Domingo de Jonás (TO 3): ¿El Dios que salvó a Nínive salvará hoy a la Ciudad tecnócrata?

El evangelio de este  Dom 3 TO  (Mc 1, 14-20; 21.1.24),  comentado hace dos días en FB y RD, dice que Jesús envió 4 discípulos para anunciar la salvación al mundo.

A modo de contrapunto, la primera lectura de la misa dice que Dios mando a Jonás para anunciar: "En cuarenta días Nínive será destruida".  Pero  Dios se compadeció y los ninivitas se salvaron.

¿Podrán salvarse hoy y vivir (se convertirán) los habitantes de nuestra  gran ciudad tecnocrática? Este es el problema  clave de la teología, ecología y política actual. Ese problema somos nosotros. ¿Salvaremos a Dios?

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INTRODUCCIÓN

  1. Nínive, capital de Asur (norte de Mesopotamia, actual Irak) es, según la Biblia (y la historia) el primer imperio opresores de occidente. Hasta el surgimiento del imperio de Asur/Nínive (siglo IX-VIII a. C.) no hubo en occidente (en el cercano oriente) ninguna ciudad que intentara dominar y dominara de algún modo todo el mundo conocido (de Persia hasta Egipto y los bordes de Grecia). Nínive era la fuerza social/militar/económica puesta al servicio de la opresión del mundo entero. Conforme a la Biblia, según la justicia de Dios y la libertad de los pueblos, según ley de talión, un imperio así tenía que ser destruido, para que hombres y pueblos pudieran vivir con dignidad, respetándose unos a otros.
  2. Un profeta contra la ciudad opresora: Dentro de 40 días Nínive será destruida…  Obedeciendo al Dios de la justicia de Israel, Jonás anuncia la destrucción de Nínive, pero Dios no la destruye y los ninivitas se convierten. El libro de Jonás cuenta de forma insuperable esa amenaza y perdón de Dios. 
  3. Si has leído y pensado el libro quédate ahí. No sigas con mi explicación.  De todas formas, si tienes curiosidad y quieres seguir conmigo, éstos son los temas de los que ahora me ocupo. (1) E Dios bíblico salvó en otro tiempo a Nínive. (2) ¿Podrá hoy salvar a la nueva Nínive tecnocrática y opresora?

DIOS SALVÓ ANTAÑO A NÍNIVE. LIBRO DE JONÁS

 Dios le llama para que predique su juicio en Nínive, capital de Asiria, ciudad perversa. Pero Jonás huye, quiere escaparse de Dios, dirigiéndose al otro extremo de la tierra. Pero el barco en que escapa para Tarsis de occidente corre peligro en la tormenta y los marineros paganos le arrojan al mar, donde la ballena le devora y protege, durante tres días y tres noches, para arrojarle de nuevo a la playa (cf. Jon 1-2), donde Dios le espera para encargarle de nuevo su tarea de anunciar el juicio en Nínive:

Libro La Palabra se Hizo Carne: Teología de la Biblia, Xabier Pikaza ...

«Vino palabra de Yahvé por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahvé. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino. Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.

Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos? Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo» (Jon 3, 1-10).

Profeta de destrucción(Jon 3, 1-4).

Como resucitado de Dios (=perdonado) viene Jonás a la ciudad perversa, metrópoli de toda la injusticia y la violencia, para proclamar allí el juicio divino. Nínive es signo de maldad y opresión (de manera que en su lugar se podría poner Babilonia). Allí debe acudir el profeta revivido y pregonar su profecía: ¡vuestra maldad ha llegado hasta mí! (Jon 1, 2). El Dios que oyó el lamento de los hebreos oprimidos (Ex 2, 23-24; 3, 7) rechaza la maldad de los opresores: Jonás debe avisarles del peligro en que moran. Pero Jonás no queda en el aviso. Reinterpreta la advertencia de Dios y la convierte en amenaza: ¡dentro de cuarenta días Nínive será arrasada! Este desfase entre encargo de Dios (Jon 1, 2) y pregón de Jonás (3, 4) determinará el sentido del relato.

Jonás no es profeta de salvación: no deja que su vida se convierta en signo de la acción creadora de Dios y de la conversión de la ciudad del mundo, sino que actúa por su cuenta y convierte su antigua cobardía (huida) en gran resentimiento: quiere que Nínive sea destruida. Odia a la ciudad: odia a este mundo y quiere que en el fondo (y en la forma) se consume la ira de Dios sobre la tierra.

