29.6.25. Apártate, Satán. La dudosa, difícil y esperada conversión de Pedro (Mc 8, 27-35)
La iglesia celebra la conversión de Pablo el 25 de enero, y ciertamente Pablo se convirtió, aunque queda queda pendiente si se convirtió al cristianismo como religión distinta o a otro tipo de judaísmo
La conversión de Pedro, en cambio, resulta más dudosa y hay diversas versiones de ella, pues no queda clara la función de Pedro como primero de los Doce y obispo de Roma, al principio de la iglesia y en la actualidad. Algunos se atreven a decir que Pedro se convirtió a un Jesús imaginario, para tener poder sobre otros, no para quererles y servirles (tema de fondo del final del evangelio de Juan)
| Xabier Pikaza

Me interesé por el tema leyendo un libro de R. M. Fowler, Let the reader understand (=Que el lector entienda, 1991). Fowler supone (y quizá demuestra) que Pedro estuvo con Jesús, pero sin convertirse, pues queda pendiente el final de Marcos (Mc 16, 1-8), con las mujeres encargadas de convertirle, pero quizá incapaces de lograrlo.
El tema fue tan importante en la iglesia antigua que tanto Mateo, como Lucas y Juan escriben sus evangelios para decir que Pedro al fin se convirtió (como ratifica finalmente 2 Pedro). Si tanto les importa demostrarlo es que quizá no lo tenían claro, según el texto base de Mc 8, 27-35.
El estudio de esta cuestión nos permite evitar triunfalismo y para situar mejor los riesgos de un anti-cristianismo no sólo de Pedro, sino de otros, en la historia y actualidad de la iglesia, como intenté mostrar en Comentario de Marcos, donde expongo (y justifico) algunas ideas que. Mi reflexión no es una crítica de Pedro, sino una admirada versión de su camino cristiano,

Texto
- 27Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo;
- por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 28Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
- 29Él les preguntó: «Y vosotros, ¿Quién decís que soy?».
- Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías».
- 30Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. 31Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». 32Se lo explicaba con toda claridad.
- Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.33Pero Jesús se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
- 34Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.35Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá;
- pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

Mientras van de camino (en tê hodô: 8, 27) por la zona de Cesárea de Felipe, junto a las fuentes del Jordán, Jesús pregunta por su identidad a los discípulos. Algunos opinan que es el mismo Juan Bautista, que ha revivido, como pensaba Herodes con miedo. Es normal que le sigan identificando con el Bautista, como si fuera un continuador de su obra, y no alguien que tiene una tarea diferente y propia.
Otros identifican a Jesús con Elías o con otro profeta, retomando un motivo comienzo del evangelio (Mc 1, 1-7). Marcos sabe que Jesús no es simplemente un profeta final de conversión y juicio como Elías. Pero la figura de Elías, asociada a la acción de Juan Bautista, y a la esperanza de la gran transformación escatológica, le sigue acompañando hasta el Calvario, donde vuelve a plantearse el tema (cf. 15, 35). Según Marcos, Elías no es Jesús (ni Jesús le ha llamado desde la cruz, sino que ha llamado a Dios: cf. Mc 15, 33-34), pero el recuerdo de Elías le precede (cf. 9, 1-13) y en algún sentido le impulsa y acompaña. Por eso, los que dicen que Jesús es Elías (o un profeta como Elías) no le han conocido todavía plenamente, pero van por buen camino-
Pero Pedro (=Kephas, ho Petros, con artículo: El Piedra). contesta ¡Tú eres el Cristo! (8, 29), no un profeta de penitencia, sino un mesías político y social, dispuesto a tomar el mando sobre Israel y sobre las naciones. En un aspecto, podemos afirmar que Pedro ha visto bien: ha sacado las consecuencias del camino anterior; ha entendido a Jesús como Cristo/Mesías y se muestra dispuesto a seguirle, pero e n una línea social (=militar) de poder, no en la que va tomando Jesús de “milagritos y sanaciones, con mucho enfermo y loco por medio de Jesús.
Quien habla así es el “Pedro histórico” (del tiempo de la vida de Jesús, cuyo recuerdo se mantiene en las comunidades), pero es también el Pedro de la Iglesia quien, según Marcos, ha visto y confesado a Jesús como Cristo, pero no ha dado el paso para confesarle de verdad como Hijo de Hombre que entrega la vida por los hombres, como animador de un grupo de marginados, de-mentes y mujeres dudosas.

