Orar con la naturaleza, orar con las cosas (Introducción a Francisco de Asís)

Sigo revisando los posts de días anteriores, cuyos primeros comentarios han quedado borrados ante la avalancha de los nuevos. Hoy retomo el motivo del que se titulaba: Francisco de Asís: Hermano sol, Hermana Luna. Tendrá est post dos partes:


a) Presento los aspectos básicos de la Oración de la Naturaleza, como introducción al tema de la Oración de Francisco.

Vivimos en el centro de una cultura técnica, de tipo instrumental, de manera que las cosas valen en la medida en que podemos convertirlas en medio de producción, de “almacenamiento simbólico” (riqueza) y de consumo, aunque sea a costa de los otros. Ahora, en vacaciones (en el hemisferio norte), es buen tiempo para descubrir la belleza y misterio de las cosas en sí, de la naturaleza como tal, como elemento de un inmenso canto de alabanza dirigido a Dios (a la Vida, a la Realidad).



Es buen tiempo para decir Hermano Sol, Hermana Luna. Por eso he querido retomar este motivo de la oración con el mundo (en la montaña o el mar, ante la noche o ante al canto de la alondra triguera), ofreciendo una introducción al tema de la oración más elevada de Francisco, que comenté el otro día.


b) Recojo algunos elementos perdidos del blog del pasado día 13, para aquellos que los quieran recordar.


Buen día a todos. Así os dejo con mi reflexión sobre la oración de la naturaleza y con las sabias respuestas de algunos comentaristas al post antiguo. Si esto vale para entender y vivir mejor la oración de la naturaleza me alegraría mucho.Me gustaría que este post fuera comentado y corregido, ampliado y contestado, desde las diversas perspectivas de la admiraciòn y el gozo ante la naturaleza. Quiero que se un post ecológico, pero más que ecológico: un blog orante. El mundo es para trabajar, pero tambièn para contemplar, pues es signo de los dedos y del corazón de Diuos


1. ORACIÓN DE LA NATURALEZA.
INTRODUCCIÓN A FRANCISCO DE ASÍ



La oración está al principio de la vida del hombre
sobre el mundo. En un primer momento, cuando
no existía todavía la conciencia, ni los antropoides
(prehumanos) se podían enfrentar con la naturaleza,
todo se encontraba envuelto en una misma
niebla oscura, en un destino que nadie conocía y del
que nadie podía sustraerse. Pero un día, por caminos
que la ciencia puede barruntar, aunque no pueda
descifrar nunca del todo, el mismo Dios omnipotente
vino a «soplar soplo de vida» al interior de
aquellos seres, que hasta entonces no eran más que
arcilla de la tierra. Se introdujo el «espíritu de
Dios» en el camino de la tierra y de esa forma nació
el hombre como ser capaz de conocerse y enfrentarse
con el mundo (cf. Gn 2).



Así aparecen, a la vez, el hombre y el mundo como realidades unidas y enfrentadas. El hombre se conoce a sí mismo en la medida en que se viene a separar del mundo: lo pone frente a sí, lo cuida, lo trabaja. Por eso, sin haber tratado aún de nuestra vida interior, nos ocupamos del conocimiento del mundo como espacio de apertura hacia el misterio.

Tres son, a mi juicio, las maneras de acercarse a un mundo que en principio concebimos como naturaleza, esto es, aquello que parece brotar y desplegarse por sí mismo. (Como verá el sabio lector, utilizo un esquema de Kierkegaard, cuando trata de los tres "hombres", pero lo modifico de un modo radical).

El hombre práctico destaca la vertiente económica del mundo: lo que importa es el trabajo, con la producción, distribución, consumo de los bienes producidos; todo el resto le parece derivado, secundario.

El hombre de carácter más estético, y de un modo parecido el pensador-filósofo, contempla y juzga el mundo en función de la belleza y armonía del conjunto que descubre como fuente de vida (physis, natura) para su despliegue.

Finalmente, el hombre religioso sabe mirar hacia las cosas de este mundo como creaturas de Dios; no son momentos de la naturaleza sagrada; son hermanas de camino y compañeras de una historia que conduce a lo divino.

1. El hombre práctico

Por la misma estructura económico-social de
nuestro tiempo, nos movemos en un mundo de praxis.
Destacamos los valores del trabajo y concebimos
la vida como medio para producir bienes de
consumo, en una especie de carrera agobiante que
nos tiene tensos a lo largo de los años de la vida:
tensos están los estudiantes, que se deben ajustar a
un mundo complicado que controlan los mayores,
aprendiendo para conseguir después un puesto de
trabajo; tensos se hallan luego los trabajadores, dominados
por la lucha del trabajo y por la angustia
mayor del desempleo; tensos, finalmente, están los
jubilados, que vagan muchas veces sin sentido, resbalando
por la superficie de la vida.
El mundo se concibe, según eso, como campo de
trabajo donde estamos concentrados. Nos mueve a
todos el dictado de una ciencia o de un progreso
interpretado como ley de la existencia. Por eso, lo
que importa es, ante todo, producir y consumir lo
producido. Formamos una cultura del bienestar controlado;
parece que vivimos en un campo de concentración
ampliado desde el nacimiento hasta la
muerte. Una ley inexorable de producción y consumo
nos controla desde arriba, dejando unas pequeñas
válvulas de escape para que tengamos la impresión
de que vivimos libres, al menos por un tiempo
(fin de semana, vacaciones, etc.).

No podemos olvidar que esa actitud del hombre
práctico se encuentra avalada en principio por la
Biblia que comienza diciéndonos: «creced, multiplicaos,
dominad la tierra, sometedla...» (Gn 1, 28-
29). La manifestación de Dios nos hace señores sobre
el mundo. Podemos dominarlo, trabajarlo, alimentarnos
de sus frutos. Pero allí donde ese gesto
de dominio, dirigido por la ciencia hacia el progreso
ilimitado, prevalece, acabamos dominados por el
riesgo de olvidar otros valores primordiales de la
vida. Se valora el hombre por aquello que hace y
tiene, por aquello que ostenta y despilfarra, y así
pasan a segundo plano el puro gozo del saber, el
gozo de la vida por sí misma, la amistad, la comunión
entre los hombres, el misterio de aquello que
no puede hacerse, disfrutarse y dominarse con las
manos.

