biffi ha destacado la amenaza actual del Anticristo, partiendo de un relato "profético" ya centenario de V. Soloviev. Algunos compañeros de Religiondigital (Carmen Bellver, José Catalán Deus...) han comentando ya el tema, que a mí me sigue resultando al menos inquietante. Por eso ofrezco aquí unos materiales, para quienes quieran estudiarlo con más detalles. Muchos de ellos han sido tomados de L. Fanzaga, Dies Irae. Los días del Anticristo, Desclée de Brouwer, Bilbao 2005. Otros provienen de mi propio comentario al Apocalipsis, ,Verbo Divino, Estella 1999.

La noticia de Zenit:

Ciudad del Vaticano, miércoles, 28 febrero 2007 (ZENIT.org).- El cardenal Giacomo Biffi ha presentado a Benedicto XVI y a la Curia Romana «la advertencia profética de Vladimir S. Soloviev» sobre el anticristo. El predicador de los ejercicios espirituales hizo referencia al filósofo y poeta ruso, que vivió entre 1853 y 1900, para explicar que el anticristo, en realidad, consiste en reducir al cristianismo a una ideología, en vez de ser un encuentro personal con Cristo salvador.

Citando la obra de Soloviev, «Tres diálogos» (1899), el arzobispo emérito de Bolonia recordó que «el anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista». Según la síntesis de su predicación de este martes por la tarde, ofrecida por «Radio Vaticano», el cardenal explicó que «la enseñanza que nos dejó el gran filósofo ruso es que el cristianismo no puede ser reducido a un conjunto de valores. En el centro de ser cristianos está, de hecho, el encuentro personal con Jesucristo».

En su «Relato sobre el anticristo» Soloviev prevé que un pequeño grupo de católicos, ortodoxos, e hijos de la Reforma resistirán y le responderán al anticristo: «Tú nos das todo, menos lo que nos interesa, Jesucristo».Para el cardenal Biffi esta narración es una advertencia. «Hoy, de hecho, corremos el riesgo de tener un cristianismo que pone entre paréntesis a Jesús con su Cruz y Resurrección», lamentó. Para el purpurado italiano, este es «el peligro que los cristianos corren en nuestros días»: «el Hijo de Dios no puede ser reducido a una serie de buenos proyectos homologables con la mentalidad mundana dominante».

El predicador de los ejercicios precisó en la capilla «Redemptoris Mater» del Palacio Apostólico del Vaticano que, por otra parte, «hay valores relativos, como la solidaridad, el amor por la paz y el respeto por la naturaleza. Si estos se convierten en absolutos, desarraigando o incluso oponiéndose al anuncio del hecho de la salvación, entonces estos valores se convierten en instigación a la idolatría y en obstáculos en el camino de la salvación». Al concluir, el cardenal Biffi afirmó que «si el cristiano para abrirse al mundo y dialogar con todos diluye el hecho salvífico, se cierra a la relación personal con Jesús y se pone de parte del anticristo».


C. Biffi. El convenio de Comunión y liberación del 1992

No es ésta la primera vez que el C. Biffi expone el tema del Anticristo, partiendo del famoso relato de Soloviev. Lo había expuesto ya de un modo muy significativo en la gran Convención de Comunión y Liberación del año 1992, en Rímini, donde puso de relieve el riesgo del Anticristo. (Entre sus publicaciones sobre el tema, cf. G. Biffi, *Pinocchio, Peppone, l'anticristo e altre divagazioni, Cantagalli, Siena 2005]. Aquí recojo los temas fundamentales de la intervención de Biffi en La convención de Rimini de 1992, pues son los mismos que aparecen en los Ejercicios papales de 2007:

El Anticristo «era un espiritualista convencido: creía en el bien e incluso en Dios, pero sólo se amaba a sí mismo. Era un asceta, un estudioso, un filántropo. Ofrecía –son citas textuales– unas demostraciones muy elevadas de moderación, de desinterés y de beneficencia activa. En los primeros años de su juventud se había destacado incluso como un exegeta docto y agudo». Pero donde la exposición de Soloviev se demostró particularmente original y sorprendente, de manera que ella merece una reflexión muy profunda, es allí donde atribuye al Anticristo los calificativos de pacifista, ecologista y ecumenista.
(...) El Anticristo no mostraba en principio hostilidad hacia Cristo; al contrario, valoraba su recta intención y su altísima enseñanza. Sin embargo, encontraba en Cristo tres cosas que la parecían inaceptables: en primer lugar, sus preocupaciones morales; después, su pretensión de exclusivismo («él es uno de tantos...»); y, en tercer lugar, y sobre todo, había un elemento, que no podía aceptar, y era el hecho de que Cristo estuviera vivo, de manera que repetía histéricamente: «Él no se encuentra entre los vivos, ni jamás se encontrará; no ha resucitado, no ha resucitado, no ha resucitado... Se ha podrido, se ha podrido en el sepulcro».
(...) Vendrán días, decía Soloviev, y nosotros decimos que, de hecho, ya han venido (...) en los que el cristianismo tenderá a diluir el hecho salvífico –que no se puede acoger, a no ser en un acto de fe lleno de coraje, difícil y racional,– identificándolo con una serie de valores que pueden resultar fácilmente rentables en los mercados mundiales. Se tratará de un cristianismo reducido a una pura acción humanitaria en los campos de la asistencia social, de la solidaridad, de la filantropía, de la cultura; el mensaje cristiano se identificará con el interés por el diálogo entre los pueblos y entre las religiones, con la búsqueda del bienestar y del progreso, con la invitación a respetar la naturaleza (todas estas cosas son buenas, pero no son más que consecuencias; lo que marca el corazón del cristianismo es la identidad). La Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad, como dice Pablo, ha venido a convertirse de esa forma en una organización benéfica, estética y socializante; esta es la insidia o veneno mortal que hoy va amenazando a la familia de los redimidos por la sangre de Cristo.
(...) Jesucristo, el Hijo de Dios, crucificado y resucitado, el único Salvador de los hombres, no puede ser diluido en una serie de buenos proyectos y de buenas inspiraciones homologables con la mentalidad mundana dominante. Como él dijo de sí mismo, Jesucristo es una piedra ante la que uno tiene que decidirse: o se edifica, fundándose en esta piedra, o viene a chocar contra ella para caer. Fuera de Cristo, que es una persona concreta, una realidad viva, un acontecimiento, sólo existe el vacío del hombre y su desesperación. El hombre encuentra su plenitud y su única esperanza en Cristo, que es el pléroma del Padre. Gracias.

((Según esto, en el fondo, el mismo “espíritu” secular de la modernidad se identifica con el Anticristo. Para situar ese tema mejor queremos evocar la obra de Soloviev)).

Vladimir Soloviev, vidente del Anticristo

Nacio en Moscú el año 1853, en una familia ortodoxa, y se dice que tuvo una iluminación especial la «Sofía», la Sabiduría de Dios. Pero después, durante el tiempo de su primera juventud, como gran parte de la intelectualidad rusa de su tiempo, se convirtió al ateísmo, aceptando la filosofía racionalista, idealista y socialista de gran parte de la Ilustración europea, dejándose guiar por autores como Spinosa, Kant, Schelling, Schopenhauer y Comte. El 1872 se convirtió de nuevo al cristianismo, estudiando la Academia Eclesiástica de Moscú. Se relacionó con Dostoievsk y llegó al convencimiento de que sólo el cristianismo puede resolver los problemas sociales y culturales de la modernidad que empieza a penetrar en Rusia.