--Al oír eso, Jesús responde pidiendo a todos que se mantengan en silencio (Mc 8, 30). Ha preguntado para escucharles. Ahora les manda que callen, pues lo que Pedro ha dicho sólo puede entenderse haciendo el camino de subida a Jerusalén, para dar la vida por el Reino. ¡Les manda que no hablen de él a nadie! (hina mêdeni legôsin peri autou; 8, 30). Este silencio que Jesús les pide puede compararse al que ha exigido a los “endemoniados”, que le llamaban “Santo de Dios” (Mc 1, 24), “hijo de Dios” (2, 12) o “hijo de Dios Altísimo (5, 7; cf. 1, 34), pues en sí mismos, desligados de la vida y obra de Jesús, esos títulos pueden tener un fondo “demoníaco”. En esa línea, Jesús pide a sus discípulos que no hablen de él a nadie, pues lo que pueden decir es falso, y va en contra del evangelio, de manera que en vez de ayudar a la causa de Dios la destruye.
Diciendo que Jesús es el Cristo, Pedro quiere decir que es más que Juan Bautista, más que los profetas antiguos, más que los simples exorcistas, con personas de duda identidad Pedro quiere un Cristo que triunfa, que tiene poder… no un Cristo que tiene que morir por amor a los hombres. Según eso, Marcos nos sitúa ante un Pedro que, para estar de verdad con Jesús “debe” convertirse, aceptando al Cristo que muere por los demás. En el fondo, Pedro sólo quiere a un Cristo que le conceda poder sobre los otros, un Cristo de dignidad, poder y dinero…Por eso le critica el evangelio de Marcos, donde Jesús le dice a Pedro: Tú eres muy “piedra” pero poco cristiano.
Este Jesús de Marcos no se opone simplemente a Pedro, como persona, sino al proyecto mesiánico que Pedro ha representado y quiere seguir representando en en la primera Iglesia, un proyecto que choca con el camino de entrega de Jesús, pues en el principio de la Iglesia Pedro no ha reconocido ni acepta el sentido de de la muerte de Jesús, ni ha querido morir con él. Para decirlo con otras palabras, según Marcos Pedro fue un un “cristiano a medias”,alguien que en el fondo rechaza a Jesús, como irá mostrando el resto del evangelio.

Todo nos permite suponer que Pedro y otros discípulos habían visto a Jesús como Cristo vencedor, un Cristo que no muere… Y así habían seguido pensando tras la muerte de Jesús. No quieren ser seguidores de un crucificado, candidatos a la derrota y crucifixión. Quieren una iglesia gloriosa, no de derrotados. Tanto Pedro como Jesús (ambos conforme a la visión de Marcos) están sacando las consecuencias de lo que Jesús y ellos han hecho hasta el momento. Pedro ha llamado a Jesús “Cristo”, y al hacerlo ha querido resituar su obra en el ámbito de las promesas y esperanzas mesiánicas de Israel.
Pedro dice a Jesús en este pasaje que ha llegado su hora y le pide que se ponga al servicio de un mesianismo triunfante israelita, que empiece ya su obra verdadera de dominio sobre el mundo. Eso es lo que dijo en el tiempo de la historia de Jesús, y lo que ha seguido diciendo en la primera Iglesia. Eso significa que, según Marcos, Pedro no se ha convertido todavía de un modo radical (en línea de evangelio, en línea de Pablo), sino que le ha seguido cerrando en la red de un mesianismo intra-israelita.
Tras la crucifixión de Jesús, Pedro toma el liderazgo del grupo y quiere confesar y presidie el proyecto de Jesús en la línea del mesianismo nacional, triunfante, de Israel; lo que él dice parece bueno, conforme a la esperanza de Israel y a las posibilidades de Jesús, en este contexto de su vida. (b) Pero el verdadero Jesús tiene otro plan y, por eso, pedirá a Pedro y a su gente que se callen, que no lo diga a nadie, pues lo que podrían decir en esa línea es falso.
