Volver al principio, comenzar en Galilea
-- Hay que volver a los profetas (Isaías, Jeremías), retomando así el camino de Israel, que busca y ensaya caminos de libertad y justicia para todos los pueblos de la tierra. Se trata de recuperar el impulso y aliento profético del evangelio, en línea universal
-- El anuncio y llegada del Reino implica una fuerte conversión. El reino es de Dios y viene por Jesús, pero exige y produce un intenso cambio humano, una transformación de las condiciones interiores y sociales de la vida. Frente a los que piensan que todo está ya dado, que no hay remedio alguno, Jesús ofrece y exige un intenso camino de cambio.
-- Nuevos discípulos, misión y curaciones… La Iglesia comienza retomando el camino de Jesús, junto al lago de Galilea. Para eso hay que salir de las mansiones hechas, con el Vaticano y con las catedrales bien aseguradas, para volver al campo abierto de la vida, iniciando allí, entre la gente de todo color y dolor la gran marcha de Evangelio.
En esa línea quiero resaltar el carácter galileo de Jesús y de una parte de su primer Iglesia,para seguir buscando así el comienzo de la Iglesia, el principio de toda verdadera reforma, en línea de evangelio.
El evangelio no empieza en los centros de poder religioso o político (Jerusalén, Roma…), sino en una zona marginal del mundo. Allí, en la oscura Galilea de gentes mestizas, es decir, marginasdas de diversas formas, empezó el movimiento de Jesús. Volver a Galilea (Mt 28, 10.16) sigue siendo una tarea pendiente de sus seguidores. .
La reflexión que sigue está tomada básicamente de mi Historia de Jesús, que trata no sólo de la vida de Jesús, sino del comienzo de la iglesia.
Un texto clave

Hay otros importantes, sobre todo en el Evangelio de Marcos, pero éste de Mateo es quizá el más significativo. Mateo escribe probablemente desde una inmensa ciudad lejana (en Antioquía, entonces Siria, hoy Turquía...), pero quiere retomar el origen Galileo de Jesús, en situaciones dramáticas:
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan Bautista, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías:
"País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló." Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos."
[Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.]
Galilea, tierra mestiza
Sobre Galilea se ha dado y se sigue dando una gran controversia, centrada en dos temas básicos de mestizaje, visto de dos formas distintas:
(a) El carácter más o menos judío de la zona. Muchos investigadores han puesto de relieve el carácter semi-pagado de Galilea en tiempo de Jesús. En ese fondo, el mensaje de Jesús habría destacado por asumir los elementos semi-paganos de la zona… o por oponerse a ellos. En ese fondo interesaría sobre todo el aspecto religioso, más o menos judío, de su proyecto: Jesús sería, sobre todo, un mestizo religioso.
(b) La identidad social de la zona. A pesar de lo anterio, la mayor parte de los arqueólogos actuales, después de haber estudiado con detalle los rasgos de la zona, afirman que el entorno del mensaje de Jesús, en la Baja Galilea, junto al Lago de Genesaret, estaba muy judaizado. No había, por tanto, un fuerte mestizaje religioso… Pero había una marginación: los judíos galileos no eran tan legalistas como los de Judea… Y había, sobre, todo, un fuerte mestizaje social y laboral, económico y humano.
El rasgo básico de Galilea en este momento era la nueva situación social de dependencia y opresión laboral y económica, política y social, en el reinado de Herodes Antipas, empeñado en introducir Galilea en el nuevo orden comercial monetarizado. En esa segunda línea suelo situarme.
Galilea de los artesanos y campesinos
Los campesinos y artesanos de Galilea vivían en una situación más parecida a los hebreos de Egipto, sin seguridad material o social (sin una familia que pudiera garantizar la propiedad de la tierra). Habían perdido o estaban perdiendo la “herencia de Dios” (la tierra); de manera que ya no podían creer en el Dios de los “buenos” propietarios y tenían que buscar nuevas formas de experiencia religiosa y/o convivencia.
Ellos carecían ya de “patrimonio” (vinculado al patriarcado): no tenían tierras que dejar en herencia a los hijos, de manera que, estrictamente hablando, carecían de herederos. En el fondo, los artesanos aparecían como hombres sin patria duradera, itinerantes que iban pidiendo trabajo en aldeas y pueblos. En realidad, ellos no tenían ya estructuras familias (casas), pues ellas estaban vinculadas a la tierra.
