Apocalipsis del Viernes Negro: Calentar la tierra, vender a la madre

Han estado reunidos en Glasgow cientos de investigadores y expertos, políticos y representantes de multinacionales para estudiar y tomar conciencia del ascenso de  temperatura (con la polución de tierra, agua y atmósfera), con lo que ello supondría para la vida de la humanidad en este milenio que empieza y que probablemente no acabará (antes de que se cumplan viejas maldiciones de destrucción).

   No soy científico para opinar, ni político para influir en la marcha del poder y del dinero. Tengo la impresión de que algo se ha conseguido en Glasgow, al menos en línea de impacto cultural... pero la marcha hacia la muerte de la tierra va a seguir de un modo imparable, al servicio de un tipo de capital y de poder de muerte, a no ser que cambiemos de modo radical.

   Por eso he querido pensar este viernes (que muchos llaman viernes negro, black friday 2021), en el que todo se compra y se vende, empezando por oro y plata para terminar con los cuerpos y almas de los hombres, incluida la madre, como sabía el mito guerrero más antiguo de occidente, el de Marduk, que mata a Tiamat, su madre, para así obtener un poder del muerte sobre el mundo (cf. Ap 18, 13). 

 Vendamos y compremos todo, demos el poder a Marduk, matemos a Tiamat, la Madre tierra de la vida. Éste es el mensaje de la anti-vida (de la Anti-Biblia), del anti-viernes. El Viernes Santo de Jesús fue muerte en amor para la vida. Este Viernes-Negro de la compra-venta total puede ser un comienzo de la muerte universal, si no nos convertimos (si no cambiamos de mente y de vida, con una profunda meta-noia).

ALGUNAS PAUTAS DE LECTURA PARA EL APOCALIPSIS

En este blog no puedo intervenir en el debate científico, ni cambiar directamente la mentalidad y los métodos de la sociedad capitalista (con la producción y consumo masivo de bienes). Pero puedo y quiero contar una historia. La cosa viene de lejos, como supieron los autores de los grandes mitos, entre ellos los babilonios (del actual Irak) que hace unos 5.000 años expresaron el sentido y riesgo del poder a través del mito de Tiamat: para vivir como vivimos sobre el mundo tenemos que matar a la madre (a la Madre/Diosa tierra que nos ha dado la vida. Así decían los primeros guerreros y conquistadores del mundo, en Babel, madre de todas las muertes, que se condensaba en la muerte de la madre-vida, madre-tierra. Ciertamente, el mito de Marduk-Tiamat (viernes negro) tiene unas lecturas, pero ésta me parece muy significativa.

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El tiempo de la madre

Hubo un tiempo en que los hombres parecían dependientes de la madre engendradora: de ella nacían, en ella se encontraban sustentados. Pues bien, algunos pensaron que esa madre Tiamat les había engendrado para tenerles sometidos, como esclavos, menores, en su seno, impidiendo así que ellos llegaran a ser independientes. Les habría suscitado para mantenerles atados, reinando sobre ellos. De manera consecuente, para alcanzar la madurez y realizarse con autonomía, los hijos tuvieron que matar a la madre, coronando como rey a Marduk, el más fuerte, el matricida. De esa forma se enfrentarán el poder generador de la madre y el guerrero del hijo y sólo por la lucha se verá cual quién es más fuerte.

[[Texto del mito en F. LARA, Enuma Elish, Trotta, Madrid 1994; edición parcial en J. B. PRITCHARD (ED.), La sabiduría del Antiguo Oriente, Garriga, Barcelona 1966,35-45. Cf: H. FRANKFORT, Reyes y Dioses (en Egipto y Mesopotamia), Rev. de Occidente, Madrid 1976; M. GARCÍA CORDERO, La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, BAC, Madrid 1977]].
El mito (que representa los intereses de los conquistadores violentos) empieza presentando a la madre como castradora: ha engendrado a los hijos (nos ha dado la vida), pero quiere mantenerles/mantenernos sometidos, sin dejarles autonomía.

Apocalipsis


1. Es poderosa como madre. Ha creado (engendrado, formado) el conjunto de las cosas (II, 10-19; III, 15-24.70-85) y así aparece como cuerpo-vientre, pero sin la inteligencia práctica que distingue ya a sus hijos. Es la vida inconsciente y por eso los dioses del imperio militar han de vencerla, iniciando la primera forma de racionalidad sobre la tierra.
2. Le acusan de ser represora, que no les deja ser independientes, añadiendo que ella odia a los mismos seres que ha engendrado (II, 2.11). Así piensan, los rebeldes, que quieren imponer su nueva ley de violencia guerrera, sobre el don de vida de la madre.
3. Dicen que la madre es bruja y representa los aspectos maléficos del cosmos: suscita un ejército de terrores naturales, diversos tipos de dragones, hydras, leviatanes (monstruos acuáticos), híbridos feroces (hombres-peces, hombres-escorpiones), evocando el miedo de la naturaleza, condensada en las doce constelaciones de monstruos dirigidos por un Titán o engendro maléfico, Kingu, a quien la madre confiaría el mando, como a príncipe consorte. La lucha contra la madre empieza con una gran mentira: tenemos que independizarnos de ella, porque en el fondo nos tiene sometidos (II-40; cf. III, 15-50).