De una forma consecuente, la misma realidad
del cosmos viene a convertirse en campo de lucha,
competencia y muerte.
¿Cómo cantar un cántico al Señor sobre esa tierra de injusticia donde todos parecen combatir y algunos se aprovechan con violencia del trabajo y de los bienes de los otros? (cf. Sal 137, 4). ¿Cómo alabar y bendecir a Dios sobre una tierra que me niega su trabajo y, si lo ofrece, me obliga a realizarlo en condiciones inhumanas, de dolor y competencia?

Siempre ha habido división y lucha sobre el
mundo. Pero en unas condiciones de contacto más
directo con la naturaleza, en los esquemas de una
vida agrícola primaria, el hombre descubría a Dios
más fácilmente sobre el ritmo de la tierra, en la
lluvia, la bonanza, la cosecha. Ahora, el esfuerzo
técnico y la misma forma de trabajo hacen que muchos
hayan desgajado y roto el cordón umbilical
que les unía con la naturaleza maternal, sagrada.
Ya no pueden venerarla, pues descubren que se encuentra
dominada por la lucha e injusticia de la
historia. De este modo, la actitud práctica moderna se sitúa por encima de la naturaleza concebida como espacio de trabajo para el hombre.

El hombre mismo es centro de toda realidad, de forma que, en lenguaje que ya emplea el NT, la naturaleza (antes buena, maternal, sagrada) viene a convertirse en mundo, en el sentido más peyorativo de ese término:
es espacio de batalla donde triunfa el más violento:
concupiscencia de los ojos, concupiscencia de
la carne, soberbia de la vida (cf. 1 Jn 2, 16), es decir,
deseo de tener-placer-poder. Al fin, la misma naturaleza,
convertida en mundo, se hace reflejo de la
lucha y egoísmo de los hombres, ya no es signo de
Dios y su misterio.

Lógicamente, un hombre así, centrado en el aspecto
material del mundo y dividido por la lucha
interhumana, encontrará dificultades para orar. Le
cuesta descubrir la gratuidad y cultivar el gozo de
la vida como fiesta, es decir, como sábado y descanso,
en el sentido radical que esa palabra tiene en el
AT. Los dos textos fundantes de la ley bíblica del
sábado (Ex 20, 10-11 y Dt 5, 13-15) nos muestran ya
la forma de vencer ese activismo enfermo que destruye
la existencia de los hombres: cada siete días,
todos han de reposar, para encontrar de nuevo el
gozo creador de Dios y su descanso sobre el mundo
(Ex), o para convivir en transparencia y libertad
con los hermanos (Dt). Nuestro sábado (o domingo)
ya no cumple esa función: gozamos como gozan las
máquinas, para seguir produciendo de nuevo los
días de trabajo. Quizá estas reflexiones puedan ayudarnos
a cumplir mejor la ley del sábado en la línea
del descanso humano (estética) y de la apertura religiosa.

2. El esteta, el filósofo

En un momento determinado, durante el sábado
o descanso de unas vacaciones, todos nos sentimos
estetas: salimos hacia el campo y empezamos a mirar
con ojos admirados, descubriendo la naturaleza
cargada de misterio, grávida de honduras que parecen
inefables. Este es el plano donde mora el artista,
hmbre que pasa (sobrepasa) el campo de la ciencia
y de la praxis, con la lucha interhumana, para situarse
en un nivel de creatividad originaria. Este es
el plano del auténtico filósofo, en sentido griego de
amante de la sabiduría. Es el plano donde moran
los que quieren ajustarse a la armonía originaria de
las cosas.

Así lo destacaron los antiguos griegos: se admiraron ante el mundo interpretado como un cosmos, campo de unidad y de belleza que los hombres no podemos manejar con nuestro esfuerzo. Ellos fueron, ante todo, hombres del arte: sentimiento del arte es su experiencia religiosa, su manera de entender la gran tragedia o destino de la vida, su forma de pensar y situarse sobre un cosmos que es sagrado. También la ciencia exalta alguna vez esa actitud contemplativa, hablando así de un orden superior,
por encima de la técnica y los bienes materiales: un
nivel de gozo y de belleza que vale por sí mismo y
no en función de resultados materiales. Pero hoy el
hombre tiende a olvidar esa actitud, pues le preocupa
más la producción, la posesión y el consumo de
los bienes. Para superar ese peligro, hay que buscar
una ruptura: que pare alguna vez la máquina del
tiempo y que podamos cultivar la gratuidad sobre
la tierra.


Para el esteta o el filósofo, en el plano antes marcado,
la belleza o armonía vale por sí misma: no es
función del bienestar económico; tampoco es signo
del misterio religioso, interpretado como realidad
distinta, trascendente. Por sí misma es misteriosa
la belleza, como hondura ontológica inefable, como
fuente de gozo-admiración para los hombres. Por sí
misma es profunda, como signo de la vida que incesantemente
se renueva. Es aquí donde viene a situarnos
el esteta, el hombre artista.

ESQUEMA

• Hombre práctico es aquel que por su acción (o praxis)
quiere conquistar y dominar la tierra. Piensa con la
«mano», es decir, con el trabajo: intenta convertir el
mundo en bienes de consumo.

• Esteta y filósofo es quien busca la armonía de las
cosas, para disfrutarla vitalmente (esteta) y para comprenderla
(filósofo). Pudiéramos decir que piensa con los
«ojos» que contemplan; y piensa con la misma «mente»,
interpretando así el conjunto de la realidad.

• El hombre religioso, en perspectiva bíblica y cristiana,
ha concebido el mundo como creación: es el lugar en
el que el mismo Dios se expresa, de manera que se vuelve
así visible para el hombre, en un sentido muy intenso. Por
eso, la oración del mundo (de la naturaleza) es una especie
más honda de mirada hacia las cosas: aprendemos a mirar
en actitud de fe, en desprendimiento fraternal, y así
podemos descubrir-cantar la gloria de Dios en cada una
de sus creaturas, como hizo Francisco de Asís.

