25.5.24. Misticismo de Jesús, 1. Galileo orante, oración de la vida

     Había anunciado este pequeño curso de fin de semana hace un mes (6.4.24), pero no pude impartirlo por razones personales. Ahora, resuelto el tema, impartiré el curso, Dios mediante, el próximo sábado, 25 de mayo, en el Espacio-Ronda de Madrid, como muestra el programa que adjunto. Constará de tres “conversaciones”.

(1) Jesús, galileo orante: orar a Dios es comunicarse entre los hombres. La mística es   la misma vida, asumida y culminada en transparencia de amor

(2) Mística infalible en fe: Si oráis creyendo ya habéis recibido lo pedido.

(3) Mística que resucita: Por oración vivís unos en otros, resucitando de esa forma en ellos, pues el amor es más fuerte que la muerte (Cantar de los Cantares, vida de Jesús).

Hoy me fijo en el misticismo de Jesús, a quien presento como galileo orante, entendiendo su mística como experiencia radical de amor interhumano. Ahora presento la primera conversación. De las dos siguientes trataré en próximos días

JESÚS, ORANTE GALILEO

Comenzó su andadura de oración con Juan Bautista, entre los pecadores, marginados de su pueblo. Ciertamente, quiso fundar su oración en la historia israelita, fue un sucesor de los patriarcas y profetas. Pero debemos añadir que en su oración Jesús fue más allá de un plano puramente intra-israelita, vinculando el oración amor a Dios y amor al prójimo, traduciendo y realizando en forma humana el misterio originario, eso que algunos llaman la oración de Dios, como unidad del Hijo con el Padre.  

  1. - Jesús ha expresado el amor a Dios en forma de amor a los hombres
  2. - Jesús ha expresado la oración de comunión con Dios en forma de oración de comunión/comunicación con los hombres.

-  Oración, encuentro con el Padre. La oración de Jesús es, ante todo, experiencia fundante de su encuentro con el Padre. Es encuentro en cercanía: lo que Jesús tiene más próximo a sí mismo es el rostro de Dios Padre; así le ha descubierto en el primer destello de su amor y su conciencia; le conoce antes de conocerse, agradece su amor y le venera antes de ocuparse de sí mismo o de las otras tareas de la tierra. Este es un encuentro en gratuidad: Jesús no ha descubierto esa presencia y cercanía de Dios Padre con trabajos especiales; sabe que el amor del Padre no se compra con favores, no se logra con ideas; Dios es gracia original, y como gracia le ha acogido Jesucristo, en actitud de gozo agradecido. Finalmente, éste es encuentro de participación. Jesús sabe que Dios no se halla fuera.

- La oración como encuentro de intimidad (palabra, intimidad de amor con los hombres).    Jesús hace suya la «suerte» de Dios y de esa forma la explícita y realiza dentro de la historia humana, en forma de intimidad de palabra/amor con los hombres. Por eso, el Dios de la oración viene a mostrarse ante Jesús como el amigo-salvador de los demás seres humanos; su intimidad con Dios se expresa en forma de intimidad interhumana. Según eso, la oración de encuentro con Dios se expresa en forma de oración de encuentro y comunicación con los hombres.

 - Esa unidad personal del Padre con el Hijo se define en forma de plegaria, como indica de manera ejemplar Mt 11, 25-27: nadie conoce al Padre sino el Hijo, nadie conoce al Hijo sino el Padre. Pues bien, esa plegaria de comunión con el Padre se expresa y expande en forma de plegaria c comunión con los hombres. 

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 COMUNICARSE EN ORACIÓN CON EL PADRE Y CON LOS HOMBRES  (Cf. Pikaza, Compañeros-migos de Jesús. Iglesia antes de Pablo,  Sal Terrae, Santander 2024).

