Del complejo diálogo interreligioso

El diálogo interreligioso es, ante todo, actitud y disponibilidad de espíritu; una relación, digamos, interpersonal que se desarrolla en el respeto a la alteridad del interlocutor, sobre la base de una comunión ya existente, en vista de profundizar más y más el acercamiento y la unión.

Con el diálogo interreligioso está en juego todo: nuestra relación con Cristo, a quien consideramos y confesamos como verdadero Dios y verdadero hombre y del cual, por tanto, afirmamos la unicidad, la exclusividad y la universalidad; y ni que decir tiene que también nuestra misma comprensión de Dios con todo lo que esto supone.

Desde el punto de vista del ecumenismo, pues, las Iglesias se acercan entre sí cuanto más se acercan a Cristo (siendo Cristo el centro de la fe de todas y la fuente de su unidad).

El diálogo interreligioso, en fin, resulta difícil de practicar en sus justos términos, es cierto, pero puede a la vez hacerse gratificante y beneficioso para el que lo vive con generosa entrega, dedicación ascética y casi como disciplina, esto es, materia de reflexión y análisis explícito.

Cuadro de Dolores Puthod sobre Pablo VI con los líderes de otras religiones

El diálogo interreligioso, de cuya naturaleza y funcionamiento tanto se habla en esta época posmoderna y global, resulta, en efecto, un fenómeno muy controvertido. Lo es, sin duda, entre las confesiones cristianas, dentro de la Iglesia católica y en las mismas tradiciones religiosas. Va unido, además, al concepto de misión y al modo de interpretar la teología fundamental, la cristología, la Trinidad, la salvación, la eclesiología, la antropología, el problema de la verdad, así como la relación entre fe, religión y cultura.

Un indicio de tal dificultad pudiera ser el hecho mismo de que la Iglesia católica haya publicado, con no mucha distancia cronológica del uno al otro, dos importantes documentos en torno al sentido teológico de nuestro diálogo de marras, a saber: Diálogo y misión (10.6.1984) y Diálogo y anuncio (19.5.1991).

Según Diálogo y anuncio, el diálogo puede entenderse de varios modos (n. 9: Gioia, p. 701, n. 933). En primer lugar, y a nivel puramente humano, significa comunicación recíproca para alcanzar un fin común o, a nivel ya más profundo, una comunión interpersonal. En segundo lugar, el diálogo puede asimismo considerarse como una actitud de respeto y de amistad, que penetra, o debiera penetrar por lo menos, en todas las actividades que constituyen  la misión evangelizadora de la Iglesia. Esto puede ser llamado -con razón- «el espíritu del diálogo».

En tercer lugar, por-último, dentro de un contexto de pluralismo religioso, el diálogo significa «el conjunto de relaciones interreligiosas, positivas y constructivas, con personas y comunidades de otros credos para un mutuo conocimiento y recíproco enriquecimiento» (Diálogo y misión 3), en la obediencia a la verdad y en el respeto de la libertad.  

También san Juan Pablo II trata en la encíclica Redemptoris missio (7.12.1990) del diálogo con los hermanos de otras religiones (RM 55-57; cf. Favaro, 19), donde precisa incluso, entre otros conceptos, el de la voluntad salvífica universal, es decir, que Dios llama a todas las gentes en Cristo, queriendo comunicarles la plenitud de su revelación y de su amor; y no deja de hacerse presente de muchas maneras, no sólo en cada individuo sino también en los pueblos mediante sus riquezas espirituales, cuya expresión principal y esencial son las religiones, aunque contengan « lagunas, insuficiencias y errores » (n.55: nota 98).

No es el diálogo del que escribo simple comparación de creencias ni mero -intercambio de informaciones. Tampoco se reduce a un común acuerdo para promover la libertad religiosa, o combatir el materialismo, el ateísmo, el secularismo, la desacralización de cualquier tipo. Todas estas realidades incluyen, cierto es, actitud dialógica, pero el diálogo, pongamos las cosas en su sitio, dista mucho de reducirse a ellas.

 El diálogo interreligioso es, ante todo, actitud y disponibilidad de espíritu; una relación, digamos, interpersonal que se desarrolla en el respeto a la alteridad del interlocutor, sobre la base de una comunión ya existente, en vista de profundizar más y más el acercamiento y la unión. «Diálogo evoca [...] coexistencia, igualdad, discurso cruzado, reconocimiento de los valores de una y otra parte, enriquecimiento recíproco, modificación y crecimiento recíprocos» (Cf. Secretariatus pro non christianis: Bulletin 14, p. 123; Favaro, 20).

Paso fundamental en el diálogo interreligioso

Dado que el diálogo interreligioso es condominio de las riquezas espirituales de los otros, presupone mutua estima y bilateral conocimiento: el cristiano que dialoga lo hace a sabiendas de que la línea divisoria entre fe e incredulidad, redención y condena, reino de Dios y reino de este mundo pasa no tanto entre él, cristiano, y quienes no lo son, o entre la Iglesia y los que visiblemente non pertenecen a ella, sino por el corazón de cada hombre. Este convencimiento permite al cristiano asumir hacia quien no lo es una actitud de alteridad, respeto, reciprocidad, atención, comunicación, paciencia, sentido del riesgo. La autocrítica es un elemento importante.