El esteta jamás niega el sentido de los bienes que
llamamos materiales: objetos de consumo, productos
del trabajo. Pero añade, siente y sabe que hay
algo más valioso para el hombre: el resplandor de
la belleza, aquella gracia y hermosura que agradece,
admira y canta. Frente a la máquina o la mano
que trabaja, el esteta ha destacado la mirada, el
gozo del oído más profundo que capta la armonía
originaria; frente al consumo de bienes materiales,
el gozo del misterio que no puede gastarse, un gozo
en el que todos pueden disfrutar sin competencias
ni exclusividades. A pesar de eso, como luego mostraremos,
la actitud estética no basta para resolver
los problemas que se encuentran ligados a los bienes
materiales. El esteta, en sí mismo, no rechaza los
valores religiosos: la presencia de un misterio trascendente
que desborda su capacidad de admiración,
de gratitud y canto. Pero es claro que, a veces,
el culto a la belleza o sus equivalentes viene a presentarse
como opuesto a los valores religiosos. 5

Un primer tipo de ideal estético de vida es el que
puede explicitarse en formas deportivas. Dioses fueron
los que en Grecia sustentaron el culto a la armonía
del cuerpo, a la belleza de los juegos y competiciones
del estadio. En ese aspecto, la vuelta a la
naturaleza se interpreta como vuelta al juego: el
hombre que a lo largo del año ha estado sometido a
un ritmo de trabajo que destruye su armonía corporal,
retorna al gozo y armonía de su cuerpo en el
verano (vacaciones): corre, salta, asciende a la montaña,
se fatiga sobre el mar, se distiende en la tensión
de su fatiga directa sobre el mundo.

En esta línea avanza la actitud ecologista que, en
un momento determinado, puede convertirse en
nueva divinización de la naturaleza. El hombre se
descubre en armonía con el mundo de tal forma que
esa misma armonía se convierte en expresión de su
valor definitivo. El mundo entero es una especie de
«casa» (oikos), de forma que el «logos» o estructura
unificante de esa casa le define, le potencia, le sustenta
(= ecología).

Resulta extraordinariamente significativa en esta
dirección la postura de los grandes pensadores de
occidente que, siguiendo a Nietzsche o Heidegger,
pretenden superar el cristianismo retomando el mito
griego del eterno retorno (Nietzsche) o la visión
panteizante de la realidad concebida como cuaternidad
(Heidegger) donde el conjunto del cosmos
aparece como casa que lo engloba todo: cielo y tierra,
dioses y mortales. Por eso, el verdadero pensamiento,
superando la actitud cosista de aquellos
que se fijan en objetos de consumo o bienes materiales,
debe hacernos retornar a las raíces del ser
donde emerge el equilibrio del espacio cósmico o
sagrado en el que todo reside y se sustenta.
Evidentemente, esa actitud estética resulta positiva
y necesaria. Más que trabajador, el hombre es
un artista: es viviente que se admira, goza el mundo
que ahora existe, y crea, con su propia fantasía,
mundos superiores llenos de sentido y de belleza.
Sin embargo, debemos añadir que esa actitud, que
en forma aproximada hemos ligado al deporte, ecología
y pensamiento cósmico (Nietzsche y Heidegger),
puede dar lugar a grandes riesgos.

El primero es la evasión: voy al campo, hago
deporte, me entusiasmo en su belleza simplemente
como un ejercicio de escapismo; me cansa el trabajo
y necesito olvidarme por un tiempo; me oprime
la batalla de la vida y busco en otra parte mi
refugio. De esa forma me construyo un mundo imaginario
que me sirve como contrapeso frente al
mundo real en el que vivo ya alienado: la enfermedad
previa se vuelve una más honda esquizofrenia,
de manera que al fin no sé quién soy ni lo que quiero.
No hace falta que me drogue con un tipo de
yerba o preparado externo; vivo internamente ya
drogado.

Segundo riesgo es la injusticia: el gozo estético
se puede tomar como expresión de poderío personal,
de la victoria del hombre sobre obstáculos del
mundo, en una especie de lucha o competencia donde
triunfan sólo los más aptos. En el momento en
que este esquema se traduce a lo social, se canonizan
de algún modo la opresión y la injusticia: triunfan
los más fuertes, los que son más resistentes, los
más duros o agresivos; los otros sobreviven como
raza inferior, clase sometida. En esta línea resulta
impresionante el testimonio de Platón, padre filosófico
de místicos y estetas: su República de contemplativos-
sabios se edifica sobre el cimiento de sangre
de guerreros y la opresión de trabajadores-esclavos
al servicio del sistema. Pienso, según eso, que la actitud estética resulta
insuficiente. El mundo del trabajo no nos basta ni
nos salva; por eso era importante la actitud estética,
el gozo de la vida, el culto de lo bello, la creatividad
en un nivel plástico-externo o interno-imaginario.
Pero debemos dar un paso en adelante: el equilibrio
que buscamos con la ayuda de la naturaleza
implica, a nuestro juicio, un elemento religioso de
oración.

3. El hombre religioso

Es aquel que, superando el plano de los bienes
materiales y el mismo esplendor de la belleza, entiende
el mundo como lugar de revelación de un
misterio sagrado más profundo, es decir, de lo divino.
Todo viene a despertar ante sus ojos como signo
de Dios, señal de trascendencia. Por eso el mundo
no habla ya de bienes materiales o trabajos, ni le
encierra en el orden expresivo de lo bello. Mirado
en su vertiente primigenia, el mundo «canta la gloria
de Dios», se vuelve campo de amor donde los
hombres podemos realizar la gran historia de la vida
como encuentro creador con lo divino.

Desde el mundo como campo de trabajo y casa
de belleza hemos pasado así al espacio de la creación
en la que Dios nos hace humanos al decirnos su
palabra. La naturaleza, mirada en esa hondura, nos
remite hacia el espacio trascendente, a la presencia
superior de Dios que nos sustenta y potencia con su
gracia.

Tres son, a mi entender, los gestos principales
del hombre que responde a la presencia de Dios en
la naturaleza.

El primero es el asombro; el orante
sabe que su vida es más que vida puramente humana
y que el mundo es más que mundo; siente que en
el fondo de las cosas ha mirado, está mirando y
dirigiendo su palabra el mismo ser divino. Por eso
se asombra de que exista Dios y existan cosas que
reflejan su misterio.

El segundo gesto es la alabanza
agradecida: antes de pedir o trabajar, antes de buscar
y de gozar en la belleza, el hombre religioso
canta; mejor dicho, deja que le canten los ojos, los
oídos interiores, la mente y el corazón, en una especie
de música espontánea y desbordante. Así responde,
en limpidez y bendición, a la palabra que
Dios le ha dirigido en la naturaleza y por la vida.


Finalmente, el hombre religioso dice, va nombrando
desde Dios a cada una de las cosas; no se pierde
en el silencio trascendente donde los colores y las
formas se diluyen y se pierden. Desde el mismo
asombro y gratitud de su oración va recuperando
cada una de las cosas y las nombra, en actitud concreta
de diálogo y encuentro.

Este último aspecto es el que viene a reflejarse,
con mayor nitidez, en eso que llamamos oraciones
de la naturaleza: ellas nos invitan a nombrar el
mundo en forma nueva.

