Ayer ofrecí una visión de conjunto del Espíritu Santo, una breve pneumatología. Hoy sigo en esa línea y desarrollo una Teología de la Trinidad para iniciados en el conocimiento del misterio.
No parece un tema actual, no está en las portadas de los diarios, como otros casos de crisis, filtraciones, jerarquías, escándalos o cotilleos de curia y ministerio, de banco, barrio o clero. Pero es un tema eterno, pertenece a la raíz de la fe cristiana, es lo más novedoso que yo puedo aportar.
He sido largos años profesor de Trinidad en la Pontificia de Salamanca, y he escrito varios libros sobre el tema, entre ellos el de la portada: Sobre cómo pasar a unos alumnos o lectores, de un lado al otro del río, en el duro y bellísimo camino, por el puente, sobre el agua fuerte.... Ése era y sigue siendo para mí, el camino el Camino del Padre y de la Trinidad entera (como sucedía al peregrino Íñigo de Loiola, cuando miraba y veía la Trinidad reflejada en al agua, pasando emocionado sobre el río de Manresa, pues el de Loiola era de aguas chicas, no le valía como espejo de Dios).
Con esa confianza presento hoy a mis lectores una visión unitaria de la Trinidad, para aquellos que van de paso, pero con cierto tiempo, peregrinos de la vida que se atrevan a mirar conmigo a las aguas profundas, bajo el puente de la vida que debemos cruzar, queramos o no....
Los que quieran saber más deberán leer el libro, y pasar sobre el río, y mirar, y alegrarse, y seguir caminando... porque eso es la Trinidad: El camino de Dios con los hombres, no una teoría de escuela. Quien queda encerrado en el aula de los doctrinos nunca sabrá lo que es Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así lo vieron muchos de mis alumnos con quienes escribí este libro, en el viejo caserón, sobre la calle de los Serranos. A ellos se la dedico. Van por adelantado algunas anotaciones:
1. Aunque es largo, prefiero presentar el tema en un solo post, para facilitar así la labor de los lectores (que son muchos) que quieran copiarlo y estudiarlo.
2. Algunos de los temas de este han ido ya saliendo en otras colaboraciones anteriores, de forma dispersa. Pero aquí los he querido unificar, perdonen pues los que piensan que me repito.
3. El tema básico está tomado de mi libro Para descubrir el camino del Padre, Verbo Divino 2000. Allí deberá acudir quien quiera completar el tema, situándolo en el trasfondo de la filosofía y de la historia de las religiones.
4. Quiero que el tema quede “colgado” varios días, como expresión de la importancia que he dado y sigo dando al tema de la Trinidad. Bueno domingo a todos, felicidades a todos los que creen en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, especialmente a los hermanos y amigos de la Orden de la Trinidad.
5. La gran noticia cristiana es que hay Dios y que Dios es Padre de Jesús, que actúa en el Espíritu, dicho en clave teológica: Que Dios es Trinidad
6. Felicidades a todos los que se sienten felices de Dios y con Dios, en especial, como he dicho, a mis hermanos trinitarios
Introducción
Quizá podemos definir la Trinidad como mapa cristiano de Dios. Judíos y musulmanes piden silencio: no podemos pronunciar el Nombre, ni penetrar en el misterio; lleguemos al Dios y callemos, sin formular ninguna palabra, sin evocar ninguna imagen: la hoja de Dios se encuentra totalmente en blanco. Por el contrario, instruidos por Jesús, los cristianos sabemos que Dios es amor, camino de encuentro del Padre y el Hijo el Espíritu, el único gran itinerario. Por eso queremos esbozar sus rasgos, explorando al interior de su misterio, para elaborar un mapa de vida colmada.
La Trinidad de Dios es itinerario de admiración y gozo, de adoración y canto, anticipo de de la bienaventuranza escatológica. En un sentido, este es el tema más sencillo de nuestro itinerario: etapa de alabanza y de belleza, estallido de felicidad. Pero, en otra perspectiva, este tema nos sitúa ante la especulación básica de la iglesia. Por eso puede resultar difícil de entender para los menos iniciados en la reflexión filosófica y teológica.
Es posible que a algunos les cueste mi discurso. En ese caso, no se esfuercen, no se empeñen en seguir y comprenderlo todo. Dejen el tema a un lado y pasen a la última parte del libro (a los tres itinerarios finales). Podrán volver al fin a la Trinidad. Si aún entonces no lo entienden, no echen la culpa a su menor preparación, sino a la lógica de mi discurso dogmático y teológico, lleno de dificultades añadidas.
La Trinidad (con la Encarnación) es el misterio por excelencia. No es un dogma entre otros, ni una verdad que se suma a las restantes verdades de la fe: es el dogma, el presupuesto glorioso en que se fundan los restantes elementos de la confesión cristiana, la verdad donde se apoyan y reciben sentido todas las verdades del símbolo eclesial.
El misterio trinitario es un dogma, algo que brilla, verdad luminosa y bien clara, en el principio de todas las verdad. Pero, al mismo tiempo, es objeto de dura especulación, de manera que resulta difícil de entender para muchos cristianos. Téngase esto presente en todo lo que sigue. Quisiera decir a los lectores que el misterio es simple y luminoso: Dios es comunión de amor, Amor compartido. Por el contrario, la explicación racional del misterio puede ser dura, por la misma dificultad que tenemos en expresarlo con razones, fuera de la experiencia de la vida.
Nos centramos en la Trinidad. Siendo el primer dogma y verdad de los cristianos, ella puede y debe formularse también como última experiencia y conocimiento humano. Es fundamento (dogma) siendo meta de toda reflexión, compendio del misterio. Es misterio que "hace pensar" a los creyentes, es fuente y reto de todo pensamiento, como indican los tres apartados que siguen:
– Transfondo religioso. La Trinidad pertenece al misterio cristiano: nadie fuera de la iglesia de Cristo la conoce, nadie puede confesarla. Pero, al mismo tiempo, ella brota de la búsqueda religiosa de la humanidad.
– Dogma. La Trinidad recoge el planteamiento básica de la fe cristiana del Nuevo Testamento y de los primeros Padre y Concilios de la iglesia. Por eso debemos fijarlo con cuidado.
– Teología. Ciertamente, la Trinidad en sí es incognoscible, pero el estudio de la Trinidad está en el comienzo de la teología y pensamiento de occidente.
El itinerario de la Trinidad puede puede pasar y pasa a través de casi todas las culturas de la tierra. Así lo indicaré, abriendo un abanico de representaciones ternarias de tipo religioso, para venir después a las religiones monoteístas.
