(Exorc. 4) Número de la Bestia (666), la opresión económico

Presenté hace tiempo (30.05.10) una primera versión de este tema, al filo de mi comentario del Apocalipsis. Desde entonces han pasado muchas cosas, pero el motivo de fondo sigue siendo el mismo. Por eso quiero retomar este motivo, que es el más famoso de la Biblia, y quizá de la historia cristiana, en el contexto de esta mini-serie sobre los exorcismos.

Después de haber tratado de la Primera y de la Segunda Bestia (cf. Ap 13, 1-10 y 13, 11-17), el Apocalipsis quiere orientar a sus lectores y ofrecerles un conocimiento inicial del número y sentido de la Bestia:

Ésta es la sabiduría
Quien tenga entendimiento
Calcule el número de la Bestia,
Pues se trata de un número humano: 666 (Ap 13, 18).


Para situar el tema tendré que repetir algunos conceptos fundamentales sobre el Apocalipsis, pues sin ellos no se entiende el sentido del Número:

‒ El Apocalipsis no trata de algo que sucederá simplemente en el futuro, sino del sentido y condición del presente,
en tiempo del autor (hacia el 90 d. C.), que puede aplicarse bien a la actualidad (año 2018). Por eso el número de la Bestia (esto es, de lo demoníaco) puede aplicarse a una persona (realidad) de entonces o de ahora.


‒ El cálculo del número de la Bestia no sirve para conocer cuándo acabará el mundo (ni el nombre de un posible demonio particular), sino para interpretar y conocer mejor la realidad actual(2018). Es normal que se hayan dado diversas interpretaciones.

‒ Es número (666) pudo aplicarse en otro tiempo al imperio/economía de Roma; hoy puede aplicarse a un tipo de poder económico/político/militar que quiere y no puede divinizarse, pero que destruye a los hombres, especialmente a los pobres

‒ Conocer el 666 significa conocer que por encima de todos los poderes pervertidos de tipo demoníaco (¡humano!) está Dios, que es divino... y principio de verdadera humanidad. Éste no es número de brujería, sino de consuelo. No es número de magia y adivinación, sino de fe en el Dios de la vida, por encima de todos los posibles poderes de muerte.

-- De manera sorprendente, el número de la Bestia, es decir, del Diablo, es un número económico... La más honda posesión diabólica tiene para el Apocalipsis un elemento de opresión económica

Buen día a todos los que quieran seguir adivinando este número, calculando, orando, gozando, porque saben que sólo Dios es Siete (Dios)... y que todos los poderes del mundo acaban, como el seis-seis-seis.

1. Introducción.

Parece evidente que ese número (666, seis-seis-seis) podían entenderlo los cristianos de aquel tiempo con facilidad. Sin duda, su sentido está relacionado con la lista de reyes (emperadores) que, partiendo del modelo que ofrece Dan 7, 25-27, esbozará después el mismo Apocalipsis (Ap 17, 11-14). Es un número que puede calcularse por los métodos normales de geometría, utilizada por judíos y griegos: cada número es una letra y viceversa, de manera que el conjunto puede traducirse, como en código cifrado...

El problema empieza cuando se pasa al cálculo concreto, dividiendo 6.6.6 (666 ó 606, según algunos manuscritos) en posibles cifras inferiores, utilizando, el alfabeto griego o hebreo (arameo) a fin de calcular la suma o sentido de conjunto.

El número de la Bestia (6.6.6) se compone de tres 6. ¿No habrá en ello una insistencia deliberada, que trata de poner de relieve el hecho de que la persona o realidad de que se trata se halla marcada de manera definitiva por el número 6, esto es, una cifra que por ser contigua al 7 sin llegar a alcanzarlo, simboliza el mal, la rebelión contra Dios, la idolatría, es decir, simplemente la finitud...?

Este es un tipo de simbolismo que, señalando con claridad el carácter satánico de la realidad significada, excluye definitivamente todo intento de identificación concreta; el mismo texto dice que está vinculado al dinero, pues los que no llevan esa marca (666) no pueden comprar ni vender en la tierra.

