08.XII.2020. Ante la fiesta universal de la Inmaculada Fiesta Católica: Yo soy/era (=nosotros somos) la Inmaculada  Concepción

Inmaculada
Inmaculada

  El dogma “católico” por excelencia no es la Jerarquía, ni el Papa,  ni un tipo de  sacramentos oficiales, sino la “fiesta” de María, signo importante de la Iglesia, mujer y persona Inmaculada. Por encima de todo pecado, por Cristo y con Cristo,  ella es signo y garantía de que la vida es camino de gracias,  como “definió” el Papa Pío IX, el año 1854: 

Por singular gracia y privilegio de Dios, y en previsión de los méritos de Jesucristo… la  Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, en el primer instante de su concepción (Den 2803).

De un modo más hermoso y profundo define ese dogma la "señora" de Lourdes, cuando "dice" a la doncella: Yo soy/era la Inmaculada Concepción, de tal manera  que  los creyentes  podemos decir con ella: Yo soy/somos la inmaculada concepción (hemos sido concebidos por Dios y en el nacemos, en la historia  de la carne humana).

10 Inmaculada Concepción (National Gallery de Londres, c. 1618).jpg

El dogma “católico” por excelencia es la “fiesta” de María, como mujer y, en sentido radical, como persona inmaculada. Por encima de todo pecado, ella por Cristo y con Cristo, el signo y garantía de que la vida es un camino de gracias,   como “definió” el Papa Pío IX, el año 1854 (y como "escucho" la "vidente" de Lourdes, con una fórmula luminosa que hemos querido ampliar, imagen).

Este “dogma” se opone un pecado que planea comomancha y muerte sobre el despliegue de la humanidad, afirmando una gracia superior, simbolizada por María, madre y compañera de Cristo, (y con ella en el conjunto de la humanidad),un despliegue de amor limpio y creador, en contra de lo que afirmaba el Sal  51(50), 7: “y en pecado me concibió mi madre”.

Este dogma abroga (=anula) una visión poco apropiada del pecado original, pues ella, la madre de Jesús (que según la tradición fue “concebida” por Joaquín y Ana, conforme a las exigencias biológicas del sexo) fue “inmaculada” (sin pecado). 

Como dije ayer, este “dogma” sólo se puede entender en el trasfondo de las disputas sobre el origen pecaminoso del ser humano y, sobre todo, en un contexto donde la misma concepción suele aparecer vinculada a un pecado, de carácter básicamente sexual. En este contexto propongo unas afirmaciones básicas

