Por qué escribo en Religión Digital

(JCR)
Hace ya tres años y medio que mi compañero de blog, Alberto Eisman, hizo gala de su personalidad persistente para convencerme de que nos embarcáramos en un blog sobre África en este ciberespacio. Yo, que me dejo liar muy fácilmente, le dije que sí y desde aquel día de 2006 Religión Digital se ha convertido en una parte de mi vida, en la que, junto con Alberto, comparto algunas de mis experiencias vividas en África, sobre todo las que se refieren a la vida de la Iglesia en este continente tan querido.
Religión Digital ha tenido recientemente dos alegrías: ser merecedora del premio Unamuno concedido por Protestante Digital, y beneficiarse de un acuerdo de colaboración con Radio Vaticana. Ambas me han provocado una reflexión sobre las razones que tengo para seguir escribiendo aquí y cómo veo la información religiosa hoy en España.

Durante mis primeras semanas colgando posts en este blog, desde lugares de África con conexiones lentísimas y con mil interrupciones, el portal de RD me recordó bastante a la parábola del grano de mostaza. Recuerdo que, cuando estudiaba teología bíblica con José Luis Sicre en Granada, nuestro profesor nos llamaba la atención sobre el hecho de que Jesús no hubiera elegido como símbolo del Reino de los Cielos al majestuoso e imponente cedro del Líbano, sino a un arbolillo más bien insignificante. Parece que para el Maestro lo importante no era su altura y tamaño, sino el hecho de que toda clase de pájaros venían a anidar en sus ramas. Siempre me ha parecido que lo más maravilloso que tiene la Iglesia es que en ella hay lugar para todo el mundo y todo el mundo se puede sentir acogido y a gusto en ella. En la Iglesia hay grandes santos de fe inquebrantable y hay personas que se conforman con hacer lo que pueden, caen, se levantan, dudan, creen y a veces protestan.

Por esta razón, me cautivó desde el principio mirar la página de inicio de Religión Digital y ver en ella blogs escritos por personalidades de lo más variopinto, algunas de las cuales volví a encontrar después de varias décadas de no saber nada de ellas. En la Iglesia caben personas del Opus Dei y de Redes Cristianas, hay lugar para neocatecumenales y para comunidades de base, para Legionarios de Cristo y para curas obreros, caben los de misa diaria y los que van de Pascuas a Ramos. Caben los que creen al 100% todo lo que la Iglesia enseña y caben los que tienen problemas para aceptar algunas de sus doctrinas. Esto es algo que me ha enseñado la Iglesia en África, donde –a pesar de deshonrosas excepciones- suele primar la cultura del consenso y de la colaboración y donde importa la persona más allá de las etiquetas que lleve encima. Recuerdo una de las veces que vine a España y vi por televisión unas imágenes de una manifestación de un colectivo de gays y lesbianas enfrente del arzobispado de Madrid. Mi reacción espontánea fue comentar: “Pues si esto hubiera pasado en la diócesis donde yo trabajo en Uganda, estoy seguro de que mi obispo hubiera salido a recibirles y les habría invitado a reunirse con él”. Creo que no exagero. Durante los años que viví con monseñor John Baptist Odama fui testigo de muchas situaciones de tensión dentro de su diócesis que el buen hombre intentó resolver escuchando a los que pensaban de forma distinta a él, y buscando siempre acomodar a todos sin excluir a nadie. Viví con un obispo que invitó a comer incluso a personas de las que teníamos constancia que habían querido acabar con su vida.

Durante los algo más de dos años que llevo en España no ha dejado de sorprenderme la tendencia que muchos muestran a vivir su fe cavando su propia trinchera y apuntando a los que no piensan como ellos. En este sentido, hay maneras de hacer información religiosa hoy en España en las que parece que lo importante no es manifestar la alegría de haber encontrado un tesoro escondido, sino buscar toda ocasión propicia para hablar atacando, descalificando y estando en contra de alguien. No se trata de manifestar posicionamientos que podríamos llamar “ideológicos”, sino de exhibir talantes respetuosos o no respetuosos. Por poner un ejemplo, Ecclesia Digita –dirigida por mi buen amigo y antiguo compañero de seminario Jesús de las Heras- es un medio religioso digital que muchos llamarían “conservador” pero que no pierde nunca los papeles y que elabora informaciones y análisis de tema religioso que invitan a la comunión, y no a la confrontación o a la crispación.

Así que mientras siga teniendo cosas medianamente interesantes que contar, seguiré muy contento de poder expresarlas en Religión Digital y de leer en su portal experiencias e ideas de muchas otras personas de lo más variopinto a quienes une su alegría de compartir el mismo Evangelio.
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