Por eso, Jesús exige que no hablen a nadie sobre él (8, 30), que se olviden.Éste es uno de los textos más enigmáticos del evangelio. No que es Jesús pida que no hablen de sus milagros o de sus títulos de grandeza, como en casos anteriores (cf. Mc 1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26). Lo que pide aquí es más radical: ¡Exige a sus discípulos silencio: que no hablen de él (peri autou) en modo alguno, y se lo pide no solo a Pedro, sino a todos (autois)!
Se puede suponer que los del grupo de los Doce de Pedro han empezado ya a hablar, como si fueran portavoces del proyecto de Jesús, como si supieran decir algo sobre su persona… como si fueran representantes de una sociedad//iglesia de poder Pues bien, Jesús se lo prohíbe, de un modo terminante. Pueden seguir a su lado, pero sin hablar de él, sin comentar nada de lo que hace. Para que su mensaje siga adelante (y llegue de esa forma el reino), todo tiene que cambiar, todo tiene que ser diferentes, de manera que Jesús debe imponer silencio sobre su persona, hasta que le conozcan de verdad, hasta que “aprendan” a decir y a vivir conforme a su proyecto verdadero de Reino.
Ésta es la mayor descalificación que Jesús puede hacer de sus discípulos. Les ha escogido para que estuvieran con él, para expulsar demonios y para enviarlos a proclamar su Reino (cf. Mc 3, 13-19; 7, 7-13). Pues bien, ahora les manda guardar silencio, como si no fueran fiables, como si fueran incluso peores que los endemoniados, a quienes Jesús también imponía silencio (cf. 1, 9-11; 1, 25.34, etc.).
Este Jesús de Marcos impone silencio a Pedro, es decir, a la Iglesia que Pedro representaba en su momento, una Iglesia vinculada en el fondo al triunfo de Israel, más que al camino de Jesús, con su muerte y su pascua.
El Jesús de Marcos impone silencio a Pedro y a su grupo (que son los Doce), porque no han entendido su mesianismo. Pero (¡y ésta es la novedad!) sigue confiando en ellos: les lleva a su lado, con la esperanza de que un día cambiarán, de modo que puedan entenderle y hablar de verdad en su nombre, no sólo en clave israelita como hacían antes (cf. 6, 6b-13), sino en palabra abierta a todas las naciones (cf. 13, 19; 14, 9)[1].
El mandato de silencio que Jesús impone a Pedro y a los Doce ha de de entenderse desde la perspectiva anterior (antes de la crucifixión de Jesús, pero sobre todo después, al comienzo de la iglesia). Lo mejor que puede hacer este Pedro y esta iglesia d gentes como él es estar callados… no hablar de Jesús, pues hablan mal.
Jesús no quiere que otros le manipulen, ni siquiera sus discípulos, no quiere que Por eso, lo que ahora sigue, el conjunto del evangelio de Marcos es un “evangelio para Pedro” (no un evangelio de Pedro), un evangelio para que Pedro aprenda y cambie,; un evangelio para que los partidarios de una iglesia como la de Pedro callen y se “conviertan” y pueden abandonar Jerusalén (con su tumba vacía) y seguir y encontrar de verdad a Jesús en Galilea, con las mujeres (Mc 16, 1-8.
En ese contexto, debemos recordar que Pedro y los Doce no fueron tan obtusos y negativos como aquí aparecen; ellos aceptaron a Jesús y le acompañaron, pero de un modo interesado, para obtener así el mando político sobre la iglesia y el mundo, tal como los interpreta Marcos, desde su opción eclesial.
Marcos desea “liberar” a Jesús (al verdadero Jesús) de la mala doctrina legal que le quieren seguir imponiendo Pedro y los Doce. Por eso polemiza con ellos y centra el verdadero mesianismo de Jesús en su camino de muerte, poniendo así de relieve que le mataron los mismos representantes del Israel jerárquico. Ciertamente, Marcos presenta una visión “sesgada” de la historia de Jesús y sus primeros seguidores, pero lo hace desde una perspectiva que (a su juicio, y a juicio de gran parte de la Iglesia posterior) recoge y expresa mejor la identidad de Jesús y la verdad de su proyecto de Reino.
Pedro había confesado a Jesús como Cristo, y Jesús, tras exigirles que guarden silencio sobre él, enseña a Pedro y a los otros diciendo: El Hijo del Hombre debe padecer... (8, 31), utilizando una fórmula teológica (dei) que significa “Dios lo quiere”, es necesario. Se pensaba que Cristo es quien hace, en creatividad triunfadora.
