Adital también se suma a la campaña para pedir la comunión a los divorciados vueltos a casar Teólogos y laicos piden a la Iglesia que se abra a los nuevos tiempos

Sectores progresistas de las diócesis de la Iglesia Católica de Navarra, tanto laicos como diáconos, se están adheriendo a una iniciativa emprendida por veinte teólogos de diversas procedencias del Estado, entre ellos la navarra Teresa Iribarren, adscrita al movimiento Cristianismo y Justicia de Barcelona vinculado a los jesuitas, y están firmando la carta dirigida al Papa y al Sínodo en la que se pide a Jorge Bergoglio, el papa Francisco, que permita acceder a la comunión a las personas divorciadas y a las que se han vuelto a casar. En la demanda subyace la petición de que la Iglesia Católica se abra y se adapte a los nuevos tiempos. Lo cuentan L. Cabasés y J. Fernández en Noticias de Navarra.

Las adhesiones a esta iniciativa, a través de la plataforma Change.org, llevan varios miles de firmas, algunas de ellas procedentes de Navarra y, básicamente, hacen suya la carta dirigida al Papa. Como es habitual en este tipo de demandas publicitadas a través de las redes sociales, los firmantes explican los motivos de su adhesión y, en este caso, hay un clamor popular de que la Iglesia Católica de ejemplo con el perdón, facilite segundas oportunidades y, sobre todo, como indica una de las firmantes desde la Comunidad Foral, "recupere los 200 años que le separan de la sociedad".

La iniciativa centrada en la eucaristía para los divorciados refleja, no obstante, un movimiento más profundo iniciado ya hace un año en el Sínodo celebrado en Roma y que este año tendrá su continuación a partir de octubre. La Iglesia Católica prevé abordar este otoño un debate sin precedentes sobre la familia y el papa Francisco, para disgusto de los sectores más conservadores de la jerarquía eclesiástica, mantiene viva la llama de la renovación dignificando la labor evangelizadora y rechazando cualquier prejuicio que pueda arrinconar, discriminar e incluso apartar a creyentes de la fe cristiana por distintas circunstancias personales.

Así lo ha hecho desde que en 2013 asumió el Pontificado y más recientemente cuando confirmó que las personas separadas y divorciadas continúan siendo parte de la comunidad católica y, como tal, su presencia y participación en la eucaristía es bien recibida. Esta consideración del Papa (una de los varias que deberán ser analizadas en ese próximo Sínodo de la Familia), ya ha sido descartada por prelados como Antonio María Rouco Varela y el obispo de Donostia José Ignacio Munilla, reticentes al ambiente de cambio que se respira en el Vaticano. El obispo de Bilbao, Mario Izeta, según apuntan algunos de los activistas progres de Navarra se ha desmarcado de estas posturas más retro mientras las autoridades eclesiales de Navarra "ante estos temas, miran para otro lado".

Frente a este panorama, un grupo de teólogos entre los que se cuentan varios de la CAV y Navarra (José Antonio Pagola, Javier Vitoria, Jesús Martínez Gordo o la propia Teresa Iribarren) se han movilizado para responder y tratar de neutralizar ese movimiento conservador que permanece asentado en la jerarquía eclesiástica y que, de algún modo, quiere ejercer una evidente posición de presión -han recogido medio millón de firmas- en la postura del Papa sobre este y otros asuntos como el de la homosexualidad, por ejemplo.

Esta veintena de teólogos (cuya carta se reproduce en estas páginas) temen que la regeneración de la Iglesia cristiana se vaya al traste por la negativa de este sector más tradicionalista. Así lo entiende Javier Vitoria, uno de los firmantes de la Carta al Obispo de Roma, quien, en declaraciones al Grupo Noticias, alertaba de que "si se mueven es para poner en peligro esa postura de aperturismo del Papa".

Tal y como ilustraba Vitoria (sacerdote y profesor en la Universidad de Deusto) el movimiento conservador eclesial ha hecho de la moral familiar una suerte de bastión, cerrándose a toda invitación al debate y a la reflexión sobre la cristiandad; en definitiva, evitando cualquier intento de actualizar los postulados de la Iglesia y convirtiendo en cuestiones fundamentales circunstancias accidentales. "El mundo conservador siempre se mueve en esos terrenos y lo hace de una forma dogmática y, a mi juicio, excesivamente sectaria", subrayaba el teólogo, quien no oculta su esperanza de que el papa Francico sea capaz de mantener su postura en el Sínodo de la Familia. De no hacerlo, estima Vitoria "la Iglesia habrá perdido una oportunidad histórica".

La carta quiere respaldar estos postulados y tiene su origen en las dudas de que la propuesta del Papa vaya a salir adelante en el sínodo del próximo otoño. La aportación de laicos y clérigos de la Iglesia navarra está siendo cada día más importante en una relación de firmas y adhesiones en las que, a la vista de charge.org, tiene una notable presencia el grupo de creyentes latinoamericanos.