1. TRINIDAD, UN MISTERIO ENTRE LOS MISTERIOS RELIGIOSOS
1. Trinidades y/o esquemas ternarios.
– Cierto politeísmo naturalista toma como signo hierofánico primero el despliegue sagrado de la vida, elaborando así a veces una especie de Trinidad o, mejor dicho, una tríada de tipo familiar, formada por el Dios Padre del cielo, la Diosa Madre de la tierra y el Dios Hijo, que nace de ellos y expresa en general la victoria de la vida sobre la muerte.
Ese modelo se ha concretado de un modo especial en el oriente mediterráneo donde hallamos la tríada cananea de de dioses (El, Ashera y Baal) y la tríada egipcia de Osiris, Isis, Horus, que tanto ha influído en las formulaciones filosóficas de platonismo medio y del neoplatonismo. Estas religiones poseen tríadas sagradas, pero los dioses que las forman no se pueden tomar como personas, en el sentido estricto del término; son más buen un signo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida.
– También se puede hablar de un Dios se expresa a través de tres funciones sagradas formando un triadismo funcional intradivino. Algunas tradiciones hindúes hablan de la Trimurti o tres formas de Dios (=Brahma, Vishnú, Shiva). En el fondo de la divinidad está Brahma, entendido como espíritu universal o sustrato fundante de toda realidad, especialmente de la hondura (Atmán) del ser humano.De Brahma provienen los otros dos grandes signos de Dios: Vishnú y Shiva.
Brahma es la conciencia universal, totalidad sagrada; Vishnú es la fuerza del amor y de la vida creadora, Shiva el misterio de la muerte donde todo se disuelve para renacer de nuevo. Los tres momentos sagrados (Brahma, Visnú y Shiva) constituyen formas del ser divino, pero estrictamente hablando no se pueden llamar personas, no son Trinidad..
– También suele hablarse de la Trinidad revelatoria, formada por los tres momentos que integran la manifestación de lo divino (el Revelador, la Revelación, lo Revelado). Hay un Dios revelador, principio y fuente de todo lo que existe: ley divina en que se fundan todas las diversas realidades del cielo y de la tierra. Hay una Revelación divina, entendido como proceso de despliegue del mismo Dios que se vuelve luz (en ciertas formas de budismo) o palabra (en el judeocristianismo e islam). Está, finalmente, lo Revelado, la nueva Realidad que brota de la revelación de Dios y que se puede identificar con el Espíritu Santo de las tradiciones cristianas y se relaciona con la comunidad sagrada (la Umma del Islam o la Shanga del budismo).
Este esquema se hallaría especialmente expresado en las Tres Joyas del budismo que incluyen el Dhama o ley universal de la realidad, el Buda o revelador de su luz y la Sangha o comunidad de monjes iluminados que expresan sobre el mundo el sentido de la realidad original, del nirvana. Ciertamente hay un proceso ternario de despliegue de la realidad sagrada, pero no podemos hablar de personas trinitarias.
– Puede hablarse también de una Trinidad filosófica expresada de múltiples maneras en las tradiciones de occidente. La más conocida es la del neoplatonismo con sus diversas variantes. Algunos hablan del Dios-Artífice como causa activa, de la Materia-Preexistente como causa receptiva y del Mundo divino (o las ideas) que brotan de la unión de los momentos anteriores. Otros aluden al Uno como Dios fundante, a la Sophia o Logos, que expresa el sentido de ese Dios en perspectiva de idea creadora, y al Alma sagrada del mundo.
En el fondo de este esquema hallamos la certeza de que la realidad es originalmente un proceso divino donde todo se encuentra sustentado y vinculado: la vida de la realidad se expresa y despliega a en tres momentos. Hay ciertamente un esquema ternario, no existe Trinidad de personas.
– La filosofía hegeliana interpreta la Trinidad como dialéctica del Espíritu que se revela a sí mismo en un proceso ternario de salida (dualidad) y retorno (superación de la dualidad), de tesis y antítesis que culminan en la síntesis. Ser es pensar, diría Hegel; pero pensar es contraponerse: salir de sí, poner la propia esencia fuera, en proceso de autodonación que puede entenderse como pérdida de sí y como ganancia posterior. Eso se afirma simbólicamente diciendo que el Padre entrega su esencia al Hijo, se pierde en él, para luego encontrarse ambos en el mismo Espíritu.
2. Trinidad y confesión de fe. Israel, cristianismo, islam
La confesión es una fórmula de fe muy condensada que transmite la experiencia religiosa de una comunidad, concretiza su visión de Dios y delimita las fronteras espirituales de los creyentes.
Puede hablarse de confesión de fe en las religiones cósmicas que proclaman de un modo solemne la supremacía de un determinado Dios que ha vencido al Caos y empieza a reinar sobre el universo. En esta línea se mueven las aclamaciones de Marduk en Babilonia (cf Enuma Elish IV,5; V, 110) o de Ba'lu (Báal) en la religión de los cananeos, tan cercanos a los israelitas: ¡Mlkn aliyn B'l! (¡Nuestro Rey es el poderoso Ba'lu!) [Cf ¡Reina Yahvé! o ¡Nuestro rey es Yahvé! en Sal 93,1; 97,1; 99, 1 etc].
Las religiones místicas, que propiamente hablando carecen de revelación positiva (histórica), no han sentido la exigencia de formular su fe en un credo. Así es generoso el hinduismo: todo lo que exprese una experiencia de apertura hacia el misterio puede considerarse como signo de verdadera fe: algunos hindúes destacan la confesión de la identidad de Atmán (vida interior) con lo Brahman (el absoluto divino); otros pueden acentuar su vinculación a una figura cuasi-personal de Dios considerado como ser supremo (Vishnú o Shiva). Por su parte, ciertos grupos budistas acentúan la doctrina a las tres joyas: ¡Me refugio en Dhamma! (acepto la ley universal, divina, que en la literatura sánscrita suele llamarse Darma); ¡Me refugio en Budha! (iluminador o maestro que ha revelado la salvación); ¡Me refugio en Sangha! (es decir, en la comunidad de los monjes que asumen y recorren juntos el camino de la salvacion).
Judíos, cristianos y musulmanes se definen como creyentes confesionales en el sentido fuerte del término: no se limitan a creer sino que declaran y confiesan publicamente su fe.
- Creen en un Dios que ha venido a revelarse dentro de la historia , a través de los profetas.
- Se vinculan por la fe, uniéndolos hacia dentro y separándolos de los restantes grupos religiosos.
Estrictamente hablando, sólo estas religiones piden a sus fieles una confesión de fe estricta, sólo ellas conocen una ortodoxia: una forma recta y normativa de manifestar la propia fe, en ámbito de iglesia. Dente de las religiones abrahámicas distinguimos tres confesiones fundantes que se pueden delimitar de esta manera:
• Los judíos
han centrado la confesión de fe en el Shemá: "Escucha Israel, Yahvé nuestro Dios es un Dios único, amarás a Yahvé tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas" (Dt 6,4-5). Al pueblo se le pide que "escuche", es decir, que acoja la revelación de Yahvé que se presenta como nuestro (Dios del propio pueblo israelita) y que le responda con amor.
