Ramón Prat (*1945): Pastoral de evangelio y liberación de los descartados

Ramon Prat i Pons, profesor de la Facultad de Teología de ...

 Entre los grandes pastoralistas hispanos de finales del XX y principios del XXI (algunos ya fallecidos, como C. Floristán, L. Maldonado, J. Martín Velasco...)  sobresale R. Prat, por  su testimonio de evangelio y su compromiso de presencia liberadora de la iglesia en un mundo cambiante, abierto a nuevos conocimientos y experiencias, amenazado por la exclusión social y personal, representada especialmente por los descartados económicos, sociales, personales

Ha sido Vicario de la Diócesis de Lleida y Catedrático de la Facultad de Teología de Cataluña. Vive en Lleida, delicado de salud, lleno de gozo y propuesta de iglesia.   He tenido la alegría de publicar en el último número de Vida Nueva (12.6.2020) una recensión de su ante-último libro, titulado  El Recuerdo de Dios (el ultimo, que quiere ser una especie de "despedida" gozosa, pùblicado ya en catalán, está siendo preparado para su edición castallana, en Sec.Trinitario, Salamanca)

Es una alegría y un deber presentarle en RD, felicitándole por ese libro y deseándole la bendición de Dios y de la vida, y el reconocimiento de una cúpula eclesial que no ha sabido reconocer su obra, siempre en la línea del Papa actual Francisco.   Para una visión general de sus obras hasta el año 2017 cf. https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=499945 . La postal que ahora sigue tiene dos partes:

  1. La recensión de vida Nueva, en la que ofrezco una semblanza de su vida y obra,poniendo de relieve su compromiso por una iglesia centrada en el testimonio de Jesús, presencia de Dios, libertad personal, liberación de los excluidos, camino de Evangelio.
  2. Su propuesta sobre Pastoral Penitenciaria (con un programa de evangelio para los descartados),  preparado por encargo de los responsables de la Conferencia Episcopal Española, pero rechazado "borrado" (prohibido) por la "cúpula" oficial (Mons. Rouco) el año 2000 (en contra de lo que dirá Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, al insistir en la presencia de la iglesia entre los descartados).

VidaNueva

portadaVidaNueva

1. SEMBLANZA DE SU VIDA Y OBRA. VIDA NUEVA (121.6. 2020)

Ramón Prat i Pons, El recuerdo de Dios. En camino hacia el sentido de la vida, Agape 53, Secretariado Trinitario, Salamanca 2019, 280 págs. 

            Traducción castellana del texto catalán (Pagès Editors, Lleida 2017), con un subtítulo muy apropiado Pelegrinatge a la ricerca del’Infinit. Como dice C. García de Andoin (prólogo) este es el “testamento sapiencial de un cristianismo interior, cordial, total”. Testamento y recuerdo de una peregrinación casi terminada: Sólo le falta la inmersión final en el Infinito (texto catalán), el descubrimiento pleno del sentido de la vida (texto castellano).

            Texto sorprendente, humildemente riquísimo. No conozco hoy a nadie que hubiera podido escribir un libro así, en la Iglesia del Estado Español, más sinfónico, más hondo, más lleno del recuerdo agradecido de la Vida, puesta ante Dios y ante los lectores, tras cincuenta años de peregrinación pública intensa, tipo personal, social, eclesial, teológico, entre grandes cambios como los que R. Prat ha vivido.

  1. Prat y Pons nació el 1945 (cuatro años después que yo), y hemos recorrido un camino semejante, él más vital/social, quizá yo más estrictamente teológico. Siento su camino como si fuera el mío, y lo digo con agradecimiento, cuando está llegando el momento de las despedidas (como la del Pablo “pastoral” de 2 Tes). Desde ese fondo quiero destacar seis rasgos de este libro.
  2. Teología estricta. Conocí a Ramón por nuestro amigo común, J. M. Rovira, cuando venía a Salamanca, invitado por N Silanes, con otros amigos catalanes (como J. Rius‒Camps) a las Semanas Trinitarias (entre el 1980 y el 2000). Rovira le avalaba y así Prat fue publicando en castellano, en Salamanca (Sec. Trinitario), sus grandes libros, por todos conocidos: Teología pastoral, El dinamismo de la acción eclesial, La Misión de la Iglesia en el mundo.
  3. Teología “penitenciaria”. R. Prat era el mejor experto del tema, y así J. Sesma, director de Pastoral Penitenciaria de la CEE, le escogió para escribir (con el sociólogo V. Renes, el jurista A. Gómez y un servidor, como biblista) un Documento dePastoral Penitenciaria, publicado a nombre de la Iglesia. Pero eran años duros, de plomo y miedo, no quisieron firmarlo. Fue una desgracia para la Iglesia Española y una ofensa para R. Prat, que había redactado un precioso capítulo, en la línea de Mt 25, 31‒45: “Estuve en la cárcel y me visitasteis”. Tras 30 años, aquel documento puede leerse con gran provecho en Obra Mercedaria LV/226 (2000) 445‒512.

    TEOLOGÍA PASTORAL. COMPARTIR LA ALEGRÍA DE LA FE. PRAT I PONS ...