Por otra parte, el portal Adital también se ha sumado a la campaña de adhesiones, que se articula a través de Change.org. Los/as teólogos/as que firman la campaña de apoyo a los divorciados y vueltos a casar creen que sectores rigurosos han presionado al Sínodo y al Vaticano, pero sería el momento de que el Papa Francisco escuche "el clamor del pueblo de Dios", pues admitir la comunión para los divorciados es ser fiel al espíritu del Evangelio y no a la letra.

En carta al Sumo Pontífice, los/las teólogos/as defienden que la prudencia pastoral exige un cambio de postura y que una "disciplina de misericordia" no equivaldría a un "relajamiento moral". "No se conocía, en el tiempo de Jesús, la situación de un matrimonio (sea por culpa de los dos o por una incompatibilidad de características, antes no descubierta) que falló en su proyecto de pareja. Dada la situación de la mujer en relación con el marido, en la Palestina del siglo I, esta hipótesis era impensable. Y aplicar las palabras de Jesús en otro contexto diferente a su época, en la que no había abandono de una de las partes, sino el fracaso de los dos, puede desvirtuar esas palabras".

Carta al obispo de roma

Hermano Francisco, "Pedro entrevisto"

HERMANO FRANCISCO: Estas líneas quisieran completar, por el otro lado, el escrito de casi medio millón de fieles, en el que te piden con ahínco que "reafirmes categóricamente la enseñanza de la Iglesia de que los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente no pueden recibir la sagrada comunión". Por amor a Jesús, quisiéramos pedirte con igual afán que seamos todos fieles al Espíritu del evangelio, más allá de supuestas fidelidades a la letra de unas determinadas enseñanzas de la Iglesia.

Hablamos de supuesta fidelidad no para juzgar la intención de quienes te escribieron sino porque, en realidad, la enseñanza de la Iglesia no es que esos divorciados vueltos a casar "no puedan recibir la sagrada comunión" sino, según el Concilio de Trento, que "la Iglesia no yerra cuando les niega la comunión". Esa formulación, cuidadosamente elegida en aquel concilio, dejaba abierta la posibilidad de que tampoco haya error ni infidelidad en la postura contraria, y que se trate más de una cuestión pastoral que de una cuestión dogmática.

En nuestra opinión, la prudencia pastoral no sólo permite sino que hoy más bien reclama un cambio de postura. Por estas razones.

1.- En la Palestina del siglo I, las palabras de Jesús afectaban directamente al marido que traiciona y abandona a su mujer porque otra le gusta más, o por motivos de este tipo: son primariamente una defensa de la mujer. Ahí sí que resulta inapelable la frase del Maestro: "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".

No se conocía en tiempo de Jesús la situación de un matrimonio que (quizá por culpa de los dos o por una incompatibilidad de caracteres, antes no descubierta), fracasa en su proyecto de pareja. Dada la situación de la mujer respecto al marido, en la Palestina del s. I, esa hipótesis era impensable. Y aplicar las palabras de Jesús a otra situación desconocida en su época, donde lo que hay no es el abandono de una parte sino un fracaso de los dos, podría equivaler a desfigurar esas palabras. Estaríamos así manipulando a Jesús en aras de la propia seguridad dogmática, y poniendo la letra que mata por delante del espíritu que da vida, en contra del consejo paulino.

El evangelio debe ser inculturado y, cuando no se le incultura, se le traiciona. Los ejemplos que siguen pueden aclarar esto un poco más.

2.- El evangelista Mateo, que es quizás el que cuenta más transgresiones de la Ley por parte de Jesús, es curiosamente el único que pone en sus labios la frase "no penséis que he venido a derogar la Ley... He venido a cumplirla hasta la última tilde". Se nos da a entender así que, en aquellas transgresiones de la letra, Jesús estaba cumpliendo la Ley hasta el fondo, porque estaba custodiando su espíritu.

Y el espíritu fundamental de toda la ley evangélica es la misericordia: no una misericordia blandengue, por supuesto, sino una misericordia exigente. Pero de ningún modo una exigencia inmisericorde. Quizá, pues, tengan algo que decirnos aquí aquellas palabras con las que Jesús responde a los escándalos que causa su conducta misericordiosa: "a ver si aprendéis lo que significa ‘quiero misericordia y no sacrificio'... " (Mt 9,13 y 12,7).

3.- La iglesia primera ofrece otro ejemplo palmario de esa fidelidad al espíritu por encima de la letra, con el abandono de la circuncisión. La circuncisión tenía algo de sagrado como símbolo expresivo de la unión entre Dios y su pueblo; podría haber valido también de ella la citada palabra de Jesús: "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Sin embargo, la Iglesia abandonó esa práctica tras fuertes discusiones y contra la opinión de algunos que creían ser más fieles a Dios y, en realidad, buscaban su propia seguridad. Gracias a aquella decisión tan discutida, la Iglesia no sólo fue fiel a Dios sino que abrió las puertas a la evangelización del mundo entero. Y hoy aquella decisión nos puede parecer evidente pero entonces les resultó a muchos escandalosa.

