El presidente Putin y sus discursos en el Monte Athos



La visita del presidente ruso Vladimir Putin al Monte Athos fue breve, pero intensa de actividad y de palabras. Rodeada en todo momento de grandes medidas de seguridad. Las periodistas que cubrían el viaje, según las estrictas disposiciones vigentes, tuvieron que contentarse con seguir por grandes pantallas de televisión, desde fuera del Monte Athos, pero en tiempo real, el programado curso de los acontecimientos.

El Presidente salió de Atenas en avión hasta Salónica, desde donde prosiguió en automóvil, hasta el pequeño puerto turístico griego de Tripití, para continuar vía marítima hasta el puerto de Daphne, ya en territorio monástico de la Santa Montaña. Hasta su llegada, el sereno mar Egeo de la costa era surcado por lanchas rápidas en diversas direcciones. A pie del sencillo embarcadero, le esperaban las altas autoridades de Grecia –presidente y ministro de Exteriores- y las eclesiásticas de Athos desplazadas hasta el lugar. Representando al monasterio San Pantaleón –objeto primordial del viaje-, aguardaba también su eminencia el metropolita Hilarión (Alfeyev) de Volokolamsk, hombre de confianza de Kirill y, muy probablemente, desde el punto de vista eclesiástico, el organizador de la visita.

El cortejo de coches y furgones recorriendo, entre monte y costa, los caminos polvorientos no bajaba de las veinte unidades. La llegada a Karyes fue anunciada con un sonoro repique de campanas. Los rituales saludos del Presidente a los barbudos monjes miembros de la Hiera Kinotis discurrieron al son de las campanas mientras este entraba en el katolikón del Protaton y subía a un trono de honor. Hubo seguidamente un oficio religioso –no Divina Liturgia como alguien ha escrito por ahí-, al cabo del cual Putin dirigió este breve discurso improvisado a la asamblea:

« Estoy aquí por segunda vez y experimento un calor particular, una bondad, la mejor acogida posible, no solamente para conmigo, en cuanto jefe del Estado ruso, sino también hacia el conjunto de la nación rusa. Sobre la Santa Montaña de Athos, se prosigue una obra muy importante y esencial para el mundo ortodoxo: la preservación de las bases morales de nuestra sociedad. Vosotros sois, para una gran parte, fuente de prosperidad y de gracia».

Constantemente arropado por los monjes, que no lo dejaban ni a sol ni a sombra, Putin subió una larga escalinata de acceso al edificio central de Karyes Protaton, el de las sesiones de la Hiera Kinotis, donde se fue colocando al personal con un protocolo algo improvisado. Junto a Putin en primera fila, tomó asiento el presidente de Grecia, Prokópis Pavlópoulos, y no lejos, en una segunda fila, el metropolita Hilarión. El Protos o Protepístatos tomó la palabra para darle la bienvenida y agradecerle su visita. Siempre, naturalmente, tirando de intérprete. Al cabo de lo cual, Vladimir Putin volvió a tomar la palabra para dirigir este otro discurso, ya más largo y preparado:

« Señor Presidente, Reverendos Padres, me siento muy feliz de volver a la Santa Montaña de Athos. En la tradición ortodoxa, ella está considerada como el patrimonio de la Santísima Madre de Dios, razón por la cual todo hombre que pone el pie sobre esta tierra bendita experimenta naturalmente sentimientos particulares. Lo ha dicho ya el señor Presidente (griego): “la Santa Montaña es un hogar único de la Ortodoxia, del cristianismo. He aquí más de mil años que en este lugar se conservan preciosamente y que aquí aumentan las tradiciones espirituales y nuestros valores comunes”. Yo estoy absolutamente de acuerdo: el papel de Athos es excepcionalmente importante hoy, cuando la Ortodoxia en Rusia y en otros países se fortalece. Los ortodoxos se afianzan, ayudando a un gran número de gentes a encontrar un apoyo espiritual, comprendidas gentes que viven en nuestro país, en Rusia.

La primera mención escrita de la presencia de Rusia sobre el Monte Athos data de hace mil años, lo que una vez más pone de relieve la importancia de este singular sitio para la Rusia de hoy. Durante numerosos siglos, los ortodoxos de nuestro país han sacado del Monte Athos fuerzas espirituales y conocimientos.



