25.3.22. Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón de María. Una historia de fondo

El Papa anunció: “El 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación, deseo realizar un solemne Acto de consagración de la humanidad, particularmente de Rusia y Ucrania, al Corazón inmaculado de María, en la Basílica de San Pedro a las 17, hora de Roma”

Las palabras centrales de la “consagración” serán: “Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

Para situar el tema ofreceré unas reflexiones sobre la historia y teología de fondo  ese “acto”.

No será el momento de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María? –  Foros de la Virgen María

Hace ciento cinco años (el 1917), en medio de la Gran Guerra y la toma del poder de los comunistas, los niños de Fátima “sintieron”  que la Virgen quería que rezaran por la conversión de Rusia, poniéndola bajo la “protección” de su Inmaculado Corazón. El Papa Francisco responde a ese deseo, poniendo a Ucrania y Rusia y a todos los pueblos del mundo bajo la protección del Corazón de María.

Al Papa le hubiera gustado orar con los Patriarca de Constantinopla y Moscú, con el Metropolita de Kiev y los representantes de otras iglesias cristianas, pero no ha podido ser,por discrepancias entre patriarcas e iglesias. El tema es de oración y conversión, de perdón y compromiso de paz, este viernes de cuaresma, día de la Anunciación de Dios a María. Está en juego no sólo la paz mundial, sino la identidad y coherencia (supervivencia) de las iglesias cristianas en su forma actual.

Para medir el significa de  este gesto papal habrá que esperar a mañana (25.3.2022). En este momento (víspera de la “Anunciación”) sólo puedo ofrecer unas reflexiones introductorias,  sobre María, “icono” de Dios , en las iglesias hermanas de Ucrania, Rusia y Bielorusia, empezando por el magisterio de Juan Pablo, que fue un Papa eslavo, amigo de las iglesias ortodoxas eslavas, devoto de María. 

MAGISTERIO DE JUAN PABLO II. LOS ICONOS DE MARÍA

Virgen María Y El Niño Jesús, El Mosaico Del ábside, Santa Sofía, Estambul,  Turquía Fotos, Retratos, Imágenes Y Fotografía De Archivo Libres De  Derecho. Image 12616987.

La expresión más importante de la devoción popular mariana en las iglesias de Rusia y de su entorno fue en su origen el “icono” de María, que preside que templo de Santa Sofía (Sabiduría, que es Cristo y/con María) en Constantinopla, iglesia madre de las iglesias de Ucrania y de Rusia.  

            El año 1987, al celebrarse  el XII centenario del II Concilio ecuménico de Nicea (a. 787), en el que, al final de la controversia sobre “las sagradas imágenes”, Juan Pablo publicó su documento más importante sobre el sentido y devoción de María (Redeptoris Mater), insistiendo en el hecho de que “fue definido que, según la enseñanza de los santos Padres y la tradición universal de la Iglesia, se podían proponer a la veneración de los fieles, junto con la Cruz, también las imágenes de la Madre de Dios, de los Ángeles y de los Santos, tanto en las iglesias como en las casas y en los caminos”

            En este contexto, Juan Pablo II, presentó una breve síntesis de los “iconos” o signos de veneración y presencia más importantes de María, la Madre de Jesús en la iglesia universal, pero especialmente en la Iglesia Ortodoxa de Bizancio y en las iglesia eslavas de Ucrania, Rusia y Bielorusia:

María está representada o como trono de Dios, que lleva al Señor y lo entrega a los hombres (Theotókos), o como camino que lleva a Cristo y lo muestra (Odigitria), o bien como orante en actitud de intercesión y signo de la presencia divina en el camino de los fieles hasta el día del Señor (Deisis), o como protectora que extiende su manto sobre los pueblos (Pokrov), o como misericordiosa Virgen de la ternura (Eleousa). La Virgen es representada habitualmente con su Hijo, el niño Jesús, que lleva en brazos: es la relación con el Hijo la que glorifica a la Madre. A veces lo abraza con ternura (Glykofilousa); otras veces, hierática, parece absorta en la contemplación de aquel que es Señor de la historia (cf. Ap 5, 9-14) (Redemptoris Mater 33)

