El obispo de Mondoñedo-Ferrol, en entrevista con RD, advierte de la "deshumanización a la que podemos llegar" Cadiñanos, sobre la propuesta de remigración de Vox: "Es una forma de limpieza étnica"

"El tema migratorio está siendo 'la' cuestión social por antonomasia en este momento de nuestra historia: no podemos aceptar discursos excluyentes ni normalizar ideologías o terminologías que atentan contra la dignidad humana"
"La idea de un 'proceso de remigración' en los términos que se están planteando es profundamente preocupante y moralmente inaceptable. Cuando se habla de 'millones' de personas, incluyendo a quienes tienen raíces y han contribuido a nuestra sociedad durante décadas, esto no es 'remigración', es una propuesta de deportación masiva y, en la práctica, una forma de limpieza étnica"
"La apelación a las raíces cristianas para justificar la pureza de raza, la exclusión, el odio o la violencia contra cualquier persona, y menos aún una 'cacería humana', es una perversión y una contradicción flagrante de los valores evangélicos"
"Si no abordamos las causas profundas del malestar, si no fomentamos el diálogo, la comprensión y la justicia, es muy probable que la chispa vuelva a encenderse. Es nuestra responsabilidad, como sociedad y como Iglesia, trabajar incansablemente para construir puentes en lugar de muros, y para que la paz y la convivencia sean duraderas"
"Que los menores no acompañados, que son los más vulnerables entre los vulnerables, se conviertan en un objeto de disputa política entre administraciones, es una muestra de la falta de humanidad y responsabilidad que a veces observamos"
"La apelación a las raíces cristianas para justificar la pureza de raza, la exclusión, el odio o la violencia contra cualquier persona, y menos aún una 'cacería humana', es una perversión y una contradicción flagrante de los valores evangélicos"
"Si no abordamos las causas profundas del malestar, si no fomentamos el diálogo, la comprensión y la justicia, es muy probable que la chispa vuelva a encenderse. Es nuestra responsabilidad, como sociedad y como Iglesia, trabajar incansablemente para construir puentes en lugar de muros, y para que la paz y la convivencia sean duraderas"
"Que los menores no acompañados, que son los más vulnerables entre los vulnerables, se conviertan en un objeto de disputa política entre administraciones, es una muestra de la falta de humanidad y responsabilidad que a veces observamos"
"Que los menores no acompañados, que son los más vulnerables entre los vulnerables, se conviertan en un objeto de disputa política entre administraciones, es una muestra de la falta de humanidad y responsabilidad que a veces observamos"
"Estas imágenes son una herida abierta en el corazón de nuestra sociedad y un testimonio de la deshumanización a la que podemos llegar si no cultivamos la empatía y el respeto por la dignidad de cada persona". Es la impresión que han dejado en el ánimo de Fernando Cadiñanos los recientes enfrentamientos vividos en la localidad murciana de Torre Pacheco tras las convocatorias a través de redes sociales para la "cacería de inmigrantes".
"Se está haciendo una instrumentalización política de la migración, utilizando a las personas como arma arrojadiza para obtener réditos electorales y generando un discurso populista que es falso y errático, convirtiéndoles en amenaza", señala en entrevista con Religión Digital el obispo de Mondoñedo-Ferrol, quien afirma con igual contundencia que "la idea de un 'proceso de remigración' en los términos que se están planteando es profundamente preocupante y moralmente inaceptable", en alusión a la propuesta de Vox de deportar a ocho millones de migrantes.
"Esto no es 'remigración', es una propuesta de deportación masiva y, en la práctica, una forma de limpieza étnica", añade el obispo, quien aboga por un pacto de Estado sobre la cuestión migratoria, que, añade acto seguido, "hoy por hoy, viendo la situación política española, es imposible. Y los que salen perjudicados, una vez más, son los pobres".
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¿Qué ha sentido viendo las imágenes de la “cacería de migrantes” en Torre Pacheco?
Una profunda tristeza y dolor, así como una inmensa preocupación por lo que significan y lo que transmiten. Esas imágenes son una herida abierta en el corazón de nuestra sociedad y un testimonio de la deshumanización a la que podemos llegar si no cultivamos la empatía y el respeto por la dignidad de cada persona. Por otra parte, estoy convencido de que son imágenes que no representan el sentir de la mayoría de nuestra sociedad.