En el tiempo de Jesús, la mayoría de los hombres del campo se han vuelto campesinos en el sentido técnico: gentes del campo que han perdido su autonomía, de manera que dependen de unas ciudades y/o de unos comerciantes, que controlan, dirigen y consumen gran parte de su producción. Dando un paso más, muchos de esos campesinos se han vuelto artesanos.
Conforme a este proceso, los campesinos del tiempo de Jesús son agricultores que han perdido su autonomía, de manera que trabajan y producen al servicio de una estructura social clasista, presidida por comerciantes, ciudades y/o reyes, que no producen los bienes de consumo, pero los controlan. El conjunto de los hombres y mujeres no viven según eso en igualdad y comunión (económica, social y/o religiosa), sino que unos dependen de otros.
Los campesinos (agricultores proletarizados) constituyen el ejemplo más significativo de esta “sociedad de clases”. Ellos, que en otros tiempo fueron libres y autónomos (autosuficientes), al menos en sentido imaginario, han venido a formar el primer estrato de los sometidos o dependientes de la población. Ciertamente, algunos siguen trabajando su campo, pero ya no lo hacen para sí mismos, sino bajo dependencia de otros (de un “Estado” de funcionarios y comerciantes); así producen alimento para todos, pero están bajo el “poder” de otros estamentos sociales. En esa situación elevará Jesús su mensaje y promesa de Reino.
Jesús, artesano Galileo
No fue artesano parcial, por vocación, como en tiempos en que había campo y trabajo para todos. No fue artesano experto por opción, capaz de enriquecerse a través de su especial pericia (como algunos que podrían realizar trabajos bien remunerados, al servicio de la administración política o religiosa). Fue un trabajador eventual, en tiempos de crisis y destrucción de los tejidos sociales, que le llevaron a profetizar con Juan Bautista el fin del orden político-social.
Vivió en un tiempo de trasformación urbana y muchos agricultores no pudieron mantener su autonomía, de manera sus campos cayeron en manos de la oligarquía de las ciudades (Séforis, Tiberíades) y ellos mismos se volvieron renteros o artesanos al servicio de las clases ricas (comerciantes y funcionarios: militares, burócratas, sacerdotes…) de las ciudades. Fue el comienzo de un proceso que, significativamente, parece culminar en nuestro tiempo (año 2008), con el triunfo final del capitalismo y el paso de una sociedad agrícola autosuficiente (en nivel de subsistencia) a una sociedad industrial y comercial. Ese paso implica, por un lado, un gran avance (genera riqueza), pero conlleva mucho sufrimiento (destrucción social e injusticia).
Más tarde, Jesús no quiso proclamar el Reino en las ciudades de su entorno (Séforis, Tiberíades), probablemente porque pensaba que su misma estructura (con división jerárquica y dominio de clase) era contraria al ideal de fraternidad del Dios israelita. Su misma experiencia religiosa le impulsaba a recrear el orden social, pero en línea de fraternidad universal de campesinos, no de organización política desde las ciudades, básicamente clasistas.
(1) No quiso cambiar directamente el orden urbano, quizá porque pensó que resultaba incambiable: los habitantes de las ciudades eran responsables de la situación de los campesinos-artesanos, que habían perdido su identidad y autonomía. Según eso, Jesús era un “pagano” (hombre de campo), pero un pagano que inició una tarea de trasformación universal.
(2) Jesús se distingue así de gran parte del movimiento cristiano posterior, básicamente urbano, de manera que los no cristianos se definirán precisamente como “paganos”, habitantes de unos campos que no han aceptado el nuevo orden social cristiano. Aquí se sigue dando una de las paradojas centrales del cristianismo. Quizá podemos decir que Jesús descubrió e inicio en los campos un movimiento social y religioso que puede y debe extenderse a todos los estratos de la población, empezando por las duras ciudades del imperio romano.