Nota preliminar

Muchas veces, en la Biblia, los números tienen un valor simbólico vinculado al orden de la creación, en la perspectiva del tiempo (siete días, siete astros), del espacio (cuatro puntos cardinales) y de la organización social (doce tribus…). Especial importancia recibe el seis, relacionado con las obras de Dios y los días de trabajo de la semana, trascendidas en el sábado, que está más allá de todo número (el siete es de Dios). En ese sentido, humanamente hablando, los judíos sólo cuentan hasta seis, pues todas las cosas de este mundo son seis. El siete pertenece a Dios. Por eso, no se junta con los seis anteriores, que son números humanos.

Una parte considerable de la especulación de los libros apocalípticos judíos (como los libros de Daniel, 1 Henoc y Jubileos) y en especial de algunos textos de Qumrán está relacionada con cálculos numéricos y fijación de tiempos sagrados. En el Nuevo Testamento el libro que más ha insistido en los números ha sido el Apocalipsis. Este es el sentido de alguno de sus números:

Uno. Significa excelencia y autoridad y puede aplicarse a Dios (que Es, Era y Viene: Ap 1, 4.8) y a Cristo (Primero y último...: Ap 1, 17; 2, 8; 22, 13).


Dos. Implica cooperación, tanto positiva (en los profetas: Ap 11, 1-13) como negativa (en las bestias: Ap 13, 1-18).
Tres y medio (= mitad de siete) es el tiempo que pasa, momento breve de persecución de los fieles. Partiendo de cálculos tomados de Dan 7, 25; 12, 7, Juan lo identifica con un tiempo (=año), dos tiempos y medio tiempo: los 42 meses o 1260 días simbólicos de la crisis final (Ap 11, 9-13; 12, 14).

Cuatro. Es el mundo perfecto y peligroso: cuatro son los Vivientes del cielo (4, 6.8; 5, 6 etc.), los caballos destructores de la historia (6, 1-8), los elementos cósmicos (8, 7-12; 16, 1-9), los ángulos del mundo con sus ángeles y vientos (7, 1-3; cf. 9, 14-15; 20, 8), lo mismo que los cuernos del altar (cf. 9, 13) y los ángulos o muros de la Ciudad nueva (21, 16).

Seis. Es la imperfección del mundo
(del hombre) que, oponiéndose al siete de Dios y su Mesías, acaba encerrándose a sí mismo, en violencia destructora. Es el número de la Bestia: 6.6.6 (Ap 13, 18) y del 6º emperador, que ahora reina (tras los cinco pasados), siendo incapaz de permanecer, pues no puede hacerse siete (cf. 17, 10-11).

Siete. Es la plenitud divina que se expresa en los espíritus (Ap 1, 4; 3, 1; 4, 5; 5, 6), ángeles (1, 20; 8, 2. 6), candelabros (1, 12.20; 2, 1), astros (1, 16.20; 2, 1), iglesias (1, 4.11.20) y en los cuernos y ojos del Cordero, que reflejan su poder (5, 6). Siete son también los acontecimientos finales que marcan el juicio de Dios sobre el mundo: los sellos (5, 1.5; 6, 1), las trompetas (8, 2.6), los truenos (10, 3.4) y las copas destructoras (15, 1.6.7). Hay también un siete negativo que se expresa en las cabezas del Dragón y de la Bestia (12, 2; 13, 1; 17, 3.7), en las colinas (de Roma) que forman el asiento de la Prostituta, en los reyes perversos de la historia (17, 9) y, sobre todo, en el 7º emperador, que permanece poco tiempo…, pues un siete humano es siempre perversión, es idolatría. Cuando este emperador desaparezca volverá como octavo uno de los anteriores, pero Cristo lo destruirá (17, 10-11).

Diez. Es número del poder perverso: los cuernos de Dragón y Bestia (13, 3; 13, 1; 17, 3.7), los reyes de la tierra (17, 12.16) y los días de prueba que Daniel y compañeros han de padecer porque no aceptan la comida impura del imperio (2, 10). Se opone probablemente al doce de la perfección israelita y cristiana.