Ocho tesis sobre la Inmaculada

Panagia - Wikipedia

  1. Este dogma no fue necesario en la iglesia primitiva (ni lo es en la Iglesia Ortodoxa actual), que no lo niega, pero que no tiene necesidad de afirmarlo. Esa iglesia ortodoxa no tenía ni tiene un “dogma de pecado original vinculado a la concepción”, y por eso no necesita que se diga que la concepción de María fue inmaculada. La iglesia primitiva y la ortodoxa de la actualidad dice algo mucho más importante: Que María fue “pan-hagia”, plenamente “santa” ante el Señor. Es evidente que los católicos tenemos que dialogar y mucho con los ortodoxos sobre esta problemática.
  2. Este dogma no tiene sentido para el protestantismo, por dos razones. (a) Los protestantes conciben el “pecado original” de otra manera (que en oro contexto debería precisarse), pero no como un tipo de mancha personal hereditaria vinculada a la concepción por sexo. (b) Muchos protestantes piensan que al decir que María es “Inmaculada” se la está convirtiendo en “diosa”. También en este campo tenemos que dialogar con muchos protestantes, pues bien entendido y planteado, con toda humildad, el “dogma católico” de la Inmaculada no responde a la problemática del pecado y de la gracia en línea protestante, pero tampoco va en contra de ella.
  3. Éste fue un dogma necesario para el “catolicismo postridentino, pues sólo así pudo ratificarse que el sexo no es malo, ni la maternidad es pecado, ni mucho menos la mujer como tal. La declaración dogmática no alude a la maldad del sexo, ni dice que el pecado en sí se exprese en la generación, ni que la mujeres es “maculada”, sino que se limita a proclamar que, por gracia especial de Dios, por don de Jesucristo, María, su Madre, ha sido preservada de todo pecado, desde momento de su concepción, de manera que ella ha podido iniciar un camino de gracia hasta su muerte. Desde aquí podemos precisar algunos rasgos de este dogma:
  4. Este dogma tiene un carácter pro-sexual, porque “sacraliza la unión” engendradora de unos seres humanos, en línea de como encuentro personal potenciado por Dios y abierto por amor al engendramiento de la vida. En esa línea, el dogma implica que cohabitación de Joaquín y Ana (a quienes la tradición hace padres de María) es "hogar de santidad", de manera que misma carne, entendida como espacio y momento de encuentro interhumano y fuente de fecundidad es una revelación de la santidad creadora de Dios. En esa línea debe superarse la afirmación de Sal 51, 7, para confesar: Y en gracia me concibió mi madre (mis padres).
  5. En contra del salmo que dice “y en pecado me concibió mi madre”, este dogma afirma “y en gracia-amor de Dios me concibieron mis padres”. Éste es, por tanto, un dogma anti-gnóstico y en el fondo “antibudista” (contrario, al menos, a cierto tipo de budismo que considera la concepción y nacimiento humano como una caída). Según este dogma, atracción sexual que es signo de amor y principio concepción es buena, señal clave de Dios en la vida humana. Éste es por tanto, un “dogma natal” (de Navidad, de nacimiento) en el sentido más hondo de la palabra, como puso de relieve Hanna Arendt, quizá la más significativa antropóloga judía del siglo XX. Ella descubrió y dijo que un elemento esencial del cristianismo es el carácter “natal” de la vida. Concebir es una gracia, gracia es la gestación, gracia el nacimiento, de forma que todo nacimiento en cuanto tal es una bendición de Dios.
  6. Éste es un dogma anti-helenista  (anti-racionalista), pues la “palabra de Dios se hace carne” (Jn 1, 14), no espíritu “puro” (o muy impuro). Éste dogma va en contra de aquellos que, en línea de espiritualismo o gnosis, suponen que "el mayor pecado del hombre es haber nacido" (pues el hombre nacido en el mundo se encuentra esclavizado por la culpa, condenado a muerte). En contra de eso, la Inmaculada supone que el mismo surgimiento humano de María es don de Dios, lugar de presencia de su santidad. Don de Dios es el mismo nacimiento: los procesos de concepción y despliegue humano, vinculados al sexo o deseo de la vida, son signo y presencia de la santidad divina
  7. Este dogma ha sido causa de consuelo para muchísimos cristianos, que asumen como propio este misterio del origen de María: lo que en ella ha sucedido no se puede interpretar de una manera aislada, como simple excepción, pues en la vida cristiana no existen excepciones de este tipo. La Concepción de María ratifica el sentido sagrado del principio de la vida, vinculada a la generación normal, en colaboración de, al menos, dos personas (en el caso de María son Joaquín y Ana), en un camino donde lo meramente biológico queda integrado en un contexto más amplio de fecundidad humana, en clave familiar, social, cultural.
  8. Según eso, sólo podemos hablar de Inmaculada Concepción si seguimos hablando de Inmaculado nacimiento y despliegue humano, pues la concepción no puede entenderse en un sentido puramente biológico (en la unión del óvulo y espermatozoo) a través del encuentro sexual del hombre y la mujer. Para que sea humano, ese encuentro se amplía y expande en todo el proceso de la gestación y nacimiento, en la acogida y educación del niño (en este caso de María). Ella es Inmaculada de manera receptiva, acogiendo la vida y cariño, la presencia y palabra que le ofrece los padres, en un proceso de maduración humana que funda su existencia[1].

Para situar mejor el tema: Ocho bases para una teología  y sociología de la inmaculada

El misterio de María Inmaculada pertenece al ámbito y camino de la historia de la salvación. Al decir que es Inmaculada, la Iglesia afirma que ella (María) ha podido plenamente como persona, en apertura a Dios, en entrega de amor a los demás. Este dogma vincula a María con todos los hombres y mujeres, que pueden y deben ser también inmaculados. Por gracia de Jesús (y acogida propia) María ha quebrado la ley de sucesión (herencia) de pecado. Por don de Dios, ella se ha mantenido siempre en gracia, respondiendo con amor al amor que Dios le ha dado, en medio de una vida difícil, polemizando con el mismo Jesús.