Desde ese fondo, anticipándose a las críticas más fuertes de la “dialéctica de la Ilustración”, descubre y describe los males de un tipo de Ilustración Atea que termina negando la libertad y los valores espirituales del hombre. Se acerca al catolicismo y busca un tipo de ecumenismo universal, basado en los valores más íntimos del cristianismo, la única religión que puede resolver los problemas que plantean las diversas revoluciones y rupturas de la modernidad. Desde ese fondo se entiende su obra más conocida, “El relato del Anticristo”, escrito el 1899/1900, incluido en Los tres diálogos. El relato del Anticristo (última traducción castellana que conozco en Scire, Barcelona 1999: También se ha traducido recientemente Teohumanidad, Sígueme, Salamanca 2006.). Soloviev murió el año1900, orando en hebreo por el pueblo judío y por la unión de los cristianos. Nos ha dejado varios volúmenes de escritos filosóficos, uno de poesías y un amplio epistolario.
Soloviev fue un hombre de profunda doctrina, tanto filosófica como teológica. Fue un hombre que elaboró y testimonió su propia fe, en medio de los grandes cambios de su tiempo, en una Rusia atormentada entre su pasado sacral y el fantasma del comunismo. Más que teólogo fue un novelista y de esa forma utilizó el tema del Anticristo como una gran parábola para exponer a la luz de la Sabiduría de Dios, que se opone a las sabidurías ilustradas y racionalistas de la Europa moderna. Desde ese fondo queremos evocar algunos rasgos de su Anticristo que, conforme a su relato, aparecería en el mundo a principios del siglo XXI, es decir, un siglo después del tiempo de su vida. Según eso (y conforme a la visión del Cardenal Biffi), estaríamos hoy (año 2007) en la plena crisis del Anticristo, en los tiempos del Apocalipsis.
Recordemos que el relato ha sido escrito en la Rusia profunda y convulsa a caballo entre el siglo XVIII y XIX, en un tiempo en el que gran parte de los intelectuales rusos estaban escribiendo comentarios al Apocalipsis. Recordemos que se trata de un relato literario, en la línea de algunas visiones de El Gran Inquisidor de Dostoievsky y que resulta aventurado interpretarlo desde fuera de su contexto. Éstos son algunos de los rasgos de la historia novelada de un intelectual europeo, que surgirá a principios del siglo XXI y que se convertirá en Emperador Universal, perseguidor de todas las religiones.


Principio del relato


Había en aquella época, entre los creyentes espiritualistas, un hombre sobresaliente, –muchos le definían como superhombre– que había superado hace mucho la infancia del entendimiento y la infancia del corazón.
Era aún joven, pero gracias a su excelsa genialidad, cuando sólo contaba treinta años, gozaba de una vasta fama de pensador, de escritor y de reformador social.
Consciente de poseer en sí una gran fuerza espiritual, había sido siempre un convencido espiritualista y su luminosa inteligencia le había mostrado siempre la verdad de aquello en lo que se debe creer: el bien, Dios, el Mesías.
Éste era un hombre que sólo se amaba a sí mismo. Creía en Dios, pero en el fondo del alma, involuntariamente y sin ser consciente de ello, se prefería a sí mismo sobre Dios. Creía en el Bien, pero el Ojo de la Eternidad que lo ve todo sabía que este hombre se inclinaría ante las potencias del mal, tan pronto como éstas fueran capaces de corromperlo, no con el engaño de los sentidos y de las bajas pasiones, y ni siquiera con la suprema tentación del poder, sino acariciando su infinito amor propio.
Pensaba que Cristo había sido su precursor. Cristo ha venido antes de mí; pero aquello que viene después en el orden del tiempo es por naturaleza más alto. Yo me manifiesto en segundo lugar, viniendo al final de la historia, precisamente porque soy el salvador perfecto y definitivo. Aquel Cristo ha sido mi precursor. Su misión ha sido la de preceder y preparar mi aparición». Y apoyándose en este convencimiento, el gran hombre del siglo XXI comenzó a aplicarse a sí mismo todo aquello que los evangelios dicen sobre la segunda venida, explicando este acontecimiento no como algo que se refiere al retorno del mismo Cristo anterior, sino como la sustitución del Cristo precursor por el Cristo definitivo, es decir, por sí mismo.