A mi entender, la más grande
de todas las plegarias de la naturaleza es aquella
en que, asumiendo el gesto original del creador, vamos
contando su manera de crear el universo:

Dijo Dios: que exista luz ..., que exista la bóveda celeste
..., que exista tierra con sus frutos, los astros de la
altura, los pájaros del aire con los peces del agua, todos
los restantes animales y los hombres (cf. Gn 1).

Orar supone, de algún modo, recrear la creación:
nos situamos en lugar de Dios y decimos su
obra, con asombro admirado, con gesto agradecido.
Todo recibe de esa forma su espacio de existencia,
su función y su belleza en un conjunto cósmico que
es signo de Dios para los hombres.

Así decimos con el Sal 19, 2 que «el cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos». Los
argumentos de tipo filosófico nos pueden resbalar,
como resbalan en la mente de I. Kant y otros filósofos
las vías para demostrar la existencia de Dios que
utilizaba Tomás de Aquino (la escolástica).

En el plano de Dios nada se puede demostrar con método científico.
También resultan incompletas las palabras
filosóficas, tan llenas de resabios partidistas: causalidad
y movimiento, contingencia y jerarquía de los
seres. Sólo en un nivel mucho más hondo descubrimos
que todo el universo es palabra que Dios amorosamente
nos dirige y palabra que nosotros podemos
responderle
.

Por eso nombramos por orden cada
una de las cosas, bendiciendo, agradeciendo el
gran misterio:

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor;
ensalzadlo, fuego y calor, luz y tinieblas;
montes y cumbres, cetáceos y peces, fieras y ganados;
hijos de los hombres... bendecid al Señor
(cf. Dan 3, 57-88).


De esta forma, la palabra del hombre que responde
al gesto creador de Dios convierte todo el
universo en oración. Aprendemos a decir de verdad,
cuando decimos cada una de las cosas con agradecimiento.
Ya no dominamos sobre el orbe de las cosas,
en deseo posesivo de poder y competencia; tampoco
nos cerramos en un gesto estético de goce y
equilibrio con el cosmos.

Nos abrimos desde el cosmos
al misterio superior de gracia y en un gesto
agradecido mostramos nuestro asombro:

¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
Despliegas el cielo como una tienda,
construyes tus salones sobre el agua;
las nubes te sirven de carroza
y avanzas en alas del viento.
Los vientos son tu mensajero,
el fuego llameante, tu ministro...
(Sal 104, 1-4).


Y sigue todo el salmo, en actitud de asombro
agradecido, descubriendo a Dios en el espejo luminoso
y creador del sol, diciendo su grandeza en cada
una de las cosas que se mueven y viven sobre el
mundo. Este tipo de oración, abriéndonos a Dios,
nos fundamenta sobre el suelo de este mundo: somos
creación y con el resto de las creaturas acogemos
la presencia de Dios y cantamos su alabanza.


Vista en esa hondura, la oración de la naturaleza
trasciende, sin negarlo, el plano estético y nos lleva
nuevamente hacia el lugar donde el trabajo, plano
práctico, se puede realizar en gratuidad, en armonía
interhumana.

Por eso es la plegaria de los pobres
liberados que dan gracias a Dios por los pequeños
frutos de la tierra después que han superado el cautiverio
(cf. Dt 26, 1-11). Pero, es igualmente, la plegaria
de los pobres que no han sido todavía liberados,
pero esperan la abundancia de una tierra ya reconciliada
(Am 9, 11-15).


Es la plegaria de aquellos que,
en el mundo de injusticia en que vivimos, desde el
fondo de este mismo cautiverio, han escuchado la
palabra: «Mirad, voy a crear un cielo nuevo y una
nueva tierra» (Is 65, 17). Por eso pueden cantar, por
eso cantan las canciones de Sión en una tierra que
parece aún extranjera (cf. Sal 137, 4); el mismo exilio
se transforma así en espacio de belleza, de armonía
y alabanza (cf. Sal 8; 139; 148, etc.).


Conclusión. Introducciòn a Francisco, con Juan de la Cruz


En este nivel de oraciones de la naturaleza nos mantiene el mismo Jesucristo cuando pone como signo de presencia providente de Dios el pájaro del aire, el lirio de los campos (Mt 6, 25-34): la belleza y vida de este mundo viene a presentarse como voz de amor del Padre de los cielos (Mt 6, 32).

Sigue en esa línea Pablo y toda la iglesia primitiva al confesar en fórmula solemne que este mundo está centrado en Jesucristo (cf. Jn 1, 1-14; Col 1, 15s; Heb 1, 1-4); por eso, quien aprende a contemplarlo, aprende a descubrir y contemplar a Jesucristo, en su camino de entrega y plenitud pascual.

Esto lo ha sabido bien la tradición cristiana posterior
cuando asegura con san Juan de la Cruz:

«Buscando mis amores / iré por esos montes y riberas» (Cántico espiritual, 3). El hombre religioso sale al mundo, camina entre las cosas y pregunta: «decid si por vosotros ha pasado» {Ibíd., 4). Las cosas,c reaturas de Dios, que están centradas en el Cristo, le responden con un gozo agradecido:

«Mil gracias derramando
/ pasó por estos sotos con presura /
Y yéndolos mirando
/ con sola su figura /
vestidos los dejó de hermosura» (Ibíd., 5).


Este paso apresurado de Cristo por las cosas es un tipo de pregón pascual,
es el anuncio de un amor y de una vida que desborda la estructura misma de la vida del hombre sobre el mundo. Ciertamente, esas cosas todavía «no saben decirme lo que quiero» (Ibíd., 6), de manera que « déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo » (Ibíd., 7). Sin embargo, transformadas por el rostro de Jesús y su mirada, ellas se vuelven transparentes a la gracia, como espacio de misterio. Por eso, el hombre religioso puede irlas nombrando en su oración, de una manera que desborda por belleza todo el plano de bellezas racionales:

Mi amado, las montañas, los valles solitarios, nemorosos,
las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora (Ibíd., 14-15).


Más no podría haberme dicho. El orante ha descubierto ya a su amado que es Jesús en el espejo de este mundo que se ha vuelto transparente a su mirada. Sabe que Jesús ya le ha invitado y quiere ofrecerle desde ahora el gran banquete de la cena «que recrea y enamora». Por eso, enamorado, puede recrear por su palabra cada una de las cosas. Así las va nombrando y precisando, en absoluta desnudez, en belleza inigualada.