Jonás se vuelve y se vuelve violento ante la gran ciudad, enormemente grande, de forma que hacían falta tres días de camino para atravesarla, como una de esta mega-polis de la actualidad, con más de sesenta kilómetros de longitud, una ciudad que parece haberse levantado en contra de Dios, por su misma grandeza. Nínive aparece en ese sentido como la perfecta megá-polis hecha para dominar el mundo.

Recordemos que para un israelita, la ciudad de Jerusalén (la mayor que él podía imaginar) no era casi más que una aldea grande, que podía atravesarse de parte a parte en casi media hora. Nínive era tan grande como toda Palestina (cien kilómetros o un poco más entre Jerusalén y Galilea), algo inimaginable para un judío rural, algo que esencialmente debía ser contrario a Dios. 

 Nínive, ciudad que se convierte(3, 5-9).

Pues bien, ese Jonás no es profeta transparente ante el Dios de la gracia. No ha escuchado los elementos positivos del mensaje de los profetas anteriores, de Isaías, Jeremías o Ezequiel, sino sólo sus partes negativas, de condena. Jonás no deja que su vida se convierta en signo de la acción positiva de Dios, que puede crear un mundo nuevo a través de las inmensas ciudades que parece enemigas (Babilonia, en este caso Nínive…).

Por eso, él actúa por su cuenta y convierte su antigua cobardía (quería huir y escaparse del mensaje de Dios, refugiándose en Tarsis, extremo occidental del Mediterráneo) en gran resentimiento: quiere que Nínive sea destruida. Odia a la ciudad porque no entiende su grandeza. Piensa que todo lo que hay en ella es negativo: Riqueza injusta, poder militar que se opone a los israelitas. Jonás no ve otra solución que la venganza, con la destrucción de la megá-polis de Nínive.

Jonás se opone sin más a la megá-polis de Nínive, cree que en ella no hay más que pecado, de forma que no hay respuesta posible que la ira de Dios y la destrucción de la ciudad. Jonás vive encerrado en la mezquindad de su pequeña tierra de Israel, tranquilo en ella, en medio de un mundo reducido, donde todo parece controlado. Por eso, se opone a la gran ciudad, se opone al mundo distinto que puede surgir en ella, y sólo quiere que la ciudad sea destruida, quizá para volver al campo, a la tranquilidad de su pequeño mundo.

            Desde aquí se entiende su pregón, sin vacilación, sin matizaciones: En treinta días la gran ciudad será destruida, como si debiera caer sobre ella un tipo de bomba atómica. Jonás piensa que Nínive no puede cambiar, pues su mismo “rey” es una especie de anti-dios, el poder hecho opresión, la bestia que más tarde ha visto Dan 7.

Pero Jonás se equivoca: El “rey” de Nínive no es pura bestia  del mal (como la cuarta de Dan 4), no un perfecto y total malvado. La ciudad grande tiene elementos buenos, de manera que ella puede convertirse, y así sucede de hecho: la “bestia” de Nínive cambia y reconoce la misericordia suma de Dios, reconociendo que ella ha de hacer penitencia y cambiar: ¡quizá Dios se convierta! (3,9). Ese rey de Nínive (el rey es aquí toda la ciudad, con sus comerciantes y sus trabajadores, incluidos los mismos animales, como dice con humor el texto). La ciudad entera puede cambiar, transformada por la misericordia del Dios que se arrepiente (niham) y perdona.

- Jonásha proyectado sobre la ciudad su cobardía airada, quizá resentida: quiere que Dios la destruya, de tal forma que él mismo muera, si hace falta, con ella. Es un resentido (odia sin más a la ciudad). Es un incrédulo: No cree ni quiera que Nínive pueda convertirse. Le falta corazón para amar, para dejarse amar y colaborar con la misericordia de Dios. Le falta bondad para colaborar en la transformación/conversión de la ciudad

- El rey pagano que podía parecer un anti-dios (hombre de violencia, de puro lujo, de riqueza…) se ha vuelto más lúcido y humilde que el profeta, descubriendo algo que muchos israelitas ignoran o más bien rechaza: la fuerza creadora y universal de la misericordia de Dios, precisamente en medio de la crisis, en el centro de la gran ciudad del mundo.

