Homenaje-oración a Zerolo en la iglesia de San Antón Antonio Miguel Carmona: “Aún necesitamos al Pedro libertador de personas”

(Lucía López Alonso).- "Igualdade por dereito", "Visibilidad", "Escuela sin armario", "Avanzamos". Son algunas de las palabras que ayer por la tarde se pudieron ver en grandes pancartas, dentro de las fotografías de Pedro Zerolo que Mensajeros de la Paz proyectó en un vídeo, en la iglesia de San Antón del cetro de Madrid. Palabras, sin duda, que por sí solas bordan las banderas -como decía el poema de Neruda- del pueblo y su victoria. La indispensable libertad.

El templo se llenó de visitantes que quizá nunca antes habían entrado en él, porque no era una misa la que invitaba a pasar, sino un homenaje-oración al político recientemente fallecido. Ésa es la magia de San Antón: la virtud de conquistar a cualquiera, incluso al no creyente. Como Pedro, que no lo era. La santidad de tener las puertas siempre abiertas, como una escuela sin armarios. Como un corazón en el que cada vena es viable y visible.

Todo va enlazado en la iglesia del Padre Ángel, como en la encíclica que hoy ha publicado el Papa Francisco. Un niño aplaudía al lado de una de las fotografías, protagonizadas por ancianos, que se exhiben dentro del templo. Una perrita escuchaba la música de ópera del grupo Alborada sobre las piernas de su dueño. La mujer religiosa -de la iglesia metropolitana- tomaba el altar con los mismos derechos adquiridos que su compañero de iglesia -pastor gay, con su bandera colorida sobre los hombros- y que el Padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz.

A Pedro le habría gustado ver todo aquello. Al Pedro "comprometido con las ONG". Al Pedro homosexual y enamorado del amor social, del amor civil, del amor político y del amor más humano que se pueda construir. El Padre Ángel, que tanto le conocía, se lo debió de imaginar cuando invitó a alguien todavía más íntimamente amigo del concejal fallecido, Antonio Miguel Carmona, a hacer un discurso en su honor y celebrar su presencia sin mezcla de olvido.

"Tuve el orgullo de ir con él de la mano el año pasado durante las fiestas del Orgullo Gay", dijo Carmona, que acertó hablando desde lo personal aunque sin dejar de recordar que al Zerolo presidente del colectivo gay (Federación Estatal LGTBI) y al Zerolo socialista que propuso el impulso de las leyes de aprobación de las parejas de hecho y el matrimonio gay, se debe que Chueca sea hoy un barrio sin nidos de espadas adentro.

Han pasado diez años de la entrada en vigor de la ley, pero "aún necesitamos a Pedro". Sigue existiendo la violencia machista, la violencia homófoba; todo lo que Pedro odiaba. Tolerante, inteligente, activista, desde que empezó en la política siempre estuvo del lado de la Iglesia instalada en las periferias, trabajando con Enrique de Castro en Vallecas. Al contrario que los que lo rechazasen por su homosexualidad, él supo sumar en todas las causas de inclusión.

Pero la otra Iglesia, la esperpéntica, la generala, la sombría, la que no ha desaprendido la doctrina del poder, sigue ahí también. Por eso ayer mismo fue noticia cómo un cura -Jesús Calvo- se permitió exclamar en un programa televisivo que una enfermedad puede ser el castigo que Dios envía a los pecadores. Que el cáncer de páncreas Zerolo lo "cosechó" por su condición homosexual.

Demasiado teñida de discriminación está la tradición como para que nadie haga nada ante las palabras de un sacerdote que no se ha dado cuenta de que la respiración social de España por fin ya no es ésa. "La ruta para conseguir los derechos civiles está llena de cadáveres", lamentó Antonio Carmona. Menos mal que el Padre Ángel, quizá el único cura de Madrid que, sin vapores hidalgos, sólo con su actitud inclusiva, echa baldes de agua fría sobre los que pretenden ser pastores de corderillos fáciles, impone la paz con gestos preciosos; cualquier mediodía en el comedor social, cualquier tarde en la residencia, cualquier mañana en el Tercer Mundo, cualquier noche en San Antón.

Carmona confesó, con una emocionante solemnidad, haber acordado con la nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ponerle el nombre de Pedro Zerolo a una calle, una plaza o un jardín. Quizá sea ésa la reencarnación más justa para un "libertador de las personas"; el político que luchó porque la cultura saliera a la calle, las leyes nacieran en la plaza pública y Madrid pudiera ser un jardín sin aceras en el que cupiese una flor de cada color.

Porque los símbolos -las placas- "hacen rico el recuerdo dentro de nosotros", de la misma forma que el arte protege la memoria. También las palabras. Como la primera Carta de Juan que se leyó en el homenaje de San Antón. Sí, aquella del Dios que es amor. De que quizá sea una suerte que nadie nunca le haya visto, porque eso no ha obligado a buscarle entre los seres del mundo. A mirarnos a la cara y no desconocernos. A perdernos de vista y seguir queriéndonos. "Lo que vive una vez, vive para siempre", afirmó la pastora protestante.

Los ojos de Jesús, el marido de Pedro, lo aseguraban desde las primeras filas de los bancos de la iglesia, cuando el Padre Ángel habló al micrófono de la sonrisa de Zerolo, que "todos destacaríamos". No están viudos los ojos de Jesús, porque el amor es siempre militante, como decía Zerolo, de la piel al alma. El amor recorre y revuelve las cosas del silencio y se enfrenta a la enfermedad incluso "con regates imposibles".

La enfermedad existe porque el hombre es frágil, pero incluso la muerte lo es. Por eso el Padre Ángel no dudó en entregarle a Jesús la paloma de la paz de Mensajeros (ése idioma de juguete; esa porcelana que es la paz en un mundo de odio...) y a Pedro -colocándola en su retrato- una rosa roja que una niña iraquí de Mensajeros, que ha superado un cáncer, le había dado. Porque, aunque frágiles, "cuando somos valientes, acertamos siempre".

En bajito y lejos de la inquietud, será verdad.

Fotografías: Pedro Blasco.

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