La Iglesia ha descubierto este misterio de gracia de María a partir de Lc 1,26-38: para ser madre del Cristo, María ha debido dialogar con Dios en actitud de gracia. Sólo como limpia, inmaculada, pudo mantener en plenitud su alianza de amor con Dios, apareciendo así como elegida, «amada», llena de gracia (kekharitomene, cf. Lc 1, 28) sobre el mundo. Por eso, el misterio de la Concepción Inmaculada de María, lejos de ser una excepción carente de sentido, viene a desvelarse como un elemento muy valioso de la historia de la gracia.

Sobre el pecado de la historia, que amenaza con romper y destruir todo lo humano, Dios mismo ha querido suscitar un nuevo tipo de existencia. Para hacerlo humanamente no ha querido introducirse por la fuerza; por eso no se impone desde arriba, como si obligara a los hombres a salvarse aunque ellos no quisieran. Dios quiere salvarnos a través de nuestra misma historia humana y por eso ha introducido en ella un germen positivo de gracia y perdón, una semilla de esperanza que se expresa en concreto por María (¡pero no sólo por ella!), para culminar en Cristo. Eso significa que el pecado original (¡de la historia humana!) no tiene carácter totalizante, no se puede interpretar como exclusivo, pues todo está lleno de gracia.

A veces presentamos el pecado original como algo «amorfo», un estado o realidad que alcanza de igual forma a todos los vivientes de la tierra. Pues bien, en contra de eso, el pecado original adquiere concreción y se «modula» a lo largo de la historia, de manera que ella (por la gracia de Dios) hace posible el surgimiento de personas que asumen y recorren un camino de esperanza abierto hacia la gracia final. Éste es, a mi juicio, el sentido del AT: va ofreciendo la esperanza del amor, va preparando la victoria de Dios contra el pecado original del hombre. Pues bien, en el momento final de esa gran línea del AT, allí donde emerge por Jesús la vida de la gracia, la Iglesia ha descubierto a María, la primera persona liberada de la historia. 

