18.7.18. Montesclaros 2. Tercera Bestia: Mammón, la gran Prostituta

-- La Primera Bestia es el poder de destrucción absolutizado, representado en el imperio militar de Roma, el poder y estructura de muerte, el principio del anti-mundo.
-- La Segunda Bestia es la mentira absolutizada, el falso profeta que engaña, seduce y cautiva los cuerpos y almas de los hombres y mujeres.
-- La Tercera Bestia es Mammón, la Prostituta-Dinero, que compra y vende todas las cosas en el mercado de la falsa ganancia y de la muerte.
Ésta es la Trilogía o Trinidad invertida del Dios-Muerte que ha expuesto con detalle el libro del Apocalipsis. Así lo he venido a presentar y exponer en Montes-Claros, en este segundo día de las jornadas teológicas. Buen día a todos, desde la Alta Cantabria.
El camino del mal, las tres Bestias
‒ La Primera Bestia (Ap 13, 1-10) recoge el motivo de las fieras de Daniel (Ap 13, 2. cfr. Dan 7, 46), condensadas en el poder político-militar de Roma, originalmente violento, que brota del Dragón y no reconoce los valores de la vida humana, ni la gratuidad, sino que pide que le adoren. Esa bestia dice que es salvadora, pero es principio de muerte (Ap 13,4-8).
Y vi subir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, con una diadema en cada cuerno y un título blasfemo en cada cabeza. La Bestia que vi se parecía a una pantera; tenía patas como de oso y fauces como de león. El Dragón le dio su fuerza, su trono y su inmenso poder. Una de sus cabezas parecía haber sido herida de muerte, pero su herida mortal estaba ya curada. La tierra entera corría fascinada tras la Bestia. Entonces adoraron al Dragón, porque había dado su poder a la Bestia y adoraron también a la bestia, diciendo: ¿Quién será como la Bestia y podrá luchar contra ella? (Ap 13, 1-4)
‒ Segunda Bestia, Profeta Falso (Ap 13,11-18). Parece no-violento, porque es delicado y muestra rasgos de Cordero. Tiene, sin embargo, la crueldad de una mente poderosa y retorcida y la pone (se pone) al servicio de la Bestia del poder, para engañar a los hombres de manera aún más intensa. Es el espíritu de la mentira, es la violencia del mal pensamiento que pervierte la vida del mundo con milagros falsos y con una economía al servicio del poder.
Vi otra Bestia que surgía de la tierra: tenía dos cuernos como de Cordero pero hablaba como Dragón. Ejercía todo el poder de la primera Bestia en favor de ella, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adorasen a la primera Bestia, aquella cuya herida mortal había sido curada. Hacía grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres. Seducía también a los habitantes de la tierra con los prodigios que se le había otorgado realizar en favor de la primera Bestia, y los incitaba a levantar una estatua en honor de la Bestia que fue herida de espada y revivió. Se le concedió dar vida a la estatua de la bestia, de modo que incluso pudiese hablar, y se le dio poder para hacer morir a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. Hizo también que todos, grande y pequeños s, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente (Ap 13, 11-16).
Esta bestia es la falsa profecía y religión, la razón de Estado del Imperio, que protege a los que sirven al sistema y que destruye a quienes lo rechazan. Aquellos que no acepten la mentira oficial de esta Segunda Bestia (su propaganda e ideología política, su religión de Estado) no podrán llevar la marca de la Primera Bestia, de manera que estarán fuera de la ley, no podrán comprar ni vender, ni hallar refugio, sino que vivirán como desterrados sobre el mundo. Ésta es la acción de la segunda Bestia, representada por los sacerdotes e ideólogos de un Imperio Sagrado al que todos debían elevar el incienso de su culto. Para ratificar el triunfo de sus armas y dinero, el Imperio tiene que apoyarse en este Falso Profeta, con su ideología mentirosa, su poder perverso (seis, seis, seis).