La mecha incendiaria parece apagada. ¿Es cuestión de tiempo de que vuelva a prender?
La cuestión migratoria afecta a los sentimientos y emociones, no es cuestión de razón. Por eso, cualquier episodio o acontecimiento puede volver a encender el odio y la deshumanización. Si no abordamos las causas profundas del malestar, si no fomentamos el diálogo, la comprensión y la justicia, es muy probable que la chispa vuelva a encenderse. Es nuestra responsabilidad, como sociedad y como Iglesia, trabajar incansablemente para construir puentes en lugar de muros, y para que la paz y la convivencia sean duraderas.

¿Cómo hemos llegado a esta situación, que supone un serio revés para la convivencia?
Yo creo que es una confluencia de factores. En primer lugar, la desinformación y la propagación de bulos que crean miedo y resentimiento hacia el 'otro'. Junto a ello, vivimos en una sociedad muy crispada, que necesita inmediatamente válvulas de escape donde poder conducir el odio y el cabreo social que tiene. Además, se está haciendo una instrumentalización política de la migración, utilizando a las personas como arma arrojadiza para obtener réditos electorales y generando un discurso populista que es falso y errático, convirtiéndoles en amenaza.
Otro factor es la falta de políticas de integración efectivas y suficientes, que permitan a los migrantes participar plenamente en la sociedad y disipen temores infundados. No tiene sentido que haya gente que pueda y quiera trabajar, que exista trabajo y no lo pueda hacer por trabas administrativas. Y, por último, una cierta banalización del discurso de odio y del miedo que ha ido calando en algunos sectores de la sociedad.
El 'pim pam pum al migrante' beneficia a los discursos populistas, a los que buscan polarizar a la sociedad para capitalizar el descontento y el miedo. Beneficia a quienes construyen su narrativa política sobre la base de la confrontación, la división y la identificación de un enemigo externo
El obispo Xabier Gómez ha escrito una destacada reflexión en 'Ecclesia' sobre este asunto. En un momento dado, se hace esta pregunta: “Preguntémonos, ¿a quién está beneficiando políticamente el pim pam pum al migrante”. Imagino que usted se habrá hecho la misma pregunta. ¿Me la podría responder?
Desde luego yo creo, sinceramente, que no beneficia a nadie, sino que nos destruye como sociedad y pone en peligro nuestra democracia y los valores que la sostienen. Pero políticamente el 'pim pam pum al migrante' beneficia a los discursos populistas, a los que buscan polarizar a la sociedad para capitalizar el descontento y el miedo. Beneficia a quienes construyen su narrativa política sobre la base de la confrontación, la división y la identificación de un enemigo externo. Este discurso busca desviar la atención de problemas estructurales reales, de la urgencia de edificar sobre la perspectiva del bien común y ofrecer chivos expiatorios para justificar agendas excluyentes. Es una estrategia cínica que hiere a la sociedad en su conjunto.
Vox ha hablado públicamente de un “proceso de remigración” para “millones” de inmigrantes llegados a España desde los años 90. ¿Qué le parece la idea, que se asemeja bastante a un proceso de deportación masivo?
La idea de un 'proceso de remigración' en los términos que se están planteando es profundamente preocupante y moralmente inaceptable. Cuando se habla de 'millones' de personas, incluyendo a quienes tienen raíces y han contribuido a nuestra sociedad durante décadas, esto no es 'remigración', es una propuesta de deportación masiva y, en la práctica, una forma de limpieza étnica.
Esta noción es incompatible con los derechos humanos fundamentales, con la dignidad inherente de cada persona y con los valores cristianos. También lo es con la verdad histórica: lo que los inmigrantes han aportado a nuestra sociedad como riqueza económica, social, eclesial, cultural. No es cierto que podamos crecer, ni siquiera mantenernos, sin el aporte de los migrantes en nuestra sociedad. ¿Qué sería de nosotros si no estuvieran, cuánto podríamos mantenernos en el ámbito de la agricultura, los cuidados, la limpieza, la hostelería? Ellos son ya un nosotros más grande.