  4. Teología política. R. Prat es catalán y cristiano universal. A pocos conozco que hayan planteado mejor el tema de la dependencia/independencia en línea de libertad, humanidad y evangelio. Él busca ante todo la independencia personal, sobre estados y clases sociales, pues sólo ella hace posible una inter‒dependencia pactada en libertad solidaria, con un recuerdo intenso de la historia de cada nación, al servicio de la vida y comunión de todas, desde los más pobres, superando una visión dictatorial, capitalista, de los estados actuales.
  5. Teología cultural cristiana. R. Prat viene de la revolución de los estudiantes (Paris 1968) e incluso los indignados del Estado Español (mayo 2011), buscando así un gran cambio social, en línea de diálogo “católico”, es decir, de todos, en este tiempo de desgaste y hundimiento de un cristianismo social de poder y de masas. Por eso insiste, en este libro y en todas sus obras, en un diálogo con todos (creyentes, agnósticos, ateos, anti‒teístas…) en respecto y libertad, descubriendo y potenciando los más hondos valores de una vida en busca de sentido, que él concibe como peregrinación al Infinito.
  6. Teología personal. Éste es un Libro‒Testamento, en la línea de San Agustín (Confesiones). Sin ostentaciones ni victimismos, R. Prat se desnuda y se dice en estas páginas, presentando ante Dios y sus lectores, el gozoso camino de su vida. No escribe un tratado académico, sino un relato (un itinerario, un “almario”) de su camino, en la etapa final, de un modo humilde, intenso como “testigo de Dios”.
  7. Recuerdo de Dios. Éste es el título del libro, el resumen de su contenido. A través de los planos anteriores, R. Prat presenta su vida como “recuerdo de Dios” que ha venido expresándose en ella. Éste es un Libro‒Eucaristía, la Acción de Gracias de R. Prat, su Confesión de Fe más honda, más abierta, teológica y existencial, desde Cataluña, en la Iglesia, para todos los hombres, especialmente los encarcelados y los pobres. Gracias, Ramón. Desde aquí te mando mi saludo admirado, solidario, cariñoso. Me gustaría verte antes de que ambos seamos abrazados plenamente por el Infinito. Cuídate y muchas gracias, moltes gracies, eskerrik asko.  Xabier

TRATADO DE TEOLOGIA PASTORAL : Agapea Libros Urgentes

 DIRECTRICES PARA UNA PASTORAL PENITENCIARIA ACOMODADA A LAS NECESIDADES DE NUESTRO TIEMPO

1V. RENES, Mª. Á. GONZÁLEZ, Á. GÓMEZ, J. L. SEGOVIA,           J. PIKAZA, R. PRAT, J. DEVESA          GRANDES LINEAS  DE U...

   Como he dicho en la recensión anterior, R. Prat ha sido y sigue siendo un especialistas en pastoral en el mundo de la marginación, como muestra el último capítulo de su obra Tratado de Teología Pastoral, dedicado a la Pastoral Penitenciaria (399-408).

  De un modo lógico,  el P. José Sesma (director de la Pastoral Penitenciaria de la CEE) le encargó la redacción de la parte dedicada a la Pastoral Penitenciaria en un documento que debía publicarse a nombre de la Conferencia Episcopal Española.  El documento estaba ya escrito y preparado para  la discusión y publicación,  pero la "cúpula" episcopal del año 2000, presidida por Mons. Card. Rouco Varela no quiso aceptarlo, pensando que iba en contra de sus directrices pastorales de "autoridad" y acción eclesial, en línea más jurídica y falsamente política que evangélica

  En ese momento (año 2000) Mons. Rouco y su grupo de presión querían otra pastoral de influyo fuerte en la vida político-social, de tipo impositivo, con mucha Plaza Colón, con ministros y toda ley, pero con olvido o marginación de los  presuntos "disidentes"  y de los "excluidos y descartados", entre los que estaba el mundo de la cárcel, que debía cumplir sus penas, en contra de la propuesta del evangelio. Fue una iglesia de poder y represión, olvidada de Mt 25, 31-46 y de los pobres de lo pobres, una iglesia de ley, no de buena nueva de evangelio, como quería R. Prat, como quiere hoy el Papa Francisco. 

Ramon Prat presenta el seu nou llibre 'Record de Déu' | Bisbat de ...

   Han pasado 20 años, se perdió la mejor oportunidad de aquel momento, acabó el mandato Rouco... y ahora, el Papa Francisco, propone para toda la Iglesia unas ideas y proyectos muy parecidos a los que presentó Ramón Prat.

La propuesta de aquel tiempo (pedida por la CEE, pero luego rechazado por su cúpula, no fue ni discutido) y así  tuvo que publicarse de una manera casi clandestina, como "material de trabajo" en un boletín de Obra Mercedaria, una propuesta que hoy puede encontrarse  on line:   https://studylib.es/doc/6217893/grandes-l%C3%ADneas-de-una-pastoral-penitenciaria-para-el-terc...https://www.diocesisoa.org/documentos/ficheros/lppenitenciaria_960.pdfhttps://es.slideshare.net/ppenitenciariajerez/grandes-lineas-de-pastoral

Aquí reproduzco sólo la propuesta luminosa, profética, evangélica de R. Prat (el resto del documento podrá verse on line). Gracias, Ramón, por lo que entonces proponías, por lo que hoy sigues proponiendo con tu vida y trabajo al servicio de los excluidos, en el corazón de la Iglesia:

2                 GRANDES LÍNEAS DE UNA PASTORAL               PENITENCIARIA PARA EL TERCER MILENIO                       ...