Ahora que volvemos a poner en valor el patriotismo, la memoria histórica, la cultura tradicional, contamos sobre el afianzamiento de nuestras relaciones con Athos. Es gozoso comprobar que de año en año, se acercan aquí más y más peregrinos rusos: son ya más de 11.000 por año. Me complace agradeceros la hospitalidad que aquí dispensáis a nuestros compatriotas.

Las reliquias de Athos regularmente expuestas en Rusia para ser allí veneradas son un testimonio de los lazos siempre más estrechos entre Rusia y Athos. Entre estas reliquias, el Cinturón de la Madre de Dios aportado por el monasterio de Vatopédi, y la (mano) derecha de san Jorge del monasterio de Xénophon. Centenares de miles de ortodoxos han ido a venerarlas en Rusia. Os lo agradezco una vez más. Esperamos que esta eminente y noble misión de los monasterios athonitas persevere.

Este año es el de la cruzada de Rusia en Grecia y de Grecia en Rusia. Después de siglos, comunidad de fe y simpatía mutua han unido nuestros países y, como ya lo hemos dicho, ayudan a nuestros pueblos a superar las dificultades y a vencer. Ello ha sido puesto en evidencia en el movimiento de liberación de los Balcanes, y en muchas otras etapas de la historia mundial. Estos profundos sentimientos han sido heredados por las generaciones presentes. Seguro que las relaciones de Rusia con la Santa Montaña de Athos y con Grecia en general no harán sino reforzarse, mientras el parentesco espiritual y la confianza continúen caracterizando nuestras relaciones tradicionalmente de estrecha amistad. ¡Cristo ha resucitado!».

Entre saludos y despedidas, el Presidentre volvió a la caravana que aguardaba en la vía principal de Karyes para poner rumbo al monasterio ruso San Pantaleón. Su Santidad el patriarca Kirill, el archimandrita Jeremías (Alekhine), higoumeno del monasterio, y toda la comunidad, esperaban a Vladimir Putin. Al son de las campanas, el Presidente ruso y su santidad el Patriarca, seguidos de la comunidad monástica, penetraron en el gran katolikon de San Pantaleón, donde nuevamente subió a un sitial de honor.

Chocaba verlo trajeado y sin corbata ya en Daphne, y luego en Karyes junto a las autoridades griegas y ahora en San Pantaleón. En el centro de la iglesia estaba emplazado el relicario conteniendo la cabeza del santo mártir, delante de la cual fue celebrado un oficio de intercesión a los santos rusos de Athos. Los cantos del oficio divino fueron interpretados por el coro de la comunidad monástica. Y Putin besó reverente el relicario, y los iconos, encendiendo la vela ritual.

Las oraciones se oyeron en forma de letanía por « Su Santidad el Patriarca Bartolomé de Constantinopla y Su Santidad el Patriarca Kirill de Moscú y de todas las Rusias, el Señor Presidente Vladimir Vladimirovitch, el Estado y la armada de nuestra Patria protegida por Dios». Concluido el oficio, el patriarca Kirill dirigió un discurso a Vladimir Putin y a la asamblea. Seguidamente ofreció al jefe del Estado ruso un icono de san Pantaleón. Acto seguido Vladimir Putin pronunció, a su vez, este preparado y estudiado discurso:



« Santidad, Reverendo padre [= Jeremías, higoumeno del monasterio], honorables padres y hermanos! Me siento dichoso de venir al monasterio ruso San Pantaleón. Históricamente hablando, él ha llenado y continúa desempeñando una importante misión espiritual. He ahí por qué es querido al corazón de todo ortodoxo en Rusia y en otros países. Yo no vine aquí hace 40 años, como Su Santidad el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, pero sí lo hice en 2005, y puedo decir que el cambio es increíble, absolutamente maravilloso. Yo respondí a vuestra invitación a participar en el milenario de la primera mención de la presencia de monjes rusos sobre Athos con un sentimiento particular.

Lo subrayo una vez más: se han hecho grandes trabajos para preparar este jubileo. Un programa de celebraciones está en curso en Rusia, en Grecia, sobre la Santa Montaña. Debemos, además, agradecer al respecto al Patriarcado Ecuménico y a la Iglesia de Grecia. Yo subrayaría que Rusia y Athos están unidos después de tanto tiempo por estrechos lazos religiosos. Las tradiciones athonitas han jugado un papel importante en la vida del pueblo ruso.

