Iglesia en “camino”: Nueve rostros de Jesús, nueve comunidades

Jesús fue un hombre de calle y camino,de plazas, sembrados y barcas pesqueras, de orillas de lago y sembrados, casas de pobres, de amigos sin amigo, de mujeres y niños… Quiso ser al fin hombre de Jerusalén, pero le mataron. 

Murió fracasado, pero el aura de su vida y el recuerdo de su compromiso con pobres, niños, mujeres, pescadores... se mantuvo,creció y se extendió por todas direcciones, desde Jerusalén y Galilea. Su fuego prendió entre marginados, más allá del Gran Muro Judío y surgieron así, a partir de sus caminos, diversas iglesias cristianas.

Ayer presenté en RD, según el evangelio del domingo 6 de Pascua (Jn 15, 9-17), la visión de Jesús “amigo” y de su iglesia “comunión de los amigos”. Esa visión tiene un fondo muy histórico (Jesús fue esencialmenteun “amigo”, como cuenta Flavio Josefo). Pero ella triunfó sólo pasado algún tiempo, con el Discípulo Amado y con Pedro, con Magdalena y Tomás, en una meta de “gnosis” intensa,que hoy presentaré con algo más de calma. 

Esa visión de Jesús amigo de enfermos, mujeres, pescadores y gentes del camino no fue la única en la Iglesia. Hubo otras comunidades, algunas más visibles, otras menos. Todas tenían en común la referencia a Jesús, un crucificado. Surgieron de formas distintas, pero de algún modo convergentes: brotaron del impulso de Jesús, con gentes que buscaban la llegada del reino de Dios, a partir de una mujeres, que dieron testimonio de su vida,  que expandieron el recuerdo de Jesús, que dialogaron, a veces discutieron…. pero fueron encontrando gérmenes y vías de unidad en comunión.

De ellas, y de otros grupos que tras ellassurgieron , trata el prólogo que escribí para un libro de E. Trocmé, titulado La infancia del Cristianismo. Aquí reproduzco la primera parte, que ha sido comentada generosamente por A. Piñero en su blog.  El tema es importante. Me parece bueno recordarlo para situar mejor e iluminar los caminos actuales de la iglesia.

Origen y expansión del cristianismo

Pikaza, nueve comunidades cristianas

Cuando Jesús murió (año 30) lo normal hubiera sido que cayera en el olvido. Y, sin embargo, su recuerdo no solamente se mantuvo, sino que creció con el tiempo. Los cristianos entendieron esa pervivencia de Jesús como «mutación teolóca», revelación especial de Dios, que «le había resucitado de los muertos». Pero esa mutación debe contarse también de una manera histórica.

            El crecimiento del “caso Jesús” no es era «previsible». Lo normal hubiera sido el silencio, pero entre aquellos galileos que habían escuchado a Jesús y/o le habían acompañado hasta Jerusalén (para abandonarle luego), con las mujeres que le habían querido y aquellos que habían entrado en contacto con él se produjo, tras su muerte, una simbiosis de enriquecimiento y transformación que cristalizó a lo largo de un siglo en forma de iglesia, como dijo F. Josefo al final del siglo I (Ant 18,63-64).

Resulta imposible precisar dónde saltó la primera chispa o si hubo varias a la vez (María Magdalena, Pedro, otros discípulos…); pero lo cierto es que ardieron, por así decirlo, varios “fuegos”, de manera que la herencia de Jesús se encendió en varios lugares a la vez, como suponen de formas diversas pero convergentes Pablo (1 Cor 15, 5-8), todo Hechos y el final de los evangelios. Las futuras “iglesias” de Jesús surgieron así como una experiencia multi-focal, fundada en el judaísmo, pero abierta, de formas distintas, hacia los diversos pueblos del entorno. Éstos son algunos de esos focos:

 1. Jerusalén, Iglesia nacional judía (Un pretendiente mesiánico). El primer foco cristiano fue Jerusalén, donde “acontecieron” las primeras experiencias cristianas, vinculadas a las mujeres del entorno de Jesús y al grupo de los Doce, con Pedro. Sin embargo, al poco tiempo, tras la expulsión de los helenistas (cf. Hch 6-7), en este foco quedaron como dominantes los judeo-cristianos de la línea de Santiago (parientes de Jesús), que no sólo se establecieron en la “ciudad santa” como Iglesia de los pobres de los últimos días, sino que enviaron misioneros por otros lugares donde, para ese tiempo (hacia el 49) se habían establecido las comunidades de Pablo, a fin de que sus seguidores «completaran» el camino de Cristo con las prácticas legales del judaísmo (en especial, la circuncisión). En esa línea puede hablarse de iglesias de Judea (cf. Gal 1, 22) y también de un foco samaritano, del que conservamos varios indicios, no sólo en Hch 1, 8; 8, 1-14; 9, 31; 15, 3, sino en el evangelio de Juan en cuya comunidad parece haber samaritanos (cf. Jn 4).

 2. Galilea (Un campesino-pescador mesiánico). Hubo (casi) al mismo tiempo, un foco galileo, menos atestiguado por los textos del Nuevo Testamento, pero muy activo al principio. En este contexto se sitúan muchas tradiciones de los sinópticos, vinculadas a Pedro y a los Doce, y a otros misioneros, que parecen haber actuado como puente entre diversos grupos de seguidores de Jesús, al menos hasta el momento en que la figura y grupo de Santiago se vuelve dominante en Jerusalén (cf. Hch 12, 17), en torno al 41/44. En este foco se inscribe de un modo especial el Documento Q, que parece haber influido en las comunidades vecinas de Siria. Las tradiciones de Galilea son básicas en Marcos y Mateo y muchos piensan (pensamos) que ambos evangelios provienen, en parte, de Galilea, especialmente el de Mateo, que puede situarse en un tiempo y lugar (entre el 80 y el 90 d.C.) en que también los judíos rabínicos estaban empezando a fijar allí sus normas de vida.

 3. Siria (Un arameo universal, como Jacob: Dt 26,5). Ese foco sirio cercano a los anteriores, que puede dividirse en varias zonas. (1) La costa de Fenicia, que solía tomarse como parte de Siria (cf. Mc 7, 26), donde aparecen pronto seguidores de Jesús (cf. Mc 3, 8; Mt, 15, 21; Hch 21, 4). (2) Damasco y su entorno (incluso Decápolis), donde Pablo se hizo cristiano y desde donde comenzó a extender el mensaje hacia Arabia (cf. Gal 1, 17; 2 Cor 11, 32; Hch 9, 3-22). En ese entorno, de Damasco a Fenicia, pasando por el alto Jordán, cerca de Galilea, puede situarse la tradición de Marcos. (3) La metrópoli y entorno de Antioquía, donde la iglesia tuvo un fuerte desarrollo, de manera que los seguidores de Jesús comenzaron a llamarse allí cristianos (cf. Gal 2, 11; Hch 11, 20-30), dividiéndose pronto entre partidarios de Pablo, de Pedro, de Apolo y de otros “apóstoles” del evangelio. En ese contexto se produjo la primera simbiosis entre mensaje de Jesús y cultura griega. Desde ese entorno, vinculado al evangelio de Mateo, se expandieron después algunos movimientos ascéticos, gnósticos e institucionales, que se reflejan en la Didajé, en las cartas de Ignacio y en el evangelio no canónico de Tomás.

