Persecución religiosa en la Biblia: ¿Fatalidad o reto aún pendiente de superación?

Como verá el lector, entiendo la palabra "religión" en sentido extenso, como superestrucutura ideológica y sacral de otros poderes subyacentes, de tipo económico, político (social) y cultural ("racial").

Estas reflexiones intentan fijar el tema de la persecución religiosa, desde la perspectiva de la Biblia y de las religiones monoteístas, especialmente desde el Cristianismo.

 El Papa Francisco ha evocado ese tema en su carta a V.M. (=Tucho) Fernández, nuevo Presidente de la Congregación para la Doctrina de la fe, que seguiré comentando en los próximos días.

Estas reflexioanes se sitúan dentro del campo más extenso de la persecución y opresión interhumana, en la que intervienen factores de tipo social y político, económico, racial y cultural. Pero en ella influyen también factores de tipo religioso.

Papa Francisco explica los tres tipos de persecución religiosa

Prólogo

            Se ha venido diciendo que la religión, y en especial la monoteísta de origen bíblico, resulta especialmente intolerante y opresora: su misma concepción de Dios y de la posesión de la verdad le obligaría a ser dictatorial, negando la verdad y las posibilidades de existencia a los demás grupos o credos religiosos.

Pienso que esta afirmación debe matizarse con mucho cuidado: ciertamente, hay dentro de la Biblia elementos de opresión e intolerancia, como indicaremos; pero en ella resulta dominante la visión contraria, la voz de los expulsados y oprimidos (aunque esa voz haya sido reprimida por instancias de la misma Iglesia cristiana y de las religiones bíblicas).

            Por eso hemos querido trazar una especie de historia de la persecución en la Escritura, destacando sus diversos rasgos, ordenados de un modo básicamente progresivo: la Biblia judeo-cristiana ofrece un testimonio espléndido de conocimiento y praxis (respuesta creadora) en la persecución. Ella no es la obra de unos resentidos, que, incapaces de responder con métodos “nobles” de fuerza,  han contestado a la opresión o superioridad del ambiente con el anatema religioso y la venganza imaginaria, como supuso Nietzsche. Al contrario, los grandes testigos de Biblia han sido hombres y mujeres capaces de oponerse e clave de libertad y gracia a la violencia del entorno, estando dispuestos a sufrir por ello el martirio.

Puede ser una imagen de texto que dice "APERSEGUIÇÃO RELIGIOSA NA SAGRADA ESCRITURA Xavier Pikaza"

La Biblia recoge, según eso, la voz creadora de muchos perseguidos oprimidos, que no se han querido imponer por violencia, la voz de muchos derrotados y mártires, que siguen ofreciendo y testimonio de humanidad y esperanza sobre el mundo. Ciertamente, hay dentro de ella otras voces y deseos, pues el camino de la no violencia es tenso, tanteante, y sólo puede expandirse de un modo no opresor, sin acudir a los mecanismos de fuerza y violencia que emplea el sistema.

            Desde ese fondo he querido escribir un trabajo de tipo general, que es ambicioso en su visión de conjunto, limitado en su realización concreta, tanto por el método empleado como por la temática escogida.

El método es de exposición sintética: por eso quedan fuera de nuestro trabajo los grandes problemas exegéticos, los estudios detenidos y las pruebas histórico-filológicas. T

ambién la temática resulta limitada, pues hemos recogido las grandes líneas de persecución en la Biblia, pero hemos dejado en segundo plano algunos elementos que pudieran ser importantes. las aportaciones de Ester y Jonás, de Judit y los apócrifos inter-testamentarios, la literatura de Qumrán y el testimonio del Discípulo Amado, en su evangelio y cartas.... A pesar de ello, pensamos que el trabajo puede ofrecer una visión positiva del tema para quienes deseen estudiarlo desde la perspectiva bíblica. Nuestro objetivo ha sido teológico, espiritual y social.

 En el fondo del trabajo late un objetivo de tipo social o, quizá mejor, antropológico. La violencia, en sus diversas formas, constituye un elemento importante (sangerante) de la condición humana.  En algún sentido, es el problema básico de la historia, desde el principio de los tiempos hasta el momento actual. Es claro que no quiero resolver todos los problemas vinculados con ella, desde el primer enfrentamiento (simbolizado en Caín-Abel) y la primera persecución de los humanos, hasta la situación actual, pero creo que ellos pueden ser iluminados desde la Escritura judeo-cristiana. Quiero conocer mejor la condición humana.