 PROPUESTA DE PASTORAL PENITENCIARIA (R. Prat) (Texto sin notas, que podrán encontrarse en la edición on line arriba indicada).

  1. Una nueva conciencia eclesial

La comunidad cristiana, si quiere ser fiel al Evangelio, ha de reaccionar ante actitudes sociales que consideran algunas situaciones o grupos humanos como irremisiblemente perdidos. Es lo que, en lenguaje antropológico, se ha calificado de ­muerte social­. Las personas enmarcadas en este calificativo de ­muerte social­, físicamente siguen vivas, pero, desde el punto de vista existencial, son consideradas como definitivamente marginadas de los intereses generales y colectivos de la sociedad.

 El Evangelio es Buena Noticia real para toda la humanidad. Y para el Mensajero de tan extraordinaria Noticia, Jesús, que hizo de la misericordia su bandera y vino a buscar pecadores y corrió detrás de la oveja perdida hasta encontrarla, no hay nada definitivamente perdido. (Cfr. Mt. 9, 13; Lc. 15, 4) Podemos afirmar, incluso, que lo perdido del mundo es lo preferido por Jesucristo. La Iglesia, como sacramento del amor de Dios, manifestado al mundo por medio de Jesucristo en el Espíritu, ha de dar testimonio, con coraje y sin ningún tipo de miedo, de la ­Buena Noticia de Cristo Jesús­ (Hch. 6, 10),  en todos los ámbitos que debe sanar, iluminar y ­salar­ la Pastoral Penitenciaria: centros de reclusión, barrios y grupos deprimidos y marginados.

 La nueva toma de conciencia eclesial respecto de la Pastoral Penitenciaria plantea nuevos y serios retos a la comunidad de creyentes que no pueden permanecer inactivos, al mismo tiempo que se detectan signos de esperanza que invitan a reaccionar evangélicamente ante la situación personal, social y estructural del mundo penitenciario 

1.1. Retos que plantea la nueva toma de conciencia eclesial respecto de la Pastoral Penitenciaria.

 Ante la presente realidad penitenciaria de España y pensando en el futuro milenio, en el que, por mandato del Señor, habrá que seguir proclamando "la Buena Nueva a toda la creación­ 96, nos preguntamos:

 - ­Es posible vivir la dignidad de la persona humana, en el contexto social y estructural del universo penitenciario?

- ­Cómo vivir un proceso real y abierto a una auténtica liberación y humanización?

- ­Cómo promover unas relaciones sociales basadas en la justicia y la libertad, que actúen como prevención de la delincuencia?

- ­Cuales son las alternativas culturales, sociales, políticas y jurídicas a la situación actual de los centros penitenciarios, para que sean mediaciones educativas de verdad?

- ­Qué hemos de hacer para realizar una auténtica tarea de reinserción social?

- ­Qué responsabilidad tiene cada cristiano concreto, y la comunidad cristiana en su conjunto, de cara a la transformación de esta realidad?

- ­Qué responsabilidad tiene la Iglesia, como promotora de opinión pública, para ayudar a avanzar a toda la sociedad en la dirección correcta de la prevención, educación y reinserción?

 Los RETOS son ciertamente acuciantes y estamos convencidos de que la respuesta eficaz a los mismos vendrá de las acciones y esfuerzos conjuntos de la sociedad civil y de la Iglesia. Sin embargo, la conciencia de la responsabilidad personal en el campo de la Pastoral Penitenciaria nos apremia y urge a tratar de responder a semejantes retos, aportando, por nuestra parte, las ideas, principios y acciones que se derivan de la predicación del Evangelio en su integridad a ­toda la creación­, de la que también forman parte los presos y los marginados todos.

 Nos es grato recordar lo que a este propósito escribió la Comisión Episcopal de Pastoral Social en su documento ­Las Comunidades Cristianas y las Prisiones­ del 16 de noviembre de 1986: ­La Iglesia y sus instituciones, en colaboración con toda la sociedad, con todos los medios a su alcance, deben comprometerse en luchar por una sociedad más justa, donde todos los ciudadanos estén integrados en igualdad de oportunidades, con los mismos deberes y derechos. Los factores colectivos y sociales deben ejercer, por tanto, una doble actividad. Primero, sobre ellos mismos, para caminar en una línea de justicia y eliminar así su participación en la génesis de la delincuencia, y luego, sobre los delincuentes en general, pues sólo una acción colectiva y global llevará a la eficacia final­ ( CCP, V. 3. 1). 

  1. 2. Signos de esperanza que invitan a reaccionar evangélicamente ante la actual situación penitenciaria.

  Aunque la empresa de la nueva evangelización no resulte nada fácil, la promesa de Jesús de permanecer Él por su Espíritu en la Iglesia, debe animar a todos los creyentes, cada uno según su capacidad y circunstancias, a cumplir con la obligación de testimoniar y proclamar a ­todas las gentes­ la Buena Noticia.98 Y, además, detectamos en la sociedad actual, y muy señaladamente entre los creyentes en Cristo, los siguientes signos que abren los corazones a la esperanza:

 - La nueva sensibilidad de algunos sectores sociales y eclesiales hacia la humanización de la situación penitenciaria.

- La experiencia pastoral vivida los últimos decenios en el ámbito de la Pastoral Penitenciaria, realizada por un número importante de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que trabajan con entusiasmo inaccesible al desaliento en este campo de acción evangelizadora.