Jesús ha empezado siendo un orante galileo deIsrael. Asume las tradiciones de Israel, en ellas nace, de ellas vive. Así lo ha puesto de relieve R. Aron,Los años oscuros de Jesús, Ega, Bilbao 1991). Pues bien, en Israel, la comunicación con Dios se expresa en forma de comunicación con los hermanos…

  • Oración de la adolescencia. Jesús en el templo: Debía ocuparme de las cosas de mi Padre (Lc 1, 2, 41-52). En el trasfondo de la oración del bar-mitzva, del compromiso de maduración del niño judío, que se hace mayor de edad al reconocerse vinculado a la “Ley” de Dios (a la llamada israelita). Jesús va en contra de un templo donde la comunicación con Dios no se expresa en forma de comunicación con los hermanos, en especial con los pobres entendidos entendidos como carente de Palabra….Este pasaje implica un enraizamiento judío de Jesús, pero también una ruptura respecto de la piedad del templo, donde Jesús sólo queda durante tres días… para volver a Nazaret.
  • Oración de un artesano, obrero“eventual/dependiente”(Mc 6, 3). Los vecinos de Nazaret definen a Jesús como el “têktôn”, el artesano, alguien que ha madurado en un trabajo al servicio de otros. No es un propietario de tierras, alguien que tiene autonomía económica y laboral, sino alguien que trabaja al servicio de otros, como un obrero eventual. Su oración expresa la experiencia de un necesitado: alguien que está en manos de otros….Según eso, la oración del la comunión de palabra y vida con los otros se expresa en forma de comunicación integral, laboral, de palabra y vida.
  • Experiencia escatológica: Ante el juicio de Dios, la oración de Juan Bautista. Jesús asume el mensaje de Juan y se hace “discípulo suyo”. En un momento dado, hacia los treinta años, en plena madurez, Jesús abandona su trabajo y deja su familia y se convierte en discípulo de Juan Bautista. Éste es un momento clave de su experiencia de oración. Es evidente que aprende a orar con él y como él. La tradición cristiana sabe que Juan enseñó a sus discípulos un tipo de oración, como supone Lc11, 1: “Enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Jesús tiene que haber conocido y “practicado” la oración de Juan Bautista, en la que sin duda se pide a Dios que se manifieste como juez sobre el mundo. La novedad de Jesús será “llegue tu Reino” y no “llegue tu juicio”.

Bautismo. Nacer en oración

             La tradición evangélica ha sido muy sobria al referirse a la plegaria de Jesús. De todas formas, en la línea de los grandes relatos de llamada y vocación profética (cf. Is 6; Jr 1) ha querido presentar también su vocación como experiencia filial, el pentecostés de su vida.

Cuando bajaba todo el pueblo a bautizarse (cf.Lc 3, 21), bajó también Jesús, entremezclado con los publícanos y las prostitutas que, conforme al evangelio, aceptaron la llamada del bautista (cf. Mt 21, 32).

 Siendo una experiencia de Dios, ese bautismo es, a la vez, una experiencia de inmersión en la vida y dolor de su pueblo. En medio de los expulsados, marginados, pecadores y enfermos de su pueblo: rodeado del dolor y sufrimiento de los hombres, acompañado de medio de una muchedumbre que padece y busca ansiosamente salvación, Jesús recibe la palabra del Padre que le llama y le encomienda su tarea redentora.   

Esta experiencia bautismal de vocación, esto es, de llamada más alta de vida no es, por tanto, un hecho inesperado, una especie de casualidad que irrumpe, estalla, desde fuera, ungiendo al Cristo para un gesto y una vida que no había antes buscado ni soñado. Ciertamente, la experiencia es nueva, creadora: Dios desborda siempre y le desborda también a Jesucristo en este mundo. Pero Jesús se ha preparado cuidadosamente para aquella voz y para el gesto que la voz  de Dios le ha encomendado, esto es, para ponerse al servicio de los expulsados y enfermos de su pueblo.

Jesús  se había preparado como buen israelita, en los años oscuros y lentos de su vida en Nazaret, escudriñando la Escritura y encarnándose en los grandes problemas de su pueblo, en una tierra atravesada por la voz de la injusticia, el odio y el llanto. Se había preparado desde su doce años, tras abandonar el templo en la fiesta de la Bar Mitzvá (Lc 2, 41-51), trabajando como tekton,  obrero eventual de la construcción del nuevo pueblo…, se había preparado finalmente en la escuela de Juan Bautista.