Doce. Número perfecto de los cielos, como muestran las estrellas de la corona de la Mujer (12, 1), y de la historia mesiánica, que se expresa por los hijos de Israel y los apóstoles del Cristo, vinculados a los ángeles de Dios y a los cimientos y puertas de la Jerusalén perfecta (21, 12-14), con sus medidas y piedras preciosas (21, 16.21). Desde ese fondo han de entenderse sus múltiplos: los 24 Ancianos (dos por doce) que forman la corte de Dios (4, 4) y los 144.000 triunfadores (doce mil por doce mil) del Monte Sión (14, 1; cf. 7, 4).

Mil. Es signo de una gran multitud (millares de millares forman la muchedumbre incontable de los ángeles 5, 11). Se emplea de un modo especial para indicar el milenio: los años del tiempo del reino de los elegidos; frente al breve tres y medio de la persecución se eleva el mil de gloria de los elegidos (20, 2-7).

Seis, seis, seis. Sentido básico

Desde lo anterior se puede interpretar mejor el Número de la Bestia, que es un número muy concreto, vinculado a la vida económica del imperio, a la injusticia de los ricos. Así se dice que el Falso Profeta, que es la propaganda (filosofía, religiones, medios de comunicación), que se pone al servicio de la primera Bestia,

«Hizo también que todos, grande y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente. Y sólo quien llevaba grabado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podía comprar o vender. Aquí se debe aplicar la sabiduría. Quien se sienta inteligente pruebe a descifrar el Número de la bestia, que es Número humano: seis, seis, seis» (Ap 13, 16-18).

Éste es el texto básico, que sigue haciéndonos pensar y sufrir. Como he dicho ya, en su origen debía ser (y es) un número bastante fácil de entender para los cristianos de las siete iglesias a las que va dirigido el Apocalipsis (cf. Ap 2-3). El conocimiento de ese número servía para mantener el compromiso cristiano; no era objeto de erudición abstracta, sino de experiencia de cada día.

Ese número de la Bestia no podía aludir a una cualidad interior, o a un pecado espiritual, ni a un tipo de delirio o locura mental (de tipo alucinatorio) pues va asociado a comprar y vender, en ámbito social y económico.

No aludía tampoco a un acontecimiento o suceso imprevisible que no se puede evitar, vinculado con la magia o las apariciones astrales, sino que pertenece a la vida social y está relacionado con el dinero (comprar y vender), pues aquellos que no llevaban la marca de la Bestia (el seis.seis.seis) no podían comerciar, ni enriquecerse, ni formar parte de la sociedad dominadora de los favorecidos por el poder romano (cf. Ap 13, 17).

La cosa es muy sencilla: el mismo dinero injusto, el comercio de aquellos que se aprovechan del Sistema Romano para comprar y vender y enriquecerse a costa a los pobres, es el Seis-Seis-Seis. Según eso, los que han vendido su alma al sistema romano llevan el signo la Bestia. En el fondo, eso es lo mismo que dice Mt 6, 24 par: No podéis servir a Dios y a Mammón, que es Satán o Beelzebul (cf. Mt 12, 28).

666. Número de Mammón

Ésta es la paradoja. Buscamos el número como si fuera algo externo, con grandes adivinaciones y teorías esotéricas o mágicas, como si aquel que supiera descifrar el número pudiera resolver problemas superiores. Pues bien, el Apocalipsis dice todo lo contrario: aunque no quieran advertirlo ni confesarlo, todos los que “compran y venden” y se enriquecen a costa de los pobres llevan el número en la mano o en la frente, como si fuera su carné de identidad, su pasaporte.

Los otros, los que no pueden conseguir ese número (o no quieren llevarlo, por honradez y opción cristiana) están condenados a ser unos parias, sin derechos, sin oportunidades, como los fieles de la iglesia del Apocalipsis.

Entendido así, ese número indica dinero y todo aquello que se puede comprar por dinero: es la marca completa de aquellos que asumen el sistema del imperio. Los fieles de Jesús conocen el número, no quieren llevarlo, porque es número de opresión.

Ésta es la realidad que está al fondo del tema: el Falso Profeta (2ª Bestia) ofrece la marca de la Primera Bestia a los privilegiados de la sociedad, para que puedan comprar y vender, para bien común del imperio (no de sus pobres) (por eso he puesto como imagen un código universal de barras, con un seis-seis-seis...