 Jonás pregona destrucción, pero Nínive conoce mejor a Dios y entiende su palabra como amenaza compasiva: anuncia Dios la ruina precisamente para que los ninivitas puedan descubrir su riesgo y evitarlo (convertirse). La conversión de Nínive se cuenta en forma simbólica, folclórica: los mismos animales dejan de comer y se visten de sayal (saco). Es como si de pronto una ciudad y cultura centrada en el lujo (vestidos) y la satisfacción (comida) invirtiera su conducta, en gesto de pobreza solidaria. Es significativo el pregón.

 Respuesta de Dios: Se arrepiente y salva a la ciudad (Jon 3, 10).

El mensaje de ruina de Jonás podía haber llevado al paroxismo universal: ¡quedan cuarenta días!, un tiempo breve en el que todos deben aprovecharse, multiplicando sus deseos, empeñados en saciar todas sus hambres. Es la solución que a veces triunfa dentro de la historia: ¡Quedan pocos días! ¡Comamos y bebamos! Pues bien, en contra de eso, pueblo y rey invierten el proceso de la destrucción e inician sobre el mundo un gesto de vida arrepentida, liberada de violencia.

Dios responde arrepintiéndose (vayynnahem) y perdonando según la previsión del rey. Es claro que, dentro del contexto del relato, ese arrepentimiento parece exclusivo de Dios: cambia de actitud, no descarga la fuerza de su ira. Pero, miradas las cosas en otra perspectiva, el perdón nace también de la propia conversión/cambio del pueblo. Lo que antes era cueva de ladrones, ciudad que se destruye a sí misma, se convierte en campo de fraternidad en el que existe futuro para todos, incluidos animales.

Profundización. Misericordia de Dios con la ciudad (Jon 4, 1-3).El relato de Jonás se encuentra dirigido al pueblo israelita: a los judíos que no aciertan a entender su puesto ni a cumplir su tarea dentro de la historia. Mil veces resonaron los oráculos de ruina contra las naciones, como puede verse en Is, Jer, Ez (en los textos que he venido recordando). Según esas palabras de los profetas anteriores, daba la impresión de que Dios debería haber ya destruido a los pueblos opresores y malvados (a Babilonia, a Tiro…). Pero las grandes ciudades siguen existiendo. ¿Por qué no las destruye Dios? ¿Por qué siguen en vida los imperios, con sus ciudades inmensas? Por misericordia de Dios y arrepentimiento de los pueblos. Eso significa que, en contra de lo que quiere Jonás, las ciudades pueden cambiar.

            En el fondo, Jonás lo sabía, pues conocía la misericordia de Dios, pero no qería aplicarla a las naciones. Quisiera utilizar dos códigos distintos: el perdón (dirigido hacia los israelitas) y la justicia vengadora (derramada sobre los gentiles). Por eso se enfremta con Dios y confesándole (¡es bueno!) le acusa: quiere impedir que su perdón se extienda a todos. Así condena al Dios de la misericordia universal que le ha mostrado ya la tradición israelita:

Ex 34,6 Yahvé, Dios compasivo y misericordioso,lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, misericordioso en mil generaciones, y que te arrepientes del mal, que perdona culpa, delito, pecado… Jonás:  3, 3 Dios, misericordioso y compasivo lento a la ira y rico en clemencia

  - Ex 34,6 es un texto confesional. Por eso empieza dando a Dios el nombre israelita de Yahvé y añade a los títulos de Jon 3,3 el de rico en lealtad (rab-'emet), es decir, fiel a la alianza, abriendo dos caminos de conducta para Dios. El de la misericordiase extiende para siempre, es decir, para mil generaciones: eso significa que Dios perdona, sean cuales fueren Dios los pecados de su pueblo. Pero hay también un camino de castigo reducido al tiempo de tres o cuatro generaciones: Yahvé no deja impunes los pecados sino que los corrige de manera intensa, dentro de la misma historia. De esa forma, Ex 34,6-7 refleja la experiencia israelita de los tiempos que siguen al exilio: Dios ha castigado a su pueblo en un tiempo que puede parecer largo (3 ó 4 generaciones: de 90 a 160 años). Sin embargo, en el fondo resulta corto y pasajero si lo comparamos con las mil generaciones de perdón misericordioso de Dios

