(JCR)
Escribo estas líneas a las 2 de la tarde en Bangui, la capital de la República Centroafricana (no hay diferencia horaria con respecto a España). En la capital se viven escenas de pánico ante informaciones que hablan de un ataque inminente de los
rebeldes de la Seleka, tal vez hoy mismo. He salido a la calle y he visto cómo la gente corría desesperada. Los coches circulan a velocidad endiablada. Hay que recordar que la Seleka es una coalición compuesta por cuatro grupos rebeldes del norte del país que anteriormente firmaron acuerdos de paz con el gobierno del presidente François Bozizé y que en diciembre de este año se quejaron de que las autoridades no han cumplido sus promesas. Desde entonces han ocupado ya dos tercios del país.
El 11 de enero de este año, las partes en conflicto firmaron un acuerdo de paz en Libreville, la capital de Gabón. Pero desde entonces nadie ha respetado su parte del acuerdo y la Seleka ha seguido conquistando una ciudad detrás de otra. En los lugares bajo su dominio han destruido estructuras gubernamentales, saqueado casas y comercio, violado sistemáticamente a mujeres y realizado asesinatos selectivos. Su último éxito sonado fue la conquista de Bangassou, lugar donde vive el obispo español Juan José Aguirre, quien por casualidad dos días antes había venido a Bangui después de estar varios meses sin salir para estar con su gente por si llegaba lo peor. La mayor parte de los rebeldes de Seleka son extranjeros, sobre todo chadiano y sudaneses, y en su mayoría musulmanes.
El domingo pasado, 17 de marzo, los cinco ministros pertenecientes a la Seleka acudieron a una reunión con sus combatientes en la ciudad de Sibut, a 110 kilómetros de Bangui. Tras dos horas de negociaciones sus colegas rebeldes les dijeron que no regresaran a la capital y dieron un ultimátum al gobierno para que aceptara sus exigencias. El miércoles, al expirar el plazo, el presidente Bozizé firmó un decreto accediendo a algunas de sus exigencias, como la liberación de los presos políticos y el levantamiento del toque de queda y de las barreras de las milicias locales que en la capital han detenido a personas sospechosas de apoyar a los rebeldes.
Pero los rebeldes respondieron que las decisiones de Bozizé llegaban demasiado tarde y al día siguiente emprendieron nuevas acciones armadas. A pocos les ha pillado por sorpresa que sólo a los dos días de retomar las armas estén tan decididos a marchar sobre la capital.
Ahora todo es incertidumbre total. ¿Entrarán o no? Y si lo hacen, ¿atacarán hoy mismo? La gente vive en el terror y muchas personas, que viven en pobreza extrema, no tienen víveres para comer más de dos días.
Mientras tanto, todos se preguntan por qué la comunidad internacional les ha abandonado. Francia pudo haber salvado la situación enviando tropas para impedir el avance de la Seleka, pero se negó. La República Centroafricana no es Malí.