Esta confesión tiene un centro:frente a todas las restantes figuras religiosas, que no son Dios de verdad sino dioses mentirosos o ídolos falsos, hay un Dios verdadera que es Yahvé. Eso significa que sólo ellos, los judíos, conocen de verdad a Dios como Yahvé que está presente, les elige y actúa sobre el mundo. Esta confesión tiene una consecuencia social: "solo hay un pueblo de Dios que es Israel", elegido entre todos los restantes para confesar la verdad del único Dios verdadero. Por eso se le pide a cada israelita que responda: "amarás a Yahvé, tu Dios, con corazón, alma y fuerzas".
El judaísmo carece de confesión oficial, aunque el Shema ("escucha Israel: Yahvé, nuestro Dios, es Uno; amarás a Yahvé, tu Dios..."; cf. Dt 6,4-5) tiene casi esa función. Hay a su lado otros textos fundamentales como el credo histórico de Dt 25, 5-10, la confesión pactual de Dt 6,-20-24 o los mandamientos de Dt 5 y Ex 20. Sea como fuere, para los judíos, la confesión de fe se expresa en el compromiso de cumplimiento práctico de la ley de Dios: judío es aquel que asume la tradición nacional de Israel y cumple la ley, esuchando a Yahvé como Dios del pueblo
• Los cristianos
han empezado confesando al enviado de Dios (¡Jesús es el Cristo! cf. Mc 8, 29), para ampliar o profundizar su fe diciendo ¡Creo en Dios Padre, creo en Jesucristo su Hijo y creo en el Espíritu Santo! De esta forma, su fe recibe una estructura trinitaria: son cristianos los que descubren a Dios como Padre, los que aceptan su manifestación plena en Cristo (su Hijo) y creen en su Espíritu, el poder transformante de la vida pascual de Jesús y su presencia salvadora (divina) para los humanos.
En un sentido estricto, esta confesión tiene un carácter más teológico: no está centrada en el pueblo que debe responder a Dios (¡escucha, amarás...!) sino en el Dios que es misterio en sí mismo (Trinidad) y se manifiesta como salvador universal (por la encarnación y la efusión del Espíritu Santo). Pero también ellas es inseparable de la aceptación don de Cristo por medio de la Iglesia: sólo es creyente verdadero el que asume el camino eclesial de la comunión católica (la vinculación gratuita y salvadora de todos los humanos).
Para los cristianos, fe trinitaria y fe en Jesús son inseparables. Si alguien dijera que Dios es Trinidad, pero no afirma que Jesús es Hijo de Dios no sería cristiano. Una Trinidad independiente de Jesús sería especulación o teoría filosófica. La confesión trinitaria sirve para asegurar la divinidad de Jesús, es decir, el valor pleno y definitivo de su evangelio, por medio del Espíritu Santo
• Los musulmanes
universalizan y simplifican de algún modo la confesión de fe judía en su Sahada o credo básico: "Atestiguo que no hay dios fuera de Allah y que Mahoma es el profeta (enviado) de Allah". Esta palabra no se encuentra al pie de la letra en el Corán, pero condensa su enseñanza, conteniendo sus dos verdades fundamentales: la Unicidad de Dios (Señor universal) y su Revelación definitiva (por Mahoma). Ella resume la fe musulmana; ella sola basta para expresar la sumisión religiosa y para certificar que un hombre (o mujer) es musulmán (pues no hay en el Islam rito de iniciación como la circuncisión judía o el bautismo cristiano).
Dios ya no tiene un nombre especial (como el Yahvé de los israelitas); tampoco aparece vinculado de forma intradivina (trinitaria) a su mesías o revelador (como el Padre de Jesús para los cristianos). Él es simplemente Dios y por eso su nombre se puede traducir a toda lengua (el nombre de Allah no lleva en sí misterio; es sólo la forma árabe de decir Dios). Ese Dios no se vincula con un pueblo especial (como en el judaísmo), ni con un Hijo intradivino (como en los cristianos). Pero debemos añadir que, siendo transcendente, Dios habla (revela su Corán/Libro eterno) a su profeta. Esto es confesar la fe para un musulmán: someterse a Dios y aceptar su manifestación por medio de Mahoma.
Trinidad, itinerario monoteísta:
– Para el judaísmo es determinante la vinculación entre Dios (Yahvé) y el pueblo: por eso van unidas confesión de fe y pertenencia social; sólo puede aclamar a Dios, confesando su nombre y amándole con todo el corazón, los que forman parte de Israel: un solo Dios, un solo pueblo escogido, esa es la fe de los judíos.
– El cristianismo ha extendido la confesión de fe en forma teológica: son creyentes aquellos que por Jesús han penetrado en el misterio de Dios, viéndole como Padre, Hijo y Espíritu Santo; por eso, el credo cristiano se extiende y elabora, incluyendo tres partes o elementos: una más teológica (¡creo en Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo!), otra más cristológica (cuenta la vida de Jesús:¡nació, murió, resucitó) y otra finalmente más antropológica (incluye el compromiso creyente de comunión universal).
– Los musulmanes han condensado la fe de una forma profética y universal. Por un lado confiesan a Dios, presentándole como Allah, único ser divino. Pero, al mismo tiempo, afirman que ese Dios se ha manifestado para todos los humanos por Mahoma. No basta con decir que hay Dios; hay que afirmar dónde se ha revelado y cómo ha expresado su voluntad salvadora (su Corán o Libro): ¡por medio de Mahoma, su profeta!.
La confesión trinitaria forma parte de un itinerario integral de seguimiento de Jesús y de comunión de fe y de vida dentro de la iglesia. Desligada de este itinerario de experiencia y vida eclsial (de compromiso de libertad, de apertura hacia los pobres), la confesión trinitaria pierde su sentido, se convierte en pura especulación. Así lo veremos en las reflexiones que siguen.
3. Trinidad y visión de Dios. Teología básica
Judíos, cristianos y musulmanes asumen una experiencia común: Dios es misterio (incognoscible) y, sin embargo, podemos y debemos hablar de El y confesarle. Por eso, cada grupo a su manera, todos ellos han cultivado un diálogo fecundo con el pensamiento filosófico de su entorno, es decir, con la herencia intelectual de Grecia. Saben que Dios es suprarracional y que la teología es un conocimiento negativo (¡se conoce de Dios lo que no es, no lo que es!). Pero en el fondo de esa negación han visto una afirmación muy honda: ¡Podemos hablar de Dios!