Tengo otro objetivo bíblico- teológico, pues el tema de la persecución constituye una de las constantes de la experiencia religiosa de la Biblia y de la teología cristiana, empeñada en expresar el sentido y valor salvador de la muerte de Jesus. La muerte de Jesús es, por un lado, la expresión suprema de la persecución de los inocentes y distintos, por causas sociales y religiosa.

Pero, al mismo tiempo, ella es para los cristianos el signo supremo y la manifestación definitiva de Dios. Desde ese fondo quiero conocer mejor el sentido de Dios, su acción y presencia, en medio entre los expulsados y perseguidos de la tierra. Al mismo tiempo, quiero evocar la relación entre persecución y fe religiosa, tanto en sentido pasivo como activo. Pienso que hasta ahora se ha tratado poco ese problema; personalmente, no conocemos ningún estudio de conjunto como el nuestro.

Tengo también un interés espiritual, en el sentido extenso de la palabra. No pretendo enseñar a sufrir, en un sentido general, pero pienso que sigue siendo necesaria una espiritualidad del martirio,pues el testimonio cristiano es testimonio de reino (presencia salvadora de Dios), siendo, al mismo tiempo, una expresión de resistencia activa ante la violencia y opresión del mundo. Por eso quiero iluminar, en lo posible, la actitud de los creyentes en medio de un sistema adverso ¿deben colaborar con el sistema? ¿cómo deben situarse ante la violencia de los grupos dominantes? ¿qué dice la historia de Israel , la palabra de Jesús y la vida de Pablo sobre el tema? Aprender a vivir de un poco pacificado, sin juzgar a los demás, en medio de la violencia y rechazo del sistema: tal es la actitud verdadera del cristiano.

Este es, finalmente, un trabajo que quiere estar abierto a la esperanza concreta, en este momento de la historia. Quiere ser “guía de perdedores” mesiánicos, no de aquellos que se sienten y dices perseguidos de un modo victimista (masoquista), para así hacerse sentir y sobresalir o situarse ante la vida, sino de aquellos que responden de manera creadora, sin condenar a los demás, responder de una manera resentida y envidiosa, sino creadora. Esta esperanza tiene que mantener viva la memoria de todos los perseguidos de la historia, pero no para clamar venganza, sino para edificar desde ella, en actitud de no violencia activa, un camino nuevo de humanidad, que no se construya sobre la tumbas de los sacrificados.

Violencia y Religión en la Historia de Occidente : Xabier Pikaza:  Amazon.es: Libros

He venido trabajando desde hace algún tiempo sobre el tema y pienso que ahora pudo ofrecer una síntesis de tipo bíblico, como una guía de lectura para aquellos que quieran situarse de un modo personal ante los temas. Tengo la esperanza de que un estudio como este  pueda ayudar a comprender la singularidad del mensaje y vida de Jesús y a precisar la respuesta de la iglesia cristiana como pueblo caminante y perseguido a lo largo de la historia[1]         He publicado sobre el tema diversos trabajos, a lo largo de los últimos años, AntropologíaBíblica, Sígueme, Salamanca 1993; El Señor de los Ejércitos, PPC, Madrid 1997... etc.    

INTRODUCCIÓN

             Como persecución tomamos, en sentido amplio, toda acción violenta de unos hombres sobre otros, acción por medio de la cual un grupo intenta imponer a los demás sus ideales, su poder o forma de vida , con el fin de destruir su identidad en introducirlos en su propio sistema (asimilarlos y/o destruirlos). En sentido más estricto es persecución el comportamiento de aquellos que de tal forma quieren imponerse a los demás que los terminan convirtiendo en sus esclavos o sencillamente los destruyen.

            La persecución es un fenómeno muy frecuente en nuestra historia. Los hombres han desarrollado ideales de fraternidad y comprensión, pero en concreto se han dejado llevar por la imposición del más fuerte, viniendo a caer en la dialéctica del amo y del esclavo. Se ha llegado a tal extremo que muchos han supuesto que la humanidad se halla necesariamente dividida en “clases” o grupos antagónicos, con el triunfo consiguiente de unos y la sumisión de los restantes. Ese enfrentamiento se concreta en niveles diferentes. Siguiendo un esquema que es valioso por su simplicidad, se podría asegurar que la lucha y persecución interhumana se realiza fundamentalmente en tres niveles:

En el plano económico, con la acumulación de los bienes en manos de unos pocos o de unos grupos especiales, y la servidumbre, esclavitud o sometimiento de los otros. de los restantes. Éste ha sido, y sigue siendo, según Ap 13-17 el tipo principal o fuente de todas las persecuciones

2. En el plano político con la apropiación del poder por una clase o grupo social y el consiguiente sometimiento de los restantes grupos o personas. Según Apocalipsis (siguiendo a Jesús: No podéis servir a Dios o el dinero), éste sigue siendo el segundo tipo de persecución, el de aquellos que toman el poder como principio de toda realidad y, creyéndose omnipotentes, por gracia divina, imponen  su forma de ser y pensar a los demás.