Luchar contra la madre

Ésta es la batalla primigenia, la “madre de todas las guerras”: la lucha de los fuertes guerreros (los hombres) contra la Madre Tierra que los ha engendrado. La Madre Tiamat es la cultura de la vida que engendra. Marduk es Señor de la nueva racionalidad militar de Mesopotamia, es la cultura de la guerra y del dominio: lleva en su mano el arco y flecha, la red que cautiva al adversario, la maza que rompe su cráneo Desde aquí se entiende la más honda diferencia: Tiamat crea y se defiende con su cuerpo, es decir, con sus fuerzas naturales; Marduk, en cambio, ha suscitado, en torno a su cuerpo natural, un cuerpo de violencia, representada por las armas.

El mito de fondo actual (nuestra sociedad de compre-vende, de utiliza-tia) presenta a Tiamat como expresión monstruosa de la naturaleza (que un tipo de cuerpo que debe ser vencida) y se pone a favor de la victoria guerrera de Marduk con su cuerpo vestido de violencia (de armas). De esa forma supone que el hombre guerrero tiene que "matar" o dominar a la madre para desarrollar su verdadera Vida, para convertirse de esa forma en creador de cultura:
Se lanzaron al combate y se enzarzaron en un cuerpo a cuerpo. Pero el Señor (Marduk), desplegando su red, la envolvió en ella, luego soltó contra Tiamat el viento malo, que le seguía detrás. Y cuando Tiamat abrió su boca para engullirlo, él hizo penetrar en ella el Viento malo para impedirle cerrar sus labios... Él disparó su flecha y le atravesó el vientre; cortó su cuerpo por la mitad y le abrió el vientre. Así triunfó de ella, acabando con su vida (IV, 94-103)... El Señor Marduk puso sus pies sobre la parte inferior de Tiamat y con su despiadada maza aplastó su cráneo... Dividió luego la carne monstruosa para fabricar maravillas, a partió en dos, como si fuera un molusco (un pescado para el secadero) dispuso de una mitad que la abovedó a manera de cielo (IV, 129-138).

Sobre el cadáver de la madre ha creado Marduk el nuevo orden social. Ha dividido en dos su vientre (=matriz), poniendo una parte como techo (el cielo) y disponiendo la otra como suelo. En el hueco de esa madre asesinada hemos nacido, de su carne procedemos y en ella existimos («vivimos, nos movemos y somos»: cf. Hech 17, 28). En el principio de nuestra cultura está el cadáver de la mujer/madre/tierra vencida por la técnica violenta (racional) de los guerreros varones de Marduk.
Para que el hombre guerrero-conquistador-capitalista  pueda construir esa cultura y construirse tiene que domar-dominar a la mujer (a su misma madre), hasta que el fin ella se vuelva inofensiva y útil, descanso y servidora del guerrero. Esta es la primera empresa o trabajo del varón, que tiene que matar o domar a su madre para alcanzar autonomía. Antes que matar al padre (tema freudiano), al hermano (Gen 4) o a un posible dragón o fiera perversa (tema de otros mitos), el hombre tiene que matar a su propia madre. Es difícil encontrar una violencia más honda y persistente que esta.

Este mito concibe al universo como madre dominada. 1. En la parte superior del gran horno del cuerpo de Tiamat, dividido en dos, como las valvas de un molusco, ha colocado Marduk los grandes astros (V,1-47). 2. Con la saliva y aliento de Tiamat hizo Marduk las nieblas, las nubes y los vientos, pues respiramos del hálito vital de la madre muerta (V, 47-53). 3. Sobre la parte inferior del cuerpo de Tiamat, que es la costra y superficie de la tierra, vivimos y nos movemos nosotros. Cabeza y pechos de la madre son las inmensas montañas y sus ojos son los manantiales de los grandes ríos (Eúfrates y Tigris) que fecundan la tierra cultivada del entorno de Mesopotamia... (V, 53-68). De esa forma justifica el mito la violencia anti-ecológica contra la madre naturaleza de la que hemos nacido y sobre la que vivimos.