Antes de ponerse a enseñar él se preparó escuchando la voz de Dios en su vida, como   discípulo de Dios que aprende en el camino de la historia de los hombres. Vino Jesús a compartir la experiencia de ese pueblo derrotado, destruido, envuelto en el pecado, ante la voz de Juan bautista. Así pudo escuchar la voz de Dios, estando bien atento a los lamentos y dolores de los hombres, trabajando por ellos y acompañándoles  en los caminos de su vida.

Esta  fue su oración, ésta fue su vocación, en las aguas del Jordán, en medio del cordón doliente de los hombres y mujeres de su pueblo. Orar es escuchar y compartir la voz de Dios escuchando y compartiendo la voz de los demás seres humanos que aprendieron a  su lado el camino de la conversión de Juan Bautista, que no era un camino de penitencia para el castigo, sino de metanoia a conversión más alta para la vida. Por eso, saliendo de agua y sabiéndose hijo de Dios empezó a decir a todos “metanoéite”,  dejaos transformar por el amor y la vida de Dios. 

             Así fue su vocación donde tenía que haber sido: ante las aguas del Jordán que se le muestran como cuna de nuevo nacimiento. Juan había presentado el agua como signo de diluvio y muerte: iba preparando a los hombres a morir, ante la ira justiciera de Dios (cf. Mt 3, 7-12). Pero Jesús, envuelto en el dolor de su pueblo, sintió que el agua del Jordán se transformaba en semilla para el reino. En el comienzo de la historia de su pueblo, cruzaron este río los hombres de Israel, para nacer y vivir sobre la tierra (Jos 1-2). Éste fue el nuevo tiempo de Dios, el comienzo de la vida de oración para los cristianos, el principio del misticismo de Jesús. 

  •  «Se abrieron los cielos y oyó una voz que le decía:
  • Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido» (Mc 1, 11).

 Todo lo demás había sido preparación. Ahora empieza el verdadero Jesús: el mismo Dios se le desvela como Padre, en intimidad y fuerza creadora. Sobre aquello que parecía tumba de la historia (el juicio del bautista), Jesús descubre la cuna de la historia nueva. Esa cuna es Dios, la voz del Padre. El sentido de la historia es el Espíritu de Dios, «que vino a posarse sobre él, como se va posando una paloma» (Mc 1, 10). La misma oración de Jesús se ha convertido así en tarea: debe realizar la obra mesiánica en el mundo. Por eso deja el río, con los discípulos de Jesús y se acerca Galilea, con sus nuevos discípulos, tomados en parte de la escuela de Juan  y comienza a decir: 

Se ha cumplido el tiempo, llega el reino de Dios, Meta-noéite (cambiad de mente) y creed en el evangelio (Mc 1,14-15)

 Toda la vida posterior de Jesús viene a entenderse como expresión de esa tarea, un desarrollo de aquello que ha escuchado y recibido en el bautismo. En esta perspectiva, podemos afirmar: la vida y la misión del Cristo se despliega y se realiza a partir de su plegaria. Su mensaje de reino, su palabra de amor hacia los pobres, su gesto de ayuda a los perdidos (todo su camino posterior) es la expresión de esta plegaria bautismal que se hace vida en medio de la historia.

MENSAJE Y CAMINO DE REINO. UN DESPLIEGUE ORANTE

Oración y discernimiento, las tentaciones en el desierto (Mc 1, 12-13 con Mt 4, 1-11 y Lc 4, 1-13). Toda la escena se introduce en un contexto de retiro-ayuno, que la tradición bíblica presenta como elemento integrante de oración, en su doble perspectiva de ejercicio de autodominio y de apertura a Dios. Pues bien, a la luz de la absoluta cercanía de Dios, y desde el fondo de su propia opción mesiánica, Jesús descubre la tensión y tentación de lo «diabólico», para superarla en clave personal y social (pan, milagro “religioso/supersticioso” y dominio sobre el mundo).