- Jonás, en cambio es un texto profético y universal, de tal forma que la misericordia, compasión, clemencia de Dios se desliga de las condiciones anteriores (separación de israelitas/gentiles, buenos/malos), abriéndose a todos los hombres (y pueblos) como fuente de arrepentimiento creativo de la misma gran ciudad de Nínive. Así retorna en contexto más profundo la palabra clave, ya encontrada en 3,10-11: Dios se vuelve atrás (weniham) del mal que había decidido derramar sobre los hombres. Esta es la sorpresa de Jonás: descubre que Dios (no habiendo hecho una alianza especial con los pueblos de la tierra, ninivitas), les ama y perdona lo mismo que a los hijos de la alianza; descubre así que Dios perdona a todos y les capacita para convertirse. La misericordia universal de Dios hace posible la conversión de los perversos (ninivitas). El texto no puede ser más explícito: la alianza de Israel (y la resurrección de que hablaba Ez 37) se vuelve ejemplo de piedad universo, abriendo un camino de salvación para todos los pueblos de la tierra.

 La elección de Israel se abre de esta forma hacia la salvación universal, pues si Dios perdona a Israel puede perdonar y perdona también a la gran ciudad de Nínive, que puede cambiar y buscar nuevas formas de vida justa sobre el mundo. El texto puede interpretarse como una proclamación del sentido y esperanza de la historia. Los israelitas han de interpretar su vida en forma de perdón gratuito: ellos existen porque ya han resucitado; debían hebar muerto en la ballena, pero Dios les ha llamado del abismo y ahora viven por su gracia. Sólo así, desde la pura gracia, pueden proclamar la Palabra pascual de conversión sobre la tierra, sabiendo que Dios abre para todos el tesoro inmenso de su misericordia.

            Esto es lo que Jonás descubre y no quiere aceptar. Por eso se enfada con Dios y desea morir, a la caida de la tarde, en la colina del perdón. Sería hermoso suponer que después se ha convertido al perdón universal, poniendo su profecía al servicio de la salvación de los ninivitas. Sería hermoso descubrir a un Jonás que se goza por la resurrección de Nínive: habría valorado el don nuevo de su vida; no tendría que justificar nada, nada tendría que defender, transformando su amenaza (¡vuestra maldad clama al cielo!) en palabra de intensa clemencia: ¡os ama Dios, podéis salvaros con su gracia y vivir así por siempre!

Es posible que Jonás no haya respondido de esa forma; pero el autor del libro, israelita piadoso y universalista de tiempos de la restauración, así lo ha deseado, buscando con toda fuerza la conversión de la misma gran ciudad (Nínive) que puede superar su pecado y encontrar caminos de nueva convivencia en justicia, incluso entre hombres y animales.

Así lo muestra el libro de Jonás, que deja abierta la puerta a la conversión de la gran ciudad de Nínive. No se trata, pues, de que Babilonia y/o Tiro se destruyan, sino que se transformen. No se trata de que las nuevas ciudades del mundo caigan bajo la ira de Dios, sino de que encuentren caminos de transformación, empezando por el mismo rey y terminando incluso por los animales que viven en ella.

El libro de Jonás asume así el texto confesional más hondo de la historia israelita, el de Ex 34, 6, presentado sólo su parte positiva de misericordia y de perdón eterno, dejando a un lado su parte negativa (Dios castiga por tres o cuatro generaciones a los que ama). Jonás reinterpreta el texto de Ex 34, 6 de forma universal (aplica la misericordia de Dios para todos los pueblos, incluso para Nínive, el gran enemigo de Israel), de forma duradera (para siempre).

El Dios de Jonás supera las limitaciones anteriores (separación de israelitas/gentiles, buenos/malos), abriéndose a todos los hombres (y pueblos), apareciendo así como fuente de arrepentimiento creativo, para siempre. Esta es la sorpresa del texto: Jonás descubre que Dios (no habiendo hecho una alianza especial con los pueblos de la tierra, ninivitas), les ama y perdona lo mismo que a los hijos de la alianza. Esa misericordia universal de Dios hace posible la conversión de los perversos (ninivitas). La elección de Israel se vuelve así principio de salvación universal. Esto es lo que Dios pide a Jonás, esto es lo que Jonás rechaza, igual que una parte significativa de los israelitas (y de los cristianos) antiguos y modernos.

