Sabemos que las cosas en las fronteras no son fáciles, ni para los que intentan entrar ni para los que tienen que detenerlos. Personas sin nombre ni número

Frontera de Melilla
Frontera de Melilla EFE / ARCHIVO

Las fronteras son lo que son y lo que han sido durante siglos. A veces, son accidentes geográficos naturales que separan a unos pueblos de otros haciendo incluso que hablen idiomas distintos, pero en otros muchos casos son líneas trazadas por batallas, convenios internacionales, tratados de paz o de guerra

Va por los muertos sin nombre y sin número que ha habido a lo largo de la historia

Las fronteras son lo que son y lo que han sido durante siglos. A veces, son accidentes geográficos naturales que separan a unos pueblos de otros haciendo incluso que hablen idiomas distintos, pero en otros muchos casos son líneas trazadas por batallas, convenios internacionales, tratados de paz o de guerra. A veces, esas líneas son imaginarias y basta con dar un paso para encontrarte en otro país sin que hayas roto nada, sin que ni siquiera nadie se entere. Otras son barreras construidas por el ser humano, algunas antiguas e inmensas como la Gran Muralla China o el Muro de Adriano. Otras más modernas y no menos significativas como el muro de Gaza, el de la frontera de Méjico con los Estados Unidos de América o la valla de Europa con África en Melilla. La mayoría son para evitar que entren enemigos del exterior, aunque también hay muros para evitar que salgan, como los de las cárceles o el de Berlín, que impedía pasar del este al oeste.

Las fronteras existen. Los conflictos fronterizos también, ¿A qué negarlo? Pero no todos los conflictos son iguales: en ocasiones es un ejército armado el que invade un territorio y sólo se le puede detener oponiendo otra fuerza militar similar o mayor, y en otras ocasiones son grupos de personas que huyen de las guerras, de la miseria y del hambre, de las violaciones, de la persecución política en sus países de origen. Su objetivo es saltar a otro mundo en el que se come todos los días, aunque sea de la caridad, donde no te detienen sin motivo, y donde si te pones enfermo te atienden, faltaría más, son seres humanos. A estos no se les puede repeler como a un ejército armado. Su única y principal arma es la desesperación alimentada durante meses en una travesía que es una historia de terror y por la exasperante espera en el monte Gurugú aguardando que alguna mafia, que se enriquece con su pobreza, dé la voz para intentar cruzar.

Fronteras
Fronteras Foto: Omar Martínez/Cuartoscuro.com

Sabemos que las cosas en las fronteras no son fáciles, ni para los que intentan entrar ni para los que tienen que detenerlos.

El Congreso español por las trampas y trabas de la diplomacia en las relaciones Internacionales decidió por mayoría no abrir el "dossier"  de Pandora, no sea que se sepa lo que no debe saberse porque no debió ocurrir. Ya lo sabemos, si hay que elegir entre diplomacia y justicia, siempre gana la primera.

No me sorprende, ya tengo suficientes años para saber que es el procedimiento habitual para evitar "males mayores".

A lo que no me acostumbro ni me quiero acostumbrar es a que la noticia del periódico dijera que en el mencionado suceso fallecieron entre 23 y 72 personas, un margen demasiado amplio entre ambas cifras. Si ya nos habíamos resignado a contar los refugiados e inmigrantes muertos en su intento de llegar a la Tierra Prometida por números sin nombre, historia ni rostro, ahora tendremos que asistir a la reducción a la nada de quienes caen y no son ya ni siquiera un número.

No merecieron el día de su muerte que, al menos, alguien les asignará un número y si hubo ese alguien que hizo tal conteo fue obligado a equivocarse contando de menos. Desde el cadáver número 23 en adelante quedaron expuestos al olvido, a la nada… O quién sabe si a la misericordia de Dios que, si existe, los habrá acogido con un abrazo llamándolos por su nombre y dándoles una calurosa bienvenida al mundo sin fronteras, donde no hacen falta comisiones de investigación para saber la verdad, donde el pasaporte no es un papel, ni un billete de avión, sino simplemente tener un rostro humano, que es lo más parecido al rostro de ese Dios para el que somos mucho más que un número abstracto o inexistente, para el que somos alguien único e irrepetible.

Va por los muertos sin nombre y sin número que ha habido a lo largo de la historia.

Emigrantes muertos en la valla de Melilla
Emigrantes muertos en la valla de Melilla

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