Unos y otros saben que la fe es más que "razón": no es algo que se pueda demostrar, objeto de razonamiento, sino gracia y don de Dios. Pero añaden que esa fe puede y debe situarse en el campo del pensamiento humano, dialogando con los sabios y empleando los argumentos de la filosofía. En esta perspectiva podemos y queremos distinguir tres modelos o formas principales de hacer teología.
1. Judaísmo.
Vincula ley cósmica (presencia universal de Dios en el mundo) y ley nacional (revelación específica de Dios para Israel). Hay una ley del cosmos, que es objeto de estudio de la filosofía, y que el judaísmo puede aceptar, asumiendo parte de la herencia racional de Grecia, como hace al modo antiguo de Filón de Alejandría, al modo místico la kábala, al modo de los clásicos del Medievo. Pero el sentido más profundo de esa ley del cosmos sólo puede revelarse y se ha revelado por medio de la manifestación supracósmica de Dios, a través de la Ley nacional judía, revelada por Moisés y acogida, estudiada y cultivada por el pueblo, en siglos de fidelidad admirable. El judaísmo ha expresado de esa forma su más honda paradoja, diciendo tres cosas complementarias:
– Dios es transcendente y nadie puede conocerle; todo intento de fijar sus propiedades es idolatría.
– Dios se ha manifestado a los humanos por la naturaleza, por los signos del cosmos (cf. Sab 13,1-9)
– Dios ha revelado su Ley a los israelitas, que descubren y expresan su más honda presencia.
2. Cristianismo.
Su teología ha vinculado ley cósmica y gracia de Cristo, que viene a presentarse por la Pascua como verdadero Hijo divino. La ley pierde para los cristianos su carácter de norma nacional, entendida casi como imposición exterior legalista, y se transforma en la más honda verdad de una persona (que es Jesús, el Hijo). Eso les lleva a elaborar una teología trinitaria, tanto en clave inmanente (Dios es Trinidad en sí) como económica (Dios es Padre que nos habla por Jesús, en el Espíritu):
– En clave de Trinidad inmanente (=intradivina) decimos que Dios es por sí mismo fuente de amor (Padre), amor recibido, engendrado (Hijo) y amor compartido (Espíritu Santo).
– En clave de Trinidad económica (=de la historia de la salvación) decimos que el Padre ha creado y fundado las cosas en Jesús (su Hijo), para culminarlas por el Espíritu Santo (en comunión y plenitud de amor).
3. Islam.
Su teología vincula ley cósmica y voluntad de Dios. En un primer momento pudiera parecer que el Islam nos pone en brazos del irracionalismo o, mejor dicho, del fatalismo de una voluntad de Dios que planea sobre los humanos, sin dejarles espacio de libertad (habría una predestinación universal) y sin permitirles el acceso claro al pensamiento (Dios lo ha resuelto todo, nada podemos aclarar nosotros): Dios es casi el destino. Pero, superando ese nivel, el Islam ha desarrollado uno de los diálogos religiosos más fecundos con el pensamiento filosófico:
Para el Islam la esencia de Dios sigue siendo incognoscible, a pesar de que ha atraído y sigue atrayendo la mirada y deseo de sus místicos, especialmente sufíes. Pues bien, sobre ese fondo de "suprarracionalidad", el Islam ha elaborado un profundo racionalismo religioso: entre el Dios creador del mundo y el Dios que se revela por Mahoma hay una continuidad profunda que se puede estudiar y concretar de diferentes formas, según las escuelas de pensamiento.
4. Visión de conjunto.
En cierto sentido, judíos y musulmanes se sienten más vinculados en su teología, tanto en la visión del Dios transcendente (no trinitario), como en la visión de su revelación (ley de Moisés, profecía de Mahoma). Esta vinculación es tan honda que algunos llegan a sostener que judaismo e islam son variantes de una misma religión: el islam sería herejía (simplificadora, universalizadora) del judaísmo; el judaismo sería un anticipo (concretización nacional, con hipertrofia de leyes particularizadas) del islam eterno. Les une la visión de Dios y el mundo; les separa la forma de aplicar la ley de Dios y sobre todo la manera de organizar e interpretar el pueblo.
Por el contrario, el cristianismo representa un cambio teológico de fondo. No es una simple variante, sino una verdadera mutación, tanto en su visión de la inmanencia de Dios como la de su revelación o economía salvadora. Es normal que judíos y musulmames rechacen la Trinidad, viendo en ella una especie de recaída en el politeísmo pagano. Lógicamente, ellos rechazan también la encarnación: piensan que Dios se ha revelado, pero no ha entrado de verdad en el mundo, no se ha identificado con la persona y obra de Jesús de Nazaret.
En ese sentido, Judíos y musulmanes parecen más humildes: piensan que Dios está arriba, no ha entrado en el mundo de verdad, nunca podemos conocerle del todo. Por el contrario, los cristianos se atreven a definir a Dios como Trinidad, arriesgándose a penetrar en su misterio (el origen y base de todo es el amor del Padre y el Hijo en el Espíritu), añadiendo que el Hijo de Dios se ha encarnado en medio de la historia, por de Jesús de Nazaret.
2. TRINIDAD, NOMBRE DE DIOS
EL ITINERARIO DE LOS DOGMAS
La base de la formulación cristiana de la Trinidad es la revelación de Jesús y del Espíritu Santo. Ciertamente, siguen al fondo las experiencias religiosas de otros pueblos y las especulaciones filosóficas de los pensadores, pero el centro de la fe es esta doble afirmación:
– Dios se ha revelado totalmente como Padre de Jesús, de manera que la vida, muerte y pascua de Jesús constituyen el centro de toda teología. Por eso decimos: Dios es Padre; Jesucristo es su Hijo; y ambos se vinculan por el Espiritu, completando y culminando el amor originario.
– Dios está presente por su Espíritu en la Iglesia, de manera que el amor mutuo que tienen (que se tienen) Padre e Hijo en el Espíritu se expande a todos los humanos. En otras palabras, la Pascua del Hijo de Dios se explicita por Pentecostés en la misión de los creyentes y amigos cristianos.
Los cristianos saben que Padre, Hijo y Espíritu Santo no pueden separarse, de manera que ellos forman un único misterio de gracia y adoración. Eso significa que en un primer momento, la Trinidad es un (el) misterio total de los cristianos, es experiencia de absoluta Transcendencia (Dios, amor originario), de absoluta Encarnación histórica (Dios se hace en Jesús amor completo, en el centro de la historia) y total Inmanencia (Dios mismo es Espíritu de vida y comunión para los creyentes).
1. Arrianismo. El dogma básico de Nicea.
Esta nueva experiencia ha obligado a los cristianos a recorrer un fuerte camino conceptual. No eran filósofos profesionales, pero su misma fe les ha obligado a elaborar la más honda teología de los tiempos nuevos, con ocasión de las dos herejías antiguas (el arrianismo y la negación de la divinidad del Espíritu Santo). Aquí nos fijaremos principalmente en la primera.