Pues bien, Jesús enseña claramente sus cartas y dice a sus seguidores que el auténtico Cristo es quien sabe padecer, quien sabe amar y sufrir con los demás, sin buscar poder sobre nadie; Cristo es aquel que ama en gratuidad, poniendo la vida a merced de los otros, para darles vida (cf. en especial Mc 10, 45, donde el Hijo del hombre viene a servir dar la vida, no a que le sirven todos los pueblos). Éste es el centro del evangelio, que Marcos expone de un modo “biográfico”, anunciando desde aquí toda la vida posterior de Jesús y su relación con las autoridades de Israel y del mismo Dios:
Para hacerse solidario de los hombres (especialmente de los pobres, enfermos, marginados y hambrientos), ha renunciado a la violencia o la lucha militar por conseguir sus objetivos. No quiere imponer su proyecto por la fuerza, ni emplear en su favor las armas de la guerra u opresión humana, pues ellas las controlan los ancianos, escribas y sacerdotes de Jerusalén, vinculados al poder de Roma. Es claro que en este enfrentamiento desigual él estaría derrotado de antemano. A pesar de ello (precisamente por ello) se mantiene, para que actúe Dios a través de su derrota, ratificando su entrega por el Reino.
Jesús acepta ese “destino”, y así va descubriendo que la obra de Dios vendrá a realizarse a través de su muerte. Así lo sabe y declara en el momento central de su vida. No ha rechazado las consecuencias de su movimiento, no ha iniciado ninguna rebelión armada (ni tampoco ninguna rebelión contra su propio destino o contra el templo de Jerusalén), sino que acepta las implicaciones de su obra, iniciando un ascenso que le puede costar la propia vida.
Mt 8, 32b-33. Cruce de correcciones: Pedro y Jesús.
Pedro es Simón, el primer discípulo (cf. 1, 16. 29-30; 3, 16; 16, 7), a quien Jesús había puesto ese nombre: Cefas,hoPetros, Pedro (Piedra), fundamento de su comunidad mesiánica (cf. 3, 16). Pues bien, como escogido, después de haberle dicho que es el Cristo (8, 29), a pesar de que les ha prohibido que hablaran de él, Pedro se atreve a increparle, desde la perspectiva del “buen” mesianismo (Mc 8, 32b). También él ha leído los hechos anteriores de la vida de Jesús (del evangelio), sacando las consecuencias pertinentes. También él sabe lo que es el mesianismo, y se lo dice a Jesús
Pedro no es un súbdito, un subordinado a quien se niega el pensamiento. Jesús le llamó para encargarle la pesca escatológica (1, 16-20) y después le ha ofrecido la tarea de anunciar la conversión y expulsar a los demonios (cf. 3, 13-19; 6, 6-12). Es normal que Pedro piense y diga lo que piensa, corrigiendo (según Marcos) a Jesús, que es un maestro y compañero, no un dictador sobre el grupo de sus discípulos. Un Jesús “Dios” que negara la autonomía de sus discípulos (que no les tuviera en cuenta), como si ellos fueran de segunda categoría, no podría ser Mesías (Hijo del Hombre). Precisamente porque estima a Pedro y porque necesita su “consejo”, Jesús tendrá que criticarle.
Jesús había pedido la opinión de esos discípulos (¿Quién decís que soy?) y Pedro se la había dado, sintiéndose capacitado para seguir diciendo a Jesús no sólo quién es (el Cristo), sino lo que debe hacer. En esa línea, para corregir a Jesús, Pedro puede acudir a las buenas razones que le ofrece la Escritura y tradición israelita. No podemos suponer que es un cobarde, un incrédulo egoísta o simplemente alguien que busca sólo el triunfo externo. Tiene su razón mesiánica y se la dice a Jesús abiertamente, a través de una palabra que podría situarse antes de Pascua, pero que parece ajustarse mejor en un tiempo tras pascua, es decir, en la Iglesias[2].
