Mujeres de David 6. Abisag, la sunamita

Era ya viejo el rey David y entrado en años; le cubrían con vestidos pero no entraba en calor. Sus servidores le dijeron: «Que se busque para mi señor el rey una joven virgen y le asista y sea su mayordomo; que duerma en tu seno y dé calor a mi señor el rey». Se buscó una muchacha hermosa por todos los términos de Israel y encontraron a Abisag, la de Sunem, y la llevaron al rey. La joven era extraordinariamente bella; y era mayordomo del rey y su ministro, pero el rey no la conoció (Cf.1 Rey 1, 1-4).
Éste parece el triste colofón de un rey anciano e impotente, a quien sus mujeres antiguas no cuidan, pero al que se le busca y encuentra una mujer joven que le pueda ofrecer los servicios más oficiales e íntimos. Éste es el final aún más triste de una mujer a la que no le dejar ser ella misma, sino que ha de estar al servicio de la política de otros, reyes y cortessanos.
Destino de poder, un destino triste
Éste es el destino de una muchacha que será la última mujer de un rey que ha hecho siempre lo que ha querido, pero que ahora están manos de sus siervos.
(a) No es el rey el que busca una mujer, pues ya no puede, sino sus siervos (‘abdau, en el sentido de médicos y consejeros).
(b) Ellos le buscan una mujer joven y bella, que pueda “calentarle” en sentido físico (quitarle el frío) y humano (encender su deseo), pues un rey sólo está verdaderamente vivo mientras mantiene su potencia sexual y puede tener hijos que hereden su trono; además, si el rey tiene un hijo heredero sus “siervos” serán regentes hasta que alcance la mayoría de edad.
Pues bien, siendo joven, la más bella y atractiva (para despertar el deseo sexual del rey), esa sunamita debe cumplir y cumple otras funciones esenciales.
(a) Ella habita con el rey, en la intimidad del palacio, siendo su asistente de cámara (ella‘abad, asiste, ante él) y su administrador o mayordomo (es la sokenet del rey; cf. Is 22, 15). Nadie puede entrar ya en la intimidad del rey; sólo ella (¡buscada por los “siervos” de palacio) puede hacerlo y lo hace, llevando en sus manos las llaves del reino, como Sobna en Is 22, 15.
(b) Esta sunamita actúa por tanto como ministro personal del rey, cuya casa administra (con šarat), de forma que tiene en sus manos el destino del reino, que pende, por tanto, de sus manos, siendo así un peligro para las pretensiones de Betsabé (y de Salomón): ¡El posible hijo de esta sunamita sería el heredero del reino!.
De esa manera, mientras Adonías y Salomón disputan el trono de su padre (cf. 1 Rey 1, 5-53), ella se ocupa de cuidar y administrar la casa del rey, de manera que cuando Betsabé viene a pedir audiencia con el rey, tiene que cursar su demanda a través de Abisag, que está presente a lo largo de la audiencia (1 Rey 1, 15, con šarat de nuevo). Pero ella no pudo mantener el poder, ni legarlo a sus hijos, pues el rey “no fue capaz de conocerla” (1 Rey 1, 4), ni de transmitir a través de ella su herencia real. Así aparece como mujer “frustrada”, atracción inútil para un rey anciano.
Una mujer trágica
Esta Abisag, sunamita hermosa y sabia, llamada (¿condenada?) a ser el último ministro humano y político de un rey antes poderoso, aparece así como figura trágica (¡no ha logrado levantar el deseo del rey, ni calentarle de verdad!), viniendo a convertirse, cuando muere el rey, en figura de harén, un personaje triste, como lo muestra el relato ya citado donde se dice que Adonías (pretendiente real) quiso tomarla como esposa, pidiendo a Betsabé que intercediera ante Salomón, que le mató por ello (cf. 1 Rey 2, 13-24).
En mi presentación de Betsabé he dejado abierta su intención al cursar la petición de Adonías (ella puede querer “alejar” a Abisag, su contrincante final, o precipitar la muerte de Adonías. En ese fondo podríamos pensar que Adonías amara de verdad Abigal y quisiera casarse con intenciones puramente “afectivas”, pues el texto ha dicho que David no la había “conocido”, de manera que ella permanecía virgen y, estrictamente hablando, no se podía decir que formara parte del harén real. Además, el mismo Adonías confiesa que “no quiere ya el reino”, pues Yahvé se lo ha dado a Salomón (1 Rey 2, 15-16)
Parece así que Abisag quedó al final sin un marido propio, en el nuevo harén de Salomón que quizá no volvió a acordarse de ella, pues tenía otras mujeres (y ella debía serle odiosa, como contrincante de su madre). Sea como fuere, algunos han pensado que ella es la sunamita/sulamita de Cantar de los Cantares.
BIBLIOGRAFÍA
Cf. M. Häusl, Abischag und Batscheba. Frauen am Königshof und die Thronfolge Davids im Zeugnis der Texte 1 Kön 1 und 2, EOS Verlag, St. Ottilien1993; M. García Bachmann, Un rey muy viejo y una muchacha muy linda; violencia casi imperceptible (1 Re 1,1-4), RIBLA 41 (2003) 50-68.