3.  Finalmente en la persecución ideológica que absolutiza un tipo de verdad, puesta normalmente al servicio del poder dominante, y se persiguen o se cortan todos los restantes caminos de expresión y búsqueda del hombre.

La persecución religiosa de la que tratamos en nuestras reflexiones se mueve primordialmente en el tercer plano, aunque pueda tener y tenga sus fundamentos y sus repercusiones en los dos anteriores. La experiencia religiosa pertenece al campo de lo que hemos llamado ideología, es decir, de la comprensión de la realidad o  de la búsqueda del sentido absoluto de la vida. Los que atienen el dinero y el poder suelen sentirse dueños de la verdad (siempre post-verdad) y la imponen no sólo pos  adoctrinamiento explícito, sino por todo tipo de propaganda, financiada por el dinero y controlada por el poder política.

            Ciertamente,  nosotros suponemos que la religión es un elemento original de la vida humana. Por ser original no se confunde con ninguna otra forma de experiencia o planteamiento de la vida: tiene sus leyes, su especificidad, su autonomía. Si lo situamos solamente en ese plano, el hecho religioso escapa a todo control por parte de los medios sociales, a toda persecución externa. Sin embargo, debemos añadir que la religión es también un fenómeno conformador, esto es, un tipo de experiencia y comprensión que determina desde el fondo los aspectos más valioso de la vida: se expresan en unos modelos de moralidad, se cultiva en unos gestos de adoración pública  o de sumisión y determina la forma de existencia de los hombres y los pueblos.

En este plano,  de un modo vergonzante o exprese puede existir y ha existido con frecuencia la persecución religiosa: se da allí donde se impiden unas prácticas culturales o se imposibilita el ejercicio público de unos tipos de conducta (de formación humana, de comportamiento moral de unión social) que están fundados en el hecho religioso. De todas formas, esa persecución expresamente religiosa suele ser la expresión ideológica de una persecución anterior, de tipo económico y/o político.  Los lobos no se persiguen unos a otros, en general  se ayudan en manada. Los hombre en cambio, rompiendo la manada universal humana, por dinero y poder particular, se han vuelto desde antiguo malos lobosunos en contra otros, como dice ya el Eclesiaste, un libro de la Biblia que apenas se ha leído entre nosotros.

            En cierto sentido, la persecución religiosa constituyen un dato constante en nuestra historia: los grandes pueblos conquistadores ya sea en el plano militar o ideológico, han tendido a imponer un tipo de visión religiosa. Sin embargo, es conveniente distinguir en este campo las diversas religiones.

Las religiones politeístas suelen ser relativamente tolerantes por el simple dato de que el ser divino o absoluto se concibe siempre como abierto. Los dioses de los pueblos forman entre todos un conjunto sagrado o panteón; por eso no es preciso ser exclusivistas ya que todos, los dioses de los pueblos vencedores y vencidos, vienen a integrar el mismo fondo numinoso.

Lo que sucede es que el Dios más importante del pueblo triunfador tiende a mostrarse como jefe, cabeza de familia o Señor de los restantes dioses. Caso característico en esta asimilación sagrada lo constituye el “Panteón” de Roma. Según esto, no es preciso que una religión persiga a otra, ni que los fieles de una religión de segunda se convierten a la primera. Bastará un proceso de asimilación a través del cual los diversos dioses, es decir, las expresiones de lo sagrado, se complementan y se unen. Eso es lo que ha sucedido, por ejemplo, en las religiones del oriente antiguo (Asiria, Babilonia) que los israelitas han concebido y presentado como religiones de persecución  y dominio, como ha puesto de relieve, de forma impresionante, el comienzo del libro de Habacuc, donde los imperios son pescadores y cazadores de hombres y pueblos, para dminarles.   