Los cristianos, unos galileos
A los primeros cristianos les llamaron despectivamente galileos, por la patria de su fundador y por el lugar de su origen (Hech 1, 11; 2, 7; cf. Lc 22, 59). No eran creyentes puros, como los judíos de Judea (cf. Jn 7, 52), ni representantes de una cultura universal, como muchos helenistas de la diáspora, entre los que se cuenta el mismo Pablo (cf. Hech 21, 39). Eran hombres y mujeres "de provincias", que incluso hablaban mal, empleando su dialecto (cf. Mc 14, 70).
De un lugar apartado y poco importante llegaron los cristianos y allí siguieron viviendo, en la zona donde Jesús anunció el evangelio y donde, según Marcos 16, 7 y Mateo 28, 7.16-20, debía comenzar la misión del resucitado. Allí, en la periferia, había comenzado “la cosa” de Cristo (cf. Hech 9, 31) y sus primeros seguidores fueron hombres y mujeres que no estaban en el centro de la "iglesia" judía, ni de la cultura del imperio. En Galilea tenían sus raíces (y posiblemente actuaron) no sólo Pedro y los Doce, sino también las mujeres amigas de Jesús y quizá los quinientos hermanos de quienes dice 1 Cor 15, 5-6 que «vieron» a Jesús resucitado.
Los seguidores de Jesús empezaron siendo, según eso, marginales, oriundos de una provincia de cruce, abiertos a influjos diversos, mestizos despreciados por los puros. Es muy probable que las muchedumbres de seguidores de Jesús, que la tradición ha recordado (cf. Mc 3, 7-12), sirvan para evocar a esos cristianos de provincia. Entre ellos se encontraban aquellos a quienes Jesús resucitado ofreció el pan y los peces de las multiplicaciones (cf. Mc 6-8). Ellos recogieron y transmitieron muchos elementos de una tradición que ha desembocado en los evangelios, a partir de Marcos y de un documento que suele llamarse Q (del alemán Quelle, Fuente), que no se conserva ya, pero que ha sido generosamente utilizado por Mateo y Lucas.
Las comunidades galileas se expandieron por Trasjordania, Siria y Fenicia en los años anteriores a la guerra del 67-70 d. C., aunque Pablo (promotor de un cristianismo urbano) no las cita. Eran iglesias rurales, sin obispos ni presbíteros. Se organizaban de un modo sencillo y estaban animadas por el ministerio carismático de unos profetas itinerantes, sin alforja ni dinero, sin repuesto de comida o de vestido, sin más autoridad que curar y expulsar demonios, siendo acogidos en las casas de aquellos que quisieran acogerles (cf. Mt 6, 7-11; Lc 9, 1-8 y Mt 10, 5-13).
No eran escribas ni sacerdotes, ni presbíteros o inspectores (=obispos) de comunidades bien instituidas sino enviados carismáticos del Reino, con poder para curar (liberar) a posesos y enfermos. Fueron la primera autoridad cristiana. Eran profetas pobres: "Y les ordenó que no llevaran nada..." (Mc 6, 8 par). Los grandes sistemas actúan con medios materiales (capital, provisiones) y organizativos (jerarquías, documentaciones), creando estructuras donde cada uno vale en razón de sus funciones, de manera que la comunión personal queda sustituida por una relación de oficio y rango, de papeles y representaciones.
Los cristianos galileos no tenían más autoridad que su vida al servicio de los necesitados. Por eso, carecían de bienes materiales (pan, dinero) o representativos (vestidura, báculo). Su pobreza era expresión de un fuerte sentimiento de confianza y solidaridad mesiánica: dan gratis lo que tienen y esperan gratis lo que necesitan. 3. Cada casa es una iglesia: "Dondequiera que entréis..." (Mc 6, 10 par). Estos profetas no tienen una casa propia; son huéspedes constantes, no por rechazo, sino por confianza. Para ofrecer abiertamente el evangelio quedan a merced de aquellos que quieran (o no quieran) recibirles. Por eso no empiezan creando o imponiendo autoridad, sino que aceptan la que existe para recrearla desde el evangelio, ofreciendo así su semilla o simiente de reino.
