Diablo y Demonios, un tema permanente
-1. Daimón, daimonion, demonio es el nombre que muchos pueblos antiguos han dado a los "espíritus" del mundo: Númina (lo numinoso)constituyen uno de los elementos más constantes de la religiosidad antigua, en la línea de eso que suele llamarse "espiritismo". En principio, los los espíritus-daimones no son malos. Carecen de carácter moral y se harán buenos o malos según las circunstancias.
- 2. Los judíos han introducido dos notas esenciales en el mundo de los demonios. En primer lugar los han moralizado, es decir, los han concebido como malos, pues destruyen a los hombres. En esa línea han puesto por encima (como rey de los demomios) al Diablo perverso, que es Uno, que es malo, anti-dios.

-- 3. Jesús ha querido liberar a los hombres del poder de los demonios, y en esa línea aparece como un exorcista, alguien que puede abrir ante los hombres un camino de libertad.
--4. Algunos adversarios de Jesús han pensado que estaba endemoniado... Así podía expulsar demonios porque estaba poseído por el Espíritu Perverso, el Antidios.
Éste es un tema clave de la historia de los evangelio, tal como la he presentado en Historia de Jesús (VD, Estella 2013). Así empezaré a mostrarlo en las reflexiones que siguen, que retoman los motivos centrales de la postal de ayer. Buen domingo.
Un mundo de demonios
La variedad de los demonios era inmensa. Pueden ser débiles o fuertes, superiores o inferiores, buenos, malos. Por regla común, cuanto más grosero y material fuera un demonio, ofrecía más peligro para el hombre. Especialmente dañosos eran aquellos que odiaban la luz y necesitaban un lugar húmedo para subsistir, pues escogían de morada el cuerpo humano produciendo enfermedades. Otros, en cambio, eran benéficos; servían a los hombres de ayuda en el saber (profecía, magia, adivinación) y les traían buena suerte.
La conciencia de la diversidad de los demonios y el conocimiento de sus poderes y simpatías conducía directamente a la magia, como medio de utilizar (o conjurar) sus fuerzas. Por medio de sacrificios, ofrendas y fórmulas se intentaba expulsarlos o atraerlos .
Los judíos, un pueblo experto en demonios
En sentido general se puede afirmar que los judíos, en las capas populares, han participado de la fe ambiental en los demonios, como testifica una y otra vez el Viejo Testamento. Sin embargo, Israel ha comprendido de una forma cada vez más clara lo siguiente:
a) Los demonios no participan del ser divino; pertenecen, si es que existen, al mundo creado y se encuentran totalmente sometidos al Dios único.
b) Los demonios que amenazan la estabilidad y autonomía de la vida humana pertenecen al mundo malo, un mundo que rechaza a Dios y se encuentra ya próximo a la ruina. En otras palabras, los demonios — cualquiera que haya sido su origen— se han determinado por convertir en siervos de Satán, el príncipe de luz que se rebela contra Dios e intenta derribar su reino. Por eso es necesario que estudiemos la figura de Satán o el Diablo.
En la conciencia teológica del judaísmo precristiano, originalmente, Satán pertenecía al mundo de lo angélico que estaba dividido en dos funciones principales.
-- Por un lado hallamos al ángel de Yahvé, que es la expresión de la presencia (la actuación) de Dios entre los hombres. Ángel significa mensajero y un mensajero de verdad carece de autonomía. Por eso, el ángel de Yahvé no es más que el mismo Dios que, sin dejar de ser lejano, trascendente, original se hace inmediato entre los hombres y les habla, les protege y les conduce en el camino (cfr Ex 14, 19; Gn 21, 11-12; Je 6, 17-18; Ex 3, 2-3 etc).
-- Por otro lado, y con funciones muy distintas, están los ángeles: son como una especie de consejo espiritual que constituye la familia de Dios, que le acompaña sin cesar y exalta su grandeza. Esta corte de Yahvé parece ser una adaptación israelita de la vieja imagen oriental y cananea, según la cual, «El» (Dios primordial) se encuentra rodeado y asistido por los otros dioses (o sus hijos). Israel no conoce más que un Dios. Por eso, los dioses han quedado convertidos en su «corte» (ángeles, espíritus) .
Un ángel de Dios se hace Diablo
Pues bien, entre los ángeles que forman !a corte de Yahvé y que de acuerdo con la vieja terminología politeísta reciben el nombre de sus «hijos», debe haber como en las cortes de este mundo un funcionario que defienda el interés de Dios y observe los pecados de los hombres, acusándoles delante de su trono. Tal es el personaje que aparece en Job 1 y que se llama, con su nombre de trabajo, el «satán», que significa «aquel que prueba» o adversario.