Virgen de Vladimir | artehistoria.com

            En este contexto, Juan Pablo II añadió unas palabras esenciales sobre el Icono de la Virgen de Vladimir, por la importancia excepcional que ha tenido en el cristianismo ortodoxo de las “naciones eslavas” de la Gran Rusia. Como se sabe, es un icono bizantino, que empezó siendo venerado en Ucrania, la Madre de Rusia, en Vladimir…

Un icono que fue “rescatado” por los Rusos de Moscú ante el avance de los pueblos “tártaros” y que ahora (tras la “revolución” del 1917) se conserva en un “museo de Moscú”, pero que es signo de la devoción mariana de la inmensa mayoría de los rusos, bielorusos y ucranianos. El Papa Juan Pablo II, que era un gran devoto suyo, presenta a esta “Virgen de la Ortodoxia de Vladimir” en una encíclica dirigida a todas la iglesias “católicas” diciendo. Así dice Juan Pablo II:

Conviene recordar también el Icono de la Virgen de Vladimirque ha acompañado constantemente la peregrinación en la fe de los pueblos de la antigua Rus'. Se acerca el primer milenio de la conversión al cristianismo de aquellas nobles tierras: tierras de personas humildes, de pensadores y de santos. Los Iconos son venerados todavía en Ucrania, en Bielorusia y en Rusia con diversos títulos; son imágenes que atestiguan la fe y el espíritu de oración de aquel pueblo, el cual advierte la presencia y la protección de la Madre de Dios.

En estos Iconos la Virgen resplandece como la imagen de la divina belleza, morada de la Sabiduría eterna, figura de la orante, prototipo de la contemplación, icono de la gloria: aquella que, desde su vida terrena, poseyendo la ciencia espiritual inaccesible a los razonamientos humanos, con la fe ha alcanzado el conocimiento más sublime (Red.Mater 33).

Un año después (el 1988), el Papa Eslavo, Juan Pablo II, quiso celebrar el Milenio de la conversión de Rus de Kiev, es decir de la conversión de los eslavos del Este (hoy ucranianos, rusos y bielorusos). f

            Se celebró ese año el  milenio de la conversión y bautismo de Vladimiro,  rey del Rus de Kiev y del conjunto de su pueblo. Esa conversión y ese bautismo fue el comienzo de la nuevo historia de los eslavos del Orienteunidos a la comunidad ortodoxa de Bizancio, Constantinopla, hasta el día de hoy. Juan Pablo II vincula así la “conversión del Rus de Ukrania” con la conversión cristiana de toda Rusia:

La Iglesia de Roma, construida sobre el fundamento de la fe apostólica de Pedro y de Pablo, se alegra por este Milenio y por todos los frutos madurados a través de las generaciones los frutos de la fe y de la vida, de la unión y del testimonio hasta la persecución y el martirio, en conformidad con el anuncio de Cristo mismo. Nuestra participación espiritual en la solemnidad del Milenio atañe a todo el pueblo de Dios: fieles y pastores, que viven y trabajan en aquellas tierras santificadas desde hace mil años por el agua bautismal. En la alegría de esta fiesta nos unimos a todos los que en el bautismo, recibido de sus antepasados, reconocen la fuente de la propia identidad religiosa, cultural y nacional.

 Nos unimos a todos los herederos de este bautismo, prescindiendo de su confesión religiosa, de su nacionalidad y del lugar donde habitan; a todos los hermanos y hermanas ortodoxos y católicos. En particular, nos unimos a todos los queridos hijos e hijas de las naciones rusa, ucrania y bielorrusa. Nos unimos a cuantos viven en la propia patria, así como a cuantos residen en América, en Europa occidental y en otras partes del mundo. 15. De modo especial ésta es ciertamente la fiesta de la Iglesia ortodoxa rusa que tiene su centro en Moscú y que nosotros llamamos con gozo «Iglesia hermana». Precisamente ella ha asumido en gran parte la herencia de la antigua Rus' cristiana, permaneciendo unida y fiel a la Iglesia de Constantinopla (Euntes...)

 Juan Pablo II quiso destacar en este contexto el fundamento y sentido mariano del cristianismo de los eslavos de oriente, empezando por Kiev, Ucrania,    en un contexto de “encarnación”, tal como se muestra en el icono de la Deisis (especialmente en el icono Znamenie), donde Jesus aparece como “corazón” (hijo) de María:

Ver texto adyacente.

