Audaz relectura del cristianismo (43) Claves del pensamiento de fray Eladio Chávarri O.P.

Para una lectura provechosa

Baldo y Eladio

El sistema de “valores y contravalores” de Chávarri se asemeja a un esqueleto sólido que se va llenando, poco a poco, de músculos, carne y piel hasta presentarnos realmente una visión luminosa sobre quién es, qué hace y hacia dónde camina el ser humano. Merece la pena que nos detengamos hoy en desvelar algunas de sus claves. Lo haremos precisando conceptos que le confieren una solidez robusta y una energía briosa, capaces de animar nuestra andadura humana y sostener el esfuerzo que ella requiere en pro de una humanidad mejor que la que nos toca vivir.

Valor y contravalor

Los valores y contravalores nacen de la relación que el viviente humano tiene y mantiene con los seres. Esas relaciones son valiosas cuando los seres enriquecen el ser humano y le ayudan a crecer, y contravalores, cuando lo deterioran o empobrecen. Chávarri va mucho más allá de lo que habitualmente llamamos valores al referimos  a cualidades como honestidad, civismo, respeto y solidaridad, es decir, a aspectos cívico-sociales o a virtudes netamente religiosas. Realmente, hay muchísimos más, pues los valores y los contravalores van llenando o vaciando lentamente todas las vertientes vitales humanas. No hay, pues, una docena de valores pertenecientes a dos o tres ámbitos de la vida humana, sino miles de valores y de contravalores en cada una de las ocho dimensiones humanas de que habla nuestro profesor. Esa “relación” es un concepto que para Chávarri tiene tanta importancia o más que la sustancia y de hecho es un eje en su sistema.

No cabe hablar de valores sin tener en cuenta, al mismo tiempo, los contravalores que llevan siempre aparejados, pues la relación con los seres puede enriquecer (valores) o deteriorar (contravalores) nuestras vertientes o ámbitos de vida. Es la suya una visión muy alentadora, pues concibe el ser humano como un conjunto de vitalidades en construcción, permeable tanto a lo bueno como a lo malo, a lo que la enriquece y a lo que la empobrece. De ahí que, en el transcurso de la historia, el hombre haya sido constructor o destructor de su vida a tenor del cariz de sus relaciones con los demás seres. La calidad de una determinada vida del ser humano no depende en un porcentaje considerable de imponderables, sino de cómo se construya a sí mismo en su relación con los seres. La búsqueda de una mejor vida pasa para Chávarri por el hecho de cultivar los valores de todas las dimensiones humanas en detrimento de sus correspondientes contravalores, es decir, de ir enriqueciéndose lentamente con más y mejores valores.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

ARISTÓTELES

El concepto de ser

Al establecer como principio que los seres contribuyen a originar los valores y los contravalores  en nuestra relación con ellos, Chávarri amplía enormemente la concepción tradicional del “ser”, concebido habitualmente como una realidad substancial fija y delimitada. Cuando un mismo ser es alimento de muchas y variadas vitalidades humanas, recibe en cada una de ellas una entidad específica: un cuchillo, por ejemplo, es de por sí un instrumento de cocina, pero, utilizado para matar, se convierte en un arma. El cuchillo, para Chávarri, no es un único ser, sino muchos, según la vitalidad humana con la que se relacione. Para él, ser o ente es todo lo que ha existido, existe o puede existir de cualquier modo. El “ser” puede existir fuera del pensamiento o dentro de él, como un perro o una idea; puede existir de forma independiente o sustentadoen otros, como substancia o accidente en terminología aristotélica. De ahíque ser o ente tenga un campo de aplicación muchísimo más amplio que cosa, pues hay seres que no son cosas ni existen por sí mismos ni están fuera de nuestro pensamiento. En el amplio abanico del “ser”, hay seres no hechos por nosotros (el sol), seres modificados por nosotros (el clima, el propio ser humano) y seres hechos por nosotros (una casa).