Ciertamente, ese «satán» no es todavía el personaje odiosamente siniestro de la tradición posterior, pero demuestra rasgos antihumanos, pues parece complacerse en la miseria de Job y en su caída. Esas notas se acentúan en Zac 3, 1-9. Satán, fiscal divino, acusa falsamente al sumo sacerdote y busca por encima de todo su condena. Dando un paso más, 1 Cor 21,1 , concede a Satán un nombre propio y le convierte en seductor que incita al Rey David llevándole al pecado. Todavía es mensajero de Dios, aunque ya sea la figura mala de su corte, algo así como el signo de amenaza que pesa sobre el hombre desde el mismo centro del consejo del Altísimo .
Esto es prácticamente todo lo que el Viejo Testamento dice acerca de Satán y sus funciones. Por eso nos sorprende el que, pasado relativamente poco tiempo, el judaísmo y en particular la literatura apocalíptica posea una «satanología» minuciosa, extensa e importante. Como causas de ese desarrollo citamos las siguientes: la influencia persa y la explicación del problema del mal (la teodicea).
La influencia persa, que puede haberse iniciado con la conquista de Ciro (540 a. de C) , sigue actuando aún después de la unificación cultural del Oriente realizada por Alejandro Magno y sus sucesores helenistas, en los tres últimos siglos antes de Cristo. Ha influido desde Persia el dualismo que enfrenta, de manera escatológica, a los espíritus buenos y malos, que son encarnación y signo de los dos reinos contrapuestos. Es más, parece haber tenido origen semejante la visión de los espíritus como personificaciones de las fuerzas de la naturaleza (estaciones, astros, vientos) y como guardianes de los hombres.
Sin embargo, es necesario precisar: la tradición persa posterior concibe el poder del mal, Angra-Mainyu, como espíritu increado, primordial, independiente del Dios bueno, aunque se espera que al final del gran combate de la historia habrá de ser vencido por Ahura-Mazda, Señor bueno. Para Israel, Satán y sus demonios fueron creados por Dios y, por lo tanto, no son independientes aunque pueden presentarse como responsables de la condición actual del mundo, es decir, de su caída y su pecado.
Satán, el Antidios, una etiología
La especulación judía sobre Satán es también una teodicea: quiere resolver el problema de la perversión y el sufrimiento humano. Se presiente que el antiguo Dios se encuentra cada vez más alto y, además, parece incapaz de responder a las preguntas del pecado, del dolor y la injusticia que plantea el hombre nuevo.
Se sabe, por un lado, que Dios ha de ser bueno. Se observa, por otro lado, que el mal se ha desbordado y que penetra los resquicios más profundos de la vida: la existencia individual, la marcha de los pueblos, las raíces mismas de la tierra. Por eso ya no existe más remedio que afirmar que todo está en la mano de poderes enemigos que destrozan, que destruyen y que matan .
Esto significa que Satán (Satán y otros espíritus) se alzaron contra Dios: se han pervertido internamente y determinan la existencia de los hombres y la marcha de la tierra. Ciertamente, Dios es todavía el Señor de antiguos tiempos: juez definitivo y poder originario. Pero ese Dios ha permitido, en una especie de misterio incomprensible, que Satán, su servidor y mensajero se convierte en enemigo poderoso concediéndole, en un tiempo, la capacidad de dominar la tierra. Ese tiempo es por desgracia el nuestro.
Así se explica la existencia del mal, de la injusticia, el sufrimiento de los justos y la muerte . Esto lleva al tema del origen. La caída de Satán se clarifica de tres modos: como perversión sexual; por alzamiento contra Dios; y por negarse a servir a los hombres.
a) La perversión sexual retoma el viejo rasgo de la unión de los hijos de Dios (espíritus divinos) con las hijas de los hombres (Gn 6, 14). Amplifica y elabora extensamente ese mito el autor de 1 Enoc 6-36, refiriéndose a 200 «vigilantes» (espíritus que observan noche y día sin cansarse) que descienden a la tierra, se cruzan con las hijas de los hombres y engendra los gigantes primitivos. De la carne corrompida de estos monstruos han surgido los demonios, que pervierten a los hombres de la tierra .
b) Otro relato presupone un alzamiento contra Dios. Lo refiere 2 Henoc 29, 4-5 diciendo que Satán (Satanail), llevado de una idea irrealizable, pretendió poner su trono más arriba de las nubes, a la altura del poder de lo divino. Dios, como respuesta, le arrojó desde la altura, juntamente con sus ángeles rebeldes, obligándole a volar sin fin sobre el espacio del abismo, desde donde pervierten a los hombres
c) Hay, finalmente, una tercera tradición que relaciona la caída de Satán con la exigencia de servir a los hombres. Dios hizo a Adán según su imagen y ordenó a los ángeles servirle (o adorarle). Satán, al que se llama el adversario (Vita Adae et Evae 17, 1), unido a sus ángeles se opuso al cumplimiento de la orden y Dios le arrojó de la gloria. Llevado por la envidia, Satán sedujo a la mujer en el jardín del Paraíso, originando así todas las miserias de la tierra .