Evidentemente, según Marcos, Pedro no ha querido aceptar el “nuevo” proyecto de Jesús, y piensa que se lo debe decir de un modo personal. Por eso, tomándole aparte, comenzó a increparle (8, 32b). Ésta es su anti-confesión: antes le había dicho que es el Cristo, ahora le reprende. Pero no se atreve a hacerlo en un debate abierto, en presencia de todos, y así le lleva a un lugar escondido, como para corregirle en intimidad (epitimein), dándole lecciones de amigo. El discípulo a quien Jesús había llamado y enviado, confiándole su tarea (1, 16-20; 3, 14-17; 6, 6-13), se atreve a reprender y aconsejar a su Maestro. Es evidente que Pedro (en nombre de los Doce) quiere “enseñar” a Jesús, recordándole lo que implica ser el Cristo: posiblemente apela a textos de viejas Escrituras y de nuevas tradiciones, resaltando las gloriosas esperanzas nacionales[3].
Pedro representa un tipo de cristianismo triunfal, donde él tiene un puesto superior para mandar. Por eso se siente obligado a corregir a Pedro, como muchos hombres de iglesia lo han hecho, siglo tras siglo, convirtiendo el evangelio en una forma de mando sobre el mundo, en juego con reyes y emperadores, presidentes/gerentes de empresas rurales y urbanas.
Marcos supone que, a través de su teología y de su forma de entender la Iglesia, Pedro ha rechazado en realidad el camino de sufrimiento y fracaso (de Cruz) que Jesús acaba de exponer al presentarse como Hijo del humano, presentándose, de hecho, como uno de los “enemigos de la Cruz de Cristo”, criticados por Pablo (cf. Flp 3, 18). Entre esos “enemigos”, a los que Pablo alude llorando, se encuentra según Marcos el mismo Pedro, que de hecho se ha enfrentado con Jesús.
Lo extraño hubiera sido que Pedro no se enfrentara con Jesús, que aceptara que el Mesías debe ser condenado precisamente por los sanedritas de la Ley sagrada. Como representante de la tradición israelita (y del Mesías que en el fondo ha de triunfar, como si la cruz de Jesús hubiera sido sólo un contratiempo pasajero), Pedro se cree obligado a corregirle, dándole una lección de mesianismo y cordura israelita.
Esta es la tesis básica de R. M. Fowler, Let the reader understand : reader-response criticism and the Gospel of Mark, Fortress, Minneapolis 1991.Es como si el evangelio de Marcos ubiera sido escrito para decir, en aquel tiempo, que la doctrina y la Iglesia de Pedro ha sido, en el fondo, anticristiana. Desde esa perspectiva se entiende el rechazo del verdadero Jesús, que mantiene su proyecto y que corrige a Pedro: (Apártate de mí, Satanás! (8, 33).
Según el Jesús de Marcos, Pedro ha seguido defendiendo (en su Iglesia, que es la Iglesia de los Doce de Jerusalén) las cosas de los hombres, propias del Sanedrín, cuyos sacerdotes y asociados (escribas y presbíteros) se oponen a la voluntad de Dios: buscan su provecho, sólo enseñan doctrinas humanas (cf. Mc7, 7), actuando en realidad como cueva de bandidos (cf. 11, 18). Pues bien, en esa misma perspectiva de guarida de intereses religiosos y políticos se sitúa Pedro, que ha conocido a Jesús y ha “creado” su Iglesia, pero lo ha hecho en la línea de Satanás y de los endemoniados (que le llaman Santo de Dios, el Hijo de Dios…, cf. 1, 25; 2, 12; 5, 7), utilizando ese conocimiento de un modo equivocado.
En contra de este Pedro, que ha sido sólo un cristiano a medias, pues rechaza el camino de entrega de la vida, Jesús ofrece su revelación definitiva (Mc 8, 33-9, 1), en presencia de los restantes discípulos (8, 33), que deben aprender esta lección, pues también ellos comparten la praxis equivocada de Pedro. Por eso, en contra del gesto de Pedro, que le ha querido corregir a solas, Jesús llama (mira) a todos los discípulos y reprende a Pedro, diciendo: Ponte detrás (apártate de mí: hypage opiso mou) Satanás, pues no piensas las cosas de Dios, sino las de los hombres (8, 33).