Ellos siguen caminando, tanto si son acogidos como si no (tras un tiempo de permanencia en la casa o ciudad deben irse). Sin nada vinieron, sin nada han de marchar. Pero tienen la confianza de que algunos les recibirán, porque llega el Reino (cf. Mc 9, 1 par; Mt 10, 23). La violencia del poder brota del miedo de perderlo. Los que no tienen nada propio carecen de miedo, pues nadie les podrá robar: no son representantes de un sistema, sino testigos de la gracia de Jesús.
Volver a Galilea (Mt 28, 10.16)
Estos profetas-misioneros de Galilea veneraban a Jesús resucitado, pero más que su resurrección, entendida de manera espiritualista, destacaban su magisterio de sanación y su anuncio del Reino, y de esa forma seguían viviendo como Jesús había vivido: curando enfermos, acogiendo a expulsados y abriendo un camino de vida para los pobres. Nietzsche se atrevió a decir que «sólo hubo un cristiano y que este murió en la cruz». Eso es falso. Aquellos cristianos galileos mostraban con su vida que Jesús seguía vivo y aún hoy, como entonces, siguen habiendo muchos, muchísimos cristianos, sin necesidad de grandes estructuras exteriores u organizaciones. Su lugar de referencia no era el templo (experiencia de poder sagrado), ni la sinagoga (oración organizada), ni la escuela (reunión de estudiosos), sino el camino de los itinerantes y la casa familiar ampliada, donde todos eran hermanos y hermanas, madres e hijos del Cristo (cf. Mc 3, 31-35).
Ciertamente, en la iglesia posterior han influido de manera más directa otras tendencias, vinculadas a Jerusalén y a la misión helenistas, como supone el libro de los Hechos. Pero aquellos profetas itinerantes de Galilea y de su entorno se nos han vuelto hoy cercanos, pues repiten los gestos de Jesús (curaciones, exorcismos) y proclaman sus palabras (Sermón de la Montaña), como queremos hacer hoy muchos de nosotros.
No organizaron grandes iglesias, porque Jesús, mensajero del Reino, crucificado por los poderes del mundo, iba a volver pronto y ellos debían esperarle. Fueron una flor y por eso corrieron el riesgo de marchitarse: muchas de ellas se fueron apagando, por cansancio interior o porque habían cumplido su tarea, por la guerra del 67-70 d. C. que devastó sus tierras y, también por los cambios que el movimiento cristiano iba experimentando en otros contextos. No pudieron (ni quisieron) competir con las grandes iglesias Jerusalén o Antioquia, Éfeso, Corinto o Roma, pero su inspiración no desapareció, sino que fue asumida por los evangelios sinópticos, dentro de la gran iglesia, de manera que hoy debemos recuperarla, sin queremos redescubrir el pasado y abrirnos al futuro de Jesús.
Para un estudio del tema
He tomado las reflexiones anteriores de mi libro Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013. Sobre Galilea, más en concreto, cf.
Bösen, W., Galiläa. Lebensraum und Wirkungsfeld Jesu, Herder, Freiburg 1998
Chancey, M., The Cultural Milieu of Ancient Sephoris, NTS, 47 (2001) 120-145; The Myth of a Gentile Galilee, MSSNTS, Cambridge University Press 2002.
Crossan, J. D. y J. L. Reed, Excavating Jesus: Beneath the Stones, Behind the Texts. Harper, SanFrancisco, 2001 (trad. castellana: Jesús desenterrado, Crítica, Barcelona 2003)
Freyne, S., Galilee from Alexander the Great to Hadrian. A Study of second Temple Judaism, Wilmington 1980; “The Geography, Politics, and Economics of Galilee and the quest for the historical Jesus” en B. Chilton (ed.), The World of the New Testament, M. Glazier, Wilmington; 1980; Galilee, Jesus and The Gospel: Literary Approaches and Historical Investigations, Fortress, Philadelphia 1988.
González Echegaray, J., Arqueología y Evangelios, Estella, 1994; Jesús en Galilea. Aproximación desde la arqueología, Verbo Divino, Estella 2000
Horsley, R. A. (ed.), La revolución del Reino, Sal Terrae, Santander 2005
Reed, J. L.., Archaeology and the Galilean Jesus. A Re-examination of the Evidence, Trinity Press, Harrisburg 2000 (version castellana: El Jesús de Galilea. Aportaciones desde la arqueología, Sígueme, Salamanca 2006).