Del Cristo Reformador al Anticristo Benefactor

La preferencia llena de amor propio, por la que él se quería a sí mismo más que a Cristo, la justificaba aquel hombre con un razonamiento de este tipo: «Cristo ha sido el “reformador” de la humanidad, predicando y realizando el bien moral en su vida; yo, en cambio, estoy llamado a ser el “benefactor” de esta humanidad, enmendada en parte y el parte incorregible. Daré a todos los hombres aquello que necesiten. Cristo, como era moralista, dividió a los hombres según el bien y el mal, mientras que yo les uniré con los beneficios que son necesarios tanto para los buenos como para los malos. Seré el auténtico representante de aquel Dios que hace brotar el sol para los buenos y para los males y que distribuye la lluvia sobre los justos y los injustos. Cristo ha llevado la espada. Yo llevaré la paz. Él ha amenazado a la tierra con el tremendo juicio final; pero el último juez seré yo, y mi juicio no será sólo un juicio de justicia, sino también un juicio de misericordia».
«Habrá también una justicia, pero no una justicia retributiva, sino una justicia distributiva. Trazaré una distinción entre todos y a cada uno le daré aquello que necesita». Y con esta magnífica disposición, este hombre esperaba una clara llamada de Dios, que le impulsara a realizar la obra de la nueva salvación de la humanidad, un testimonio abierto y sorprendente donde se declarara que él era el Hijo Mayor, el Primogénito amado de Dios. De esa forma espera y alimenta su amor propio con la conciencia de las propias virtudes y de las propias dotes sobrehumanas, porque él es, como se ha dicho, un hombre de moralidad intachable y de una genialidad extraordinaria. Este justo, lleno de orgullo, espera la autorización suprema para comenzar la obra de salvación de la humanidad, pero llega a cansarse de una espera sin perspectivas.


Deificación del Anticristo


Soloviev supone que el hombre de la modernidad ha querido ponerse en el lugar de un Cristo que ha terminado pudriéndose en la tumba. «¡Se ha podrido, se ha podrido en la tumba...!». De esa forma, en vez de invocar al Dios de Jesús, invoca a Satanás que le responde:: «Mi amado hijo, en ti he puesto todo mi afecto... ¿Por qué no te has dirigido a mí? ¿Por qué has honrado al otro, al malo [Jesús], y a su padre?[Dios] Yo soy «Yo te amo y no pretendo conseguir de ti ninguna cosa. De esta forma, tú mismo eres bello, grande, poderoso. Cumple tu obra en “tu” nombre y no en el mío». De ahora en adelante, el Anticristo será emisario de Satán sobre la tierra, de un Satán que le dice:

. «Yo no pretendo de ti ninguna cosa, pero te ayudaré. Por amor tuyo, por tus méritos personales, por tu excelencia y por mi amor puro y desinteresado hacia ti, yo te ayudaré. Recibe mi espíritu. Como mi espíritu te ha engendrado antes en la “belleza”, ahora te engendra en la “fuerza”.

Inmediatamente, en Anticristo, se sintió invadido de una fuerza extraordinaria, de un vigor, de una agilidad y de un entusiasmo que nunca había probado. Esa fuerza y vigor le hizo capaz de escribir el Evangelio de la Modernidad, un libro donde se unían el respeto por la tradición y por los símbolos antiguos, con un radicalismo amplio y arriesgado en el plano de las cuestiones sociales y políticas y con una libertad ilimitada de pensamiento… Ese vendrá a ser el libro de la modernidad triunfante, la revelación definitiva de la verdad. Allí se asumía el pasado con una justicia tan perfecta, se valoraba el presente con tanta imparcialidad, bajo todos sus aspectos, y se proyectaba el futuro mejor de un modo tan concreto y palpable, que cada uno decía: «Esto es aquello que necesitábamos, un ideal que no es una utopía, un proyecto que no es una quimera».