Vivimos de matar a la madre

Los portadores de la cultura occidental, herederos de este mito mesopotamio, hemos empezado a ser lo que somos al independizarnos de la madre y dominarla. Sólo quien la "mata" (quien reprime lo materno) puede convertirse en rey (V, 109). Todos dependemos de ese matricidio. Brotamos de la carne y sangre de Tiamat (y/o de Kingu, su consorte), pero nacemos por obra de Marduk, como beneficiarios y representantes de su matricidio. Lo que él hizo tenemos que seguir haciéndolo, para ratificar su gesto en una fuerte cultura de violencia. Sobre esa "hazaña" de Marduk se edifica la ciudad (Babel) y se instaura la religión (el culto de los dioses). De esa forma, llegando a su final, el mito resulta claro. Antes parecía dominante el miedo a la madre, el fantasma de una naturaleza opresora. Ahora, los dioses (y los hombres) deben inclinarse ante los signos del poder violento: «El Señor (Marduk) presentó su Arco de Guerra… y todos lo adoraron” (cf. VI, 83-98).

Donde reinaba el útero materno reinan y se vuelven adorables las armas que han matado a la madre. El Arco y la Red constituyen el nuevo cuerpo de violencia del varón que se impone sobre el mundo. Nos protegen las armas, vivimos de nuestro esfuerzo: de dominar la naturaleza. Y de esa forma seguimos secando las fuentes de la vida.
Este mito expresa el ideal de una sociedad que se funda en la violencia del varón conquistador (guerrero) y ratifica el sometimiento del principio femenino. Es posible que no conserve el recuerdo de ningún hecho histórico, ni refleje ningún rito de sacrificio físico, pero ha tenido y sigue teniendo una gran importancia en la cultura de occidente. El varón toma a la mujer/madre como un monstruo al que debe dominar para descubrir su identidad y autonomía sobre el mundo. De esa forma, la mujer aparece como la primera conquista del varón. Ella era persona dando vida: el varón no puede darla (en proceso de generación) y por eso inventa un modo diferente de organizar la vida, empleando para ello la violencia. La mujer pierde su autonomía, ya no es dueña de su propia identidad pues el varón dominador ha impedido que ella se despliegue en línea de autonomía volviéndose independiente en sentido personal.

Quemar a la madre. Una cultura de muerte

Hemos dominado con violencia a la naturaleza madre de la que nacemos; nos hemos asentado sobre un orden represivo. No queremos definirnos por el don de la madre, sino por la violencia del hermano matricida y de esa forma servimos a Marduk y a sus dioses compañeros de violencia, de manera que nuestra finalidad es ofrecerles sacrificios y cuidar de sus moradas (templos) en la tierra. Lógicamente, el mito culmina cuando Marduk se establece como Dios en la Esagila o gran templo de Babel, para imponer desde allí su dominio. Vivir es servir: ¡somos esclavos de aquellos que aparentemente nos han liberado del monstruo de la madre!

Esta cultura de Marduk-Babel ha definido toda la historia posterior de occidente, como ha señalado de forma ejemplo el Apocalipsis. Ésa es la cultura que está en el fondo de aquellos que siguen (seguimos) viviendo de matar a la madre. Antes, ese tema sólo se podía contar en forma de mito. En este momento  se está discutiendo en todos los foros (partiendo del Papa Francisco, Lodato si,2015), pero con el riesgo de que siga triunfando Marduk, el Dios de la guerra y de la compra-venta universal, el Dios del viernes negro.

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 Todos tenemos una responsabilidad en el tema. Todos venimos de Marduk, el señor de la guerra y la industria de muerte. Podemos acabar quemando a la madre.
[[La Biblia en su conjunto, desde Gen 11, 1-9 (Torre de Babel, templo de Marduk) hasta Ap 17-19 (caída de Babel, la prostituta), ha interpretado este mito de forma negativa, como expresión de la soberbia de los hombres que se alzan contra su Madre sagrada (contra el mismo Dios excelso) y así caen en manos de propia confusión, destruyéndose a sí mismo Llevamos la marca de un Caín-Marduk que no ha empezado asesinando a su hermano/compañero (Abel) sino a su madre, fundando así la tragedia que está en la base nuestra vida humana: para ser lo que somos debemos salir de la naturaleza y reprimirla con violencia; de esa forma, matando a la madre nos matamos a nosotros mismos. Sobre el influjo del signo de Babel en la historia de occidente, a través del Apocalipsis, cf X. PIKAZA, El Apocalipsis, Guías del Nuevo Testamento, Editorial Verbo Divino, Estella 1999, D. GÓMEZ GRISALEÑA, J. M. DÍAZ MOZAZ y X. PIKAZA, Apocalipsis de Pancorbo, La Muralla, Madrid 1994; E. SCHÜSSLER FIORENZA, Apocalipsis. Visión de un mundo justo, Editorial Verbo Divino, Estella 1997].
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