- La toma de conciencia progresiva, vivida dentro de la Iglesia por parte de los agentes de Pastoral Penitenciaria, en la que se ha ido pasando de la asistencia a la promoción social, y de la promoción social al anuncio profético y esperanzado del Evangelio encarnado en la situación real.

- La reflexión teológica, espiritual y pastoral, a partir de la experiencia, realizada en los ­Congresos Nacionales de Pastoral Penitenciaria­, ­Asambleas Nacionales de los Capellanes de Prisiones y Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciaria­, ­Cursos Nacionales de Formación del Voluntariado de Prisiones­, ­Asambleas Zonales de Capellanes de Prisiones y Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciaria­. Reflexión que ha venido aportando muchos elementos valiosos de tipo práctico y doctrinal, conducentes a la valoración de la Pastoral Penitenciaria, como pastoral específica, a la formación de los agentes de dicha pastoral (sacerdotes, religiosos y laicos) y, en definitiva, a una verdadera renovación de la acción penitenciaria eclesial.

- La doctrina desarrollada en los documentos ­La caridad en la vida de la Iglesia­ de la LX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española del 20 de noviembre de 1993 y ­La Iglesia y los Pobres­ de la Comisión Episcopal de Pastoral Penitenciaria" del 21 de febrero de 1994.

- La creación de secretariados o delegaciones de pastoral penitenciaria en muchas diócesis.

- La preparación del Jubileo del año 2000, como un ­año de gracia del Señor­  para liberar a los cautivos. 

  1. Acción evangelizadora de la Iglesia

 A la luz de los gestos y palabras del Señor Jesús, estamos convencidos de que la tarea de la Iglesia consiste en actualizar, a través de los tiempos, el compromiso de la triple acción educadora que el mismo Cristo enseñó y confió a sus discípulos, a saber: educar la mirada para ver y sentir como propios los males del mundo y, por tanto, también los que afectan al mundo penitenciario; educar la inteligencia para discernir y descubrir al mismo Cristo, presente en el fondo del sufrimiento humano y, por tanto, en el fondo de la realidad carcelaria; y educar la voluntad para actuar y comunicarse los unos con los otros en actitud transparente de servicio.

La acción educadora de la mirada, del discernimiento y de la práctica del amor, afecta a todos los cristianos, sin ninguna distinción, y a toda la Iglesia en su misión profética, litúrgica y de acompañamiento hacia el aprendizaje del estilo de vida de Jesucristo. Por esta razón, la acción evangelizadora que la Iglesia realiza en la Pastoral Penitenciaria afecta, por una parte, a la pastoral de conjunto eclesial, y, por otra parte, presenta dimensiones de actuación específicas y complementarias. Tales dimensiones son de orden ideológico, social, político, jurídico y eclesial. 

2.1 La Pastoral Penitenciaria en la pastoral de conjunto.

 La Pastoral Penitenciaria afecta a la totalidad de la comunidad cristiana. Así como la pastoral de los enfermos no es una acción marginal en el conjunto de la práctica de la Iglesia sino que afecta a toda la comunidad, lo mismo hay que decir de la Pastoral Penitenciara: tampoco es una acción marginal en la Iglesia. Es cierto que, a primera vista, parece que la Pastoral Penitenciaria tiene menos destinatarios que la pastoral de la salud, porque el número de internos en los centros penitenciarios es muy inferior al de los enfermos en las casas y en los hospitales. Sin embargo entendida la Pastoral Penitenciaria en la verdadera extensión de su significado, como se ha entendido en este documento, es decir: atención a los detenidos y a los recluidos en los establecimientos de internamiento y en los centros penitenciarios, prevención de la delincuencia mediante la erradicación de sus causas y reinserción social posterior al internamiento, nos damos cuenta de que la Pastoral Penitenciaria es la pastoral específica de multitudes que se agitan en la periferia de la buena y sana sociedad, en unos ambientes educacional, económica, social, cultural, jurídica y políticamente deprimidos.

 La Pastoral Penitenciaria es una pastoral relacionada con el conjunto de la comunidad eclesial que reclama y exige, de parte de la misma, el diseño de unos objetivos, una metodología y una organización. Los objetivos de la Pastoral Penitenciaria son los propios de toda acción pastoral eclesial: seguir realizando el quehacer que nace de la Pascua / Pentecostés y es, en este caso, la evangelización encaminada a construir, en ambientes deprimidos, la comunión querida por Cristo; que consiste en establecer una relación de auténtica fraternidad entre todas las personas (también entre y con los presos) y la relación filial de todas las personas con el Padre Dios.­ La Pastoral Penitenciaria, dentro del conjunto de la pastoral eclesial, es, en verdad, la pastoral del amor, de la esperanza, de la justicia, de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad!.

 La fidelidad a la Pascua exige por parte de la comunidad cristiana una acción servicial, celebrativa y misionera. La acción servicial es la práctica del amor concreto y convivencial, abierto a todas las personas, sin ninguna distinción, no por lo que hacen o han hecho sino por lo que son. La acción celebrativa es la anticipación gozosa de la realización plena de la justicia y de la libertad: celebración anticipada que se pone de relieve en la Eucaristía, pero también en el talante esperanzado de la actuación de la comunidad ante las causas perdidas. La Eucaristía obliga a la Iglesia a proclamar el ­año de gracia del Señor­, ante la situación de la realidad penitenciaria. La Eucaristía obliga a la Iglesia a dar testimonio de esperanza a través de la pastoral de la justicia y de la libertad. La acción misionera es la creación de las condiciones de posibilidad para la práctica del amor y para la celebración anticipada de la realización en plenitud de la justicia y la libertad. Estas tres acciones son tarea nuestra, pero, en definitiva, son un don del Dios dador de todo bien. 