A través de este libro “de la nueva humanidad”, este hombre logra vincular a todos los pueblos de Europa, dirigidos por la Masonería internacional, que le presenta como Candidato a la Presidencia de los Estados Unidos de Europa. Lógicamente, es “hombre del futuro” fue elegido presidente de los Estados Unidos de Europa casi por unanimidad, viniendo a presentarse como portador de la verdad universal. Éste será el Anticristo, Rey y Señor del mundo entero, que ofrece a los hombres y mujeres de la tierra la paz definitiva:

«¡Pueblos de la tierra! Os doy mi paz (...). ¡Pueblos de la tierra! ¡Se han cumplido las promesas! ¡ Está garantizada la paz universal! (...). De ahora en adelante ninguna potencia tendrá el valor de decir “guerra” cuando yo diga “paz”. ¡Pueblos del mundo, la paz sea con vosotros!».

Las cinco revoluciones del Presidente de Europa, Emperador del Mundo

El nuevo Presidente de Europa desarrolló de esa manera un programa político de conquista universal, convirtiéndose en el nuevo Emperador del Mundo, ocupando el lugar no sólo de los emperadores romanos antiguos, sino del mismo Jesucristo. Por todas partes, fuera de Europa, especialmente en América, nacieron fuertes partidos favorables al imperio que obligaron a sus gobiernos a unirse, en condiciones diversas, a los Estados Unidos de Europa, bajo la guía suprema del emperador romano. En Asia y en África permanecieron aún algunas tribus y soberanos independientes. El emperador, con un ejército pequeño, pero elegido, compuestos de tropas rusas y alemanas, polacas, húngaras y realizó un paseo militar desde el Asia oriental hasta Marruecos y, sin grandes pérdidas humanas, redujo a la obediencia a los últimos revoltosos. Estos serán los logros del nuevo Emperador Divino de la Tierra:

1. Monarquía universal. En sólo un año se fundó la monarquía universal en el verdadero sentido de la palabra. Los gérmenes de la guerra fueron extirpados por su base. La Liga Universal de la Paz se reúne por última vez, pronunciando un elogio entusiástico del gran instaurador de la paz, y después se disuelve, pues no tiene más razón de ser.

2. Justicia social y abundancia. En el año segundo de su reinado, el emperador romano y universal pronunció un nuevo edicto: «¡Pueblos de la tierra! Yo os había prometido la paz y os la he dado. Pero la paz sólo es bella si va unida con el bienestar. Aquellos que teniendo paz externa viven amenazado por la miseria sólo tienen una paz sin alegría. Venid por tanto a mi vosotros todos, los que tenéis hambre y frío y yo os saciaré y os calentaré». De esa manera, concentrado en sus manos las finanzas mundiales, con propiedades de tierra colosales, él pudo realizar la reforma social, respondiendo a los deseos de los pobres, sin herir de un modo sensible a los ricos. Cada uno comenzó a recibir según sus capacidades.

3. Ecologismo y Amor a los animales El nuevo señor de la tierra era en primer lugar un filántropo, lleno de compasión, y no sólo un amigo de los hombres, sino también «amigo de los animales». Era vegetariano, prohibió la vivisección e impuso una severa vigilancia sobre los mataderos, favoreciendo en todo el mundo las sociedades protectoras de animales.

4. El aburrimiento de la saciedad universal
La más importante de sus iniciativas fue la consolidación en toda la humanidad de la igualdad, que acaba siendo básica: «la igualdad de la saciedad universal». Esto se realizó en el segundo año de su reinado. La cuestión social y económica quedó por tanto definitivamente resuelta. Pero una vez resueltos todos los problemas… los hombres se aburrieron.