Excurso  El signo de Jonás en el Nuevo Testamento.Los fariseos, a los que el evangelio de Mateo, partiendo de la situación de su iglesia, interpreta como adversarios mesiánicos, piden un signo, una señal que certifique el mesianismo universal de Jesús. No aceptan milagros o exorcismos. Quieren algo externo, en la línea de aquello que pedía y ofrecía el Diablo en Mt 4 y Lc 4. Jesús, interpretando su vida desde una perspectiva pascual, les ofrece el signo de Jonás que puede y debe entenderse a dos niveles: 

(a) Jonás en la ballena (Mt 12, 39-40). Recoge una tradición que parece más reciente y sólo se entiende en perspectiva pascual: para actuar de verdad como profeta, Jonás tuvo que morir simbólicamente, sepultado por tres días en el vientre de la ballena; el Hijo del humano deberá morir de verdad, siendo por tres días sepultado en el vientre de la tierra. No hay más mesianismo ni señal de Dios que la entrega de la vida.

(b) Jonás profeta, Salomón sabio (Mt 12, 41-42). Por asociación de símbolos, Mt ha recogido aquí una tradición que parece más antigua, procediendo al parecer del mismo Jesús, profeta rechazado. Los ninivitas escucharon a Jonás profeta, convirtiéndose y haciendo penitencia; a Jesús en cambio no le escuchan los judíos de su tiempo. La reina de Sabá escucho a Salomón, el sabio; los judíos, en cambio, no han aceptado la sabiduría de Jesús.

¿PODRÁ SALVAR HOY DIOS A ESTA NÍNIVE TECNOCRÁTICA Y OPRESORA?

El imperio actual no es Nínive, sino el poder tecnocrático en manos del dinero.

‒ El primer “dios” es la empresa tecnocrática, que produce bienes de consumo para el ser humano. Ciertamente, el poder productor de la empresa es bueno, al servicio de la vida. Pero la Biblia sabe que el hombre se ha hecho esclavo de las cosas que él hace. En los últimos siglos, la empresa ha crecido, el hombre se ha hecho capaz de producir muchísimos bienes, que al final, si no están al servicio de su propia vida, le terminan destruyendo (o destruyendo la vida del planeta).

‒ El segundo “dios” es el capital, esto es, el dinero, convertido en signo de todo aquello que el hombre produce. En sí mismo, el capital no existe, no tiene entidad (no alimenta, no cura, no enamora…), pero el hombre lo ha creado como signo de sus posesiones y de sus producciones, convirtiéndolo en “dios” al que se somete y con el que puede hacer muchas cosas, especialmente producir y comprar y vender.

El tercer “dios” es el mercado, esto es, la capacidad de venderlo, comprarlo y cambiarlo todo, para así tener y tener (en forma de capital concretizado en cosas), para así volver a producir, sobre un mundo convertido en puro objeto de dominio y de consumo, que podemos utilizar y destruir a nuestro antojo.

 Ya no estamos en una época cosmológica y sagrada como la del imperio de Nínive. Hemos recorrido un largo trecho, nos hemos vuelto modernos, descubriendo al final que ese intento, sin duda fascinante a la vez que irreversible de producir y dominar sobre el mundo, ha resultado peligroso: corremos el riesgo de destruirnos a nosotros mismos, de manera que al fin del camino encontramos la muerte (Gen 2-3).        

‒ La sociedad antigua (Ancienne Régime) suponía que Dios mismo había dado el poder directo a los reyes y la nobleza a los nobles, de manera que las divisiones sociales, con las estructuras de poder correspondientes, eran sagradas. El rey era signo de Dios. Reyes y nobles, con los jerarcas de la iglesia, cuidaban el orden social, como representantes coronados o mitrados de Dios.

‒ La nueva sociedad, iniciada simbólicamente por la Revolución Francesa (fin del siglo XVIII), ha descubierto que las estructuras sociales dependen de la creatividad de los hombres, que pueden crear estructuras de solidaridad. En este contexto, la ecología (cuidado del mundo) se vincula de un modo esencial con la creación de unos espacios justos de convivencia humana.