El arrianismo ha mostrado una gran agudeza racional, elaborando una visión judeo-helenista coherente del cristianismo, a partir de un presupuesto racional (de especulación filosófica) y de otro de tipo religioso (de carácter piadoso):
- Conforme al presupuesto racional, de tipo platónico, el arrianismo concibe la realidad de forma escalonada, como un despliegue jerárquico que va pasando de lo más perfecto (el Dios transcendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); en el intermedio entre el Dios inaccesible y este bajo mundo se halla el Logos. Los humanos estamos en el mundo inferior, lejos de Dios, y necesitamos que alguien (Cristo, Logos de Dios) nos lo revele. Lógicamente, ese Cristo intermedio es más que humano, pero menos que divino. l
- Conforme a ese presupuesto religioso de tipo jerárquico, los arrianos confiesan que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza, el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía llamarle divino, es soberbia hacerle igual a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado, sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como ministro de su amor, intermediario que sufre por nosotros y obedece al gran misterio.
El arrianismo es una forma lógica y piadosa de entender el evangelio: Dios seguría estando siempre alejado, Jesús sería un súbdito de Dios..., ejemplo de obediencia para los humanos. Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha defendido que la experiencia cristiana no es de sumisión del inferor a los superiores, sino de amor mutuo entre iguales. Por Trinidad y encarnación, los cristianos saben que Dios no está fuera del mundo, sino en la misma historia humana, por medio de Jesús, uniendo en comunión de amor a todos los seres. Los arrianos eran más piadosos, los cristianos "ortodoxos" han querido ser fieles al amor: Dios es misterio de comunión que se ha hecho totalmente presente sobre el mundo. Por eso, creer enla Trinidad implica comprometerse en favor de la igualdad y comunión universal sobre la tierra.
La razón y piedad (y un tipo de oportunismo político) se hallaban de parte del arrianismo. No es de extrañar que un día el imperio romano (helenista) pudiera convertirse al cristianismo tanto por política (el emperador necesita fomentar la sumisión; le viene bien que el Cristo haya sido el gran sumiso), como por piedad (nosotros, con Jesús, debemos ser obedientes a Dios).
Pues bien, tras búsqueda una laboriosa, el conjunto de la iglesia cristiana sintió la necesidad de rechzar las posturas arrianas, para mantenerse fiel a su experiencia original, tanto en plano religioso como filosófico. Así lo hizo en el concilio de Nicea (año 325), al afirmar que Jesús es con-substancial (=homo-ousios) a Dios Padre. Eso significa que Jesús y Dios se unen como iguales, en comunión de amor completo, sin superioridad de uno, ni sumisión de otro. De esa forma, Nicea ha rechazado todo intento de inerpretación jerárquica de Dios y delcristianismo. La sumisión es antictristiana. Cristiano es el amor mutuo, la comunión entre iguales.
En perspectiva religiosa, Nicea afirma que la piedad no consiste en el sometimiento u obediencia de una persona a otra, sino en la comunión de todas; por eso, la fe de Nicea en la consbstancialidad entre el Padre y el Hijo constituye el principio y salvaguardia de todo pensamiento y comunión cristiana. Frente a la falsa virtud pagana (arriana) del sometimiento ha destacado Nicea la verdad suprema de la comunión personal: no somos súbditos unos de los otros (ni siquiera de Dios), sino hermanos y amigos, compartiendo la misma "esencia".
En perspectiva filosófica, Nicea ha rechazado la visión deun Dios jerárquico, de una divinidad descendente y gradual, que vincula en un todo sagrado lo más alto (el Dios separado) y lo más bajo (la humanidad mundana). Nicea sabe que hay distinción (Dios es divino, el humano creatura), pero ella no que conduce a la jerarquía (uno sobre otro, uno mandando y el otro obedeciendo), sino a la vinculación personal en el amor.
Estas formulaciones de Nicea continúan fundando nuestra visión de Dios, tanto en perspectiva de piedad como de pensamiento. Se escuchan de nuevo en nuestro tiempo las voces de nuevos piadosos "ortodoxos" (aparentemente no arrianos) que defienden el sometimiento eclesial o teológico y la fuerte obediencia religiosa. Frente a ese riesgo debemos elevar el principio dogmático de la consubstancialidad personal, de la igualdad en el diálogo, tanto en Dios como en los humanos; fuente y garantía divina de ese diálogo personal sigue siendo el concilio de Nicea.
También es importante el dogma de Nicea en clave de pensamiento. Hay en el fondo de nuestra cultura un miedo a la autonomía humana. Algunos quisieran que el humano fuera una especie de apéndice de Dios, un último eslabón de lo divino. Otros lo introducen del todo en la materia, haciéndole un momento del despliegue cósmico. Unos y otros parecen negar lo que tiene de más propio: su identidad humana, su capacidad de encuentro personal con Dios, entre los humanos, en libertad compartida.
2. Dios comunión, Dios de los humanos. Teología fundamental
La formulación de Nicea tiene dos grandes consecuencias: independiza a Dios respecto al mundo, descubriendo su verdad interna como diálogo entre iguales (entre consubstanciales) y definiéndole como encuentro personal de amor; presente al ser humano como distinto de Dios, haciéndose autónomo, personal, responsable de sí mismo. Según Nicea, el ser humano pertenece al mundo y se encuentra vinculado con Dios, pero no es puro mundo ni un simple momento del ser de lo divino. El ser humano tiene entidad en sí mismo y su verdad se expresa como diálogo personal entre iguales, fundado en el misterio trinitario.
La respuesta de Nicea no resolvió externamente los problemas, de manera que la historia cristiana del siglo IV fue un inmenso hervidero de ideas, experiencias religiosas e intereses políticos, que vinieron a expresarse en los problemas de la realidad divina de Cristo y de la identidad personal del Espíritu Santo. Ratificando y ampliando la palabra de Nicea, la gran Iglesia fijó su respuesta en el concilio de Constantinopla (año 381), afirmando que el Espíritu Santo pertenece al misterio divino, siendo fundamento de todo diálogo humano de la iglesia.
Estaba en juego la identidad del diálogo divino. Al concebir al Espíritu como una especie de semidios (Dios inferior), los neoarrianos (pneumatómacos: contrarios al Espíritu Santo) seguían manteniendo la lógica anterior de sumisión piadosa (=la religión sería sometimiento) y gradación ontológica (lo divino aparece como una jerarquía de seres desiguales). En contra de ellos, la iglesia ortodoxa ha ratificado la identidad divina del Espíritu Santo, entendiéndole como momento final y culmen del misterio de la comunión divina. Esto significa que Dios se clausura (se completa en sí, como divino), no para cerrarse o separarse de forma orgullosa en relación a los humanos, sino precisamente para abrirse de un modo gratuito hacia ellos.