2.2 Dimensiones de la acción y objetivos operativos.

 La práctica del amor cristiano que se nutre de la Eucaristía es la verdadera fuerza impulsora de la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. Y la práctica de semejante amor comporta no solamente actuar sobre los efectos de la violencia, con la secuela del encarcelamiento, sino, y sobre todo, sobre las causas que la generan. La erradicación de las causas es necesaria especialmente en los grupos de alto riesgo, como, por ejemplo, en los formados por los adictos a opiáceos y toxicómanos. Porque es en estos sectores sociales concretos donde se hace patente la urgencia de realizar una tarea de prevención educativa social.

 Creemos que la Pastoral Penitenciaria, como parte de la pastoral de conjunto, en el momento presente, ha de poner el acento de su actuación en promover un cambio profundo de mentalidad general de la sociedad ante la situación penitenciaria. Pues, urgiendo que la sociedad pase de una actuación sobre los efectos de la violencia a una acción decidida sobre sus causas, estamos anunciando al mundo de la marginación la Buena Noticia evangélica de la salvación.

La actuación concreta para promover un cambio de la mentalidad general de la sociedad ante la situación penitenciaria tiene varias dimensiones o acentos. Son dimensiones que cada una tiene su especificidad, pero que están profundamente relacionadas entre sí. Sólo cuando actuamos en todas las dimensiones del problema y tomamos conciencia de su interrelación, descubrimos la necesidad urgente del mencionado cambio de la mentalidad general y de las actitudes prácticas cotidianas, en particular. 

2.2.1. Dimensión ideológica: necesidad de un cambio cultural.

Reconocemos que, a partir del siglo XVI, el sistema penitenciario español ha ido progresando en humanidad, al paso que se iba produciendo un mayor desarrollo de la cultura y una mejor comprensión y valoración de la persona humana. Las cárceles de hoy en el solar hispano tienen poco que ver, gracias a Dios, con la que describe el sevillano Cristóbal de Chaves en su ­Relación de la cárcel de Sevilla­ (1588), ni con las cárceles de Valencia y su reino que, al decir de Tomás Cerdán de Tallada, natural de Xátiva, en su obra ­Visita de la cárcel y de los presos (Valencia, 1574), eran ­mucho más ásperas y crueles que los baños de Argel­.

 Penitenciaristas como los ya citados y otros del siglo XVI, como el conocido canónigo de la catedral de Toledo, Bernardino de Sandoval, con su libro ­Tratado del cuidado que se debe tener de los presos pobres­ (Toledo, 1564) influyeron notablemente en el progresivo cambio de mentalidad, beneficioso para los presos de los siglos posteriores.

 Sin embargo, afirmamos que nuestro sistema penitenciario actual necesita todavía de una mayor humanización. Ya que la finalidad de un buen sistema penitenciario no es la venganza social frente a la persona que ha delinquido, sino la erradicación de las causas de la delincuencia y de la delincuencia misma, y el acompañamiento del delincuente hacia el arrepentimiento y el perdón. Lo cual quiere decir que hay que potenciar la reparación en vez de la punición.

 Este principio ideológico nos hace ver que la prisión ni es un bien social ni un bien económico. No es un bien social, porque, a pesar de la gran dedicación de personas y medios, en la práctica no conduce a un acompañamiento real hacia el arrepentimiento y el perdón, ni propicia la reparación de los daños ocasionados a la víctima, ni contribuye con eficacia a la rehabilitación de las personas delincuentes, ni a potenciar la paz ciudadana ni el bien común. Y no es un bien económico, porque la eficacia de los medios materiales y de los esfuerzos personales, utilizados con vistas a la reconstrucción de la justicia y a la promoción de la libertad, es muy limitada y no son compensados por unos resultados mínimamente aceptables.

Convencidos de que nuestro sistema penitenciario vigente ni es un bien social ni un bien económico, creemos que ha llegado el momento, en el umbral del nuevo milenio, de estructurar al servicio de los presos un sistema penitenciario que brote de la cultura del amor cristiano, que sustituye a la del odio y de la venganza punitiva, y de la nueva cultura de la dignidad humana, que valora en lo que son y por lo que son en sí mismos al hombre y a la mujer contemporáneos y no por sus rendimientos sociales o económicos. Y estamos seguros de que de los principios de esa doble cultura, saldrán alternativas a la pena de prisión que permitirán administrar mejor y con mayor eficacia los medios económicos y los esfuerzos personales y comunitarios de la sociedad que se pongan al servicio de los presos.

 2.2.2. Dimensión social: necesidad de un cambio de mentalidad.

 Cuando, a partir de la experiencia, tenemos la oportunidad de conocer en sus detalles la historia personal precarcelaria de los recluidos en los establecimientos penitenciarios, nos damos cuenta de que, sin excluir las responsabilidades personales, siempre nos encontramos, en esa personal prehistorias, con causas de orden familiar, educacional, ambiental y estructural determinantes de la conducta delictiva de los individuos. Se da con frecuencia un circuito personal-social que nace de unas carencias personales que segregan agresividad social. Y esa inicial agresividad recibe por parte de la sociedad, en la mayoría de los casos, un tratamiento de castigo, en vez de una verdadera terapia curativa.