En nuestros días, el interés por Athos no se debilita. Estos últimos años, con la participación activa de la Iglesia ortodoxa rusa y, bien entendido, ante todo con el apoyo y la participación personal del Patriarca, gracias a los sponsors de los que el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias ha ya hablado, los edificios históricos de la presencia rusa sobre la Santa Montaña ha sido restaurados y preservados. Es particularmente agradable ver al monasterio renacer.

Estoy dichoso de veros, Reverendo Padre [ = Jeremías], en buena salud. Habéis aportado una contribución inestimable en la restauración de este santo monasterio; habéis hecho mucho por el desarrollo de las peregrinaciones provenientes de Rusia. Como lo ha recordado el Patriarca, el monaquismo ruso athonita ha vivido momentos difíciles en el siglo XX. De hecho, si los monjes rusos eran varios millares en 1913, no llegó a quedar de ellos sino algunas decenas, y después algunos monjes aislados.

La primera visita del Patriarca Pimen de Moscú y de todas las Rusias al Monte Athos data de 1972. Esta fecha marca el principio del renacimiento del monasterio San Pantaleón. Era entonces difícil venir aquí, y todavía más difícil acudir en Rusia a estos lugares. Hoy, múltiples fieles de Rusia y de otros países eslavos vienen a vuestro monasterio para venerar aquí las reliquias conservadas sobre Athos. Hemos de hacer todo lo posible para que este ángulo ruso de Athos continúe sirviendo al afianzamiento de las fuerzas espirituales de todos los fieles ortodoxos.

Os agradezco, Reverendo Padre, así como a la comunidad monástica, vuestra hospitalidad y vuestra largueza acogiendo a nuestros compatriotas. Sois un ejemplo en el cumplimiento de los principios de filantropía, de bondad y de justicia. Estos valores morales y culturales tradicionales sirven hoy de criterio moral y de apoyo para todos nosotros. Ellos tienen una gran importancia para la conservación de la paz, para la consolidación de Rusia, la preservación de la unidad de la Iglesia ortodoxa rusa. Deseo que vuestro monasterio prospere, os deseo a todos largos años de vida y una excelente salud. ¡Que Dios os ayude! ¡Cristo ha resucitado!».



Presidente y Patriarca visitaron luego, en el gran monasterio, las iglesias Santa-Eubula-San-Hermolaüs, madre y maestro espiritual del magalomártir Pantaleón. De modo especial se entretuvieron en la biblioteca contrastando planos y fotografías de la historia de los arreglos. Y antes, en fin, de regresar a Salónica para proseguir rumbo a Moscú, recorrieron las demás dependencias, donde se hacían notar las estupendas mejoras de los últimos años. Como broche a su visita, accedió a posar en la foto oficial con la Comunidad monástica.

De los discursos sale lo que ya tengo escrito en otros artículos, algunos en este mismo portal de RD: la estrecha amistad entre Presidente y Patriarca, su cercanía religiosa con las altas instancias de la Iglesia ortodoxa rusa –cristiano ortodoxo como él es- y su especial apoyo a Kirill, con quien comparte la tesis del engrandecimiento de la Santa Rusia. Lo reflejan multitud de fotos, y sobre todo los hechos, y en concreto el contenido de estos discursos.



Por de pronto, dentro de los 20 monasterios que según el Tipikón de Athos conforman la Santa Montaña, San Pantaleón ocupa precisamente el número 20, pero por recursos, ayudas y potencia del Estado siempre al quite, Rusia o sea, está delante de todos, y de algunos a casi años luz. Esta visita, en fin, ha servido de espaldarazo para su amigo el Patriarca, de visita esos días también en Athos para la celebración milenaria, haciendo ya, como quien dice, las maletas rumbo a Creta, donde tendrá lugar en menos de un mes la apertura del Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa.

Una oportunidad de oro para que se levanten barreras anacrónicas como prohibir la entrada en Athos a las mujeres –con más carga misógina que espiritual, sin duda-, y tantas otras, de cuya suerte habrá de ocuparse el susodicho Concilio. El tiempo dirá si pasos así han sido solo para la galería o, más bien, han marcado el principio de un cambio de época también para la Iglesia Ortodoxa.

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