  El Verbo encarnado, que ella dio a luz, permanece para siempre en su corazón, como bien lo manifiesta el famoso icono Znamenie(icono del Signo mariano, veneraado especialmente en Novgorod, Rusia), que representa a la Virgen orante con el Verbo de Dios grabado sobre su corazón. La oración de María se apoya de modo singular en el poder mismo de Dios: es una ayuda y una fuerza de orden superior para la salvación de los cristianos. «¿Por qué, pues, no mirar hacia ella todos juntos como a nuestra Madre común, que reza por la unidad de la familia de Dios y que «precede» a todos al frente del largo séquito de los testigos de la fe en el único Señor, el Hijo de Dios, concebido en su seno virginal por obra del Espíritu Santo?». A nuestros hermanos y hermanas en la fe deseamos que el patrimonio milenario del evangelio, de la cruz, de la resurrección y de Pentecostés no deje de ser «camino verdad y vida» (cf. Jn 14, 6) para todas las generaciones futuras. Por esto elevamos con todo el corazón nuestra plegaria a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén (Num 16)

MARIOLOGÍA ESLAVA (DE CONSTANTINOPLA A KIEV).

 Con una fórmula primitiva, que se encuentra ya en Ireneo, los teólogos bizantinos que “implantaron” la fe en el Rus de Kiev y en todas las rusias, seguían hablando de las «dos manos del Padre», que son el Hijo y el Espíritu, vinculadas de algún modo por María, que   portadora del Espíritu Santo (pneumatofora) y madre del Hijo de Dios (cristófora).  

Frente al pesimismo antropológico de san Agustín y de gran parte de la iglesia latina, que tiende a identificar la humanidad con el pecado, la ortodoxia bizantina  y eslava expresa por María su más grande optimismo espiritual: una persona humana, pura creatura, viene a convertirse en lugar de presencia y signo transparente del poder de Dios y de su santo Pneuma.   

El Papa reza cada día ante este icono ucraniano que se trajo de Argentina:  una Virgen con historia - ReL

María concibe al Hijo porque en ella y sobre ella reposa el Espíritu santo» Por la efusión pneumática el Espíritu de Dios se hace igualmente presente en la humanidad, pero no en un hombre individual, sino en la historia o conjunto de la vida de los hombres y mujeres, representados de un modo especial por María, la Madre de Jesús El que se encarna es el Hijo de Dios, en Jesús. Pero aquel que “le encarna” (es decir, el que hace que se encarne) es el Espíritu, que desciende sobre ella, de manera que sea una especie de «dei-maternidad».    

Por eso, el icono o presencia plena de Dios no es un Cristo aislado sino Cristo con María. Conforme al motivo más tradicional de la Trinidad, que aparece desde el tiempo de la patrística bizantina y culmina en el icono de A. Rublev, siglo XV d.C., Dios aparece en forma de comunión angélica de tres personas. Pues bien, conforme al otro motivo, que es tan importante y tan antiguo,  la Trinidad aparece representada por el Icono de la Madre de Dios, rodeada por el nimbo divino del espíritu Santo, con el niño en sus brazos.

María es según eso el signo del don materno de vida, tal como se expresa en Jesús niño en sus brazos. Ella no es una encarnación “individual” del Espíritu, pero puede presentarse como su «revelación hipostática»: para actuar plenamente sobre el mundo, el Espíritu de Dios hace surgir sobre la historia una persona transparente a su misterio, la Virgen María. En esa línea, culminando el misterio de la revelación divina, el Hijo de Dios que es el Logos, se ha encarnado en la humanidad por María.

Unidos ambos, la Madre con el Hijo, forman la revelación completa del misterio de Dios Padre. La Virgen Madre (Virgen como expresión del Espíritu Santo) no es encarnación de Dios, sino receptáculo animado y personal del Espíritu, una creatura que le lleva en sí, Humanidad Teófora. No puede hablarse de una encarnación pneumática, pero puede y debe hablarse de una teofanía hipostática.