Orar es perdonarse. Oración es comunicación interhumana:

  Sólo se escucha la voz de Dios allí donde se escucha y acoge en amo la palara de los hermanos. Por eso, la única condición para orar (para que Dios acoja nuestra oración es perdonarnos unos a los otros, como dice de forma taxativa: Mc 11 25) La misma oración se convierte de esa forma en prueba, lugar de división, discernimiento y transparencia de amor y palabra con los demás:

22Jesús contestó: «Tened fe en Dios. 23En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. 24Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis. 25Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».26[«Mas si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos perdonará vuestras ofensas» Mc 11, 22-26]. Por eso, el que ora debe decidir iluminado por la luz de Dios que ha recibido en su existencia.

Oración y misión apostólica (cf. Mc 1, 14-15;Lc 6, 12-16 y Mt 9, 38). En oración ha realizado Cristo su tarea mesiánica de entrega por los hombres, en oración escoge a sus discípulos y anuncia el gran mensaje de liberación universal. Así lo pone de relieve Lc 6, 12-16, que presenta a Jesús orando en la montaña, en gesto de plena transparencia ante Dios. En ese contexto de oración descubre su nueva tarea (sermón de la montaña) y asume el compromiso de expandir su obra mesiánica a través de los Doce, que son símbolo y principio de la constitución del Nuevo Israel. Jesús no anuncia ya el juicio de Dios sobre Israel, como Juan Bautista, sino la creación del Nuevo Israel. En ese contexto ruega a sus discípulos que “oren a Dios”, para que envíe obreros a su mies que es grande (Mt 9, 38: en el contexto del envío misionero de los Doce).

Gracias te doy Padre porque has ocultado... Oración de agradecimiento ante la “crisis” del Reino (Mt 11, 25-28, Lc 10, 21-22). Esta oración va unida a la “crisis” de las ciudades galileas (Betsaida, Corozaím, Cafarnaúm…), que no aceptan el envío de sus discípulos (¡ay de ti…!). Ésta es la “crisis de los sabios y prudentes”, es decir, de aquellos que juzgan según los criterios del mundo (que son, en este caso, los criterios de la “buena” Ley judía, representada por los escribas y fariseos… La oración aparece como apertura a un orden superior de realidad y de conocimiento, algo que pueden realizar sólo los “pequeños”.

Oración de la comida compartida (multiplicaciones; Mc 6, 41 y 8, 6 par). En el Padrenuestro, pide “el pan nuestro de cada día dánosle hoy…”. Esta oración por el pan es, sin duda, una oración a favor de los hambrientos, que todos puedan comer… En este mismo contexto, en una perspectiva algo distinta se sitúa la oración del pan compartido, que tiene fondo tradicional judío, pero con una intensa novedad, que se expresa en cuatro rasgos. (a) Es oración ante el pan “multiplicado”, es decir, para todos, en el campo abierto, en especial para los hambrientos…(b) Oración por el pan que se comparte, es decir, que no se compra, sino que se regala, poniéndolo al servicio de todos, y que así se multiplica. (c) Es oración de bendición (de eulogía: Beraka: Mc 6, 41), conforme a la tradición judía, según la cual orar es bendecir a Dios. (d) Es oración de eucaristía, es decir, de acción de gracias, de gratuidad (eukaristía…), en una línea más vinculada a la novedad del evangelio, puesta de relieve por Pablo.

