El presidente Putin en el Monte Athos



El presidente ruso, Vladimir Putin, visitó este sábado 28 de mayo de 2016 el Monte Athos. Ya en septiembre de 2005 estuvo unas horas en el monasterio ruso de San Pantaleón, a una de cuyas grandes torres subió, según refleja la foto de la campana que se hizo famosa y yo incorporo al artículo. Quiso repetir años después, pero las condiciones climatológicas desaconsejaron entonces el desplazamiento. Ahora ha vuelto para conmemorar los mil años de presencia de monjes ortodoxos rusos en la Santa Montaña. Athos se ha convertido poco a poco en destino muy popular entre los rusos. En 2005, la mayoría de los que se acercaban eran griegos. Desde entonces la mitad de sus 40.000 visitantes anuales son rusos.

En Athos solo se permite la visita diaria de 100 peregrinos ortodoxos y otros 10 no ortodoxos. Las mujeres no pueden pisar dicho territorio autónomo protegido por la Unesco, ni tampoco acercarse a menos de 500 metros de la orilla. Toda la península, en realidad, «es considerada un gran monasterio». También «el Jardín de la Virgen», según tradición ortodoxa. «Se dice que la Virgen María se desvió sin querer mientras navegaba hacia Chipre y acabó en el Monte Athos. Tanto le gustó, que rogó a su Hijo que le cediera este territorio y él aceptó». Desde entonces solo ella puede representar allí al género femenino. Estas pintorescas historias han sido, desdichadamente, los titulares más comunes estos días en la prensa, la cual, de esta suerte, se ha quedado en la inopia mientras se le iba de rositas lo mejor y más sustancioso del evento.

La llegada del patriarca Atenágoras al Fanar en 1948, bajo cuyo patriarcado ecuménico se celebraron en 1963 las solemnes fiestas milenarias, supuso un considerable impulso para la prosperidad de esta Santa Montaña multinacional y plurilingüe. Athos se acoge hoy a un status especial de las Naciones Unidas, y tras la caída del Tíbet se puede asegurar que es la única república monástica que queda en el mundo, además de un paraje de los más extraños y bellos del planeta. Y lo dice quien estuvo allí el 3 de julio de 1981. Sus tiempos de oro llegaron a contabilizar más de 30.000 monjes, muy alta cifra si tenemos en cuenta que la extensión geográfica del Estado teocrático es de 336 kilómetros cuadrados.



En la Santa Montaña, sita en una península rocosa a orillas del mar Egeo, hay 20 monasterios ortodoxos, algunos de los más antiguos y remotos de la tierra. Allí viven actualmente unos 2.300 monjes provenientes un poco de todos los países, además del personal de servicio y de la policía exclusivamente masculina. Putin, pues, ha concluido así, en el Monte Athos, su visita de dos días a Grecia, la primera en diez años.

En su encuentro, el primer ministro griego Tsipras destacó el marco de la visita: Grecia se dispone a «pasar página» en la crisis financiera. Y en conferencia de prensa tras la firma de protocolos entre ministros de ambos países, Putin subrayó luego la necesidad de reforzar las relaciones entre Grecia y Rusia y lanzó un aviso en respuesta a la nueva base de la OTAN en Rumanía. «Tendremos que tomar algunas medidas en nombre de nuestra seguridad. Y haremos lo mismo con Polonia: los misiles instalados en aquella base pueden pasar del anunciado alcance de 500 kilómetros a 2400 simplemente mudando el software, de forma que ni los rumanos se den cuenta».

Es la primera visita de Putin a un Estado-miembro de la Unión Europea en poco más de un año y coincide con la de Kirill al Monte Athos los días 27 y 28 de mayo de 2016, para tomar parte en las celebraciones milenarias. La de Putin a Grecia se concluyó, pues, el 28 en Athos, presentes el presidente heleno Prokópis Pavlópoulos y el ministro de Exteriores Nikos Kotziás. Políticamente, ha servido para sellar los profundos vínculos culturales y económicos entre Moscú y Atenas. Putin concretamente ha destacado el interés de Moscú por invertir en las Ferrovías helénicas y en el puerto de Salónica, a cuyo operador portuario Atenas ha dado luz verde para la venta de una cuota del 67%. Alexis Tsipras ha definido la visita como puente para futuros entendimientos también entre Moscú y Bruselas.



Para llegarse hasta el Monte Athos, Putin tuvo que volar desde Atenas a Salónica. Allí fue recibido por el ministro de Asuntos Exteriores griego, Nikos Kotziás, y se dirigió hacia Tripití, en la península de Calcídica. Finalmente, desde allí partió en barco al puerto de Daphne, ya dentro de la república monástica, la cual, aunque bajo jurisdicción de Grecia, se rige por sus propias leyes e incluso no aplica algunas de la UE. En Karyes, capital administrativa de Athos, Putin fue recibido por la comunidad de monjes. Le esperaba también el presidente de Grecia, Prokópis Pavlópoulos, con quien se había reunido el día anterior en Atenas.

Ya en Karyes, Putin visitó primero la iglesia Protaton bajo la propiedad de la Sacra Kinot (Hiera Kinotis), alto consejo directivo del Monte Athos. Siguió una breve función religiosa en la Iglesia de la Dormición de la Beata María Virgen. Después dirigió un breve discurso a los miembros de la Kinot dentro de su edificio administrativo. Es de tener en cuenta que de los 20 monasterios de Athos, 17 son griegos, uno búlgaro, uno serbio y el ruso de San Pantaleón.