Orante enamorado es el que sabe mirar, mira con ojos de Dios hacia la hondura del valle, isla y montaña. Orante enamorado es el que sabe escuchar y siente desde el alma la música del viento, la noche sosegada.

Esta oración de la naturaleza que despierta, despertando
al hombre para el gozo y la alabanza,
constituye un tema primordial en la liturgia matinal
de laudes. Himnos y salmos se elevan al «Cristo,
alegría del mundo, resplandor de la gloria del Padre
». Por eso se añade- «bendita la mañana que
anuncia tu esplendor al universo»
(Himno Laudes, Domingo 1).

Semana tras semana, saludamos a la
luz «resucitada y resucitadora», al sol de Dios que
emerge «desde el seno de la tierra»
(Ibid , Domingos 2 y 3).

Pues bien, sobre esa línea de luz cósmica
Podemos situar la voz del hermano Francisco
de Asís, cantor pobre de las creaturas, cuyo canto presenté y comenté el pasado día 13.




2. ALGUNOS COMENTARIOS AL POST DEL 13 O7 2010

(Nota sólo para asiduos al blog). Me acaba de decir Manolo que una comentarista se ha dolido porque al retomar algunas reflxiones del día 11 dejaba colgado al final un comentario de otra persona, que se refería a ella, en términos quizá menos amables. He mirado y es cierto, así fue (y, para que quede tranquila, lo borro). Pero lo había dejado allí porque sus respuestas (posiblemente muy válidas y justas) al comentario citado siguen colgadas en el post del día 11 (como podrá ver cualquiera)… a no ser que la comentarista aludida las quiera echar también a la cuneta (cosa que me parecería previsible) añadiendo unos 25 comentarios suyos.



COMENTARIO POR GALETEL [VISITANTE]


Maravillosas metáforas de San Francisco de Asís, recordándonos nuestra estrecha unión con la naturaleza en una inmensa y misteriosa armonía fundamental que es obra de Dios.
Hoy en día, el concepto de naturaleza se ha ampliado enormemente, hasta incluir todo el universo, desde los orígenes del espaciotiempo hasta su fin.
Jamás se me ocurriría pretender emular a Francisco en sus alabanzas, pero esto me ha recordado un pequeño poema de mis apuntes, cuya primera parte alude a este tema, utilizando términos científicos más actuales:


DIOS RÍE.

Si nos remontáramos imaginariamente, en alas de la ciencia,
al momento primero del universo,
aquel en que solamente había vacío, sólo una nada, ¿acaso virtualidad?,
hubiéramos pensado, sin duda, que de esa nada, nada podía esperarse,
que era más yerma y estéril que una mujer anciana de noventa años.

Pero, ¡he aquí que ese vacío cuántico fluctúa

y produce el espaciotiempo con sus dimensiones, y los campos de energía-materia!
Nuestra risa de incredulidad se transforma en risa de sorpresa y regocijo.
Y Dios ríe. Y Dios vio que era bueno.

Después, reímos al ver emerger partículas, átomos y moléculas,
elementos, galaxias, estrellas y planetas.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios reía.

Pero cuando más hemos reído es cuando hemos visto cómo,
de la vastedad de gases y de rocas,
del torbellino incandescente y de las gélidas soledades,
emergía un puntito de vida.

Allí apareció esa fuente inagotable de maravillosa complejidad,
esa célula procariota y eucariota,
ese programa de creciente organización y conciencia,
esos sutiles organismos,
esos delicados, hermosísimos, tiernísimos seres vivos:
queridas plantas, queridos animalitos, queridos pájaros, queridísima Naturaleza.


Surgida de lo que parecía inerte y frío.
Alegre como malabarismos que vienen a disipar el tedio.

Y hemos visto, con Dios, que era bueno.
Y con Él hemos reído.

Ya no hubiéramos esperado otra cosa, de no caer en la cuenta
de nosotros mismos.
Nada más irrisorio e improbable que nuestra propia libertad,
en medio del determinismo de la materia y el instinto.

Aparece en el mundo ese hijo imposible, ese Isaac inesperado: el Hombre.
Y, satisfecho de su obra, bondadosamente, Dios ríe.

COMENTARIO POR ALREDOL [VISITANTE]

Pues yo a la hora de hacer la pelota al Altísimo, quizá por ser aragonés, soy más bruto que poeta:

Luminosa Bestia que el Amor mantienes
y la Razón adornas y enderezas.
Ser Eterno que la muerte gustar quieres
y en la Libertad del ser mortal te rezas.

De incierta Existencia e Insistencia inmensa
de perfecta belleza y ansia oscura.
Trueno que el Alma con la Eternidad tensas
alentador Sueño de esperanza pura.

Madre santa que en tu Voluntad nos tienes
donde las raíces de tus ojos sueñan.
Padre que nuestro diario pan concedes
a cambio de martirios y hermosuras
mientras que con mágica torpeza
creas artes del Aire y de tumbas, cunas.

A ver Pikaza si esto pasa su misteriosa censura


COMENTARIO POR JUSTI.ARCOIRIS [VISITANTE]

Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloría y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, se pueden dirigir y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.


Hola Altísimo:¿No estás un poco alucinado con este Teatro Ecológico ?
Quiero comunicarte Altísimo que los Hombres hemos perdido el Norte
Resulta que siempre se ha condiderado a tu tierra ,tu mundo ,como algo tán intríseco a la persona ,natural e inseparable a nuestra verdadera esencia ..no necesitábamos que ninguna "organización " se hiciera abanderada de nada y menos como "consejeros prepotentes ,sabelotodo ,charlatanes cobradores etc...
Porque los " agricultores ,hortelanos ,mineros ,resineros ,camineros ,fondeadores de rios ,limpia-bosques ,ganaderos ,pastores y un largo etc.....Conocian,amaban ,cuidaban ,mimaban ...LA TIERRA ...era ,mas que su Hogar ...No te lo pierdas Altísimo ,te diré

a)Los que han intentado hacer ovejas con siete cabeza...