El mismo Pedro, en su discurso en defensa de aquella decisión, que hoy nos parece tan fiel al Espíritu de Jesús, habló de "no imponer un yugo que ni nuestros padres ni nosotros somos capaces de soportar" (Hchs 15,10). Este es uno de los mayores pecados que puede cometer la Iglesia. Y es muy discutible que personas célibes puedan comprender lo que significa convivir cada día íntima y pacíficamente con otra persona con la que no hay la más mínima sintonía. Como es discutible que personas célibes pudieran abstenerse de mantener relaciones sexuales con una persona con la que se convive día y noche y a la que se ama.

4.- Tememos que los defensores del rigor piensen que instalar en la Iglesia una "disciplina de misericordia" equivaldría a abrir las puertas a una relajación moral, o a que la Iglesia acepta los mismos criterios sobre el divorcio que nuestra sociedad pagana. En realidad no es así: no se cuestiona en absoluto la indisolubilidad del matrimonio; y la disciplina de misericordia sigue siendo una disciplina a la que no todos podrán acogerse: porque reclama arrepentimiento, reconocimiento de culpa y propósito firme de enmienda. De lo que se trata es de no dejar solos y sin ayuda a quienes han fracasado. Como Jesús: que comía con pecadores no porque fuesen buenos, sino para que pudieran serlo.

Teresa de Ávila, cuyo centenario estamos celebrando, recuerda en su autobiografía, que cuando se sentía pecadora o infiel recurrió algunas veces a abstenerse de la oración porque no se sentía digna de ella. Hasta que descubrió que aquel remedio era peor que su mal. La misma Iglesia ha enseñado siempre (y la práctica lo confirma) que la participación en la Eucaristía puede ser una gran ayuda y una fuerza para vivir evangélicamente. Nos tememos que privar de esa fuerza a quienes fracasaron en su primer proyecto matrimonial y han hecho ya penitencia por ese fracaso, podría acabar apartándolos de la fe.

5.- Finalmente queda la pregunta de si ha de tener la Iglesia una doble medida para las infidelidades al evangelio que afectan al campo sexual y para las que afectan a otros campos de la moral.

Por ejemplo: la iglesia ha enseñado siempre que el único propietario de los bienes de la tierra es Dios y que los hombres somos sólo administradores de aquello que creemos poseer. Esa condición de administrador pide al hombre poner todos los bienes que tiene de más, al servicio de los que tienen menos: de los pobres y de los carentes de medios. Precisamente por eso, la Iglesia no reconoce un derecho absoluto a la propiedad privada, sino sólo en la medida en que éste sea un medio para satisfacer el derecho primario y absoluto de todos los hombres a los bienes de la tierra. Esa enseñanza del destino primario de los bienes de la tierra, tantas veces recordada por los últimos papas, la incumple una mayoría de católicos sin mostrar además el más mínimo arrepentimiento ni voluntad de enmienda por ello. Porque esa enseñanza de la Iglesia es también muy contraria a la mentalidad de este mundo pagano. Pero ¿no es una palmaria injusticia que ésos católicos sean admitidos a recibir unos sacramentos que se niegan a los otros casos de pareja fracasada, cuando en éstos haya un arrepentimiento y voluntad de enmienda que no se dan en aquellos?

Dios no tiene dos pesos y dos medidas, o mejor aún: su parcialidad es siempre a favor de los más pobres y de las víctimas. En las parábolas que cuenta el evangelio del fariseo y el publicano o del hermano mayor del pródigo, Jesús estuvo sorprendentemente de parte de los transgresores: porque a quienes los acusaban, todas sus obras buenas no les habían servido para tener un corazón bueno, sino para tener un corazón duro.

Nada más, hermano Pedro. Sólo hemos querido exponer una opinión. Pero agradecemos mucho tus esfuerzos, en medio de tan crueles resistencias, por dar a la Iglesia un rostro más conforme con el Evangelio y con lo que Jesús se merece.

Lista completa de los firmantes: Xavier Alegre Santamaría, José I. Calleja Saenz de Navarrete, Joan Carrera i Carrera, Nicolás Castellanos Franco, Maria Teresa Davila, Antonio Duato, Ximo García Roca, José Ignacio González Faus, Luis González-Carvajal, Mª. Terea Iribarren Echarri, Jesús Martínez Gordo, José Antonio Pagola, Joaquín Perea, Bernardo Pérez Andreo, Josep Mª Rambla Blanch, Lucía, Andrés Torres Queiruga, José Manuel Vidal, Javier Vitoria nzana, Josep Vives i Solé

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