Los 20 gobiernan Athos a través de sus respectivos representantes que componen la Santa Kinot, con el Protos o Protepístatos al frente, encargado de rendir cuentas a su santidad el Patriarca Ecuménico, superior supremo de todo Athos. Rusia y Grecia están celebrando en 2016 un año intercultural, conmemorativo de la llegada de monjes rusos a la Santa Montaña.



Acabados los actos en Karyes, Vladimir Putin se trasladó, con el imponente despliegue de medidas de seguridad y un séquito de no menos de veinte coches y furgones, al monasterio de San Pantaleón, conocido como el «monasterio ruso», donde fue recibido por Kirill, patriarca de Moscú y de todas las Rusias, a cuya ceremonia religiosa asistió luego en sitial de honor, y en cuya compañía recorrió más tarde las dependencias del monasterio y la biblioteca.

El monasterio, cuya construcción fue patrocinada por los zares rusos, llegó a tener cerca de 2.000 monjes rusos a principios del siglo XX. Con la llegada del comunismo empezó su declive hasta quedar en los años de la Guerra Fría punto menos que vacío: sólo varias decenas de monjes. El ascenso de Putin al poder contribuyó notablemente a renovar el monasterio, que poco a poco va recobrando su pasado esplendor.

Putin es así el primer jefe del Estado ruso en visitar por dos veces Athos. Lo que demuestra su particular atención a los valores espirituales. Gobierno y patriarcado rusos necesitan ahora que los ancianos monjes de Athos les echen una mano en sus oraciones. El Estado está librando fuerte batalla ideológica frente a la marea de un liberalismo occidental sin Dios, cuya presión sobre la Santa Rusia va en aumento y en todas las direcciones y sin ambigüedad, la cual, por otra parte, se está viendo también amenazada por conflictos militares directos.

En cuanto a la Iglesia ortodoxa rusa, dentro de este mismo orden de cosas, además de estar embarcada en las celebraciones milenarias del Año de San Pantaleón, se dispone también a tomar parte, por exigencia ecuménica faltaría más, en el próximo Concilio panortodoxo de Creta, donde Kirill quiere tener todo el respaldo posible del presidente ruso a su protagonismo y gestión primacial. El del papa Francisco lo procuró ya en La Habana.

La visita conjunta, pues, del Patriarca y del Presidente al Monte Athos, lejos de tratarse de una mera casualidad, ha sido bien programada y bien preparada en todos sus extremos por ambas partes. Lástima que numerosos periodistas se hayan limitado a andarse por las ramas de lo folclórico, muchos incluso sin saber por dónde soplaba el viento, que soplaba esa mañana, por cierto.

Porque allí, en el puerto de Daphne, entre los políticos trajeados de Atenas y los vistosos hábitos negros y entorchados de los monjes de la Hiera Kinotis que esperaban junto a la dársena, había uno cuyo epanókamelaukion blanco (gorro con velo colgante por detrás) ponía con su color el calificativo a la reseña de algunos reporteros escribiendo del momento: mente en blanco… Tampoco le hacían mucho caso, la verdad, pese a su atuendo y su encolpion. Pero se trataba nada menos que del número 2 del patriarcado de Moscú, el siempre omnipresente y joven metropolita Hilarión de Volokolamsk.

Allí empezaba el perfecto reflejo del concepto de autoridad bizantina en su particular dimensión josefinista, que tanto les gusta a Kirill y a Putin. El jefe del poder temporal y el del poder espiritual, el jefe laico y el jefe religioso de Rusia juntos en el centro del monaquismo ortodoxo. Junto al clero y a los laicos, los monjes son, a todos los efectos, la tercera fuerza de una sociedad ortodoxa. Máxime en el Monte Athos, cuyos monjes se consideran la ortodoxia de la Ortodoxia. La visita reclama, por ende, atender a las propias raíces bizantinas en su base de cultura y sociedad estatal rusa.

Vladimir Putin, coincidió el 28 de mayo en el Monte de Athos, según programación común previamente estudiada, junto al patriarca Kirill con motivo de la presencia milenaria de monjes rusos en la península helénica. De hecho, la posibilidad de una reunión entre el mandatario del Kremlin y el primado de la Iglesia ortodoxa rusa había sido destacada ya el 24 de mayo por el portavoz del presidente, Dmitri Peskóv, en un comentario al periódico Izvestia. De los 20 monasterios de Athos, solo uno es ruso, es cierto, pero en muchos hay también monjes rusos con nacionalidad griega recibida al formar parte de la Santa Montaña.



El encuentro y el marco enteramente religiosos, en fin, sirven para entender mejor por qué Kirill ha llegado a pronunciar sobre el conflicto en Siria la expresión Guerra santa. Y Putin acudiendo a la cita de Athos-Karyes Protaton-San Pantaleón, por qué, a pesar de la anexión de Crimea, sigue apoyando de firme a Kirill en la estrecha alianza de ambos poderes a favor del expansionismo josefinista de la Santa Rusia.

Si alguien creía que el presidente ruso iba a desentenderse de su amigo Kirill, estando por medio este milenario de San Pantaleón y dentro de muy poco el Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa en Creta, que baje de la luna, se coloque bien el sonotone y vaya si es preciso al oculista. De él, del patriarca Kirill y su visita al monasterio de San Pantaleón, el de la Iglesia ortodoxa rusa en la República Monástica de Athos, me ocuparé pronto en este mismo portal, siempre naturalmente en contexto con lo aquí dicho sobre el presidente Vladimir Putin.

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