Cristianos Gays » 2017 » diciembre » 08

  1. La Inmaculada remite a Dios. Conforme a un lenguaje simbólico muy antiguo de la Iglesia, Dios no quiere que el camino de la historia quede clausurado en Eva que es el signo de la madre pecadora, sino que ha decidido seguir dialogando con los hombres, de manera que ellos mismos busquen y de alguna forma logren suscitar la salvación sobre la tierra. Por eso mismo necesita de María: quiere un dialogante “fuerte” que reciba su palabra final y le responda, de manera que su salvación (siendo divina) sea al mismo tiempo salvación humana. Por eso espera la respuesta de María. Necesita que en el fondo ella sea Inmaculada: que escuche su palabra y le responda de manera plena, haciendo así posible la salvación de todos los humanos.
  2. La Inmaculada remite a Cristo. El texto de la definición conciliar: «Dios ha preservado a María de pecado en atención a los méritos de Cristo». Ella no es Inmaculada por sí misma, como si fuera sólo una excepción, una especie de capricho que Dios ofreciera para la madre de su Hijo, sino que ella pertenece «al orden nuevo de la redención», al camino de surgimiento mesiánico: Jesús nace en un mundo de ley y de pecado (cf. Gál 4,1-4); pero nace, al mismo tiempo, de la vida y la promesa de Dios que ha ido expresándose en la historia israelita. En ese contexto de historia podemos afirmar que María es Inmaculada.
  3. Al hablar de la Inmaculada hablamos de Israel, como sabe la mariología actual cuando presenta a María como «hija de Sión», verdadero Israel que se abre al Dios de Cristo. María es «inmaculada» porque en la historia difícil y tortuosa de Israel, al lado del pecado, ha ido surgiendo y desplegándose el camino de la gracia. Por eso, su venida o «concepción» sólo puede interpretarse en perspectiva de promesa israelita. Dios ha querido disponer «un pueblo justo», como han entrevisto los profetas; ha preparado un lugar de nacimiento para el Cristo, que es su Hijo sobre el mundo. En esa perspectiva hay que afirmar que, conforme a la vivencia de la Iglesia, el camino israelita ha culminado a través del nacimiento y vida creyente de María.
  4. María Inmaculada es signo de la Iglesia, es decir, de una humanidad que se abre y escucha la Palabra de Dios, como destacado el Vaticano II cuando afirma que María «es tipo de la Iglesia»; por eso, los creyentes deben dirigirse a ella «contemplando su arcana santidad e imitando su caridad» (Lumen gentium 63, 64).Mirando hacia María Inmaculada, la Iglesia descubre su vocación de santidad y encuentro con Dios en Jesucristo. En esa perspectiva pondremos de relieve el carácter personal del dogma de María Inmaculada.
  5. La inmaculada es finalmente un signo concreto de “María de Nazaret”. No es una teología general, ni una visión simbólica de la vida humana… sino la experiencia agradecida de la vida y obra de María de Nazaret, una mujer concreta de la historia que ha sido virgen y esposa, madre histórica de Jesús y signo de la Iglesia, una mujer que es expresión de la gracia de Dios y de la fidelidad humana, e clave de mujer-persona, de madre de un Mesías Jesús universal.
  6. La Inmaculada puede y debe ser la fiesta de los pobres (los hambrientos y oprimidos con quienes canta la vida María, proponiendo con ellos y para ellos un camino de salvación en la carne de la historia, en el amor mutuo, en el pan compartido, en la comunión de vida. En esa línea debemos superar una visión “biologista”, que nos llevaría suponer que ser Inmaculada sólo afecta al principio “espiritualista” de la vida (conforme a una teología de fondo “gnóstico”, que ha sido dominante en gran parte de la historia cristiana de occidente, muy influida por San Agustín). Como miembro de una historia de pecado María tuvo que haber sido concebida (y haber nacido) como pecadora. Pues bien, en contra de eso, el dogma de la Inmaculada se expresa y ratifica en la opción de María por los pobres y excluidos del Magnificat. Ellos son los “puros de Dios”, los bienaventurados (=inmaculados) de la historia humana.
  7. El dogma de la Inmaculada traza, según eso, un camino de liberación social. El ser humano hombre no surge y se despliega como humano en un nivel de biología, sino que es concebido y nace en plano cultural, partiendo de los padres y de la misma sociedad, que marcan el sentido de su vida. El niño surge, por tanto, de un entorno y matriz social, y especialmente de los padres (de la madre) que le ofrecen unas determinadas posibilidades de existencia biológica y cultural. Pues bien, cuando decimos que María ha sido concebida como Inmaculada, estamos afirmando que, por gracia de Dios, la sociedad israelita de su tiempo fue capaz de ir generando a una mujer en ámbito de gracia. Ciertamente es don de Dios todo el proceso del surgimiento de María. Pero es don que Dios despliega y que realiza por medio de «su pueblo», es decir, desde la cuna del AT israelita.
  8. Inmaculada, un opción y camino personal de vida. La concepción inmaculada de María ha de entenderse también como expresión de su propia opción personal, como mujer, como madre, como compañera de Iglesia, como cantora y promotora de la libertad y liberación humana. Ella nace inmaculada porque asume en forma limpia su propio nacimiento, porque quiere a Dios y va asumiendo su propio nacimiento como espacio de revelación de su misterio. En este sentido podemos recordar una palabra clave de Cervantes: «cada uno es hijo de sus obras» (Don Quijote). Hija de sus obras es María: hija de su propia opción creyente. Dios no viene s nuestra vida simplemente desde fuera, sino que nos da vida en la medida en que nosotros la aceptamos[2].

 Dos notas

Foto tomada en Grotte de Notre-Dame de Lourdes  por María N. el 11/3/2012

[1] La Inmaculada Concepción debe entenderse no sólo como signo de providencia genérica de Dios, sino como providencia histórica, que se expresa a través de los padres de María, a quienes la tradición ha visto como un signo especial de la historia israelita.Este es un dogma inclusivo, no excluyente: afirma expresamente de María, no niega de los otros; y de esa forma pone el conjunto de la historia humana, especialmente la israelita, a la luz de la gracia de Dios.

[2] En este lugar donde la acción de Dios por medio de la sociedad (los padres) viene a explicitarse a través de la acogida y despliegue personal de María culmina su verdadera concepción y nacimiento. Ciertamente, lo anterior es importante, de algún modo resulta decisivo, porque ofrece al niño sus «posibilidades» de existencia. Pero esas posibilidades deben ser ratificadas en un proceso de «nacimiento personal» donde el niño asume lo recibido y de esa forma se realiza como ser independiente, en libertad autocreadora. En ese aspecto debemos afirmar que cada uno nace de sí mismo naciendo de los otros. Según eso, María no es sólo Inmaculada porque Dios le ha dado (por medio de Israel) unas posibilidades de existencia positiva, abierta al plano de la gracia, sino porque ella misma ha acogido el don de Dios en un proceso de maduración personal, en diálogo intenso con Jesús, como ha mostrado el Nuevo Testamento.

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