b)Los que han pretendido que las lechugas sean azul azafata

c)Forzar la tierra hasta la lipotímia ,cubriéndola de plasticos para ganar mas dinero con múltiples cosechas ...sin parar

d)Han entrado en las entrañas de la tierra para sacarle todo su jugo ...quedando vacios insustituibles por la mano del hombre

e)Han echado venedo de comer a los animales "con piensos compuestos ..hasta de suela de zapatos molidas "..¿sabes que volvieron esquizofrénicas a las vacas ? ¿te enteraste de la gripe aviar ? ¿y de la porcina ? ¿la gripe A de los hombres que si te hacen falta vacunas puedes pedirlas ...tenemos ..hasta que el mundo sea mundo ?
f)Fijaté que hay unos vehículos que a veces sueltan chispas ..arden y arden árboles y árboles ...también hay interesados en que "los montes se quemen "un poquito ¿vale ? ..pero son lirómanos a los que tu ,por lo visto no colocaste bién las neuronas !qué pena

g)¿no sabes que por tus mares circulan sin control ,cargadores escacharrados ..y por "un mal tiempo en la mar ..estallan sus boderas y adornan los mares con un liquido espeso ,que se llama petroléo o chapapote o vete tú a saber!!

h)Por los cielos hay carreteras que ya andan a tope ,no tienen espacios los pájaros de acero ...son enormes ¿sabes ? vuelan pero no tienen plumas ,,no trinan ..no ...estos berrean aterradoramente y sueltan gases ,,que nos tienen a todos medio gilipo-llas
Altísimo ,ya no somos ni nuestra figura ,no tenemos ni el barro que estuvo en tus manos por que ya no hay balastreras ¿sabes que han hecho con ellas ? ¿con todos los terrenos donde tu habias puesto riachuelos ,labajos ,estanques etc....moles enormes o casitas adosadas ,,,que cuando tu "tierra ,busca lo suyo , que le hemos robado ..¿qué hace ? ...lo que tiene que hacer "robarnos " a nosotros...te digo que los bandoleros y rebandoleros "es una raza en alza "
Altísimo ,en otro momento sigo mi carta ,pero permite que diga un pequeño taco (tu me conoces y sabes que no es pecado ¿verdad ?
Estos putos bandoleros que han jodido todo lo que tu hiciste ..nos hechan la culpa a nosotros ,nos obligan a tener siete cubos en una casa de treinta metros cuadrados ,para "que reciclemos " ¿no te parece que están como cabras ?
Un abrazo enorme Altísimo ,no llores ,no merece la pena ,sabes muy bién que el Hombre está cavando su propia tumba ...tranquilo ,que se vayan a vivir a Marte


Plano de ver
Plano de juzgar
Plano de actuar
Plano Principal :Dejar de pedir tanto y dar "gracias todos los dias ...porque podemos ver ,oir ,gustar,tocar ,oler ...andar ,hablar .........................................sin necesidad de ir a orar al campo ,Manolo .(que por otra parte con una buena tortilla de patata y embutido de Salamanca ..la verdad que los árboles ,las flores ,la luna las estrellas ,los rios ...los animales etc....!que bellos se vén !


COMENTARIO POR ACAMUS [VISITANTE]


Siempre me ha interesado mucho este pasaje del NT. Pero, actualmente (y debo decir que a causa de un comentario que Logos (q.e.p.d) colgó sobre un texto de Pikaza del año pasado) tiendo a pensar que no es un pasaje “capital” del cristianismo. Me explico: Tal y como yo lo veo, las intervenciones de Jesús en los evangelios son de dos tipos: las novedosas (Reino de Dios, Dios como Padre, el Espíritu Santo, Sacrificio redentor, Iglesia, etc) y las que lo enlazan con el judaísmo del Antiguo Testamento. Éste sería uno de ellos. Es decir, el hombre que pregunta al Nazareno, lo está haciendo desde su judaísmo, y sitúa la cuestión sobre la interpretación de una palabra: “Prójimo”. Jesús le responde no como Hijo de Dios, sino como intérprete del AT. Creo que la contestación de Jesús bien podría haberla hecho cualquier rabino con sensibilidad. Jesús dice (más o menos):

La relación de proximidad es aquella que se establece entre el que necesita ayuda y el que la presta, más allá de consideraciones raciales, religiosas, sociológicas, etc. Por lo tanto, es una discusión sobre judaísmo y no, digamos, una exposición del Reino de Dios.
Leyendo algunos comentarios hace un par de días, encontré uno de hisopo, en el que venía a decir que el amor al prójimo sin “Dios mediante”, es simple filantropía y que el amor al prójimo, como respuesta al amor de Dios, es el verdadero núcleo del cristianismo. Yo estoy de acuerdo, pero no sé si este pasaje, llamado del “Buen samaritano” pertenece al ámbito de la filantropía que “Dios-ha-de-recompensar” (AT) o al del “Dios-con-nosotros” (NT). Más bien creo que pertenece al primero; a una exposición o clarificación del judaísmo. Me da la impresión, incluso, que Jesús no establece diferencias sólo entre los creyentes y los no creyentes, sino entre los creyentes en Dios y lo que “Experimentan el Reino de Dios”.

Jesús parece decir con pasajes como éste: “Vale, la ley, las buenas obras aún tienen su utilidad. Ninguna buena obra quedará sin recompensa: La Torá aún tiene su lugar. Pero para algunos otros, se establece una llamada personal, privada, de Dios, que los hace sus hijos”. Existe un ámbito, pues, donde el hombre puede acercarse a la Salvación (buenas obras, amor al prójimo, etc) y otro (más grande, el verdadero núcleo del mensaje cristiano) que parte de la iniciativa incondicional de Dios. Algo “imposible para el hombre”, pero no para Él.


COMENTARIO POR GALETEL [VISITANTE]

Pienso que amar a los demás desinteresadamente, sin hacer distinciones, es fundamental tanto para el humanismo como para el cristianismo. Y que el amor auténtico no debe requerir de motivaciones adicionales al interés por los necesitados en sí mismo.
Desde un punto de vista moral entonces, ambas cosas, humanismo y cristianismo, parecen lo mismo.

Pero el punto de vista moral no lo es todo; no abarca toda la realidad. El humanismo solo no puede explicarse el origen último y la meta última del amor a los demás, porque no atiende a ese origen y esa meta, o no los entiende de la manera que sí lo hace el cristianismo. Cuando se atiende a eso de la manera cristiana, puede y debe advertirse que el amor al prójimo tiene su origen y su meta en el Amor de Dios.

Por otra parte, el humanismo se plantea ayudar al prójimo respecto de ciertas necesidades concretas (económicas y sociales, por ejemplo), y eso está muy bien. Pero las necesidades de los necesitados no se satisfacen así POR ENTERO. El humanismo puede caer en la “ilusión presentista”, de pensar que es posible construir –en un plazo razonable— una sociedad humana perfectamente justa y feliz para todos con solo los medios humanos. Pero el cristianismo piensa que esto no es cierto; que es indispensable la Redención (con la colaboración humana, ha querido Dios).
Por eso, un mismo acto de amor al prójimo, que en sentido inmediato tiene la misma connotación para un cristiano que para un humanista, en sentido amplio, desde un punto de vista no exclusivamente moral, tiene connotaciones muy diferentes. La Creación y la Redención, obras del Amor de Dios, son indispensables para abarcar la necesidad del necesitado en toda su dimensión.