 4. Asia (Testigo de la sabiduría humana). Este foco está centrado en la provincia romana de Asia, actual Turquía, en torno a Éfeso, que empezó estando vinculado a Pablo (cf. 1 Cor 15, 32; 16, 8) y como reconocen sus seguidores y, en especial, el libro de los Hechos (cf. Ef 1, 1; 1 Tim 1, 3; 2 Tim 1, 18; 4, 12; Hch 18-19). Este foco se extiende después no sólo a un tipo de sucesores de Pablo (Cartas de la Cautividad, Lucas-Hechos), sino a los grupos del Discípulo Amado y del libro del Apocalipsis, con sus cartas a las siete comunidades: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea. Más tarde (a partir del siglo II d. C.), este foco asiático (del que provienen Policarpo e Ireneo) ha sido con Roma uno de los centros impulsores de la Gran Iglesia. En este contexto pueden situarse otras comunidades, vinculadas al proyecto misionero de Pablo (Galacia) y a la primera carta de Pedro (cf. 1 Ped 1, 1: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia).

 5. Grecia (un judío de fondo helenista). Esté foco estáformado por las iglesias de Macedonia (Filipos, Tesalónica) y Acaya (Atenas, Corinto), a las que Pablo escribió, tras haber realizado allí su ministerio, entre el 49-53, ofreciéndose así el mejor retrato de sus problemática y despliegue. En un sentido extenso, esas iglesias se encuentran cerca de las ya citadas de Asia Menor, como muestran no sólo las cartas de Pablo, sino los textos de Lucas/Hechos, donde destacan las comunidades Corinto y Éfeso, como focos sobresalientes del cristianismo primitivo. En este contexto ampliado pueden ubicarse igualmente las Cartas Pastorales atribuidas a discípulos de Pablo, vinculadas también con las comunidades de la Isla de Creta.

 6. Roma (un hombre que “dialogó” con el imperio). Este foco lo conocemos por Pablo (Rom) y por Hechos, así como por otros testimonios del NT (1 y 2 Pedro y quizá Hebreos). La Iglesia de la capital del imperio. La iglesia romana se expresa además en otros textos muy importantes del cristianismo primitivo, como 1 Clemente y Papías. Todo nos permite suponer que ella fue al principio bastante tradicional y multiforme, de tendencia judeo-cristiana. De todas maneras, la memoria de Pedro (y de Pablo), martirizados allí, y el hecho de que Roma fuera capital del imperio (y meta de la misión de Pablo) han hecho que Roma haya sido (con Éfeso y su entorno) un foco importante en el despliegue y consolidación fundamental del cristianismo (pues las cristiandades de Siria y de Egipto siguieron caminos algo diferentes).

 7. Alejandría, Egipto (de Egipto llamé mí hijo: Mt 2, 15). En un primer momento este foco resulta menos conocido. Hch 6, 9 habla de judíos alejandrinos que discutían con Esteban sobre de Jesús. Pablo se refiere a un misionero llamado Apolo (1 Cor 1, 12; 3, 4-6.22; 4, 6; 16, 12), a quien Hechos 18, 24; (cf. 19, 1) presenta como «natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras». Parece que en principio esa iglesia fue más gnóstica que “ortodoxa”, en el sentido posterior de la palabra. Sea como fuere, ella alcanzó pronto mucha importancia, relacionándose con las iglesias de Siria, en una línea donde se mezclan rasgos que después se tomarán como gnósticos u ortodoxos, según los casos.

 8. Volver a la Ley (No he venido a destruirla, sino a cumplirla: Mt 5, 17). Volviendo a Jerusalén descubrimos allí había, tras el asesinato de Santiago Zabedeo, la marcha de Pedro y el eclipse de los “Doce” (en torno al año 41) una iglesia muy judía, dirigida primero por Santiago, el “hermano de Señor”, que seguirá tomando después (tras su asesinato y la Guerra Judía, del 63 al 70) una fisonomía propia, extendiéndose por varios lugares (en Transjordania y Siria y más al oriente, hacia Mesopotamia), vinculando el mensaje y camino de Jesús con varias formas de judaísmo, tal como muestran algunos evangelios apócrifos (de los Hebreos y/o de los Nazareos). Durante varios siglos siguieron existiendo comunidades de este tipo, como atestiguan las citas antiguas, pero ellas quedaron marginadas, tras el triunfo de la Gran Iglesia, de tipo más helenista (representada sobre todo por las comunidades de Antioquía, Éfeso y Roma), que se convertirá en iglesia imperial tras el edicto Milan (313) y el concilio de Nicea (325).