La Iglesia siempre defenderá el derecho de las personas a buscar una vida mejor y la necesidad de una acogida y una integración justas y humanas. Así se enseña en la doctrina social: el derecho a emigrar y el derecho a no emigrar. Las deportaciones masivas y forzadas generarían un sufrimiento inmenso, romperían familias y destruirían comunidades. Es una propuesta que nos retrotrae a épocas oscuras de la historia.
‼️ La diputada de VOX, Rocío de Meer, a bordo del 'Remigración'.
— VOX por España 🇪🇸 (@VOXpEspana) July 4, 2025
¡Es la hora de los PATRIOTAS! 🇪🇸pic.twitter.com/2WH9jGyxWp
Esta palabra, “remigración” fue expuesta en una reunión de neonazis en Alemania semanas antes de las elecciones y provocó una contundente respuesta desde el Episcopado germano. ¿Le preocupa a la Iglesia en España que prenda aquí este concepto? ¿Han pensado en tomar alguna medida, reflexión, una reunión con los líderes políticos… para intentar rebajar el clima de polarización o lo dan por perdido?
Los obispos españoles acabamos prácticamente de publicar un documento que lleva por título “Comunidades acogedoras y misioneras”. Ahí está nuestra hoja de ruta y nuestra propuesta para la Iglesia. En ese sentido, también nuestras comunidades tienen que ser contraculturales, fermento de una nueva humanidad, signo de otra forma de relacionarnos. Hay muchísimas experiencias eclesiales de acogida, de diálogo, de encuentro, de promoción, de intercambio, de aportación al seno de nuestra Iglesia y comunidad. Poner en valor todo este cúmulo de acogida que se está haciendo me parece necesario. Como nos recordaba el papa Francisco, “da más ruido un árbol que se cae que un bosque que crece”. Pero, desde luego, el tema migratorio está siendo “la” cuestión social por antonomasia en este momento de nuestra historia: no podemos aceptar discursos excluyentes ni normalizar ideologías o terminologías que atentan contra la dignidad humana.
Si me permite, echo en falta una mayor contundencia en los posicionamientos eclesiales (con la citada y magnífica excepción del obispo de San Feliú), como si estuviesen un poco atemorizados. Hablo de los obispos. Distintas organizaciones laicales y religiosas han mostrada una contundente repulsa. ¿Temen que, quizás, después de la polvareda levantada tras la sugerencia de convocar elecciones, les acusen de volver a meterse en política? No parece lo mismo, pero escasean los mensajes de condena, hay ausencia de tuits de quienes habitualmente comentan la actualidad a través de las redes…
La Iglesia, por su propia naturaleza, es una voz profética en la sociedad, y nuestra misión no es entrar en la política partidista, sino iluminar la realidad con los valores del Evangelio. Puede haber momentos en los que se perciba una mayor o menor contundencia, y siempre es un ejercicio de discernimiento cómo y cuándo intervenir. Como he señalado antes, yo creo que la posición está clara y es meridiana al respecto.
Sin embargo, permítame matizar: hay vida más allí de las redes. La falta de 'tuits' o de comunicados diarios no significa ausencia de preocupación o de acción. La Iglesia trabaja a muchos niveles: en la acogida directa, en la denuncia de injusticias a través de Cáritas y otras organizaciones, en la formación de conciencias y en la promoción de valores, en la incidencia política como es todo el trabajo que se ha llevado a cabo con la ILP para la regularización de migrantes. Me consta que muchos hermanos obispos hablan frecuentemente del tema migratorio y es clara su postura. La reflexión y acción en este ámbito es constante, aunque no siempre se visibilice de la misma manera en los medios.
En cuanto al temor a ser acusados de 'meterse en política', la Iglesia siempre ha de ser consciente de su papel y evitar la instrumentalización. Pero la defensa de la dignidad humana, la denuncia de la injusticia y la promoción del bien común no son 'meterse en política', son parte intrínseca de nuestra misión pastoral. Cuando se atenta contra estos principios, no podemos callar, sea cual sea el coste o la interpretación que se haga. Seguiremos trabajando y alzando nuestra voz en la medida en que el Espíritu nos guíe y las circunstancias lo requieran.