‒ Tercera bestia es la Prostituta (Ap 17-18), elemento final de esta trinidad de muerte, con figura de mujer y aspecto de reina (Ap 17, 4), llevando en su mano la copa del comercio universal, que es el dinero (Ap 17, 4-5). Ella es por un lado Babilonia, ciudad anti-divina, nueva Roma (que ha conquistado y quemado Jerusalén), dueña del dinero, el fatídico Mammón, Dios falso que reina sobre el mundo (Ap 17, 3.9; cf. Mt 6, 24).
Con su lenguaje popular e intuitivo, Jesús había hablado sólo de Mammón, Dios-Dinero en el que desembocan y culminan los otros dos. El Apocalipsis, en cambio, interpreta a ese Mammón como Prostituta y la coloca como culmen de la tríada satánica, tras la primera y segunda bestia. En esa línea interpreta y actualiza el mensaje y proyecto de Jesús, diciendo que Mammón es la Prostituta, porque compra y vende todo por dinero, presentando su ley (economía del sistema) como única verdad.
E
n esta Prostituta del mercado mundial culminan y se expresan los poderes anteriores: militar (Primera Bestia) e ideológico (Segunda). Por ella sabemos que, al fin, no existe más Dios ni Poder que el Capital/Mercado, que se centra en Roma, donde desembocan las mercancías y males de la tierra conocida. Ella se envanece como diosa, pero sólo es una mala cortesana, pues con ella se han prostituido los reyes de la tierra, ganando y gastando su dinero, gastándose a sí mismos (cf. Ap 17,1-2; 18,3.9) .
̶ Los tres poderes. Supremacía económica.
La misma Primera Bestia que se sirve del Falso Profeta utiliza a la Prostituta porque compre y vende todo por dinero, presentando su ley (economía de mercado) como única verdad sobre la tierra. En ella culminan y se expresan plenamente los poderes anteriores. No existe al fin más Dios ni Poder que el Mercado/Mammón, centrado en Roma, donde desembocan todas las mercancías y riquezas de la tierra conocida. Esta Prostituta/Mercado se envanece como diosa, pero sólo es una mala cortesana, pues con ella se han prostituido los reyes de la tierra, ganando y gastando su dinero, es decir, gastándose a sí mismos (cf. Ap 17,1-2; 18,3.9).
En este contexto se sitúa la gran persecución contra los cristianos (en realidad contra los pobres), que no tiene ningún fundamento de tipo metafísico elevado, sino que es resultado de una simple compra-venta. La fuerza militar de la primera bestia y el engaño ideológico de la segunda se ponen al servicio de la prostitución universal de Mammón, que la Cortesana. Con ella han fornicado en especial los comerciantes del imperio, que convierten la vida de los hombres en pura mercancía. Por eso, cuando ella sea destruida, los comerciantes llorarán, pues no podrán tener lo que tenía su mercado: Oro y plata; piedras preciosas y perlas…cuerpos (sômata: esclavos) y almas (psykhai) humana» (Ap 18, 12-13)
Todo se compra y vende en el mercado de la Prostituta, empezando por el oro, pasando por tejidos, materiales ricos, especias y alimentos caros, hasta llegar a los animales y a los hombres. Dentro de aquel mundo de soldados y de ideología, que ha venido a convertirse de hecho en un fuerte y durísimo mercado, los hombres sólo cuentan ya como un objeto más para el sistema cuyos mediadores son los comerciantes. La vida humana se compra y vende así en el Mercado/Mammón donde culminan y se expresan los poderes del imperio (Primera y Segunda Bestia).
De esa forma, Roma, que se presentabas como Ciudad Suprema de la Paz Eterna, encarnación de la justicia divina, ha venido a convertirse en un burdel al servicio del dinero. Ha querido proclamarse Diosa: “Yo soy reina; no conozco viudez, ni veré tristeza alguna” (Ap 18,7). Se ha embriagado de su gloria... ha bebido la sangre de los mártires, los pobres de la tierra (cf. Ap 18, 24; 19,1-2) y esa sangra clama al cielo, en contra de esa Ciudad que es un pura prostituta.