 El resultado de semejante error pedagógico es que la carencia inicial no curada aumenta en intensidad, haciendo que el circuito carencia - agresividad - castigo - intensidad de la carencia - intensidad de la agresividad crezca en espiral de modo alarmante y ocasione a los individuos patologías de muy difícil tratamiento e, incluso, el internamiento en centros penitenciarios. El descubrimiento del circuito personal - social aquí descrito conducirá lógicamente al cambio de actitud ante la delincuencia.

 Tenemos que luchar decididamente contra el delito y abogar por la reparación de los daños ocasionados a las víctimas, pero simultáneamente hay que trabajar para curar con amor las profundas heridas mentales y afectivas personales de los delincuentes. La agresividad es un síntoma de esas profundas heridas; y la delincuencia es el peligroso efecto de la enfermedad personal - social que se manifiesta e irrumpe agresivamente. Por eso los delincuentes necesitan más de terapia que de punición.

 Proclamamos una vez más que los delincuentes necesitan más de terapia que de punición. Este principio podrá ser discutido desde una mirada exclusivamente inmediata, estructural y racional; pero desde la perspectiva abierta, humanista y evangélica contiene puntos de referencia que ayudan a ver y a situar el problema de la delincuencia en sus verdaderas proporciones existenciales.

 El cambio general de mentalidad y de las actitudes sociales que genera dicho cambio es una tarea urgente que todos hemos de realizar procurando y fomentando la oportuna educación de los ciudadanos, a fin de que puedan cooperar eficazmente a la solución del complejo problema de la delincuencia.

Las alternativas a la pena de prisión, por ejemplo, han de ir dirigidas a la realización de unas ofertas diversificadas de orden cultural, sanitario y profesional. La formación cultural ofrece nuevos puntos de referencia y expectativas para situarse ante la vida diaria; la oferta sanitaria (especialmente para los casos de drogadicción) brinda un tratamiento de curación; y la oferta de trabajo es la gran oportunidad que permite la reconstrucción personal y de la familia. En definitiva, la formación integral de la persona es el camino que ha de recorrer la Pastoral Penitenciaria para poder alcanzar sus objetivos: la prevención de la delincuencia, y la reeducación y reinserción social de nuestros hermanos y amigos los presos.

 En procurar el cambio de mentalidad que proponemos tienen capital importancia los medios de comunicación social. Dar las noticias de la delincuencia sin referirse a las causas personales, ambientales y estructurales de la misma, no contribuye ni a la reparación de la víctima ni a la reeducación del agresor. Sólo contribuye a crear un clima negativo de desmoralización, de rechazo y de violencia social. Sin embargo, la información correcta y adecuada, genera un clima positivo que propicia y favorece la búsqueda de alternativas sociales al vigente sistema penitenciario. Es la tarea educativa que, juntamente con la informativa, están llamados a realizar los medios de comunicación social.

2.2.3. Dimensión política: necesidad de mayor flexibilidad.

 El cambio cultural ideológico y de mentalidad social puede permitir mayor libertad para elaborar una normativa penitenciaria más flexible y abierta a la búsqueda de soluciones nuevas ante la poca eficacia de las existentes. Se trata de crear ciertas condiciones ambientales de tal calado social que permitan a los representantes del pueblo optar por un sistema penitenciario que articule mejor el respeto a la justicia con la reconstrucción de la libertad personal.

Se ha de aplicar el principio de la restauración de la justicia respecto de los derechos de las víctimas, pero, juntamente con él, hay que aplicar el principio de la reeducación y reinserción de los que han delinquido. Son dos principios que se enriquecen mutuamente.

Cuando no respetamos el principio de la restauración de la justicia respecto de los derechos de las víctimas de la delincuencia edificamos en falso. Puesto que, sin duda, estaríamos muy lejos de la verdadera restauración de los derechos conculcados; ya que reparar los daños morales, sociales y económicos ocasionados a las víctimas de la delincuencia es el objetivo prioritario de la legislación social. Pero, al mismo tiempo, el principio de la restauración de la justicia exige que se cumpla también el principio de la reeducación y reinserción de los delincuentes. Y esto, por la siguiente razón: cuando una persona ha madurado y se ha reinsertado en la sociedad no sólo se beneficia ella del cambio positivo, sino que toda la sociedad se beneficia juntamente con ella. Por otra parte, el principio de la reeducación y de la reinserción, proclamado por las leyes, deja de ser papel mojado cuando se aplica en la práctica y con medios eficaces.

2.2.4. Dimensión jurídica: necesidad de una legislación humanística.

 Para avanzar hacia un cambio de mentalidad social, se debe plasmar la voluntad política en leyes pertinentes y llevar a cabo la aplicación de las mismas por parte del poder judicial, en la perspectiva del humanismo integral y de la necesidad de hacer respetar el bien común social. Este ­humanismo integral­ está constituido por varios elementos esenciales, entre los que destacaremos aquellos que, a nuestro juicio, influyen más en la transformación de la mentalidad de la sociedad.