En esa línea ha de entenderse el 6-6-6, el número más simple, más vulgar de este mundo malo: el número de los que se aprovechan del sistema económico injusto y viven a costa de los otros.

Número de la sociedad global


Recordemos que el imperio romano quiso presentarse como primera sociedad global, capaz de ofrecer cauces de comunicación entre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf. Ap 13, 7). Aparecía así como milagro de convivencia, ámbito de paz para los hombres. No era una Nación-estado, sino el Estado-imperio donde cabían todas las naciones, cada una con su propia identidad y diferencias. Ese fue su “milagro”, aquello que nunca se había conseguido sobre el mundo, de tal forma que muchos veneraron a Roma como Diosa, como revelación de Dios en la historia. Por eso, su Número y signo debía ser la eternidad: la Roma Eterna, sentada en el trono de las grandes aguas (cf. Ap 17, 3).

Pues bien, en contra de esa divinización resisten y protestan los cristianos, y en contra de ella se eleva el Apocalipsis, mostrando a través de este Número que, en el fondo, Roma no es más un signo de impotencia y muerte, un número incapaz de ofrecer plenitud y salvación a los hombres. Los romanos se creían enviados por Dios (por los dioses) para fundar y expandir su orden divino sobre el mundo, de manera que ellos deberían ser 7-7-7 (como los astros del cielo, como la semana sagrada, como Dios). Pues bien, en contra de eso, los cristianos saben que el número de Roma es un simple 6-6-6, el número de una criatura mala, que quiere divinizarse oprimiendo a los demás, pero que terminará destruyéndose muy pronto.

¿Hay más secretos? Descifrar el Número.

La identidad básica del número de la Bestia (seis.seis.seis) es la que acabamos de indicar: es un número de injusticia y muerte. En sentido estricto, nuestro argumento podría terminar aquí. Pero, con el mismo libro del Apocalipsis y con la tradición posterior podemos dar un paso más. Es muy probable que el mismo autor del libro y sus oyentes y lectores más antiguos hayan querido jugar con ese número, de un modo humorista, en voz baja, para así consolarse: éste no es un número para meter miedo, sino todo lo contrario, para quitar el miedo. Es un número para decir a los cristianos y a los pobres: no os preocupéis, ese mismo emperador que parece divino, ese mismo imperio que se cree Dios, no son más que simples criaturas impotentes, condenadas a la muerte.

Desde ese fondo, la cuestión de la identidad más concreta del Número (666, 6-6-6), aplicado al nombre de algún emperador, resulta secundaria. Lo importante era algo anterior: el seis.seis.seis es la expresión de la impotencia del imperio divinizado. Pues bien, partiendo de eso, muchos cristianos pudieron aplicar en voz baja ese número a alguno de los emperadores, alegrándose con ello, pues al identificar al imperio/emperador con ese número se estaba diciendo que tenía los días contados, que llegaba ya el tiempo de la liberación para los pobres.

Parece que en aquel tiempo podía interpretarse sin dificultad; más aún, es muy posible que pudiera aplicarse de diversas maneras, conforme a los métodos de gematría (cálculo de letras y número), común en aquel tiempo. Sin duda, su sentido está relacionado con la lista de reyes (emperadores) que, partiendo del modelo ofrecido por Dan 7, 25-27, el mismo autor del Apocalipsis ha esbozado más tarde en su libreo (Ap 17, 11-14). Se trata de un Número que puede calcularse siguiendo varios modelos de gematria, como hacían entonces judíos y helenistas: cada número es una letra y viceversa, de manera que el conjunto puede descifrarse como código cifrado... La riqueza del tema (y para algunos el problema) empieza cuando se quiere dividir 666 (o 606, según otros manuscritos) en posibles cifras inferiores, utilizando, el alfabeto griego o hebreo (arameo) para calcular la suma o sentido de conjunto.