Así se ha completado la trilogía del poder que se instituye y diviniza, en claves de violencia (Bestia 1ª), mentira (Falso Profeta) y Mercado/Mammón (Prostituta). Ciertamente, en un sentido el orden social del Imperio Romano se mantiene con la espada de la justicia y con la ley de un tipo de equilibrio político, en la línea de Rom 13, 1-7, de manera que muchos cristianos han optado por aceptar el orden de Roma, interpretando en esa línea la respuesta de Jesús en Mc 12, 18-27: Devolved al César lo que es del Cesar y dar a Dios lo que es de Dios. Pero a los ojos del Apocalipsis, el poder de Roma se ha vuelto opresor y satánico, de forma que es necesario “salir de su campo de dominio”, como el mismo vidente dice a los cristianos: “Salid, salid de Babilonia…” (Ap 18, 4, con referencia a Jer 51, 46; Is 48, 20), esto es, “devolved el denario a Roma”.
El Apocalipsis sabe que la violencia militar (Primera Bestia) es satánica y exige adoración: “¿Quién podrá compararse con la Bestia y ofrecerle resistencia?” (Ap 13,4), y sabe que es satánica también la segunda Bestia, el falso profeta. Pero el poder de Satanás se ha “encarnado” finalmente en la Ciudad-Mammón, donde los hombres no son ya personas de Dios en libertad, sino simple mercancía. Ciertamente, se trata de una ciudad que puede nombrarse y se nombra, es Roma, pero siendo más que una pura ciudad: es Mammón, el dinero divinizado.
Esa trilogía satánica procede del Dragón, que quiere alimentarse de la vida humana (del Hijo que nace de la Mujer: cf. Ap 12. 1-4), y expresa la estructura de una vida donde los justos no-violentos, es decir, aquellos que no pactan con la Bestia, están condenados a la marginación y al hambre, pues los que no llevan el signo de la Bestia y su violencia (sean formalmente esclavos o libres), no pueden comprar ni vender (cf. Ap 13, 17), de manera que han de mantenerse fuera de las estructuras sociales del imperio, sin aspirar a oficios públicos, sin garantías laborales ni sociales, familiares ni sanitarias .
El número de la Bestia.666. Número de dinero
Desde ese fondo se entiende el número seis, seis, seis, que de modo directo o indirecto evoca la economía de la Bestia, que en un sentido es un enigma, pero que, en otro sentido, es un número muy concreto, vinculado a la vida económica del imperio, a la injusticia del sistema, como dice el texto al presentando la obra del Falso Profeta.
Hizo también que todos, grande y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente. Y sólo quien llevaba grabado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podía comprar o vender. Aquí se debe aplicar la sabiduría. Quien se sienta inteligente pruebe a descifrar el Número de la Bestia, que es Número humano: seis, seis, seis (Ap 13, 16-18).
El sentido de ese número ha de ser sencillo y evocar (directa o indirectamente), el comercio de aquellos que se aprovechan del Sistema Romano para comprar y vender y enriquecerse a costa a los pobres (en la línea de Mammón de Mt 6, 24 par.). Esa es la encarnación del ídolo (la economía que destruye a las personas), ése es el sentido más hondo del número, que marca con su sello a los adoradores del imperio, pues aquellos que han vendido su alma al sistema (para comprar y vender) llevan el signo idolátrico de la Bestia, que es la Prostituta, el Comercio de Mammón, Satán objetivado, el Anti-Dios de un mercado donde todo se compra y se vende.