Estaba en juego la identidad del diálogo humano, entendido en su forma más plena, ternaria como separación (dualidad) y vinculación de personas (Trinidad). Al tomar en serio a Dios, la iglesia toma en serio al ser humano, descubriéndole como signo de ese Dios y como ser independiente en su misma relación comunitaria. El humano (varón y mujer) se define como proceso y encuentro personal, donación de sí y experiencia de complementariedad en el diálogo. Eso sólo es posible en perspectiva trinitaria.
Esta formulación, tal como ha sido asumida y expresada por los grandes teólogos de la iglesia oriental del siglo IV, sobre todo por los santos capadocios (Gregorio Nacianceno, Basilio y Gregorio Niseno), ha tenido grandes consecuencias. Aquí sólo destacamos de forma esquemática las más significativas, en clave experiencial (cristiana) y racional (teológica).
1. Clave experiencial.
Debemos recordar que la Trinidad no ha formado para los capadocios o cristianos del siglo IV un objeto de teoría, sino más bien un presupuesto y condición de su experiencia creyente. Quizá pudiéramos decir que ella aparece como hermenéutica primera o más profunda del misterio cristiano:
La Trinidad es una exégesis de la vida y persona de Jesús, tanto en su vinculación a Dios (en su relación con el Padre) ) como en su apertura hacia los humanos: en su mensaje de libertad y en el don pascual que el Espíritu ofrece a los creyentes. El Dios cristiano es comunión de amor que se expresa como don fundante (Jesús brota de Dios) y entrega personal (Jesús pone su vida en manos de Dios), culminada en la comunión (encuentro de amor del Padre y del Hijo, donde todo alcanza su verdad perfecta).
La Trinidad es la hondura de Dios, que despliega y regala su misterio, por medio Espíritu, en la Iglesia. La Trinidad es la misma comunión divina, culminada y perfecta, que viene a revelarse como fuente de toda comunión para los humanos. Dios es vida eterna compartida: sólo por fundarse en ese Dios, la iglesia puede ser experiencia de vida compartida: encuentro de hermanos que regalan y reciben (comunican) la existencia. El Dios encarnado en Jesús se revela y despliega en la iglesia (sin dejar de ser divino) como proceso culminado y comunión perfecta: eso es lo que la iglesia llama Espíritu Santo y así lo han defendido con gran fuerza los Padres del Concilio de Constantinopla (año 381).
2. Clave racional (teológica).
Podemos destacar en ella un elemento más especulativo, otro más práctico. Ambos son fundamentales para entender la Trinidad cristiana, tanto en perspectiva intradivina (Trinidad en sí), como en su apertura al ser humano (presencia trinitaria).
En sentido más especulativo la Trinidad nos muestra que Dios es un despliegue de amor que brota del Padre, se expande por el Hijo y culmina en el Espíritu Santo. Desde ese fondo, podemos hablar de los tres momentos constitutivos y fundantes de su realidad. Dios es ousia o esencia fundante (Padre) que se entrega a sí misma y sólo existe al entregarse; Dios es dynamis, la fuerza del amor que se entrega y se expresa en el mundo en forma humana (es Hijo); Dios es es finalmente entelekheia o perfección cumplida (Espíritu Santo).
Todo Dios es un despliegue de amor personal. Sólo existe y sólo puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad interior, para compartir la vida. Así lo hemos visto en Jesús: él nos ha mostrado que Dios mismo es amor compartido, comunión de personas que existen gozosamente al darse una a la otra. Así poemos afirmar que cada persona existe en sí misma existiendo en la otra, en gesto de inhabitación mutua (en griego perikhóresis) que la tradición latina posterior ha precisado utilizando dos palabras vinculadas y muy significativas, que expresan eso que pudiéramos llamar la presencia de cada persona trinitaria en las demás, la más honda comunión intradivina:
- Cincumincessio (=Proceso comunicativo). Cada persona existe en la medida en que "camina" (incedere) hacia la otra en proceso circular (circum). De esa forma, lo que solemos representar como triángulo trinitario (tres personas vinculadas desde sus ángulos respectivos, en la unidad del tríangulo divino) puede y debe representarse como itinerario completo: el camino de Dios culmina en amor, para abrirse a los humanos en donación total.
- Circuminsessio (=Proceso de inhabitación). Cada persona se asienta o tiene su sede en la otra. No sólo camina hacia ella sino que habita en ella: existe en sí (tiene sentido, se realiza) en la medida en que está fuera de sí, dando el ser a la otra, recibiendo el ser de ella. En otras palabras, cada persona "reina" haciendo reinar a las otras, teniendo en ellas su trono.
Esta terminología de inhabitación dialogal (que los griegos llamaban perikhóresis) nos permite comprender el misterio de Dios y nos lleva a a valorar mejor la comunión humana. En el principio y cumbre de todo lo que existe (en el misterio de Dios) hallamos un camino de entrega mutua, que culmina como encuentro de amor y vida compartida.
En Dios hay un itinerario (circumicessio), que lleva del Padre al Hijo por el Espíritu y viceversa: Dios es camino bueno, que no se pierde en el vacío, ni se tiene que repetir en una especie de eterno retorno, siempre igual, nunca completo. El itinerario de Dios es proceso culminado. Por eso, los cristianos (en contra de musulmanes y judíos que no se atreven a penetrar en el misterio de Dios) podemos decir y decimos que en Cristo hemos podido conocer el ser del Padre en cuanto Padre: hemos penetrado en su mismo itinerario de amor. Este es el camino supremo: el que va de una persona otra persona, de un humano a otro humano. Es más fácil escalar el Himalaya que conocer de verdad de un hermano, llegando en respeto y amor al interior de su persona y dejando que ella pueda caminar a mi interior.
Por eso, al mismo tiempo, decimos que Dios es encuentro de amor (circuminsessio), una especie de fiesta de gloria, pues cada persona descubre y posee (goza y despliega) su sentido y plenitud en la otra. El itinerario ha culminado: cada persona llega hasta la otra; se dan mutuamente, ambas comparten la vida, habitando una en la otra. Logicamente, la Trinidad viene a presentarse como misterio de adoración comunitaria, experiencia de gloria. No es algo que pueda demostrarse. No es un enigma que deba resolverse con métodos de lógica o de ciencia. No es un problema que consigan resolver los sabios de la tierra. Más que enigma o problema, ella es misterio que hace pensar y cantar, en gozo innenarrable.