5. Una nueva religión. El emperador-superhombre comprendía perfectamente lo que necesita la masa de sus súbditos. En aquel tiempo vino a su encuentro en Roma, procedente del Extremo Oriente, un gran hacedor de milagros, circundado de una intensa leyenda de extrañas aventuras y de relatos fabulosos (...). Este hacedor de milagros se llamaba Apolonio. Era, sin duda, un hombre genial, medio asiático, medio europeo, obispo católico «in partibus infidelium» (es decir, un obispo católico en tierras de misión); unía en sí, de un modo extraordinario, el conocimiento de las investigaciones más recientes y de las aplicaciones técnicas de la ciencia occidental con el conocimiento y la práctica de todo aquello que se encuentra bien fundamentado y que es significativo en el misticismo de Oriente. ¡Los resultados de una fusión de ese tipo vendrán a ser extraordinarios!

Conclusión y reflexiones finales.

Éste el relato que el C. Biffi ha presentado de nuevo ante el Papa y sus colaboradores, en los ejercicios espirituales de Cuaresma del año 2007. Es un relato que personalmente he sentido muy cercano, desde antiguo, pero al que deben hacerse algunas matizaciones, pues de lo contrario puede ser manipulado, no sólo por el C. Biffi sino por otros lectores (entre los que quizá me encuentro yo mismo). Por eso quiero que estar matizaciones se lean con cierta reserva:

1. Debemos situar a Soloviev en su contexto “apocalíptico” de rechazo de un tipo de modernidad destructora. En ese sentido pensamos que sigue teniendo algunos valores (como yo mismo he puesto de relieve en la reflexión sobre las tentaciones de Jesús, a partir de Dostoievsky, el día 24 del 02 del 07).

2. Como se podrá observar, algunas de las “predicciones” de Soloviev no se han cumplido: ni Europa se ha unido, viniendo a convertirse en el imperio mundial, ni las religiones han terminado “despareciendo”, como el había pronosticado. En contra de lo que Soloviev pensaba, el Islam sigue teniendo mucha fuerza y las tradiciones espirituales de Oriente se mantienen vivas. Por otras parte, el cristianismo no ha terminado “despareciendo” casi, como él pronosticaba.

3. Ciertamente, la modernidad ha tenido y tiene muchos peligros… El siglo XX ha estado lleno de muertes e injusticias. Pero el proceso de la modernidad ha traído también muchos bienes… Por eso, no se trata de oponer entre modernidad y Cristo, entre Ilustración y religión, sino de buscar el bien de los hombres, especialmente de los pobres. El Cristo místico de Soloviev es muy valioso, pero más valioso es todavía el Cristo de la Liberación, el Cristo de los pobres y excluidos de la sociedad.

4. La obra de Soloviev quiere ser un comentario al Apocalipsis y, en ese sentido, tiene rasgos positivos… Pero hay otro tipo de comentarios y lecturas del Apocalipsis, como yo mismo he mostrado en Apocalipsis (Verbo Divino, Estella 1999).

5. El Anticristo de la Biblia (del Nuevo Testamento) no se puede identificar con un tipo de modernidad… Los textos de la Biblia tienen otras lecturas, a partir de algunos pasajes muy significativos, como Mat 4 y Lc 4 (tentaciones del Anticristo) y Mt 25, 31-46 (revelación del Cristo), con las Cartas de Juan y la Epístola de Santiago (por poner unos ejemplos).

6. Por todo eso, me parece inquietante que un tipo de interpretación apocalíptica como la que ofrece el C. Biffi a partir de una lectura sesgada de Soloviev pueda presentarse como tema de meditación fundamental del Papa en sus ejercicios espirituales de Cuaresma. Estoy convencido de que el Papa tiene una visión distinta de la modernidad, como ha mostrado en algunas partes de su Discurso de Ratisbona, pero hay elementos que pueden situarse también en la línea catastrofista de C. Biffi.

7. Dejo así el tema en manos de los lectores. Si algunos de ellos siguen interesados en el tema, puedo ofrecerles el “fin” de la historia, que es un happy end escatológico.

((He tomado muchas referencias y datos del libro popular de L. Fanzaga, Dies Irae. Los días del Anticristo, Desclée de Brouwer, Bilbao 2005).
Volver arriba