 Entendida así, la preocupación ecológica forma parte de la solidaridad humana. El sistema económico-social de nuestro tiempo tiende a poner el mundo al servicio del sistema de poder de sus privilegiados, impidiendo que las grandes mayorías no puedan disfrutar del mundo. El Antiguo Régimen era desigual y duro, pero tenía correctivos, pues creía actuar como legado de un Dios que es garante de la vida de los pobres. El Nuevo Régimen, que sólo cree en el triunfo del propio sistema, puede divinizarse de un modo implacable, sin otro freno ni norma que su poder, tendiendo a crear formas de diversión artificiales, al servicio del propio sistema, convirtiendo la naturaleza en objeto de mercado televisivo: para muchos hombres y mujeres, el mundo de los medios de comunicación resulta más importante que la naturaleza en cuanto tal.

Desafío tecnocrático: las cinco bombas

             Antes no podíamos, no sabíamos, no teníamos la posibilidad de realizar un suicidio cósmico. Ahora la tenemos. Hemos penetrado en eso que algunos han llamado el “pensamiento de Dios”, pero no para decir “hágase” y crear la belleza y potencia de los diversos elementos de la tierra (como hemos visto en Gen 1), sino para suscitar un tipo de dominio social y material que puede conducirnos a la destrucción. No sabemos si podría haber un “día después”, no sabemos si la vida podría empezar de nuevo su ciclo, hasta llegar al pensamiento (en este planeta o en otros). Pero nuestra historia concreta habría terminado.

  1. Bomba atómica, riesgo de muerte el planea. Militar, en la línea deGen 2-4: “El día en que comas del fruto del árbol del conocimiento del bien-mal, ese día, morirás”. El día en que intentemos explorar las posibilidades de nuestro conocimiento, aplicándolos a la estructura atómica de la realidad, ese día, pereceremos. Vivimos, según eso, duda, en un mundo amenazado. La sabiduría de la naturaleza nos ha mantenido hasta el momento actual. No sabemos si la sabiduría de nuestra cultura podrá mantenernos en el futuro, a no ser que cambiemos de un modo cualitativo. 
  1. Bomba biológica Riesgo antropológico. Hasta ahora, el proceso de la evolución biológica se había venido desplegando por sí mismo, como si una fuerza interior (que podemos llamar divina) fuera guiando las mutaciones genéticas, externamente expresadas a través de unos procesos de azar y necesidad. Pues bien, ahora hemos descubierto que podemos penetrar con nuestra ciencia en el interior de esos procesos, suscitando mutaciones, seleccionando cambios genéticos e influyendo no sólo en el despliegue de la vida vegetal y animal (creando transgénicos y clonando animales), sino en la vida humana, con las posibilidades y riesgos que ello implica.
  2. Bomba social, el gran enfrentamiento. Junto al terror atómico y el control genético, puede estallar la bomba de un enfrentamiento social generalizado. Los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror sólo se puede atajar con métodos de fuerza: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad. Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana de todos los hombres y mujeres de la tierra. 
  3. Crisis ecológica. Matar la vida del Planeta. Ésta es la bomba propiamente ecológica. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia. Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Crece la polución, aumenta el calor. Los residuos tóxicos. No podemos romper a cañonazos la "bóveda" del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno...
  4. Bomba personal. Suicidio, el cansancio de la vida. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? (cf. Mt 16, 26). Esta palabra ha de entenderse no sólo en un sentido religioso trascendente, sino en un sentido vital muy concreto. Podemos tener casi todo, y perder el gusto por la vida, no sólo por los valores afectivos, sino por los valores artísticos y vitales, por el agua, por el viento, por la naturaleza, en el sentido del Cántico de las Creaturas del Hermano Francisco. El riesgo mayor de este mundo es ya el cansancio de la vida, que se muestra en la necesidad de fármacos y drogas que se consumen, en la cantidad de suicidios que se cometen.

No se trata de dominar técnicamente sobre el mundo, sino de aprender a gozar de su belleza, reconociendo día a día el valor de la vida y bendiciendo a Dios por ella. Dios está presente y actúa en el despliegue y en la vida concreta de los hombres, que se mantienen no sólo por deseo biológico y por otras razones de tipo material o familiar, sino también porque ellos mismos optan, es decir, porque lo quieren, pues en realidad, en el momento actual (2016), ellos podrían negar la vida y matarse (en plano individual y social, por suicidio y destrucción de la especie).