Un número de gematría

Las combinaciones y lecturas propuestas desde antiguo son variadas y no concordantes. Las más significativas son:

Titán Latino, Nerón Cesar, Cayo (=Calígula) César...
Pero ninguna ha logrado convencer a la comunidad de los sabios exegetas, lo cual significa que el secreto se ha perdido con el autor y con los destinatarios del libro… o que no había tal secreto, pues se dejaba a cada uno buscar aplicaciones, sabiendo todos que el seis.seis.seis es la expresión y anuncio de la caída de un tipo de imperio destructor, que eleva a los ricos-comerciantes por encima de los pobres y que mata a los inocentes. Un imperio así no puede persistir, ese imperio es un simple seis.seis.seis… y su representante puede ser Nerón, Calígula… o simplemente Roma, emperadores y ciudad condenada a la muerte, para bien de los pobres del mundo.

Es muy posible que el autor del Apocalipsis haya querido dejar abierto el tema del sentido concreto del Número. Sólo ha querido indicar que se trata de un signo y un Número que es puramente humano, finito. Recordemos de nuevo el sentido de algunos números. La plenitud es Cuatro (hay cuatro vivientes, vientos, elementos: Ap 4, 8; 7, 1; 20, 28); la revelación escatológica es Siete (hay siete espíritus, candelabros, astros): el número de prueba es Tres y medio (mitad de siete) con sus equivalentes (42 meses, 1260 días). Pues bien, el Número del imperio perverso (que parece divino, pero que tiene pies de barro, manchados de sangre: cf. Dan 2) es un seis repetido, que nunca llega a Siete, que nunca puede alcanzar la plenitud.

Por eso, cuando decimos seis.seis.seis… podemos seguir añadiendo números de “seis” hasta el infinito
(la repetición triple del “seis” es indicación de algo que se puede seguir diciendo sin fin). Eso significa que Roma no es Cuatro (no es el cosmos entero), ni es Siete (no es Dios). Roma es un simple seis repetido, impotente, un “seis” que destruye a quienes se apoyan en su fuerza brutal pero inhumana, en si riqueza inmensa pero sangrienta.

Éste es el Número de aquellos que ponen su seguridad en el Imperio, entregándole su libertad humana. Los cristianos más sencillos lo sabían y lo saben. Por el contrario, aquellos investigadores o curiosos que buscan con inmensa erudición el sentido más oculto de ese Número lo pueden estar repitiendo a lo largo de toda su vida, sin darse cuenta de pueden haber caído bajo el poder del 6-6-6, que es la impotencia y violencia de la finitud, que es la injusticia de la historia humana. Aquellos que se hacen ricos a costa del miedo del seis.seis.seis han caído en su trampa. Quienes quieren convertir el seis.seis.seis en objeto de magia o de cálculos curiosos pierden simplemente el tiempo.

Por eso, todos aquellos que, de un modo o de otro, quieren aplicar el seis.seis.seis un día concreto (como el seis de junio del 2006 o el seis de diciembre del 2016) van en contra de la Biblia cristiana. Pueden saciar una curiosidad, pero su gesto no tiene nada que ver con el evangelio del Apocalipsis de Juan.

Resumen. El auténtico exorcismo


En este contexto ha de entenderse el texto clave sobre el número (666) y nombre de la Bestia con su signo (13, 18). Juan ofrece ese número para que los cristianos puedan entenderlo con cierta facilidad y por eso su sentido debe ser muy sencillo, muy claro. Eso significa que todos los esfuerzos sabios de aquellos que dedican especulaciones complejas para interpretarlo deben ser equivocados. Este es el número y signo periodístico más fascinante de nuestra historia occidental: 6.6.6. Este es uno de los signos más importantes de toda la cultura humana. Por eso queremos entenderlo y para ello repetiré algunas unas consideraciones generales:

– El signo de la Bestia no puede ser una cualidad interior,
un pecado espiritual, pues va asociado a comprar y vender, en ámbito social y económico.

No es tampoco un pecado sexual o un tipo de desequilibrio o locura… a no ser que pensemos en la locura económica, que margina y mata, que destruye a los más pobres. Éste es el número del diablo, esta es la raíz de todas las locuras de los hombres.

– No es tampoco un acontecimiento o suceso imprevisible que no se puede evitar, asociado con la magia o las apariciones astrales.