Las religiones místicas, que son de un modo general el hinduismo y el budismo, no han desarrollado tampoco un verdadero exclusivismo religioso que se pueda traducir en forma de persecución. El motivo sigue siendo en el fondo el mismo que hemos visto en el caso precedente: Dios no está fijado en unos rasgos absolutos; tiene múltiples aspectos como pasa en el hinduismo o se esconde tras un velo de negatividad y de misterio como en el budismo. Por eso es más difícil que se llegue a una persecución o lucha de tipo religioso…. Pero las persecuciones religiosas se han dado de formas distintas, pero fuerte, no sólo en la India (por ejemplo, contra el budismo), sino en china y otros pueblos.

Diferente es el programa en las religiones proféticas (judaísmo, cristianismo, islamismo). Dios se ha revelado según ellas de un modo muy preciso, a través de una persona o de un acontecimiento especial, de tal forma que surge así un determinado “exclusivismo”: exclusivismo del Dios como absoluto y verdadero, frente a todos los restantes dioses falsos, y exclusivismo, de una forma de conducta, esto es de un tipo de adoración o des servicio religioso. En este campo ha madurado un tipo de persecuciones religiosas, al menos tal como nosotros queremos estudiarlas.

Lógicamente, pueden ser de tipo doble, activas o pasivas. Son activas aquellas que provienen del grupo religioso que pretende imponer a los demás su novedad o su forma de existencia. Pasivas las que sufre el grupo al suscitar oposición de aquellos otros que se sienten amenazados por su forma de ser o por sus mismas pretensiones de absoluto.

portada Gran Diccionario de la Biblia (Diccionarios)

            En las reflexiones que siguen  de este libro y, en el conjunto del Diccionario de la Biblia, nos fijaremos solamente en al persecución religiosa, tal como aparece en el mundo en el antiguo testamento y en el Nuevo. Israel y cristianismo tienen en común el convencimiento de haber sido objeto de elección y de cuidado especial por parte de Dios. En este aspecto son exclusivistas y suscitan o pueden suscitar persecución. Sin embargo, el trasfondo es diferente en cada paso.

Para el Antiguo Testamento la experiencia religiosa se estructura dentro de un ámbito de totalidad que incluye los diversos aspectos de la vida humana: unidad social, independencia nacional, posesión de una tierra, desarrollo de una cultura. Por eso, la persecución se sitúa dentro del campo de la lucha social entre los pueblos. Israel sufre el acoso de aquellos que pretenden imponerle sus peculiaridades tanto sociales como políticas, y a su vez, responde activamente a esos ataques. Por eso, en un primer momento, la persecución será primordialmente de carácter externo, esto es, fundada en motivos sociales y políticos. Sólo más tarde, a través de un proceso de maduración y crisis interna, el pueblo del antiguo testamento gestará una compresión más estrictamente religiosa de sus peculiaridades dando lugar a un planteamiento nuevo del hecho de la persecución.

El Nuevo Testamentose mueve desde el principio en un campo de religiosidad pura, sin ámbito cultural propio, sin búsqueda de estructuras políticas o sociales que respalden su novedad religiosa. Lógicamente, su persecución cobrará dimensiones y motivos diferentes. Está basada en el rechazo del judaísmo oficial que siente el peligro de un derrumbamiento en el caso de que triunfe el evangelio. Hay que anotar el hecho de que el cristianismo neotestamentario sufre persecución pero no persigue. Sólo más tarde, cuando la iglesia se estabiliza como entidad social y se convierte en garantía de orden público, podrá surgir eso que no se ha dado en el principio: los cristianos, a su vez, perseguirán a los judíos o impondrán su evidencia a los grupos de herejes que nacen dentro de la iglesia.

Libros Alcaná

Con esto se habrá roto el esquema, la visión primera de Jesús y su evangelio. Como nosotros solo estudiamos los datos que ofrece la Escritura, el Antiguo y Nuevo Testamento, dejamos de lado esa persecución posterior que han ejercido a veces (demasiadas veces) los cristianos, a veces unos contra otros, y otras veces los cristianos triunfadores de una iglesia o comunidad en contra de otros grupos o pueblos religioso, económicos, sociales.

Tanto la persecución contra los infieles o herejes, como la inquisición y el santo oficio (con su corolario en la Congregación para la Doctrina de la fe), de la que acaba de tratar (y a la que en el fondo acaba de “condenar” (en un sentido) el Papa Francisco, en su carta a “Tucho Fernàndez” son un triste ejemplo de persecución cristiana, hecha por cristianos que han olvidado se fe en Jesucristo.

NOTAS

[1] He elaborado el tema  a ruegos de mi amigo el Prof. M.R. Losada, que publicado, con ligeras variantes, en versión portuguesa: A persecuçao religiosa na Sagrada Escritura, Ediçoes Paulinas, Sao Paulo 1983.  

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