  • Oración y transfiguración (con entrega de la vida)(Mc 9, 2-28; Mt 17, 1-8 y Lc 9, 28-36).En Cesarea de Felipe (Mc 8, 27-38), Jesús acaba de revelar a sus discípulos el gran misterio de la “entrega de la vida” por el Reino (¡el Hijo del Hombre será entregado…!), con la protesta de Pedro, que no entiende “las cosas de Dios” (en oración), sino sólo las de los hombres…En ese contexto se añade que Jesús sube a la montaña para orar (Lc 9, 28-29), y estando en oración se “transfigura” ante sus tres discípulos (Pedro y los zebedeos). Esa transfiguración es una experiencia orante de Jesús (y también de sus tres discípulos, que no entiende bien esa oración…:¡hagamos tres tiendas…, no sabían lo que decían…!), una “visión pascual” anticipada. Esa unión de entrega de la vida a favor de los demás y transfiguración define el camino de Jesús.
  • Oración como experiencia de solidaridad con los enfermos y posesos. La acción de Jesús es oración y fe: La fe te  ha curado, dice Jesús a los enfermos…) Jesús ha vivido su oración como descubrimiento no sólo de la grandeza de Dios como Padre, sino también del sufrimiento de los hombres como sufrimiento y dolor de Dios. En oración ha descubierto y presentado ante Dios el sufrimiento de los enfermos, pecadores y expulsados: el hambre y sed, la desnudez y la opresión, el cautiverio y la injusticia de la humanidad: “Recibió como suyas nuestras enfermedades, cagó con nuestras dolencia” (cf. Mt 8, 17). De esa manera pudo decir: “Tuve hambre, tuve sed, fui extranjero, estuve enfermo, estuve encarcelado). Esta solidaridad orante, expresada en concreto en el camino de su vida, tal como culmina en la cruz, define la oración de la experiencia de Jesús (25, 31-46), que acepta y asume como propio, en actitud vicaria (de aceptación, no de rechazo, en gesto reparador), el pecado y el dolor de los demás. Así se viene a presentar ante Dios Padre como «representante» de los hombres. Así ha podido rogar, en actitud de redentor universal, en nombre de todos los que sufren y buscan en la historia (cf. en esa línea la oración “sacerdotal” de Jn 13-17).
  • Estos demonios sólo se expulsan [salen] con oración [y ayuno] (Mc 9, 29; Mt 17, 20-21). Este es el lugar donde aparece con más claridad el poder sanador de la oración por la que Jesús realiza “milagros” y expulsa a los demonios. La misma oración, es decir, el “desvelamiento” del misterio de Dios es el milagro que supera la enfermedad y vence al poder de lo demoníaco. Este es un texto clave que ha sido “recreado” y manipulado por la iglesia. (a) Texto original de Mc, 9, 29: “estos demonios sólo se expulsan con la oración”. (b) Interpretación original de Mt 17, 20: “estos demonios sólo se expulsan con la fe”; en esa línea se identifican la oración y la fe, de un modo esencial: “creer es orar, y viceversa”. (c) Una tradición posterior (influida quizá Mt 6, 1-18, que vincula oración, ayuno y limosna) dirá que estos demonios se expulsan sólo con “oración y ayuno” (añadido de Mc 9, 29 y nuevo verso añadido en Mt 17, 22).
  • He visto a Satanás caer como un rayo (Lc 10, 18). Una experiencia de visión.Los setenta (y dos) misioneros enviados por Jesús para proclamar el Reino vuelven gozosos porque “los demonios se les han sometido”. Jesús se alegra con ellos y dice “he visto a Satanás caer como rayo…”. Este pasaje nos pone ante una experiencia “extática” de Jesús, que es capaz de descubrir en oración el sentido más hondo de la acción misionera de sus discípulos. Esta caída de Satán como un rayo… está evocando una experiencia visionaria de algunos apocalípticos judíos, que dicen penetrar en los misterios de Dios. En Jesús no tenemos ninguna “visión” de Dios, con descripción de su misterios (a no ser, de algún modo, en el bautismo según Mc 1, 9-11…) vio los cielos abiertos… y oyó…), tal como aparece en 1 Henoc 14 y en el mismo Pablo (“conozco a un hombre que fue arrebatado hasta el tercer cielo y vio cosas…:1 Cor 12, 2). Su oración no es de “visiones”, sino de fe radical. Sólo aquí se nos dice que “vio a Satanás caer…”.
  • Oración de la Cena: ¡Esto es mi cuerpo…!(Mc 14, 22-25 par). El relato de la “institución de la eucaristía” puede y debe estudiarse desde diversas perspectivas (histórico-literarias y teológico-litúrgicas),pero es, sin duda, un texto de oración, en el sentido radical de la palabra.

 (a) Debe entenderse desde el gran “seder” de la Aggadah del entorno de pascua: Es oración de recuerdo y ratificación de la historia de Israel.