07-virgen-del-signo-esc-novgorod-fin-s-xii-collec-korin-moscu – La Belleza  de los Iconos

Como persona pneumatófora, Maríase distingue radicalmente de Dios-Hombre. Ella no es Dios, es creatura; no es la redentora, ha sido redimida: no es Cristo, es una cristiana. Pero precisamente como creatura, redimida y cristiana ha colaborado de un modo muy alto en el despliegue de la redención. En ese sentido, ella aparece sentada en el lugar más noble de Santa Sofía de Constantinopla, en el ábside central, ante todos los que vienen a introducirse en el espacio de misterio del templo, como icono trinitario, con Dios Niño en sus brazos, para recibirles e iniciar con ellos el camino de la redención, que no es el camino de ella, sino el de Jesús.

Por eso se eleva, no sobre el resto de las creaturas, sino con todas ellas, como “odiguitria” (dirigente en el camino), al lado de Juan Bautista.  En ese sentido, el icono de la Madre de Dios con el Niño, la imagen del Logos y de la creatura que, llena del Espíritu santo, le recibe en sus brazos, son signo de Dios. El Dios-Hombre y la Pneumatófora, el Hijo y la Madre, forman así una revelación del Padre[1].

  Cristo es una misma persona en dos naturalezas. María, en cambio, es solo persona humana; pero ella es tan profunda y transparente que viene a ser reflejo de la misma persona-naturaleza eterna del Espíritu de Dios.  Hay en todo esto un misterio que remite a la fecundidad original de lo divino: el Padre es el principio sin principio y de su seno brotan, en mutua implicación y causalidad recíproca, el Hijo y el Espíritu: brota el Hijo en el Espíritu, proviene el Espíritu a través del Hijo. Pues bien, esto mismo es lo que viene a reflejarse y realizarse en nuestra historia salvadora: sólo porque es imagen y presencia del Espíritu, María puede ser madre del Cristo, el mismo Hijo de Dios en forma humana.  

Esta es la culminación mariológica de la patrística oriental, tal como se refleja y actualiza en los teólogos eslavos de oriente, en la iglesia de Kiev y de Moscú. Siendo lugar de presencia trinitaria y Madre del Hijo, los eslavos de “las rusias” conciben a María como icono del Espíritu. Frente a la sobriedad fiducial del protestantismo hallamos aquí la más intensa simbolización sacral de la revelación cristiana. Sin perder su historia humana y siendo una persona de este mundo, María se convierte, junto a Cristo, en el signo radical de lo divino, interpretado como amor maternal, fecundidad y donación perfecta.  

TEOLOGÍA ORTODOXA ACTUAL, LÍNEA SOFIÁNICA

Cathedral the Assumption of Virgin, Kyiv, Ukraine - 53112717

Resulta arriesgado condensar los principios de una tradición mariana tan rica como la ortodoxa. Por eso, prescindiendo de otras perspectivas, destacaré la visión sofiánica, representada básicamente por S. Boulgakov, que presenta a Maria como un signo privilegiado del Espíritu de Cristo, en una línea que está en el fondo de la piedad de los “rusos/eslavos” de Kiev y de Moscú. Su presupuesto mariológico es la doctrina trinitaria.

Suele decirse que los católicos han dado primacía al Logos, afirmando que el Espíritu deriva no sólo del Padre sino también del Hijo (Filioque). En esa línea, ellos pueden situar al Espíritu santo en un segundo plano, atribuyendo la historia salvadora (Iglesia, gracia, sacramentos) casi exclusiva-mente a Cristo. Por eso, María queda vinculada a Cristo, el Hijo. Pues bien, los ortodoxos se sitúan de manera diferente ante el misterio: rechazando con tenacidad el Filioque, han querido resaltar la autonomía y valor del Espíritu, tanto en relación a Dios como en su acción dentro de la Iglesia[2].

   Como he dicho ya, las dos misiones trinitarias van unidas. El Hijo se encarna para infundir su Espíritu sobre los hombres. El Espíritu se derrama para fundar y expandir la encarnación del Hijo.  Desde ese fondo, la figura de María viene a interpretarse como expresión de la presencia del Espíritu. Ciertamente, ella es madre de Jesús, pero eso no define su ser más radical, como persona santa. Lo que fundamenta su valor como persona y como santa es el hecho de que en ella se refleja permanente el Espíritu divino. Por eso es pneumatófora. Frente al pesimismo protestante que identifica creatura humana y pecado hallamos aquí el más grande optimismo espiritual: una persona humana, pura creatura, viene a convertirse en lugar de presencia y signo transparente del poder de Dios y de su santo Pneuma.