Ésta es la paradoja. Buscamos el número (6, 6, 6) como si fuera algo externo, con grandes adivinaciones y teorías esotéricas o mágicas, como si aquel que supiera descifrarlo pudiera resolver problemas superiores. Pues bien, el Apocalipsis supone lo contrario: Todos los que “compran y venden” y se enriquecen a costa de los pobres llevan el número en la mano o en la frente, como su carné de identidad, su pasaporte. Los otros, los que no pueden conseguir ese número (o no quieren llevarlo, por honradez y opción cristiana) están condenados a ser parias, sin derechos, sin oportunidades, como los fieles de la iglesia del Apocalipsis.
Entendido así, ese número es la marca del Dinero y de todo aquello que se puede comprar por dinero, la marca de aquellos que asumen el sistema del imperio. Los fieles de Jesús conocen el número, no quieren llevarlo, porque es signo de opresión. Ésta es la realidad que está al fondo del tema: el Falso Profeta (2ª Bestia) ofrece la marca de la Primera Bestia a los privilegiados de la sociedad, para que puedan comprar y vender, para bien común del imperio (no de sus pobres). En esa línea ha de entenderse el 6, 6, 6, el más simple, más vulgar de este mundo malo: el número de los que se aprovechan del sistema y viven a costa de los otros.
Recordemos que el imperio romano quiso presentarse como primera sociedad global, capaz de ofrecer cauces de comunicación entre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf. Ap 13, 7). Aparecía así como milagro de convivencia, ámbito de paz universal. No era una Nación-estado, sino el Estado-imperio donde cabían todas las naciones, cada una con su propia identidad y diferencias. Ese fue su milagro, aquello que nunca se había conseguido, de tal forma que muchos veneraron a Roma como Diosa, revelación sagrada de la historia. Por eso, su Número y signo debía ser la eternidad: la Roma Eterna, sentada en el trono de las grandes aguas (cf. Ap 17, 3).
Pues bien, en contra de esa divinización resisten y protestan los cristianos, y se eleva el Apocalipsis, mostrando a través de este Número que, en el fondo, Roma es sólo un signo de impotencia y muerte, un número incapaz de ofrecer plenitud y salvación. Los romanos se creían enviados por Dios (por los dioses) para fundar y expandir su orden divino, de manera que ellos deberían ser 7-7-7 (como los astros del cielo, como la semana sagrada, como Dios). Pues bien, en contra de eso, los cristianos saben que el número de Roma es un simple 6-6-6, el signo de una criatura mala y en el fondo impotente, que quiere divinizarse oprimiendo a los demás, pero que terminar destruyéndose muy pronto .
La revelación de la prostituta.
He presentado ya su figura, junto a las dos bestias, identificándola con aquel Mammón en el que Jesús había condensado todos los poderes diabólicos (Mt 6, 24). Pues bien, el Apocalipsis describe su sentido de un modo profético, cuando se prepara para hablar de su destrucción. Así la presenta un ángel de las copas:
¡Ven! Te mostraré el juicio de la Prostituta grande, sentada sobre aguas caudalosas, con la que se prostituyeron los reyes de la tierra y se emborracharon los habitantes de la tierra con el vino de su prostitución. Me llevó en espíritu a un desierto y vi a una mujer sentada sobre una bestia color escarlata, lleno de nombres blasfemos, que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer iba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada de oro, piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de la impureza de su prostitución. Y escrito en su frente un nombre: ¡Misterio! Babilonia, la grande la madre de todos los prostitutos y de todos los abominables de la tierra. Y vi a la mujer emborrándose con la sangre de los santos y la sangre de los mártires de Jesús (Ap 17, 1-8)
Ella representa la sacralidad invertida, la diosa del poder hecho opresión. Allí donde los aduladores cantan su grandeza (¡es diosa!) ha visto Juan que es una prostituta por dinero. Su signo distintivo es una copa (poterion, vaso). Normalmente, la mujer es vientre y pechos: fecundidad, ánfora de vida y leche para sus hijos. Pero esta mujer no es seno gozoso ni maternidad generadora sino copa de misterio embriagante y sanguinario.