Claro que, como tú señalas, hay mucha hipocresía en esto, y la peor hipocresía y mayor mentira es pretender que se está actuando por amor a Dios cuando NO se actúa en lo inmediato por amor humano auténtico, desinteresado e indiscriminado. Para combatir esta hipocresía conviene recalcar el punto de vista moral, básico, del humanismo. Hay que hacer como el humanista que siguiendo la “regla de oro” se comporta de manera que nos aclara el verdadero sentido –no hipócrita— de la fe cristiana en la Redención y de la práctica cristiana de la Caridad.
Pero, así como Jesús NO quería decir que para cumplir lo esencial de la Ley un judío tenía que hacerse samaritano en el sentido de hacerse un “hereje que rechaza la Ley”, tampoco debe deducirse de la parábola que hay que hacerse humanista en el sentido de rechazar la Redención y la Caridad cristianas. Pues, tal como decía Jesús que “la salvación viene de los judíos” no de la fe samaritana, así la salvación plena viene de la Redención y con...
la salvación plena viene de la Redención y conlleva el cumplimiento del Mandamiento Nuevo, no solo la práctica de la “regla de oro”.
Un abrazo.




COMENTARIO POR ACAMUS [VISITANTE]

No he hablado de hacer buenas obras como quien cumple un contrato frío y desapasionado (“hago esto porque luego me pagarán por ello”), sino que las obras de amor son recompensadas por Dios. Es decir, la buena acción vale en la medida en que la buena intención compasiva y motivadora exista, sin un interés secreto y cínico detrás.
De todas formas, creo que se parte de un error al considerar que el Amor-“Dios mediante”, es superior al Amor hacia un “sujeto en sí mismo considerado”, sin más fin que él mismo. Advierto una desconfianza hacia la filantropía. Yo creo que esta parábola de Jesús es una perfecta exposición de un cierto (y entiéndaseme bien) ateísmo en concepto de Amor. Para empezar, Jesús no dice que, ante la visión del herido, Dios inspire al samaritano a hacer una buena acción; simplemente, alude a la compasión que éste siente.

Ya el hecho de que sea un samaritano nos indica que el elemento religioso nada tiene que ver en el proceso comunicativo de ambos sujetos. No es un hombre que mantenga una relación especial con Dios y eso le motive hacia la buena acción.
Galetel habla de la necesidad de la búsqueda del “origen y la meta última del Amor”, que sería Dios. Pero, pregunto, ¿por qué el Amor tiene ese origen en Dios y el Odio no? Me explico: El Amor tal y como aparece reflejado en esta parábola es un acontecimiento puramente humano. No hay mediación de Dios. El compasivo es un hereje, alguien ajeno a la cultura religiosa del judaísmo. Y creo, además, que existe un abismo conceptual entre el Amor expresado en esta parábola y el Amor que se profesa dentro de la Comunidad de Jesús. Por un lado, está el amor humano y por otro el que representa una respuesta a una inspiración del Espíritu Santo y que se traduce en el “Mandamiento Nuevo”. La consecuencia es que puede esperarse (o aspirarse a) una
una Salvación siendo puramente humano y compasivo, pero que el “salto de calidad” se da en el Cristianismo con la experiencia del Amor de Dios. No creo que deban mezclarse ambos conceptos, pero tampoco minusvalorar el amor más desinteresado que es el que se expresa sin saber si tendrá o no recompensa. Y que, al fin y al cabo, es el que podemos experimentar todos por el mismo hecho de ser humanos.



COMENTARIO POR GALETEL [VISITANTE]


Acamus:
¿Por qué dices que adviertes en mí “una cierta desconfianza hacia la filantropía”?
Yo escribí que “el amor auténtico no debe requerir de motivaciones adicionales al interés por los necesitados en sí mismo... la peor hipocresía y mayor mentira es pretender que se está actuando por amor a Dios cuando NO se actúa en lo inmediato por amor humano auténtico, desinteresado e indiscriminado. Para combatir esta hipocresía conviene recalcar el punto de vista moral, básico, del humanismo”.
Y justamente eso, combatir la hipocresía de esa manera, es lo que me parece que hace la parábola. Hace ver cómo un “sin Ley” (samaritano) cumple lo más esencial de la Ley (judía). Es decir -en términos actuales- cómo el amor puramente humano, de alguien no-cristiano, que rechaza o desconoce o no tiene en cuenta la Redención y el Mandamiento Nuevo, practica ejemplarmente la esencia del amor al prójimo que debe deducirse de esos misterios cristianos.

No quiere recomendar abandonar la fe en la Redención y la práctica del Mandamiento Nuevo por superfluos, como parecen concluir algunos, sino limpiarlos de hipocresía para hacerlos fuente y refuerzo del amor humano, como deben ser, sin que esto agote su significado en tanto que obra de Dios (la Redención) o en emulación de la obra de Dios (el Mandamiento Nuevo).
No se trata, a mi juicio, de enseñar cómo obtener la salvación eterna “en recompensa”, o de cómo dispensar la salvación eterna, si con el amor simplemente humano o con el amor de Dios (en falsísima disyuntiva). Me parece que esto es ir más allá (o más acá) de la enseñanza de esta parábola. En todo caso, la acción humana hacia el necesitado en cada caso concreto no tiene por qué perseguir como objetivo la salvación eterna de nadie; ni del que auxilia ni del auxiliado. La salvación eterna, a mi parecer, la otorga Dios a quien quiera aceptarla, independientemente de


como expliqué en otro comentario. Pero el amor misericordioso de Dios debe servir de ejemplo a quien cree en él, sin cálculos interesados acerca de la salvación, sino al revés POR esperar confiadamente la salvación.


Por otra parte, Acamus, yo pienso que no existe un amor humano que no tenga –objetivamente- su origen y meta en Dios. Y que esto puede y debe descubrirlo cualquier consciencia, independientemente de profesar una religión en particular.
Lo he comentado antes como sigue.
La “regla de oro” es la consecuencia lógica que debe sacar toda auténtica conciencia humana: “Tratar a los demás como quiero que me traten a mí”. Implica reconocer a los demás una conciencia, una interioridad y una dignidad semejantes a las propias. Viene, pues, de la consciencia humana, capaz de conocerse y amarse a sí misma, y de reconocer a su alrededor (“próximas”) otras conciencias semejantes y dignas por eso de un amor como el que se tiene a sí.

