Si quieres saber, estudia hebreo. Una invitación de hace más de 600 años, otra de ahora
No es una lengua muerta, sino una lengua de acceso a la Sabiduría, como proclama el Letrero de la Puerta del Aula Principal de Salamanca, donde se enseñaba Hebreo, Arameo, Árabe, Griego. Junto a la invitación quiero poner y comentar la de Inmaculada R. Torné, que recoge y actualiza aquel legado de enseñanza de Sabiduría, de forma ejemplar, casi heroica, en forma presencial y on line.

La primera invitación es la Letrero superior del Aula introductoria del Estudio General de Salamanca, del siglo XIV‒XV d.C.: El Senado de la Universidad más poderosa de España (y en parte de la nueva Europa occidental), decide crear una Cátedra de acceso dedicada al estudio de las cuatro lenguas de la Sabiduría (Hebreo, Caldeo/Arameo, Árabe y Griego), para que todos puedan entrar por la puerta del conocimiento. Entre ellas, la primera (madre de todas) es el hebreo. La última el griego. En medio quedan el caldeo (=arameo/siríaco) y el griego, como explicaré. El latín no hace falta estudiarlo, porque todos los que llegan, de Castilla y de las otra “naciones” de occidente (gallegos y vascos, francos, anglos, alemanes…) la conocen.

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La segunda invitación es la de Inmaculada R. Torné, que no tiene ninguna Universidad poderosa bajo su dirección, sino su doctorado en Lenguas Semitas, con una larga actividad docente en la Univ. Complutense de Madrid… y el “sueño” de ofrecer su contribución a la sabiduría enseñando hebreo, para que haya hombres y mujeres que puedan seguir entrando por la puerta verdadera de la Sabiduría, desde Sefarad a la India y China. Esta es la paradoja.
La universidad de tipo salmantino, que empezó su andadura universal enseñando las lenguas del saber y la comunicación de la sabiduría entre los pueblos, corre el riesgo de convertirse en una escuela técnica de saberes prácticos y económicos al servicio del capital y el mercado, sin más lengua que el dinero… Ciertamente, la Universidad de Salamanca conserva en su patio medieval el letrero heráldico de las cuatro (cinco) lenguas (si añadimos el latín)… Pero casi no enseña hebreo, y menos arameo/caldeo... y el Árabe como lengua comercial y política (no de sabiduría)… Por eso es bueno, que doctores sabios como Inmaculada R. Torné (directora de la revista Tierra Santa, que sigue siendo tierra del Hebreo, Arameo, Árabe… y Griego) ponga una escuela para enseñar las lenguas de la sabiduría
Explicación más detallada del letrero/invitación de la Antigua Salamanca, aquella que enseñaba Sabiduría



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La lengua hebrea

El pueblo hebreo. Es posible que la palabra hebreo esté relacionada con los habiru o apiru, emigrantes pobres, mercenarios inquietos y/o campesinos turbulentos que amenazan con romper el equilibrio feudal de Egipto y de las ciudades cananeas. Aparecen citados en numerosas fuentes orientales, pero sobre todo en los textos egipcios de Tell El-Amarna (siglo XIV a. de C.), con el sentido de “gente de paso”, seminómadas pobres, que constituyen una amenaza en las fronteras orientales. Todo nos permite suponer que los “hebreos”, que están en el principio de la historia de Israel, forman parte de estos “habiru” y que ellos salieron de Egipto entre el siglo XIII y XII a. de C. Quizá podemos presentarles como un proletariado social y militar: grupos de personas dislocadas, que pueden venderse al mejor postor o que toman la justicia por su mano.
Ellos debieron tener una experiencia especial de Dios (de lo sagrado) en un camino de → éxodo de Egipto. La palabra “hebreo” ha conservado en casi todos los textos antiguos un sentido despectivo. Según la Biblia, etimológicamente, hibrí o hebreo parece relacionarse con heber, que significa “el que está o lo que está al otro lado” de una frontera; en ese sentido, los hebreos son los “extranjeros”, que vienen de otra parte, que están fuera de su tierra. Por extensión, ellos aparecen casi siempre como “siervos” o sometidos. Según las genealogías bíblicas, Heber es un descendiente de Sem y antepasado de Abraham (cf. Gen 10, 21-24; 11, 14-17). Por eso, es un nombre que puede aplicarse a muchos pueblos o grupos humanos.
Lengua hebrea. Lengua semítica, hablada en la tierra de Canaán en el primer milenio a. C. Forma parte del grupo semítico occidental, como el ugarítico y el arameo y suele englobarse en el conjunto lingüístico “cananeo”, que estaría formado por las variantes que siguen: fenicio, moabita, edomita, amonita, hebreo y púnico (que aún se hablaba en el norte de África en el siglo V d. c.). Está emparentada con las lenguas semíticas orientales (como el acadio, ya extinguido) y con las semíticas meridionales (como el árabe y el etíope). No fue la lengua original de los hebreos (ni de los israelitas), sino que ellos la tomaron de la tierra a la que entraron (o en la que empezaron a formarse como pueblo) en torno al siglo X a. C. Por eso, en principio, no se llamaba “hebreo”, sino “lengua de Canaán” (cf. Is 19, 18); también se le puede llamar “judío” o lengua de Judea (como aparece en 2 Rey 18, 26. 28; Is 36, 11-13). Fue durante mucho tiempo la lengua usual de la tierra de Canaán (de los judíos y de sus vecinos) y no tenía carácter sagrado.
En aquel momento apenas se distinguía de las demás formas o dialectos semíticos de la zona (moabita, amonita etc.). Sólo con la fijación de la Escritura (→ Biblia), el hebreo vino a tomar un carácter sagrado, especialmente cuando (a partir del siglo IV a. C.) la mayoría de la población del entorno (desde Mesopotamia hasta Palestina) empezó a hablar en arameo, idioma originario de Siria, convertido (con el griego y frente al griego) en lengua franca del oriente (hasta la supremacía musulmana, por la que terminó imponiéndose el árabe).
En la actualidad, todas las lenguas semíticas occidentales han desaparecido de hecho, sustituidas por el árabe (subsiste en parte en caldeo/siríaco/arameo). Queda sólo medio millón de cristianos que hablan arameo o lo emplean en la liturgia (sobre todo en algunas zonas de Siria). Pero el hebreo no sólo ha pervivido, por la Biblia y por los estudios de la Biblia, que se han seguido haciendo a lo largo de los siglos, sino que ha vuelto a recuperarse, convirtiéndose en lengua viva del Estado de Israel. Los cristianos siguen editando y estudiando la Biblia (su Antiguo Testamento) en hebreo, pero ya no lo toman como lengua normativa, pues ellos realizan su liturgia en sus propias lenguas, a las que se ha traducido desde antiguo la Biblia (empezando por el arameo, el griego y el latín…). Los judíos, en cambio, siguen tomando el Hebreo de su Biblia como lengua sagrada y así lo estudian y utilizan en su culto.