– La copa pertenece a las libaciones de los cultos israelitas y paganos (cf. Sal 16, 5; 23, 5; 79, 5; 116,13-14 Is 51, 17): Dios mismo la ofrece a los hombres, les hace convidados de su mesa. El NT presenta la copa o poterion en la que Jesús regala a sus discípulos el vino de su vida hecha sangre derramada (cf. Mc 14, 23-25 par), haciendo así que ellos mismos se vuelvan señal de vida unos para los otros (cf. Mc 10, 39-40). Pero la copa de esta mujer está llena de las abominaciones e impurezas de su Prostitución... (17, 4): contiene lo que ella ofrece a sus amantes y lo que recibe de ellos (la comida que ofrece, la sangre que chupa), la economía del mercado mundial de Roma que destruye a los pobres.
– Y escrito en su frente: ¡Misterio! (17, 5), es decir, revelación escatológica. Esta mujer promete algo que nunca puede conceder. Ella es lo contrario a Dios, una humanidad que vive del engaño, destruyendo a los demás y realizando su anti-eucaristía. Parece diosa, expresión del culto supremo del imperio, montada sobre la bestia, como icono o imagen que todos deben adorar (aceptar, venerar) si quieren vivir (comprar y comer) en ese imperio (cf. 13, 14-18). Pero ella es solo humanidad de muerte, misterio de opresión: La prostitución económica universal.
La Mujer-ciudad cabalga sobre la Bestia escarlata llena de blasfemia (17, 3), pues no puede dominar la tierra por sí sola, sino que necesita al Imperio militar de Roma, que ya tenía a su servicio a la Segunda Bestia o Mal Profeta, que engaña a todos con milagros falsos (perversión ideológica) y falsa comida (perversión económica). Esta mujer es la ciudad sangrienta del mercado, la Corrupción Absolutizada, que no puede perdonarse, porque es el mal en sí, de forma que debe ser destruida y superada .
Es difícil saber quién domina a quién en esta tríada satánica, pues todos tienden a engañar y dominarse. Es evidente que, por una parte, la Ciudad/mercado utiliza a la Primera Bestia (Imperio), pues monta sobre ella para hacerse prostituta universal. Pero, al mismo tiempo, la Bestia Militar se vale de la Prostituta para dominar a las naciones. La Primera Bestia se servía ya del Mal Profeta (el capital, la verdad falsa), pero ella necesita más, quiere y obtiene el servicio de esta Mujer Prostituta que es la ciudad divinizada como Mercado de todos los vivientes, que aparece así:
‒ Está sentada sobre Grandes Aguas (Ap 17, 1), como Babilonia, ciudad originaria, asentada sobre las corrientes primordiales (y sobre los canales del Éufrates: cf. Jer 51, 13). El ángel hermeneuta identifica después esas aguas (17, 15), que se refieren también, sin duda, a las de Roma, con los pueblos, multitudes, naciones y lenguas que forman la base y sostén de la Ciudad Prostituta y su Mercado (Roma).
– Con ella se prostituyen los reyes (Ap 17, 2; cf. 6, 15; 16, 14) y aquellos que desean el poder en este mundo. Se ha dicho que el poder corrompe. Pues bien, esta ciudad es la corrupción absolutizada. Al afirmar que con ella se prostituyen los reyes el autor está pensando quizá en los monarcas vasallos de oriente, como los herodianos vendidos a Roma. Pero la expresión puede ser más amplia y referirse a todos los monarcas del mundo que suelen presentarse como aliados/vasallos de Roma (cf. Ap 17, 18; 18, 3.9; 19, 19), prostituidos con ella.
– Con ella se emborrachan todos aquellos que se dejan corromper por la prostitución (violencia), de Roma, que ellos utilizan para su provecho (Ap 17, 2). Como borrachos los presenta el texto: embriagados de prostitución, ebrios de sangre. No saben, no conocen, no consiguen vivir en sobriedad. Son un mundo pervertido. Esta imagen de la borrachera universal es un lugar común de la literatura gnóstica, que concibe a los hombres como ebrios, dominados por el sueño del olvido. Pero la gnosis evoca una embriaguez individual, que se supera por la interiorización iluminadora. El Apocalipsis, en cambio, habla de una embriaguez social, vinculada a la injusticia económica y al asesinato de los justos.