Los hombres podríamos renunciar a vivir (suicidáncoos) o a transmitir la vida (sin necesidad de renunciar al sexo), dejando que la especie humana desaparezca… Por eso, en realidad, si ellos siguen (si seguimos) transmitiendo vida y vivimos es porque queremos. El mismo hecho de que existan padres que regalan su vida (desde la Vida de Dios) y que engendran gratuitamente, sembrando y recibiendo nuevos seres humanos, en libertad generosa y arriesgada, muestra que, en el fondo, aunque no lo digan conscientemente, ellos confían (confiamos) en el Dios de la Vida que se expande y regala por gracia.  

No es convivir con el imperio, como en tiempo de Nínive, sino con la bomba

 En otro tiempo aprendimos a vivir con los imperios. No  fue buena la solución, pero pudimos sobrevivir.  Para sobrevivir en este tiempo de las bombas necesitamos otros principios de vida.

‒ Renuncia, un principio de pobreza. La modernidad nos ha dicho "atrévete" (Kant) y nos hemos atrevido, hemos explorado, hemos creado formas nuevas de ciencia y de economía, que de hecho se han puesto al servicio de los triunfadores del sistema. Pero ahora descubrimos que no podemos explorar todas nuestras posibilidades desde una perspectiva racional, buscando siempre nuestro provecho particular, absolutizando nuestra forma de pensar. En el día en que queramos comer la “manzana del bien y del mal”, haciéndonos dueños de la realidad terminaremos matándonos todos. Ahora debemos añadir: Atrévete a renunciar, Si no renunciamos a un tipo de violencia atómica, de manipulación genética y de enfrentamiento social (vinculado al sistema capitalista y al imperio con las grandes naciones-estado que lo rodean) acabaremos matándonos todos. 

‒ Fraternidad, el gozo del encuentro con los hombres.Hemos empleado hasta ahora un tipo de racionalidad dominadora e instrumental, convirtiendo las cosas en utensilios a nuestro servicio. Ahora descubrimos que esa actitud no basta y que es muy peligrosa... Si cada uno de nosotros, cada uno de los pueblos y grupos humanos, busca únicamente su triunfo y razón, el despliegue de su propia verdad particular, acabaremos matándonos todos. Necesitamos un tipo de sabiduría nueva, más allá de los juicios antiguos del bien y del mal, de los discursos absolutos; una sabiduría que no sea de dominio, de poder y violencia sobre los demás, sino de riqueza gozosa y de diálogo, de pluralidad y encuentro mutuo, en la línea de lo que ha sido el despliegue múltiple del mundo. Sólo así, en pobreza (renuncia personal) puede cultivarse el máximo don del encuentro con los demás, de manera que Dios (la vida) nos dará de nuevo hermanos, en vez de competidores y enemigos como ahora 

‒ Ayuda de tradiciones cultura, religiosas, de gozo en la vida.Pensamos que en esta búsqueda nueva nos pueden servir los modelos religiosos antiguos, pero no tomados al pie de la letra, sino desde su mensaje más profundo. Los hombres de las grandes tradiciones religiosas y culturales, no sólo en el contexto judeo-cristiano o musulmán, sino también en otros contextos, han explorado caminos de vida que resultan muy valiosos. Por eso, la humanidad actual se encuentra ante unos retos nuevos, pero no está totalmente desamparada o desprovista de recursos, pues las religiones, entre ellas de la Israel han descubierto y ofrecido proféticamente unas líneas de apertura y solución, que nos permitirán vivir sobre la tierra, si es que escuchamos su voz y la actualizamos.

- Atreverse a vivir en gratuidad. Vivimos inmersos, según eso, en un riesgo de muerte universal. Ciertamente, la falta de organización y planificación en un nivel económico-administrativo es mala, pues impide que los hombres desarrollen los recursos de la tierra, viviendo esclavizados de algún modo por ella. Pero el triunfo perfecto del sistema sería igualmente negativo, pues destruye (o devalúa) las fuentes de la vida personal, haciendo así imposible que los hombres puedan relacionarse en libertad, como individuos responsables, en amor afectivo, en gozo personal, en búsqueda de vida. Por eso, la ecología resulta inseparable del deseo y gozo de la vida, vinculado a la justicia.