 9. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Amigo universal: Jn 14, 6; 15, 15). En un sentido puede hablarse finalmente de un foco gnóstico, cuyas manifestaciones más explícitas pertenecen a tiempos posteriores, pero que habían empezado a surgir muy pronto, quizá en los años setenta del siglo 1º, en un contexto sirio y egipcio, para expandirse y ampliarse después, por Oriente y Occidente. Este foco constituye el resultado de la lectura e interpretación sapiencial de algunos dichos de Jesús, que aparecen ya en el documento Q (en Galilea), para desarrollarse después de una manera independiente, en un contexto de sabiduría donde las formulaciones apocalípticas tienden a interpretarse de un modo espiritual. En este foco influyen elementos importantes de la tradición de Pablo y del Discípulo Amado.

Ciudad Biblia. Una propuesta de lectura en 12 meses

    Estos nueve “espacios/focos” de la geografía proto-cristiana nos permiten situar los personas y argumentos básicos del libro de E. Trocmé, con la figura de Jesús y los primeros impulsos (caminos) de la Iglesia. Por eso he querido presentarlos de forma telegráfica, para lectores menos iniciados, en la línea de Ciudad-Biblia (Verbo Divino, Estella 2019), donde presento las claves de lectura geográfico-cronológica del conjunto de la Biblia.

Lectura de A. PiñeroLa infancia del cristianismo”  (I)

ANTONIO PIÑERO | Casa del Libro

 https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/infancia-cristianismo_7_2338336148.html 

Presento hoy un libro, interesante, que ha llegado hace muy poco a mis manos. El título es el mismo que el de esta postal. Su autor, Étienne Trocmé (1924-2002), fue un ilustre profesor de historia de del cristianismo y de teología en la Faculta de Teología protestante de Estrasburgo, muy reputado y respetado en su tiempo. El libro fue publicado en 1999…, pero su fama ha durado hasta hoy, lo que le he merecido la traducción, muy buena por cierto, de Alejandro del Río Herrmann, para la editorial Trotta, Madrid, 2021. Completo la ficha: ISBN 978-84-1364-000-6. 208 pp. 23x15 cms. 22 euros. Edic. elctrónica: 13,99 euros.

El libro tiene una introducción de Xabier Pikaza, que me parece oportuna. Y luego un “Prólogo” de Trocmé mismo al que sigue  el tratamiento de los temas siguientes: relación entre Juan Bautista y Jesús; la primera “iglesia” de Jerusalén; la intervención un tanto turbulenta en el desarrollo de esta comunidad por judíos de lengua  materna griega, los “helenistas”; la aparición de Pablo; Pablo teólogo y mártir; la gran crisis de los años 60-70 con la muerte de Pedro y Pablo; los herederos de Pablo; el camino hacia un cristianismo adulto, es decir, los inicios claros de apartamiento de la matriz judía de la secta cristiana y, finalmente, su consolidación y helenización a partir especialmente del año 150.

Como Trocmé ofrece en este libro una historia de la literatura y de los personajes del cristianismo primitivo, más que una historia en sí de sus orígenes, de sus causas, de su desarrollo (que también están, pero más bien incoados o sugeridos), le pareció bien a X. Pikaza presentar al lector la “geografía, los espacios y las trayectorias” de la infancia del cristianismo.  Sostiene Pikaza que el “crecimiento del ‘caso Jesús’ no era en sí previsible”, ya que desde fuera la previsión de un observador imparcial hubiera sido que la memoria de Jesús quedaría sepultada conjuntamente con l decena o más de pretendientes / agentes  mesiánicos que aspiraron al trono de Israel desde la muerte de Herodes el Grande (4 a. C.) hasta el inicio mismo de la Primera Gran Guerra de los judíos contra Roma que estalló en el año 66.