– La prostituta está finalmente, borracha de la sangre de los santos y mártires de Jesús... (17, 6a), una imagen que puede compararse con la del lagar donde el vino prensado se hace sangre (14, 15-17), lo mismo que los mares/ríos de la tierra (16, 3-7). Esta es la verdad final (última mentira) de la Ciudad/Prostituta universal que vive de la sangre de los pueblos. Por ella vemos que Roma ha construido y mantiene su poder sobre un fundamento de antropofagia ritual: vive de la sangre de sus sometidos, que se expresa de un modo especial (pero no único) en l persecución de los cristianos que es como punta de iceberg de un sistema universal de muerte.
Esta no es una imagen de erotismo sexual, pues el signo de la prostitución (masculina y femenina: prostituta y prostitutos) se aplica (con la tradición del Antiguo Testamento) a la idolatría y, en especial, a las relaciones sociales de violencia, centradas en la opresión económica y en la imposición social (asesinato), en contra de lo que será la ciudad de las bodas finales del cordero (Ap 21-22). Ella, la ciudad-mercado, sede de la Gran Bestia, es el misterio invertido, Babilonia la grande, encarnación económico/social de perversión (economía que oprime y mata a los pobres).
Apocaliplsis, libro de condena, libro de esperanza
Juan condena así la maldad de una economía imperial al servicio del lujo y sangre de la ciudad prostituida. No es un comercio humano para bien de los pobres, pan y peces compartidos del mensaje de Jesús (cf. Mc 6, 30-44 par); no es mercado que expande vida y ayuda a compartir lo producido y que así vale como medio (espacio) de encuentro entre los hombres, partiendo de los pobres. Este es el comercio de la muerte, cueva de bandidos de la Prostituta (cf. Mc 11, 17). Entre riqueza y poder de perversión hay relaciones hondas. Por eso lloran los comerciantes de la tierra: han perdido sus mercados y ya nadie comprará su lujo. Han sido servidores de la injusticia, y sólo les queda ya el llanto por las mercancías que no pueden vender:
Objetos preciosos: oro, plata,
piedras ricas, perlas. Tejidos caros: lino, púrpura, seda, escarlata Materiales: sándalo, marfil, maderas, bronce, hierro, mármol
Especias, perfumes: canela, clavo, perfumes, ungüentos e incienso Alimentos: vino, aceite, flor de harina y trigo Animales: ganado mayor, ovejas, caballos y carros.
Personas: esclavos (=cuerpos) y almas humanas
Parece una lista comercial y lo es, sin duda. Roma es mercado que empieza en oro y acaba en cuerpos y almas humanas. Todo se compra y vende, incluidas las personas. Significativamente, en esta lista no aparecen mujeres: no hay alusión al comercio del sexo, abundante en aquel tiempo.
La pornografía del mercado se ha de buscar en el plano general de la existencia convertida en pura compraventa. Es muy posible que estos comerciantes no tengan religión ni patria propiamente dicha. Su patria es el negocio, su religión la ganancia. Para ellos, Roma, Ciudad sagrada de la Paz Eterna, encarnación de la justicia eterna (así pregona la propaganda político/sacral del tiempo), se ha venido a convertir en una simple y pura prostituta. Es evidente que sólo cree en su comercio.
Un mercado común al servicio de los ricos comunes, comerciantes, dueños del oro y esclavos que se venden en la plaza, al lado de los carros, ovejas y/o caballos, eso es de Roma. Los que lloran su ruina no la han querido de verdad. No se lamentan por ella, sino porque han perdido sus ganancias. Su lamento de comerciantes arruinados se eleva con las llamas del incendio. Lloran pero no se acercan a ayudarla, porque tienen miedo de compartir su condena.