En primer lugar, hay que afirmar que la privación de la libertad ha de ser el último recurso empleado por la sociedad ante la delincuencia. Antes de aplicar este recurso, se deben experimentar y potenciar todos los sistemas de semi-libertad y todas las posibilidades que ofrecen las alternativas comunitarias que se están ensayando ya.

 En la elaboración de las alternativas comunitarias han de tener un papel activo las víctimas que sufrieron las consecuencias de la delincuencia. Con su participación será posible racionalizar la reparación del daño que han sufrido y, al mismo tiempo, abrir la puerta a la conciliación entre las personas.

 En la búsqueda y aplicación de las alternativas comunitarias, también ha de participar toda la sociedad, porque la participación de todos puede permitir y facilitar la integración de muchos.

Todo ello exigirá también a los profesionales penitenciarios la preparación y adaptación adecuadas a la nueva mentalidad y a las prestaciones del nuevo estilo de su función social.

2.2.5. Dimensión eclesial: pastoral de la justicia y de la libertad.

 En la Pastoral Penitenciaria, cuyos objetivos concretos han de ser, como queda dicho, la prevención de la delincuencia, el acompañamiento del recluso y la reinserción social del liberto, la propuesta evangélica del anuncio realista y esperanzado del ­año de gracia del Señor­ coincide con los valores y la meta final del humanismo social integral.

El aporte original del Evangelio al mundo penitenciario es el compromiso de la esperanza que brota de la fe y que impulsa a trabajar decididamente con toda la sociedad para conseguir que los deseos se conviertan en realidad. Este ­compromiso de la esperanza­ es una propuesta dirigida a todos sin ninguna distinción: a cada cristiano, a las víctimas de la delincuencia, a los profesionales penitenciarios y a los mismos delincuentes que están llamados también a participar en la pastoral de la justicia y de la libertad.

Al compromiso evangélico de sembrar esperanza en todos los ámbitos de la Pastoral Penitenciaria (que bien pudiéramos apellidar ­Pastoral de la Esperanza, de la Justicia y de la Libertad­) están llamadas asimismo todas las instituciones sociales y eclesiásticas que confiesan a Cristo como la LUZ verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo­. (Jn. 1, 9) Y así ese compromiso es propuesta que se dirige: 

- a la Familia que es la ­iglesia doméstica­, en la que nacen, se nutren y crecen los auténticos valores personales y sociales;

- a la Parroquia, que está llamada a vivir con normalidad la Pastoral Penitenciaria como una de las tareas ordinarias de su vida cotidiana;

- al Arciprestazgo -­hogar de fraternidad y taller de pastoral, que aglutina un conjunto de parroquias en la zona donde está situado cada centro penitenciario!-, que puede y debería contribuir a relacionar la tarea pedagógica de cara a la prevención de la delincuencia, con el acompañamiento de los internos en los centros penitenciarios, y a la elaboración de propuestas operativas encaminadas a la reinserción de los mismos;

- a los Movimientos apostólicos, llamados a transformar los diversos ambientes en los que se mueven y a humanizar evangélicamente las estructuras de la sociedad;

- a los Institutos y Congregaciones Religiosas, que, fieles a su propio carisma, están llamadas a vivir en la frontera de la búsqueda del sentido de la vida de la humanidad y a arriesgarse a abrir caminos nuevos en la sociedad.

Todas las comunidades cristianas concretas, mediante su acción consciente y consecuente, han de ofrecer a la sociedad, en general, y al sistema penitenciario, en particular, propuestas precisas y alternativas comunitarias para que se traduzcan en experiencias reales, en orden a la prevención de la delincuencia, del acompañamiento y reeducación de los internos y de la reinserción de los que han sufrido la experiencia del encarcelamiento.

Las Diócesis tienen la responsabilidad de potenciar el dinamismo de la Pastoral Penitenciaria en cuanto pastoral de la justicia, la dignidad humana y la libertad. Lo han de hacer promoviendo campañas de concienciación de los cristianos para que asuman el apostolado de la justicia, dignidad humana y libertad como el compromiso social de la fe, y estimulando a todas las instituciones pastorales a que tengan presente la Pastoral Penitenciaria en sus respectivas programaciones anuales. Es urgente promover y potenciar los Secretariados y las Delegaciones diocesanas de Pastoral Penitenciaria, para que coordinen y alienten esta singular acción evangelizadora que tiene como destinatarios los miembros más afligidos y olvidados y los ambientes más deprimidos y marginados de la comunidad diocesana, con los que también el Señor Jesús quiso identificarse.

Merecen nuestro particular reconocimiento los numerosos voluntarios cristianos que constituyen lo que no dudamos en calificar como ­Movimiento Apostólico de Voluntarios de Prisiones­, que trabajan en el campo de la Pastoral Penitenciaria con encomiable celo y enorme generosidad, por su dedicación, esfuerzos y programas de actuación en favor de los reclusos y de sus familias. Les animamos a proseguir en la tarea de continuar sembrando la semilla de la esperanza en los corazones de aquellos a quienes las circunstancias de sus vidas rotas les han lanzado al torbellino del un ir y venir continuo del barrio marginal a la cárcel, de la cárcel al ­barrio­, para volver a la cárcel y retornar de nuevo al ­barrio­, sin fin previsible, a no ser que la comprensión, la solidaridad, el amor y el perdón evangélicos les tiendan la mano bienhechora.