María realiza la idea originaria de la creación, y en ella se vinculan la Sabiduría de Dios que se auto-ofrece y la sabiduría del mundo que busca su plenitud. Eso significa que el Espíritu santo se vuelve transparente en su persona humana.Este misterio nos sitúa en el mismo centro de la revelación de Dios. a) El Hijo se encarna como persona divina, suscitando o asumiendo una naturaleza humana. b) Para hacer eso posible, el Espíritu de Dios se expresa en la persona y vida humana de María que «concibe al Hijo porque en ella y sobre ella reposa el Espíritu santo».

La Virgen Eleousa

El que se encarna es el Hijo de Dios y lo hace en Jesús. Pero el que encarna es el Espíritu, que desciende de manera personal sobre María, convirtiéndola en manifestación del cielo sobre el mundo. Ella recibe así la forma de la «dei-maternidad»: por medio del Espíritu, ella misma se sofianiza, apareciendo como instrumento o lugar de actuación y presencia del Espíritu de Dios.Para que Jesús pueda nacer como Hijo de Dios sobre la tierra es necesario que María tenga (y le transmita) una humanidad hipostática, es decir, transfigurada desde dentro de la Sofia de Dios.

Por eso, el icono o presencia plena de Dios sobre la tierra no es el Cristo aislado sino Cristo con María. La Madre, que es la Virgen María, es imagen del Espíritu, pneumatófora por excelencia. No es encarnación del Espíritu, pero es su «revelación hipostática»: para actuar plenamente sobre el mundo, el Espíritu de Dios hace surgir sobre la historia una persona transparente a su misterio, la Virgen María. Por su parte, el Hijo, siendo imagen humana del Logos, es el mismo Logos encarnado: la persona eterna del Hijo de Dios que nace y muere en nuestra historia. Unidos ambos, la Madre con el Hijo, forman la revelación completa del misterio de Dios Padre.

La Santísima Virgen no es una encarnación del Espíritu, pero ella deviene receptáculo animado y personal del Espíritu, Mujer Teófora. No hay encarnación pneumática, pero puede haber una teomorfia hipostática: una hipóstasis creada se entrega enteramente en manos del Espíritu santo, fundiéndose en el Espíritu, por así decirlo. En virtud de esta transparencia, de esta perfecta interpenetración, ella deviene heterógena a sí misma, es decir, deificada. Ella es una creatura enteramente impregnada por la gracia, «arca animada de Dios», es un viviente «templo consagrado».

Esta persona pneumatóforase distingue radicalmente de Dios-Hombre, porque es creatura. Pero difiere de las creaturas, porque está exaltada y puesta en comunión con la vida divina. Ella es la imagen humana de Dios por el Espíritu. En esa línea, el ser humano de la Madre de Dios en el cielo y el Dios-Hombre Jesús expresan juntos, en su unidad, la imagen completa del hombre. El icono de la Madre de Dios con el Niño, la imagen del Logos encarnado y de María llena del Espíritu santo constituyen por su unidad y su indivisibilidad, la imagen perfecta del ser humano. El Dios-Hombre y la Pneumatófora, el Hijo y la Madre, son la revelación del Padre, expresión de la Segunda y la Tercera Hipóstasis. Ellos expresan así así la plenitud de la imagen de Dios en el hombre y del hombre en Dios[3].

Dejemos así el tema, en su abismal profundidad: el Verbo y el Espíritu, unidos en Dios como Sophia eterna, se vinculan en el tiempo por Jesús y por María. Ciertamente, el pensamiento de Boulgakov podría ser clarificado en algún punto, pero nos enseña algo importante: la conformación femenina (mariana) del Espíritu y la radicalidad pneumática de María. El Espíritu refleja y realiza por María el misterio de su maternidad. Cristo es una misma persona en dos naturalezas. María, en cambio, tiene una persona humana; pero es tan profunda y transparente que ella viene a ser reflejo de la misma persona-naturaleza eterna del Espíritu de Dios.