El Diablo/Satán y los demonios
Todas estas concepciones presuponen lo siguiente.
1) Hay un príncipe perverso (un gran espíritu) que ha roto la armonía de Dios sobre la tierra.
2) Con él existen otros muchos espíritus malos: son los ángeles rebeldes que acompañan a Satán en la caída o simplemente los «demonios viejos» de la tierra, que se encuentran sometidos al poder del Diablo.
3) Todos los hombres se encuentran, de algún modo, perdidos y sujetos a la tentación de lo diabólico y en especial algunos que han caído directamente bajo su influjo (los posesos). Distinguimos, por tanto, dos figuras.
‒ Satán, Diaglo. La Biblia griega y el lenguaje popular le aplica el nombre de Diablo (diábolos, el detractor), y en los libros de aquel tiempo ha recibido numerosos nombres. Los más utilizados parecen haber sido los que siguen. Es Satán (el tentador), el príncipe de los espíritus perversos que en el NT se convierte a veces en príncipe del mundo (de este mundo) (Jn 12, 31; 16, 11; 14, 30). 1 Enoc le llama Semjaza y Azazel, las luminarias que han caído de lo alto pervirtiendo todo el mundo (1 En 6-13).
Según el libro de los Jubileos (10-11) el jefe de los malos espíritus recibe el nombre de Mastema, que parece significar lo mismo que Satán y su función consiste en pervertir, en acusar y en castigar a los humanos. El Testamento de los XII Pat. (cf. TestBen 3) ha acuñado un hombre que ha de hacer fortuna: Belial (el que pervierte); Belial es el principio del mal y del engaño de tal forma que los hombres se dividen en aquellos que obedecen a Dios y los que siguen el engaño de Belial o la Tiniebla.
‒ Los demonios. Ese Satán/Diablo, ya citado, tiene un gran imperio de espíritus perversos. Sin llegar al dualismo estricto de los persas, ese imperio se concibe un poco como doble del reino de los cielos. Existe en ambos casos un príncipe supremo (Dios, Satán); hay una corte de siervos y enviados que ejercen las funciones de su amor (los ángeles de Dios, los demonios del Diablo .
Sobre el origen de los demonios no existe certeza absoluta. En el mito aparecen, por un lado, como hijos de los ángeles caídos, es decir, como las fuerzas enemigas que proceden de los gigantes (fruto de la unión de las mujeres de la tierra y de los ángeles del cielo). Por otro lado, pueden concebirse simplemente como espíritus que acompañan a Satán en su pecado y su caída pervirtiendo ahora la tierra.
Sea cual fuere ese origen, lo cierto es que Israel ha unido para siempre la figura teológico-apocalíptica de Satán (el Diablo) y la experiencia religiosa universal de los demonios. De esa forma el Diablo ya no es sólo el adversario de Dios; es el poder que por medio de los suyos, los demonios, amenaza toda la existencia o vida de los hombres. Por su parte, los demonios dejan de ser ambivalentes y se vuelven simplemente malos, emisarios de Satán, perversos.
Temas abierto
Desde ese fondo podemos releer el relato de las Tentaciones de Jesús, que ofrecen la más poderosa de todas visiones del Diablo y los Demonios. Estas son las novedades más significativas de este pasaje, novedades que deberemos estudiar en otro contextos, en nuevas postales:
a. Sólo allí donde Dios se revela totalmente puede desvelarse el riesgo de Satán, es decir, de lo contrario a Dios. En ese sentido, el Diablo no es persona, ni unitaria ni trinitaria, sino anti-persona, lo que destruye a las personas. No es “realidad” sino anti-realidad.
b. Este Diablo, que domina sobre el mundo a través de los “demonios” no tiene un carácter básicamente sexual (como en la primera etiología judía ya indicada), ni un carácter simplemente religioso, sino que se expresa en el poder económico-político que se diviniza a sí mismo y destruye a los seres humanos. Sólo en esa línea se puede hablar de Diablo religioso (de la tercera tentación).
c. La lucha contra el Diablo se realiza a través del esfuerzo por la liberación concreta de los hombres, los cojos-mancos-ciegos, los posesos, marginados enfermos… La lucha contra lo diabólico es lucha a favor del ser humano… y en esa lucha viene a revelarse Dios, como lo contrario al Diablo.
d. ¿Qué sentido tienen los exorcismos de la Iglesia? ¿Cómo se relacionan con los de Jesús... y con la función liberadora de la Iglesia?