Es muy exacta también la observación de Pikaza acerca de que resulta imposible precisar dónde saltó la primera chispa “(judeo)cristiana”, o si hubo varias chispas a la vez. Probablemente ese primer, o primeros chispazos se produjeron, al menos, en dos lugares y de modo simultáneo: en Jerusalén y en Galilea. Del primero tenemos una información, bastante discutida por los estudiosos en Hechos de apóstoles y en Gálatas 1.  De los otros hay menos noticias, pero las suficientes para formular hipótesis muy plausibles de su existencia.

El prologuista habla del primer e indudable foco, Jerusalén, y luego del “foco galileo”. Este (a pesar del silencio de las fuentes) hubo de existir;  de lo contrario no se puede explicar cómo se recogieron tantas noticias sobre dichos y hechos de Jesús en torno a las ciudades que bordeaban el Mar de Galilea, noticias  que desembocan sin duda en la “Fuente Q”.  Este hecho  presupone –a pesar de la intensa creencia en la vuelta inmediata de Jesús desde los cielos como mesías confirmado plenamente por Dios Padre y como juez o agente del Juicio antes de la instauración del Reino– que ya desde el principio mismo de la secta mesianista se fueron recogiendo dichos y hechos de Jesús en “hojas volantes” o pequeños libritos. Estos acompañaban seguramente a los predicadores / proclamadores de la redención efectuada por la muerte de Jesús en la cruz ya desde los momentos mismos en los que los judeocristianos se decidieron a proclamar este evento no solo a los judíos sino también a los paganos (Hch 11,19-20).

Llama Pikaza la atención hacia otros focos de ignición/nacimiento del judeocristianismo en los que el lector medio no suele pensar, pero donde pronto hubo una masa crítica de seguidores de Jesús. Así el “foco sirio”: la costa de Fenicia, Damasco y especialmente Antioquía.

Luego el “foco  asiático” o mejor minorasiático: Éfeso (que probablemente fue la cuna –añado– de comunidades distintas que están detrás de Lucas / Hechos, Evangelio de Juan y Revelación /Apocalipsis), más la zona de Galacia y Bitinia.

Hay otro foco griego situado en Filipos y Macedonia y Atenas / Corinto, donde Pablo actuó muy intensamente. Y hay un foco romano, que conocemos por Pablo, pues el judeocristianismo de la capital del Imperio estaba ya bien implantado allí, y era importante por lo que Pablo le dirigió su carta más densa, Romanos.

Pikaza añade con dudas un posible “foco alejandrino”, pues de allí procedían los judíos que discutían con Esteban, según Hechos 6,9, y sobre todo de allí procedía el misionero Apolo, que mantuvo contactos notables con Pablo y que al principio era un seguidor de Juan Bautista.

Este diversidad de focos deja en claro que ya desde el principio hubo diversidad grande de “(judeo)cristianismos”. En efecto, como este nace repensando la vida y muerte de Jesús por medio de una reflexión sobre las Escrituras (textos considerados mesiánicos hasta el momento por los maestros en las Escrituras, u otros nuevos descubiertos por los seguidores de Jesús), los focos se multiplican allí donde un notable grupo de gentes repiensan la figura y misión de Jesús de un modo similar. Es cristianismo es, pues “cristianismos”, en plural ya desde los inicios.

Como voy a dedicar varias entregas al comentario de este libro, voy a dejarlo aquí. Queda para la próxima ocasión comentar el esquema cronológico de desarrollo que propone X. Pikaza en la segunda parte de su extenso e interesante “Prólogo” / Complemento (pp. 9-25) al libro de Trocmé.

Seguiremos, pues.

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