Jesús había empezado diciendo a Pedro y a los que son como él deute opiso mou (venid en pos de mí: Mc 1, 16-20). Pues bien, Pedro ha seguido a Jesús, pero lo ha hecho en sentido falso, de manera equivocada, para hacerse, al fin, enemigo de Jesús, es decir, partidario de Satanás (al fundar una Iglesia que no está fundada en el camino de cruz de Jesús). De esa forma se ha opuesto, de hecho, al camino de Dios, representado por Jesús, en línea de entrega de la vida, y ha retomado un camino propio de los hombres, que aparece vinculado a un deseo de dominio y triunfo que es propio del Diablo.
Por eso, Jesús llama ahora a todos para decirles: No seáis como Pedro y estos doce, que no me entienden ni me siguen…. Frente al mesianismo de Pedro, que quiere ganar el mundo entero, perdiendo la propia vida-dignidad en el empeño (cf. Mc 8, 36-37), se eleva el mesianismo del Hijo del hombre, que entrega la vida por el Reino, de manera que pierde la vida en un sentido, para ganarla desde el evangelio. En esta línea, lo que importa no es ser “discípulo” de Jesús en un plano de enseñanza (ni formar parte del grupo de los Doce, ni llamarse Pedro), sino seguir a Jesús, dando con él la vida por el evangelio.
-Jesús no quiere tomar el poder, sino, al contrario, exige que los aspirantes mesiánicos estén dispuestos a quedar, sin defensa externa, por amor y fidelidad de Reino, en manos de aquellos que tienen el poder, no de un modo pasivo, sino de un modo muy activo, para poner la vida al servicio de los pobres y excluidos, para transformación de la humanidad.
Conclusión
El evangelio de Marcos no dice si Pedro se convierte… parece que no. Parece que no está convertido en la última cena, ni en el Huerto de los Olivos… ni en la primera experiencia de resurrección de las mujeres (en Mc 16, 1-8).
Marcos supone que en su tiempo, cuando él escribe su evangelio, Pedro no está todavía convertido. Está buscando su poder… no quiere a Jesús ni a los pobres de Jesús, se quiere a sí mismo.
A diferencia de Marcos, Pablo, en sus cartas parece suponer que Pedro está básicamente convertido.
Mateo…decide el tema, dando un puñetazo en la mesa, y diciendo que Pedro se convirtió al fin y que fue un buen rabino de la iglesia.. En esa línea siguen Lucas y Juan, y así lo dice casi llorando la segunda carta de Pedro.
En esa historia de la conversión de Pedro seguimos implicados todos los cristianos, en especial los católicos… El tema es fuerte. Dentro de dos días quiero hablaros de la conversión de Pablo, que parece “más bueno que Pedro”. Pero el tema está abierto. Buen día de San Pedro
NOTAS
[1] Jesús deja que sus discípulos se equivoquen. Les corrige, les increpa, pero sigue conservándoles a su lado y ofreciéndoles una tarea que sólo podrán asumir de verdad y realizar del todo tras la pascua. Sin esta recreación de los discípulos, que tienen que pasar del deseo de triunfo (8, 29.32) y de la negación en el momento del peligro (14, 66-72) hasta la nueva experiencia pascual (16, 6-7), no puede darse un verdadero seguimiento.
[2] Cf R. Aguirre (ed.), Pedro en la Iglesia primitiva, Verbo Divino, Estella 1991, 31-32. Cf. también R. E. Brown (ed.), Pedro en el Nuevo Testamento, Sal Terrae, Santander 1976; Id y J. P. Meier, Antioch and Rome. New Testament Cradles of Catholic Christianity, Chapman, London 1993; O. Cullmann, San Pedro, Ediciones 62, Madrid 1967; R. Pesch, Das Messiasbekenntnis des Petrus (Mk 8, 27-30): BZ 17 (1973) 178-195.
[3] Esta acción de Pedro, que se eleva sobre su Maestro, invierte el orden de la vocación y del discipulado. Si Pedro tuviera razón, ya no sería Dios quien nos llama a través Jesús. Seríamos nosotros los que llamamos a Dios, poniendo al mismo Jesús a nuestro servicio: nos convertimos así en dueños del reino y después pontificamos o imponemos sobre los demás nuestros intereses. No dejamos que Dios hable, le hablamos nosotros, ocupando su lugar y confundiendo su llamada con los propios deseos egoístas de triunfo sobre el mundo.