(b) Es oración de solidaridad y comunión de Jesús con sus discípulos, y con todos los que están representados por ellos, y oración de todos los cristianos entre sí… Sólo es cristiano quien puede decir y dice a los demás con su palabra y su vida “esto es mi cuerpo”. Mística de Jesús es dar la vida, dar el cuerpo a los demás….

(c) Es oración de trans-formación y entrega personal: Jesús entrega su vida a Dios entregándola a sus discípulos (a todos los hombres y mujeres: ¡por muchos, en el sentido de todos! Esta es la oración de la plena gratuidad y donación, por la que poner la vida en manos de Dios se identifica con ponerla en manos de los demás, en forma de alimento, comida.

B) ORACION FINAL, GETSEMANÍ

Significativamente, la tradición evangélica vuelve a situarnos ante el mismo tema en el momento final de la existencia de Jesús, allí donde el camino iniciado en el bautismo parece que se quiebra: en la oración del huerto de los olivos (cf. Mc 14, 32-42 par).

Esta es la hora decisiva. Jesús ha recorrido su camino, ha cumplido su tarea y al final parece hallarse fracasado. Humanamente hablando tiene la impresión de que su esfuerzo ha sido un espejismo. En un momento semejante, Jeremías llamó a Dios «mentiroso» (Jr 15, 18), diciéndole que juega, se burla de nosotros. Pues bien, Jesús padece también una experiencia semejante. Pero en palabra de oración emocionada, en la agonía final de su existencia, él mantiene su antigua vocación y se muestra fiel a Dios hasta la muerte, como ahora indicaremos.

El primer texto que trata de esta oración del Huerto es Heb 5, 7-10. Jesús, Hijo de Dios, se desnuda ante su Padre en oración: con temor y con temblor abre su vida al Padre, como un hijo dolorido a quien amenazan las angustias del infierno. Dios le ha enviado; a Dios apela «pidiendo que le libre de la muerte». Pero el texto afirma que, siendo verdadera su oración y transparente su actitud, desde el centro de su propia plegaria dolorida, Jesús Hijo aprende a cumplir la voluntad del Padre; acepta su palabra y de esa forma culmina su camino filial.

El texto presupone un proceso en tres momentos: a) Jesús ruega al Padre, pidiendo que le libre de la angustia de este mundo (de la muerte); b) centrado en oración, descubre la voluntad de Dios, que es mantenerse hasta el fin en la prueba, en oración de amo; c) Jesús acepta la voluntad del Padre y cumpliéndose se realiza a sí mismo (culmina) como Hijo. Sólo de esa forma, Jesús viene a presentarse ante nosotros como mediador de salvación: abre el camino que nos lleva, por la entrega de la vida, hasta la vida verdadera.

El segundo texto   es Mc 14, 32-42y par. Jesús ora desde el fondo de su angustia, en la misma situación de muerte que indicaba el texto anterior diciendo: «,-Abba, Padre! Tú lo puedes todo. Aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Me 14, 36). Por eso presentamos sus tres momentos de una forma semejante:

  • a) El  texto implica un elemento previo de encuentro con el Padre: sólo quien ya vive de algún modo la experiencia de Dios, quien le ha encontrado en su camino, puede hablarle de esta forma;
  • b) a partir de aquí, se entiende la ruptura primigenia, es decir, la diferencia que Jesús advierte entre su propia voluntad de carne y la desnuda voluntad del Padre. Jesús busca su propia seguridad, tiene miedo al sufrimiento. El Padre, en cambio, le mantiene en el camino de la entrega y del amor hasta la muerte;
  • c) la oración implica, finalmente, un ajuste misterioso entre Jesús y el Padre. Sobre la debilidad del deseo de su vida y del miedo de su muerte (carne), Jesús quiere acoger la voluntad del Padre, en gesto de confianza abierta por encima de la muerte.

Esa voluntad del Padre que Jesús acoge es oración; El sigue recibiendo en su vida la vida de los otros hombres y mujeres de su entorno, incluso (especialmente) la de aquellos que le condenan a muerte. Acoger en amor la vida de los otros, eso es orar,  y responderles con amor hasta la muerte es culminar la oración, dando la vida por loa otros y viviendo en ellos, como pondré de relieve en las  reflexiones de días siguientes

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