Jamás el diálogo es unilateral, o sólo bilateral (yo-tú / tú-yo)), sino tridimensional. Dios, el divino, el Absoluto, es el tercero y decisivo interlocutor del diálogo: es el Maestro interior de cada interlocutor y la definitiva y suprema meta hacia la que tiende cualquier  búsqueda que se precie de religiosa.

El diálogo, pues, excluye la polémica, el monólogo, la coerción doctrinal, la intolerancia, el odio, la excesiva confidencia con el interlocutor que tengo al lado, así como la falta de introspección y de una recta lectura de la propia personalidad y de la Iglesia.

Con el diálogo interreligioso está en juego todo: nuestra relación con Cristo, a quien consideramos y confesamos como verdadero Dio y verdadero hombre y del cual, por tanto, afirmamos la unicidad, la exclusividad y la universalidad; y ni que decir tiene que también nuestra misma comprensión de Dios con todo lo que esto supone.

El problema del diálogo interreligioso, por lo demás, pone en juego la fe cristiana en cuanto tal, porque implica a Cristo, la unicidad, la exclusividad, la universalidad de la revelación de Dios en él en cuanto «Salvador del mundo» (Jn 4, 42).

Las preguntas acerca de Cristo, por eso, se agolpan una tras otra: ¿Quién es Cristo? ¿Es el Salvador de los cristianos únicamente, o también de todos los hombres? Las otras religiones ¿son vías de salvación o sólo vía (parcial) de conocimiento? El Dios de Jesucristo ¿salva también fuera e independientemente de Cristo? Aquello que dice Pedro ante el Sanedrín: en ningún otro hay salvación, «porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hech 4, 12), ¿es una afirmación que suscribimos y repetimos o, por el contrario, que secretamente removemos? He aquí lo crucial del problema.

El suyo, pues, constituye un terreno muy delicado, por no decir arriesgado. De ahí que, para empezar, se deba distinguir bien entre diálogo ecuménico y diálogo interreligioso. Porque, de entrada, es preciso dejar bien sentado que el diálogo interreligioso no se trata de una simple extensión del problema ecuménico:

            ** En el diálogo ecuménico hemos afirmado siempre y creemos de lleno que nos acercamos los unos a los otros en la medida en que lo hacemos a Cristo: la centralidad de Cristo es, en cierto modo y puestas así las cosas, la estrella polar del discurso ecuménico. Desde el punto de vista del ecumenismo, pues, las Iglesias se acercan entre sí cuanto más se acercan a Cristo (siendo Cristo el centro de la fe de todas y la fuente de su unidad).

Diálogo interreligioso

** En el diálogo interreligioso, por el contrario, Cristo puede convertirse en la gran piedra de tropiezo y, por tanto, es menester en cualquier modo ponerlo entre paréntesis. Para iniciar el diálogo interreligioso cumple tener en cuenta toda una escuela según la cual el diálogo interreligioso puede ser sólo teocéntrico y es preciso poner entre paréntesis a Cristo.

Desde esta perspectiva, no es verdad que el diálogo interreligioso sea simplemente la continuación del diálogo ecuménico: porque la relación entre ambos y Cristo es muy diversa, al menos en esta fase (Ricca, 46s). En el diálogo interreligioso, en suma, Cristo es motivo de división, su nombre no acerca, antes al contrario, aleja más bien a los interlocutores entre sí.

En otras palabras, mientras en el diálogo entre cristianos Cristo debe siempre hacerse más central al objeto de que se llegue a un entendimiento y, en prospectiva, a la unidad, en el diálogo interreligioso debiera ocurrir -se dice- lo contrario: un entendimiento parece posible sólo poniendo a Dios en el centro y marginando los varios nombres particulares (Cristo, Buda, Mahoma, etc.). 

Hasta la fecha, las grandes posiciones al respecto cabría reducirlas a tres: la primera, acaso injustamente llamada polémica; la segunda, irénica; y la tercera, ecuménica [es la que al final de su artículo delinea Ricca, 57-64).

El diálogo interreligioso, en fin, resulta difícil de practicar en sus justos términos, es cierto, pero puede a la vez hacerse gratificante y beneficioso para el que lo vive con generosa entrega, dedicación ascética y casi como disciplina, esto es, materia de reflexión y análisis explícito. Sea de ello lo que fuere, su estudio y su querencia, su realidad, digamos, primordial imprimen a su protagonismo un rendimiento delicioso y fructífero para indagar, aprender y comprometerse a tope en la vivencia de la propia fe.

Auxilio bibliográfico:

Varios, Le chiese cristiane e le altre religioni: quale dialogo? Atti della XXXIV sessione di formazione ecumenica. La Mendola, 26 luglio - 2 agosto 1997. A cura del SAE [Coll. Percorsi ecumenici]. Àncora, Milano 1998, 224 pp.

 Favaro, G., Il dialogo interreligioso: perché? con chi? (I): Varios, Le chiese cristiane, 15-45.

Gioia, F. (dir.), Il dialogo interreligioso nel magistero pontificio (Documenti 1963-1993) [Pontificio Consiglio per il dialogo interreligioso], a cura di Francesco Gioia. Libreria Editrice Vaticana. Città del Vaticano 1994.

Ricca, P., Il dialogo interreligioso: perché? con chi? (II): Varios, Le chiese cristiane, 46-64.

Secretariatus pro non christianis, Il Segretariato per i non cristiani dagli inizi ad oggi: storia, idee e problemi: Bulletin 14 (1979) 123.

El diálogo interreligioso y las relaciones judeo-cristianas

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