– Pertenece a la vida social y está relacionado con el dinero (comprar y vender). En algún sentido se puede afirmar que el mismo dinero, tal como se emplea en el imperio, es signo de Satán, en la línea de Mt 6, 24 par (mamona: Satán objetivado). Pero, en otro sentido, esa señal es más amplia que el dinero: es la marca completa de aquellos que se integran al sistema del imperio, expulsando a los fieles de Jesús.

‒ Por eso, el auténtico exorcismo es el “cambio económico”, la superación de una sociedad marcada por el tener (comprar y vender) y por la exclusión de los pobres. En esa línea, Satán es la Mamona o Mammón (dios del dinero: Mt 6, 24).

Entre la Bestia y Dios

El Signo de la Bestia se opone al Sello del Dios vivo, de los combatientes de Israel (7, 1-8) y debe entenderse de una forma externa, relacionada con la economía y política del imperio.

La 2ª Bestia, a través de su propaganda ideológica, transformada en principio de imposición social y económica, ofrece su marca a los privilegiados de la sociedad, para que pueden comprar y vender, para bien común del imperio (no de sus pobres y/o cristianos): Seis, seis, seis. Sólo quienes llevan esa marca, sólo quienes aceptan el poder de la Bestia, pueden vivir y medrar en el imperio. El poder ideológico del Pseudoprofeta se ha convertido en principio de control y esclavitud.

Pues bien, Juan, autor del Ap, se opone a ese control ideológico, que implica discriminación y muerte. Recordemos que el imperio romano quiso presentarse a sí mismo como la primera sociedad global, honda experiencia de comunicación entre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf. Ap 13, 7), prodigio de convivencia, la primera sociedad pacífica del mundo, ámbito de encuentro para todos los humanos Roma misma puede presentarse de esa forma como Diosa, el imperio como la verdad suprema. Eso es lo que dice la 2ª Bestia.

Roma no es una nación estado, sino un Estado-Imperio donde caben todas las naciones, cada una con su propia identidad y diferencias. Ella ha ofrecido así el gran milagro, lo nunca conseguido sobre el mundo; así viene a presentarse como revelación de Dios en la historia. La propaganda imperial del Ministerio de Información de la 2ª Bestia tiene razones para defender su postura.

Pues bien, frente a las razones de la Bestia, frente a la divinización falsa del imperio resisten y protestan los cristianos. Saben un número especial, tienen un secreto que pueden compartir: 666. Están seguros. Los romanos se creían enviados por Dios (los dioses) para fundar y expandir el orden divino sobre el mundo; por eso su misma tarea resultaba religiosa. En ese fondo era secundario el hecho de que unos emperadores se dejaran divinizar más que otros. En principio, a los ojos de la 2ª Bestia, todos los emperadores son divinos. Divino es el imperio entero; divina su cabeza (Roma). Por eso deben venerarla y aceptarla todos los pueblos de la tierra.

Pues bien, a los ojos del autor del Ap, esa divinidad de Roma es resultado de la fuerza, es signo de opresión e injusticia sobre el mundo. Ciertamente, Roma deja espacio para todos, pero sólo a condición de que todos acepten su orden del conjunto, se sometan a sus ritos, adoren a su mismo imperio. Roma deja espacio para todos, pero a unos eleva y a otros esclaviza, sin crear comunión de fidelidad entre sus miembros.

El Ap podría haber optado por la doctrina de doble verdad: por un lado es verdad Roma, en un nivel externo, de política y dinero, economía y convivencia social jerarquizada; por otro lado, en plano interno y de futuro, es verdad el evangelio. Pues bien, Juan no lo ha hecho, pues ha creído en la verdad única del evangelio, es decir, de la libertad universal que se ofrece por igual a todos, sin imposición de unos sobre otros.

Pues bien, esta verdad del evangelio (de la humanidad) se opone al señorío sagrado de Roma. Los sabios del imperio (todos los que forman el Ministerio de propaganda de la 2ª Bestia) han divinizado a Roma. En contra de ellos, Juan, profeta cristiano, creyente en Jesús y heredero de la tradición profética israelita, ha elevado su protesta, diciendo que sólo es sagrado el ser humano, en su misma debilidad, en su verdad personal. Desde el fondo de su protesta puede y debe entenderse el número de la Bestia.
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