Desde la perspectiva evangelizadora de la Pastoral Penitenciaria, nos complace recordar a todos los voluntarios cristianos de prisiones lo que sigue:

- El voluntario cristiano de prisiones ha de sentirse llamado por Dios con verdadera vocación penitenciaria, a servir a sus hermanos los presos, en los que el Espíritu del Señor Jesús le hará reconocer al mismo Cristo (­estuve en la cárcel y vinisteis a verme­ 100) que merece ser servido con toda el alma, con todas las fuerzas y con todo el entendimiento.

- Todo voluntario cristiano de prisiones ha de manifestarse como portador de Cristo al recluso que se ve privado del don precioso de la libertad y a los familiares del recluso que sufren las consecuencias afectivas, morales y sociales de la reclusión del familiar; porque sólo Jesús es el que, de verdad, salva y libera, y Él es ­el Camino, la Verdad y la Vida­ 101 para el que va descaminado por sendas engañosas que conducen a la muerte.

- El voluntario cristiano de prisiones ha de sentirse enviado por la Iglesia a la difícil y peculiar misión de evangelizar a los ­pobres más pobres­; pues los encarcelados se encuentran despojados de todo, al verse privados de la libertad que, detrás de unas rejas, cobra más valor que todos los tesoros del mundo. Sería muy deseable que todos los voluntarios cristianos, al servicio de los presos dentro y fuera de los establecimientos penitenciarios, estuvieran integrados con los Capellanes en la Capellanía de la Cárcel, para la mejor coordinación y la mayor eficacia del trabajo apostólico.

 Damos por supuesto que los voluntarios cristianos de prisiones han de adquirir la capacitación adecuada al desempeño de su difícil acción evangelizadora. Si en todos los campos de apostolado la capacitación es imprescindible para no incurrir en fallos evitables y actuar con más eficacia, el Apostolado Penitenciario exige, por su complejidad, por sus implicaciones sociales y por las especiales circunstancias de los destinatarios del mensaje evangélico, una esmerada y actualizada preparación en los aspectos pedagógico, pastoral, catequético, jurídico, carcelario y social.

 En la Declaración ­Las Comunidades Cristianas y las Prisiones­ (1986), la Comisión Episcopal de Pastoral Social reclamaba (­y nosotros reclamamos hoy con dicha Comisión!) la incorporación al Voluntariado cristiano de prisiones de profesionales cristianos (abogados, psicólogos, sociólogos, asistentes sociales y funcionarios de las Instituciones Penitenciarias) ­para que, generosa y organizadamente, colaboren en el servicio evangélico a los encarcelados­.102 Y pedimos a los visitadores y visitadoras de las cárceles que sean transmisores ­de comprensión y alegría, de esperanza y amor a un mundo lleno de penas y sufrimientos, de desesperanzas y de odios, de desamparos y de soledad­ ; y que tengan confianza en los hombres y en las mujeres encarcelados, supuesta o probadamente culpables, pero hombres y mujeres, al fin, capaces de levantarse y aún de remontar el vuelo hasta el ­Paraíso­, como aquel buen ladrón que tuvo por compañero de suplicio a Jesucristo, ­Rey de Reyes y Señor de Señores­.  (cf. CCP. V. 3. 1. 1; Ap. 19, 16).

 Con el trabajo realizado por cada uno de los cristianos y cristianas, por cada una de las comunidades y por todas las Diócesis se logrará que la Pastoral Penitenciaria sea, en verdad, la pastoral de la esperanza, la justicia y la libertad que anuncia la dignidad de la persona y el sentido trascendente de la vida humana, que asegura que la ­muerte social­ no es un hecho irreversible y que proclama que el Evangelio es la Buena Noticia para todas las gentes, sin ningún tipo de exclusión. ­La Iglesia es la enviada por su fundador a dar testimonio de esta Buena Noticia por el mundo entero!

 CONCLUSIÓN

 Después del análisis y diagnóstico de la realidad de la reclusión en España y de las actuaciones deseables y posibles frente a dicha realidad, de contemplar la Pastoral Penitenciaria a la luz de los gestos y palabras del Señor Jesús y de indicar las directrices para una acción pastoral penitenciaria acomodada a las necesidades de nuestro tiempo, estamos convencidos de que la Pastoral Penitenciaria del tercer milenio centrará sus esfuerzos apostólicos: 

- en una evangelización sanante y purificadora de los ambientes corrompidos de miseria y marginación en los que se gesta la delincuencia que puebla las cárceles;

- en la defensa vigorosamente apostólica de la dignidad inalienable de toda persona encarcelada, inocente o culpable, hija del Dios libre y creada para ser libre y con vocación de libertad; condenando, sin paliativos, toda tortura física, psicológica, moral o social;

- en la denuncia profética de la probada inutilidad del actual sistema penitenciario de privación de libertad, para la reeducación e integración social de los reclusos; reclamando con insistencia la pronta implantación, en el régimen penitenciario español, de las penas alternativas a la de la prisión;

- y, en la presentación del íntegro mensaje de Jesucristo, ­que es el Salvador de

todos­, a los preventivos y a los penados, con la firme convicción de que nadie está irremisiblemente perdido para Dios, de que todos están capacitados para recibir la semilla del Reino y de que el amor paciente, la comprensión servicial y el perdón triunfan sobre el juicio y la condena.

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