¿Qué le parece que Gobierno central y autonómicos ni se pongan de acuerdo para la distribución por el territorio nacional de los menores tutelados en los CIE y otras instancias, algunas eclesiales, si no me equivoco?
Es una verdadera vergüenza e indignante y un signo más de la mala política de la que tantas veces nos habló el papa Francisco. Una política que utiliza a las personas y no las sirve, que enfrenta y no construye el bien común. Que los menores no acompañados, que son los más vulnerables entre los vulnerables, se conviertan en un objeto de disputa política entre administraciones, es una muestra de la falta de humanidad y responsabilidad que a veces observamos. Estos niños y adolescentes tienen derecho a la protección, la educación y una vida digna, y es una obligación moral y legal de todas las administraciones garantizarla. Haría falta un gran pacto de Estado que hoy por hoy, viendo la situación política española, es imposible. Y los que salen perjudicados, una vez más, son los pobres.
En ese sentido, me alegra que las instituciones eclesiales, a través de sus casas de acogida y centros, estén haciendo un esfuerzo encomiable para atender a estos menores, supliendo en muchos casos las carencias de la Administración. Es fundamental que se llegue a un acuerdo urgente y efectivo para su distribución y acogida adecuadas, basado en el interés superior del menor, y no en cálculos políticos o presupuestarios.
¿Qué parte del problema que estamos viviendo, y que ya conocemos por otros países de nuestro entorno europeo, tiene que ver con el sistema de acogida y gestión de los migrantes que intentan acceder de manera irregular?
Cuando las vías legales para la migración son escasas o inexistentes, se empuja a las personas a rutas irregulares y peligrosas, lo que las expone a la explotación y a situaciones de vulnerabilidad extrema. Es urgente abrir vías seguras y legales. Y también es importante replantearse el tema de la ayuda al desarrollo como camino que también interviene. Mucho me temo que el crecimiento en el gasto armamentístico derive en la reducción de las ayudas al desarrollo que colapsará en crisis humanitarias.
Por otra parte, un sistema de acogida desbordado o mal gestionado puede generar frustración tanto en los migrantes como en las comunidades de acogida. La falta de recursos, la lentitud en los trámites, la ausencia de programas de integración real pueden contribuir a crear focos de tensión y malestar. Habría que reflexionar mucho al respecto: a eso contribuye la ILP.
Por tanto, es necesario un enfoque integral que combine la ayuda al desarrollo, la seguridad de las fronteras con vías legales y seguras, una acogida digna al que llega y programas de integración efectivos que beneficien a todos, trabajando contra la exclusión social.
La apelación a las raíces cristianas para justificar la pureza de raza, la exclusión, el odio o la violencia contra cualquier persona, y menos aún una 'cacería humana', es una perversión y una contradicción flagrante de los valores evangélicos
Entre los argumentos que se usan para rechazar a los migrantes está el de su religión, centrándose en el caso de los musulmanes. Algunos de los que usan ese argumento apelan a las raíces cristianas de España. ¿Tiene bula para estas cacerías humanas o es incompatible con ser cristiano?
Rotundamente, es incompatible con ser cristiano. La apelación a las raíces cristianas para justificar la pureza de raza, la exclusión, el odio o la violencia contra cualquier persona, y menos aún una 'cacería humana', es una perversión y una contradicción flagrante de los valores evangélicos. Jesús nos enseñó el amor al prójimo, al extranjero, al necesitado, sin distinción de credo, origen o condición. La caridad, la acogida y la defensa de la dignidad humana son pilares fundamentales de nuestra fe.
La presencia de otros credos entre nosotros significa una oportunidad para el diálogo interreligioso, para profundizar en nuestra propia fe, para descubrir nuestra propia identidad que se fragua en el encuentro. No podemos verlo como amenaza, sino como reto.
No hay justificación posible en el cristianismo para el odio o la violencia. Quienes utilizan la religión para avivar la islamofobia o cualquier otra forma de discriminación, están desvirtuando el verdadero mensaje de Cristo. Nuestras raíces cristianas nos llaman precisamente a la fraternidad universal, al encuentro y al diálogo, a construir sociedades donde todos puedan vivir en paz y con dignidad, respetando las diferencias.