Por eso volvemos a la base de la experiencia cristiana, descubriendo el sentido de la Trinidad en la misma experiencia de Jesús. No hay dos experiencias, una para Dios, otra para los hombres. No existen dos leyes, una de poder superior (propia de Dios) y otra de sometimiento servil (reservada para los hombres). Hay una misma ley, una experiencia cristiana que debe entenderse desde la doble perspectiva:
Todo lo que Jesús ha dicho y realizado es verdad para los humanos. Jesús mismo es la vida hecha donación y entrega, la vida abierta a la culminación de la comunidad (en el Espíritu). A ese nivel, la Trinidad es la hondura de conocimiento y experiencia que brota de la Cruz, de la vida interpretada como donación de sí, como regalo que se vuelve fuente de comunión para los hombres.
Al mismo tiempo, Jesús es la verdad de Dios, el Logos fundante. Así le vemos como Hijo eterno del eterno Padre, Hijo que recibe la vida y que la entrega nuevamente, compartiéndola en el Espíritu. Es Hijo porque proviene del Padre en el Espíritu, naciendo de los humanos (misterio de la Navidad); es Hijo porque devuelve su propio ser al Padre en el Espíritu, dándolo a los hombres (misterio de Pascua).
No hay dos leyes una para Dios y otra para los humanos, no hay dos Trinidades, sino una sola verdad del evangelio (revelación de Dios) que es la verdad de la comunión divina: Dios se expresa en Cristo, haciéndose principio y espacio de realización para los hombres; Cristo se funda en Dios; ambos se unen, por siempe y para siempre, en la comunión del Espíritu. .
3. REFLEXIÓN TRINITARIA
EL ITINERARIO DE LA TEOLOGÍA
Hemos presentado algunos elementos básicos de la teología trinitaria a partir de las formulaciones conciliares (Nicea y Constantinopla) y de los Padres orientales (especialmente capadocios). Ahora ampliamos el tema trazando algunos modelos trinitarios y sacando algunas consecuancias de todo el planteamiento anterior.
1. Modelos trinitario
No son formulaciones dogmáticas (de fe), ni pura especulación racional, sino esquemas de pensamiento y vida que pueden ayudarnos a situar mejor el misterio de Dios dentro del pensamiento humano. En ellos se expresa la búsqueda filosófica del occidente cristiano, sobre todo en clave antropológica.
Trinidad intrapersonal. San Agustín. En obra de impresionante lucidez, que ha inspirado gran parte de la reflexión posterior, San Agustín interpreta la Trinidad a partir del despliegue de la mente humana que se conoce y se ama a sí misma, en proceso de autorrealización consciente. La Trinidad avala y funda el proceso de personalización individual, en conocimiento y amor: soy humano (Padre de mí mismo) al conocerme (haciéndome idea, Hijo) y al amarme (asumiéndome a mí mismo, Espíritu Santo).
Es bueno este modelo, que late en gran parte de la teología occidental (Anselmo, Tomás de Aquino). Pero posiblemente olvida un poco el aspecto comunitario de la Trinidad, el carácter dialogal de la persona. No basta para el diálogo interior del Divino Solitario que se conoce y ama sólo a sí mismo; debemos añadir que una persona (divina, humana) sólo se conoce y ama en la medida en que se abre a otras personas.
Trinidad interpersonal. Ricardo de San Victor. Desarrollando una línea esbozada por el propio San Agustín, Ricardo de San Victor ha expuesto en el siglo XII el más perfecto de los esquemas dialogales de la Trinidad: sólo es persona (Padre) quien sale de sí mismo, haciendo así surgir al otro (Hijo), para compartir con él un mismo amor (Espíritu Santo). La personalización no es resultado de un despliegue individual (como en la línea anterior) sino proceso de donación y encuentro entre sujetos. Comunidad perfecta, realizada en lo divino, fuente de toda comunión humana, eso es la Trinidad.
Este esquema sigue siendo valioso y en algún sentido lo tomamos como base de estas reflexiones. Fundamentalmente aceptamos su análisis del amor: la Trinidad es misterio de gloria y gozo, amor comunicado, presencia afectiva; pero es misterio que debe profundizarse desde la encarnación (el Hijo de Dios se hace persona en lo humano) y la pascua (pertenece a la persona la muerte, la entrega en favor de los demás).
Trinidad como historia del Espíritu. Hegel. La realidad fundante y plena se define a su juicio como movimiento y vida: por eso la misma realidad divina debe dualizarse (es en sí misma saliendo de sí misma, en antítesis de Padre e Hijo), para superar después la disociación (Espíritu), en proceso que podemos presentar como la historia de Dios y que incluye todo lo que existe: la revelación cristiana aparece a sus ojos como expresión de la verdad (despliegue lógico) del Espíritu y como verdad de la misma historia, entendida ya como teodicea, despliegue y suma del mismo ser divino.
Más que Trinidad de personas hay en Hegel una dialéctica de ideas, enfrentadas de algún modo en clave de batalla. Es bueno el hecho de que haya acentuado la antítesis: sin enfrentamiento (lo que los latinos llamaban oppositio) no existe relación entre personas. Pero corre el riesgo de entender la oposición como violencia, ratificando así la lucha entre las personas.
Trinidad como autorrevelación. K. Barth y K. Rahner. En formas distintas, aunque con esquemas convergentes, Barth y Rahner han vuelto a utilizar el esquema agustiniano del despliegue intrapersonal para exponer la Trinidad. Pero no lo han hecho a partir del ser humano que se conoce y ama, sino desde el misterio fundante de la revelación de Dios, desarrollando así una perspectiva que se encuentra implícita en Hegel.
Se ha dicho algunas veces que Dios manifiesta a los humanos "las verdades de la salvación". En contra de eso, Barth y Rahner afirman que Dios no revela verdades, sino que se revela a sí mismo, en gesto de donación completa de su propio ser divino. Se define así como el que se da, saliendo de sí mismo en absoluta transparencia (Padre); pero debemos añadir que, al mismo tiempo, Dios es el don, lo revelado, pues se da a sí mismo en su totalidad (Hijo); Dios es finalmente el proceso y culmen de la donación, de tal forma que él se presenta como el que recibe y plenifica la revelación (es Espíritu Santo).
Es valioso este esquema que interpreta la Trinidad a partir de la revelación de Dios, pero resulta incompleto pues no pemite hablar de personas, sino de modos de ser o manifestarse de Dios. Tanto Barth como Rahner corren el riesgo de negar la Trinidad, cayendo en una especie de modalismo.
La misma presentación de estos esquemas, con su distinción y convergencias, nos invita a ser cautos a la hora de proponer un modelo trinitario que resuelva todos los problemas y exprese la novedad del evangelio. Es bueno que existan esquemas distintos y puedan completarse.
2. Misterio es misterio. Itinerario abierto
Judíos y musulmanes han acusado a los cristianos de banalizar el misterio terrible de Dios buscando en su interior unas relaciones personales de tipo casi politeísta. En contra de eso, queremos afirmar que la Trinidad no destruye el misterio, sino que lo sitúa en su lugar más hondo: allí donde Dios emerge como Padre que se revela misteriosamente por el Cristo, en el Espíritu.