Pero esta capacidad de la consciencia viene de Dios y va hacia Dios.
Porque, siguiendo las tendencias naturales puestas por el Espíritu de Dios en el nivel humano, parte de los impulsos primarios de satisfacción individual inmediata,
y crece “espacialmente” hacia los demás seres del entorno, y “temporalmente” hacia bienes mediatos, futuros. Significa una progresiva ampliación -afectiva y racional- del punto de vista individual, una incorporación de los intereses ajenos como propios, y una subordinación de los deseos inmediatos para la mejor consecución de fines a largo plazo. En vez de “satisfacción para mí, ahora”, un proyecto de “bien de todos en un futuro y para siempre”. Y en el límite, supone la consecución de un estado final perfecto y definitivo del universo, es decir la Novedad Última, en Dios.

La consciencia, en cuanto tal, puede entonces -y debe- reconocer el origen y destino en Dios de su amor al prójimo, como lo más fundamental de ese amor. Puede –y debe- reconocer, entonces, que “lo primero (en su amor al prójimo) es el amor a Dios”.




COMENTARIO POR ALREDOL [VISITANTE]
Como no puedo ponerlo en el siguiente lo pondré aquí:
XP ve el tema de "espirituales" vs "conventuales" como el centro del siguiente hilo. Son temas más bien endogamos de su propia congregación, y ¿como va a saber uno de eso a menos que mire a una vertiente corporativa más general?.
Por lo que dice parece estar hablando de que "los espirituales" serían equivalentes a los primitivos cristianos, los anabaptistas, los jesuitas de las reducciones y así. Las iglesias, como organizaciones de poder, se sentirían amenazadas y actuarían. Yo no se si eso me interesa mucho.
Excepto que esas contradicciones tienen en parte raices en el evangelio mismo, y aquí vuelvo a mi "propuesta" como tarea que quizá interese a algunos: Podemos concentrarnos en interpretar los evangelios en contextos de sus tiempos y así ver en los nuestros los paralelos con temas de actualidad general.
Lo cierto es que esos conflictos tienen hoy mucha menos trascendencia social, la Iglesia no es tan poderosa como fue. Miren a la pederastia: ¿creen que algunos "grandes" del cine o la política se hubieran ido tan de rositas si hubieran sido curas?
No veo yo porqué si hay gente con un gran compromiso cristiano no pueden expresarlo como "espirituales" pero me pregunto si tal conflicto con las instituciones es relevante hoy, La mayoría no tenemos esa capacidad de compromiso. Critico a Rahner no por su teología si no por su irrelevancia que es la de la Iglesia en general, incluidas la solidaridad y la compasión si no son criticos del poder real. Y es por tanto esa crítica (con nombres y apellidos) lo que no existe y de ser parte de ese poder in-criticable la iglesia está pasando a ser una diana facil (y un desahogo) de críticas y los "espirituales" un vehiculo para tal.
Dicho con admiración por su trabajo en Caritas, en parroquias, etc. No se peleen tanto. Unanse ]
Acabaré Hisopo, Tengo un gran respeto por la ortodoxia, lo convencional etc pero al fin y al cabo la Iglesia, de cuyo magisterio hablas, quien es? Y mi cerebro? Y mi alma? Hubo obispos que quemaron a gente por decir que la tierra era redonda. Eran magisterio?

Esta mañana mientras hacía cosas he oido los dos últimos tiempos de la "Resurrección" de Mahler. ¿Es eso magisterio de la Iglesia? Pues si no es debería serlo. En todo caso que pena no saber alemán. O ruso, por lo de las "Visperas".

Cuidese.

COMENTARIO POR HISOPO [VISITANTE]
alredol,

si no sabe lo que es la Iglesia es comprensible que tampoco sepa lo que es su Magisterio. Ni los curas pederastas ni los obispos que quemaban a la gente (¿?) ni Mahler son Magisterio. Ni tampoco los santos, ni Cáritas, ni los "samaritanos", ni los teólogos (incluso los auténticos) son Magisterio.
A mí también me gusta Mahler, aunque no sea de mis preferidos. Pero una cosa es la música, que es sentimiento en quien la escucha y otra la fe, que es razón en quien la abraza.

Lo mismo le digo.


COMENTARIO POR ALREDOL [VISITANTE]
Hisopo, es usted el que ha puesto el tema del "magisterio de la Iglesia" en juego, no yo. Es pues valido el que yo espere sus aclaraciones; mi incertidumbre sobre el tema no es negada ni sus conocimientos cuestionados, aunque según lo que NO SEAN, podrían ser más bien esteriles: una version metafísica de slogans de politburo. Usted sabrá. Si cada vez que el debate se abre se sacan "comodines" (fe, magisterio, o como Rahner, gracia, o XP, amor) no iremos muy lejos.

Es importante apreciar que si tal magisterio: 1- excluye, 2- trata de controlar o incluso impedir una relación personal con el Evangelio y 3- lleva a la Iglesia a pronunciarse con más autoridad que información y reflexión en areas fuera de su competencia, errará facilmente.

Ya se la Fe es diferente ta ta ta ta, pero no se olvide esa es SU fé. Yo no he hecho un concurso oposición o examen para eso ni lo pienso hacer a estas alturas.

En lo de "errar facilmente", sea fuera o dentro de la COMPETENCIA de tal magisterio los errores son importantes y a veces a los más altos niveles y si definimos como "fieles" a los participantes, muchas veces percivo mas anxiedad que unanimidad de pareceres. Así pues EXCLUIR se refería a "excluir personas": usted se refirio a si mismo como "inquisidor" y juzgó sus propias palabras despectivas no como insultos si no como "verdades". Pero lo verdaderamente importante de esto y lo único que vale la pena polemizar y jugarme el "anatema" es lo de la RELACIÖN PERSONAL con el Evangelio.

Tengo la intuición de que uno de los males recurrentes de la Iglesia (tanto de la suya como la de Pikaza que no se si es la misma) ha sido la deshumanización de Jesus. Unos por la imaginería de ascensiones y coronas, inmaculadas y trinidades, otros por las interminables metaforas, amores metafísicos y odios apocalípticos etc. A ver si en el futuro desarrollamos esto. Lo he dicho.
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