Aunque ya ha cumplido dos trienios, podría repetir Francisco Pérez En busca de un director de Obras Misionales Pontificias de España
(José Manuel Vidal).- Obras Misionales pontificias (OMP), el organismo español encargado de apoyar la actividad misionera en el mundo, busca máximo responsable. Para encontrarlo, se barajan dos posibilidades y varios nombres: La continuidad del actual director, Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona, o el cambio, que podrían encarnar Raúl Berzosa, Ramón del Hoyo o Amadeo Rodríguez, obispos de Ciudad Rodrigo, Jaén y Plasencia, respectivamente.
El mandato de Francisco Pérez de dos quinquenios al frente de las OMP venció el pasado día 12 de febrero. Desde entonces, está abierto el plazo para la presentación de la terna a la Congregación de la Evangelización de los Pueblos (antigua Propaganda Fidei), que es la encargada de elegir al nuevo director.
La confección de la terna le corresponde a la Conferencia episcopal española, aunque los estatutos de las OMP no precisan qué órgano del episcopado en concreto sería el encargado de gestarla. Lo más previsible es que el asunto lo decida la próxima Plenaria de la CEE, que se reúne en Madrid el 28 de febrero al 4 de marzo.
Una vez confeccionada la terna, la conferencia episcopal se la pasa al Nuncio que es el encargado de enviarla directamente a Propaganda Fidei, que es el dicasterio que elige a uno de los tres candidatos propuestos.
Y es en Roma donde puede demorarse el nombramiento del nuevo director, porque la Congregación para la Evangelización de los Pueblos se encuentra bajo mínimos en estos momentos. Con su presidente, el cardenal Iván Dias, enfermo de diabetes y con la renuncia pedida, y con un secretario recién estrenado, el salesiano chino Savio Hon Tai-Fai.
En cualquier caso y como dice el adagio eclesiástico, "de Roma viene lo que a Roma va". Y lo más probable es que la congregación misionera elija al candidato que los obispos españoles coloquen en primer lugar de la terna.
Entre la continuidad y el cambio
En estos momentos, el episcopado se debate entre dos tendencias. Unos prefieren que todo siga igual. Son los partidarios de la continuidad de monseñor Pérez. Aseguran que su labor durante estos años ha sido buena, sobre todo después de la convulsa etapa del anterior director José Luis Irízar.
Y están dispuestos a apostar por él, haciendo una pequeña trampa legal. Y es que el arzobispo de Pamplona lleva ya dos quinquenios en el puesto, plazo máximo que los estatutos otorgan al director de las OMP. Luego, su tiempo habría terminado. Para poder seguir, Pérez podría acogerse a la triquiñuela de que los estatutos fueron aprobados en 2005, es decir en la mitad de su mandato.
Los obispos que apuestan por forzar el espíritu de los estatutos alaban la gestión del prelado navarro y colocan en su haber varios logros. Primero, el haber saneado la institución. En segundo lugar, el conseguir un aumento de un 1,5% anual en la recaudación, que viene rondando todos estos años los 4 mil millones de las antiguas pesetas. En tercer lugar, el haber potenciado la presencia misionera en las diócesis, a través de las delegaciones de misiones. Y, sobre todo, el haber convertido la sede de las OMP en la casa de los misioneros, que reciben en ella acogida, calor y, sobre todo, ayudas económicas.
Con estos avales, el cardenal Rouco apuesta abiertamente por la continuidad del arzobispo de Pamplona en su puesto de director de las OMP, aunque, para ello, haga falta forzar el espíritu de la ley. Y ya se sabe lo que manda el arzobispo de Madrid...
La necesidad de un cambio
Pero, dado que la terna no la va a confeccionar el cardenal Rouco en solitario, muchos otros obispos creen conveniente y oportuno un cambio en la dirección de las OMP. Y también aducen razones de peso. Primero que es muy difícil que monseñor Pérez pueda compatibilizar razonablemente su dirección con una archidiócesis de la problemática de Pamplona. Aunque, hasta ahora, lo ha estado haciendo, por contar con la ayuda inestimable de su subdirector, el sacerdote Anastasio Gil, auténtica alma mater y director en funciones de las Obras durante toda esta década.
¿Estaría disponible a seguir en su puesto Anastasio Gil? El actual subdirector, que también ha cumplido los dos quinquenios parece dispuesto a retirarse. En cambio, monseñor Pérez quiere y está haciendo todo lo posible para continuar. En cualquier caso, muchos obispos parecen querer optar por alguien con una mayor dedicación en tiempo y en creatividad.
Esos prelados querrían abrir una nueva etapa en las OMP, modernizar su imagen y su comunicación, ponerla al día de las nuevas técnicas de marketing y dotarla de una imagen social parecida a la que han conquistado Cáritas o Manos Unidas. El producto a "vender" socialmente es muy parecido. Y muy vendible, porque los misioneros son el colectivo que mejor imagen social tiene en nuestro país. Por lo que son y por lo que hacen estos auténticos ángeles en los infiernos de la humanidad.
Sólo hace falta, pues, modernizar los equipos y profesionalizarlos, para conseguir esa mayor repercusión social. Y, en esta clave, uno de los obispos que mejor encaja es el electo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa. El hasta ahora auxiliar de Oviedo es un obispo que sabe de comunicación y que comunica bien. Tiene todas las cualidades para poder relanzar a las OMP y ponerlas en la órbita del siglo XXI. Y, además, podría estar mucho más disponible que el arzobispo de Pamplona, dado que su próxima diócesis civitavense es una de las más pequeñas de España.
En esta misma clave de renovación, también suenan los nombres de otros dos obispos: Ramón del Hoyo, titular de Jaén, y Amadeo Rodríguez, de Plasencia. El primero es un experto en misiones, por haber dirigido la comisión episcopal de misiones durante estos últimos trienios. Al haber cumplido el cupo de los dos trienios no puede optar a la reelección y, por lo tanto, queda libre para ocuparse de las OMP.
Y, por último, Don Amadeo es también un prelado de una diócesis pequeña, con inquietudes misioneras y ganas de implicarse a fondo en esa tarea. Tiene cualidades suficientes y el puesto podría venirle como anillo al dedo.