  1. Eudokimov ha explicitado esta visión de Boulgakov postura en vertiente femenina, mostrando al Espíritu como «maternidad hipostática de Dios»[4]. El Espíritu Santo viene reflejarse de tal forma en la existencia y persona de María que por ella hace surgir al Cristo. De esa forma se manifiesta el misterio de la fecundidad original de Dios: el Padre es el principio sin principio y de su seno brotan, en mutua implicación y causalidad recíproca, el Hijo y el Espíritu: brota el Hijo en el Espíritu, proviene el Espíritu a través del Hijo. Pues bien, esto mismo es lo que viene a reflejarse y realizarse en la historia: sólo porque es imagen y presencia del Espíritu, María puede ser madre del Cristo, el Hijo de Dios en forma humana[5].

[1] Como hipóstasis creada, la Madre de Jesús se ha puesto en manos del Espíritu santo, fundiéndose en el Espíritu, por así decirlo. En virtud de esta transparencia, de esta perfecta penetración, ella deviene heterógena (como ajena y superior a sí misma), es decir, deificada, sin dejar de ser (y ser plenamente) una persona humana. Ella es una creatura enteramente impregnada por la gracia, «arca animada de Dios», es un viviente «templo consagrado». Así lo ha puesto de relieve S. Boulgakov, Le Buisson Ardent. Aspects de la vénération orthodoxe de la Mére de Dieu, L’Âge d’Homme, Laussane 1987, 91-92.

          Desde esta perspectiva se pueden entender unas palabras fundamentales de K. Barth: «María pertenece a la humanidad, representa al ser humano ante Dios, al ser humano que tiene necesidad de la gracia y que recibe la gracia... Si hay alguien que sea de los nuestros, del todo cerca, implicado en lo más profundo de la miseria humana y de la promesa divina, es sin duda María... Ella es la imagen del creyente que reconoce la fidelidad de Dios», Adviento, Studium, Madrid 1970, 38-45 (original: Verheissung, München 1960, 38. 44-45). Para una recuperación protestante de los puntos centrales de la mariología católico-ortodoxa, cf. M. Thurian, Maria, Madre del Señor. figura de la Iglesia, Hechos y Dichos, Zaragoza 1966.Para una visión de la mariología de Lutero, cf.  Eliseo Tourón, El Magnificat en Lutero, Eph. Mariologicae 44 (1994) 371-390.

[2]   Aproximación a la mariologfa sofiánica en R. Baron, Marie et l'Humanisme, en H. du Manoir, Marie. Etudes sur la Saint-Vierge VI, Paris 1961, 679-688; E. Catta, Sedes Sapientiae, ibid., 691-866; B. Schultze, La Mariologie Sophianique Russe, ibid., 213-219. Versión católica del tema en L. Bouyer, Le Tróne de la Sagesse, Paris 1987. Sobre la controversia sofiánica, cf. C. Lialine, Le Débat Sophiologique: Irenikon 13 (1936) 168-205; M. M. Garijo-Guembe, Bibliografía sobre la Trinidad en la Teología Ortodoxa (1945-1977): EstTrin 11 (1977) 369-440; J. Zizioulas, L'étre ecclésial, Genéve 1981, 23-55.

[3] S. Boulgakov, Le Buisson Ardent. Aspects de la vénération orthodoxe de la Mére de Dieu, Laussane 1987, 91-92. Cf. Le Paraclet, Paris 1946, 237, 239.

[4] Cf. P. Eudokimov, La mujer y la salvación del mundo, Barcelona 1970, 235-239; Panagion et Panagia: BFET 27 (1970) 59-71.    

[5] Ésta es la culminación mariológica del Oriente cristiano, especialmente de los pueblos rusos.. Siendo lugar de presencia trinitaria y Madre del Hijo, María es icono del Espíritu. Frente a la sobriedad fiducial del protestantismo hallamos aquí la más intensa simbolización sacral. Sin perder su historia humana y siendo una persona de este mundo, María se convierte, junto a Cristo, en el signo radical de lo divino, interpretado como amor materno, fecundidad y donación perfecta. En lo que sigue, asumo básicamente esta postura, ofreciéndole base bíblica y desarrollo teológico unitario y coherente, en nuestra perspectiva occidental, católica.

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