- Es fundamental que recuperemos el deseo vivir

Somos más que un puro proceso cósmico, pero llevamos por doquier sus huellas, hechas de enfrentamiento cósmico y de fragilidad vital. Como el budismo ha destacado, nacemos de manera dolorosa y en dolor morimos, sin saber por qué. Más aún, en el camino que va de nacimiento a muerte, la vida humana es inmensamente frágil: son millones los que nacen enfermos, amenazados por enfermedades, malformados, en la gran ruleta de un proceso vital que parece abandonarnos a la propia suerte. No es que la vida sea mala, como algunos han pretendido. Quizá es peor todavía: ella es indiferente ante los bienes y los males, como ha destacado el libro bíblico del Eclesiastés o Kohelet. Parece normal que muchos hombres y mujeres se declaren ateos y se sientan fracasados en la vida, de manera que prefieren rechazarla, exilándose interiormente y buscando un tipo de refugio superior (nirvana) más allá de los deseos (en la línea de un tipo de budismo). Pues bien, conforme a todos lo anterior, pensamos que sólo puede haber futuro para el hombre allí donde los hombres lo desean, deseando vivir y gozando al hacerlo.

-  Debemos trazar un camino de vida para todos por encima de un sistema de poder, que ha querido planificar la ciencia al servicio de sí mismo y de sus privilegiados, poniendo en riesgo el equilibrio de la vida de la tierra. Ciertamente, ese sistema ha conseguido resultados espectaculares, a los que no podemos ni debemos renunciar: es capaz de prevenir malformaciones infantiles y curar enfermedades; puede organizar la economía de tal forma que existan medios de consumo suficientes para todos, corrigiendo así muchas amenazas de la naturaleza (sequías, tormentas etc.); nos ofrece unos medios de comunicación rápidos y eficaces, que pueden facilitar en encuentro entre personas... Pero, en otro sentido, este sistema corre el riesgo de encerrarnos en una red de relaciones impersonales, al servicio de sí mismo, consumiendo y destruyendo al mismo tiempo las fuentes y recursos naturales de la vida. Por eso, es necesario que mantengamos la humanidad por encima del sistema, creando unas condiciones de vida en gratuidad y diálogo que nos permitan desplegar de una manera gratuita la existencia, para compartirla con otros y ofrecerla así a las próximas generaciones.  

- Debemos empezar limitando la violencia en todos los niveles. A los liberados del primer diluvio, Dios les pidió "que no comieran sangre" (Gen 9, 4), es decir, que no vivieran de violencia. Ellos, hombres postdiluvianos, seguían deseosos de sangre, querían adueñarse de la vida de otros animales y vivientes (repitiendo así el gesto de Eva). Este sigue siendo en el fondo nuestro pecado. Para superarlo, la Biblia original quiere que recordemos nuestro origen vegetariano (Gen 1-2). Pero esa vuelta al origen es ya imposible, pues también unos animales viven de otros animales. Por eso, cuando cuenta la realidad del tiempo histórico, que empieza tras el diluvio, en Gen 8, la Biblia que no ha podido prohibir la carne (ni impedir de raíz nuestra violencia), pero quiere, al menos, limitarla, exigiendo que superemos la agresividad básica y "no comamos sangre".

En esa línea, tenemos que asumir y superar el talión, para centrarnos en la protección de la vida humana (Gen 9, 5). La ley posterior al diluvio permite matar a los animales con tal de respetar (no comer) su sangre (es decir, con tal de no adueñarnos de su vida, de aceptar a los animales como vivientes, signos de Dios). Esa misma ley protege en cambio la vida del hombre en cuanto tal, "porque Dios le hizo a su imagen (tselem)". Volvemos de esa forma al tema del principio (Gen 1, 26-27): el hombre es representante (presencia) de Dios sobre la tierra. Por eso es inviolable y Dios mismo defiende se vida como fuerte muralla protectora.

Parece que el deseo más fuerte del hombre es matar. Pues bien, contra ese deseo se eleva el mandato supremo: no matar. La ley añade "a quien derrame la sangre de un hombre (varón o mujer) otro hombre derramará la suya" (Gen 9, 6a). En este límite último de la vida, en este momento, el Dios bíblico ha establecido la ley del talión: de esa forma se eleva como fuente y signo de más alta violencia para defender la vida humana. Esta ley resulta necesaria en un momento, para reprimir el mal, pero al final acaba siendo insuficiente: sólo un amor y creatividad más alta puede superar la violencia de los hombres. Asumiendo el Sermón de la Montaña (y otros principios que ha desarrollado el mismo judaísmo) pensamos que la vida humana sólo podrá mantenerse en el futuro si es que ponemos de relieve un tipo de pensamiento de gratuidad y comunión de vida, por encima de los postulados del sistema.  

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