La Trinidad es un misterio para ser pensado, pero su sentido más hondo no es de tipo conceptual (o lógico), sino antropológico integral: de conocimiento y vida: es Itinerario de experiencia individual y comunitaria, de historia y escatología. La Trinidad es centro (casa) de todos los misterios, el lugar donde se cruzan y fecundan Dios y el ser humano, lo más divino (misterio incognoscible), siendo lo más conocido (camino de gracia, vida hecha don por la Cruz y en el gozo de la Pascua).
Por eso, la Trinidad forma la base y sentido del camino eclesial. Conseguir una buena formulación trinitaria independiente de la vida personal y comunitaria de los fieles sería un engaño, una mentira, porque la Trinidad es ante todo misterio de vida. Siendo tema para pensar, ella es don para vivir (introducirnos en Dios porel mutuo amor) y para celebrar (convertir nuestra existencia en alabanza de su gloria). Por eso, frente a los que quisieran resolver la Trinidad para "dejarla a un lado", pasando a otros problemas, debemos afirmar que ella nunca se podrá resolver, no lograremos dejarlo atrás, porque nosotros mismos estamos inmersos en él. Conocer y vivir la Trinidad es conocernos a nosotros mismos, en forma evangélica; es darnos unos a otros, continuando así la encarnación de Jesús.
Debemos encontrar categorías trinitarias de tipo evangélico, que broten del mensaje, muerte y pascua de Jesús, en clave de gratuidad (Dios Padre es fuente de todo de todo lo que existe), pobreza (el Hijo recibe su ser del Padre y lo entrega otra vez al Padre, en favor de los humanos) y universalidad (la comunión del Espíritu en Dios es fuente y sentido de toda comunión interhumana).Ellas han de mantener su más hondo sentido personal, aplicadas al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así, en perspectiva personalista ampliada, debemos superar unos esquemas de personalismo intimista (de pura introspección), vinculando economía divina (historia de salvación) y Trinidad inmanente.
El mayor problema teórico de la Trinidad es la identificación de la persona del Espíritu Santo. En la línea de nuestra exposición, el Espíritu, visto como plenitud trinitaria puede y debe entenderse en varias formas que son complementarias:
– Es tercera persona: Aquel que brota de la unión del Padre y el Hijo, como nuevo "sujeto" o centro de amor. En esta perspectiva se le ha venido concibiendo de ordinario, cuando se presenta simbólicamente la Trinidad como unión de tres personas (=sujetos). Según eso, el Espíritu está simbolizado en el "otro", es decir, en aquella persona a la que nosotros (simbolizados por el Padre y el Hijo) amamos juntos, aquella que nos une en comunión, que nos vincula en amor pleno.
– Es itinerario de unión comunitaria y/o interpersonal: es el Amor común que vincula al Padre y al Hijo; no es un tercero sujeto, sino la misma Dualidad, amor comón, la vida compartida hecha persona, el Camino pleno del amor. En algún sentido se puede afirmar que la Trinidad está formada por "dos sujetos personales" (Padre e Hijo) y un único itinerario de encuentro, que es la persona o don común del Espíritu.
– Es persona y comunicación perfecta, itinerario de amor realizado. Allí donde Padre e Hijo, siendo distintos, se comunican amor definitivo está el Espíritu. Este es el misterio, el don supremo: la vida es regalo, la vida es comuníón, comunicación perfecta, Amor que es camino: Espíritu Santo.
Estas visiones plantean problemas y consecuencias de tipo antropológico que es difícil resolver de un modo teórico (y menos en un trabajo general como es este). Estamos en el centro de la antropología teológica, entendida como experiencia fundante del cristiano, que vive y piensa su vida desde Dios. Debemos afirmar que la Trinidad, vinculada con la encarnación, es el único misterio cristiana, el misterio que más da que pensar, pues es aquel que más nos hace vivir. De esta forma retornamos a los temas planteados al principio.
Conclusión. Camino abierto
– Hay signos trinitarios en diversas religiones y experiencias, como los Padres de la Iglesia habían indicado, con ejemplos del mundo mineral y vegetal: raíz, tronco, ramas; fuente, río, mar; fuego, llama, luz.... Sin embargo, el único signo verdadero de la Trinidad es el ser humano, en su despliegue personal y comunitario. En esa línea debemos avanzar, continuano el diálogo interreligioso.
– Diálogo con religiones de la interioridad. La Trinidad ofrece a los cristianos la posibilidad de hablar de Dios, de encontrar signos que puedan expresarlo. Frente al silencio del budismo y a las avataras del hinduismo y su tres posibles formas de hablar de lo divino, los cristianos debemos destacar la encarnación histórica del Hijo de Dios en Cristo y la vinculación del Espíritu con la vida eclesial.
– Diálogo con Judaísmo La confesión trinitaria supera y/o desarrolla la visión judía de Dios, centrada en el misterio de su unicidad y su relación con la Ley israelita. En aquel fondo seguimos y hoy, tras veinte siglos, debemos replantearnos por Jesús, en claves de comunión personal, el sentido bíblico de la trinidad cristiana.
– Diálogo con el Islam. Deberá mostrar que la visión popular que ofrece el Corán (Dios, María, Jesús) no responde a la raíz del cristianismo. Para los cristianos, el misterio trinitario expresa el carácter personal de la revelación de Dios, que no se manifiesta en un Corán escrito sino por la persona e historia de Jesús.
Bibliografía. He dedicado diversos trabajos al tema:
- Dios como Espíritu y Persona, Sec. Trinitario, Salamanca 1989;
- Trinidad y comunidad critiana, Sec. Trinitario, Salamanca 1990;
- Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2005
- "Bibliografía Trinitaria del NT": EstTrin 11 (1977) 135-306; 25 (1991) 7-158;
- Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, Sec. Trinitario, Salamanca 1992 (en colaboración con N. Silanes).
- Dios es Palabra, Sal Terrae, Santander 2003
Cf. además:
Boff, L., La Trinidad, la sociedad y la liberación, Paulinas, Madrid 1987
Coda, P., Dios uno y trino, Sec. Trinitario, Salamanca 1996
Forte, B., Trinidad como Historia, Sígueme, Salamanca 1988; La iglesia de la Trinidad, Sec.Trin, Salamanca 1997
Milano, A. (ed.), Persona e personalismo, Dehoniane, Napoli 1987;
Moltmann, J., Trinidad y Reino de Dios, Sígueme, Salamanca 1983;
Pannenberg, W., Teologia Sistematica I, Univ. Comillas, Madrid 1994;
Rovira, J. M., Tratado de Dios uno y trino, Sec. Trinitario, Salamanca 1993