El ser humano

La ciencia biológica concibe hoy el viviente como un ser que se desarrolla en estrecha relación con su hábitat. La vida del viviente hombre es por naturaleza una simbiosis con el hábitat humano.

 Las reflexiones de Chávarri son una disección de la construcción o formación del viviente humano en el pasado, en el presente y en el futuro, para la que no utiliza categorías apriorísticas, formales y generales, como es lo habitual, sino que desciende a ver cómo se va formando y construyendo el peculiar ser viviente que es el hombre. La vida de cada ser humano concreto se manifiesta como una inmensa red unida y, al mismo tiempo, diferenciada en vertientes vitales.  Cuando cada una de esas vertientes vitales es activada por los seres, surgen los valores y los contravalores específicos de cada vitalidad. Las vitalidades activadas por los seres constituyen para Chávarrilas dimensiones valorativas. Y la presencia de ser y de vida en cada dimensión valorativa tiene una identidad vital y entitativa propia, razón por la que ha de cultivarse en su propio marco y no puede ser sustituida por la de otra dimensión. Es este un principio axiomático protector de la diversidad, eje del desarrollo del sistema de valores y contravalores de Chávarri. Cada valor (vertiente vital + ser) contribuye de forma específica al desarrollo de nuestra vida.

Santo Tomás de Aquino

Lo dicho nos lleva a preguntarnos qué parecido puede tener la riquísima ontología de Chávarri con la que, acotando e individualizando cada realidad como algo inmutable, se viene utilizando en filosofía desde tiempos inmemoriales. La ontología de Chávarri trastoca y enriquece enormemente la tradicional. Con ella, por ejemplo, la sacramentología disfrutaría de un esclarecimiento que no tiene el enfoque tradicional, cuyo toque mágico, del que se la acusa con relativa facilidad, se trocaría por una visión más acorde con el humano proceder.

La experiencia

La experiencia no consiste para Chávarri en operaciones específicas tales como medir, observar y hacer experimentos, sino que es el trato que tenemos con los seres con el fin de desarrollar o deteriorar alguna vitalidad humana. Los millones de acciones que desarrollamos a lo largo de la vida son experiencias porque en cada una de ellas nos apropiamos del ser como valor o contravalor para alguna de nuestras vertientes vitales. Por consiguiente, la experiencia está en la raíz y en el meollo de la formación o construcción del ser humano.  Ello nos permite afirmar que la vida de cualquier persona es el conjunto de todas sus experiencias. Chávarri distingue cuatro marcos o estructuras necesarias y suficientes para constituir una experiencia: la estructura entitativa (aquello de lo que trata la experiencia), la estructura de equipamiento (capacidades, acciones, disposiciones psíquicas, útiles varios), la estructura racional (en cada experiencia se manifiesta la razón de un modo específico) y la estructura social (no es posible la experiencia sin los grupos específicos).

Los modelos humanos

 Quienes compartimos una forma de vida es porque tenemos un estilo de vida que se nutre de los mismos valores y sufre el deterioro de los mismos contravalores. Es preciso distinguir dos grandes clases de modelos humanos: los fácticos y los diseñados. Los diseñados, creados por nuestra mente, tienen la peculiaridad de que se centran únicamente en lo humano, y pasan por alto todo contenido referente a lo inhumano. Chávarri no se refiere en sus reflexiones a los modelos humanos diseñados, sino que toda su atención e interés se centran en los modelos humanos fácticos, los que han existido, existen y existirán, modelos que se ajustan a las grandes dosis de valores y de contravalores de que se nutren, a la humanidad y a la inhumanidad que los caracteriza.

El modelo de vida humana imperante en nuestro tiempo es el de un hombre productor consumidor que lo reduce todo a mercancía. Poniendo los pies en la tierra para no fantasear, Chávarri entra de lleno en nuestra forma de vida actual para analizar a fondo sus grandes valores biosíquicos y económicos y contrarrestar sus no menores contravalores. Es la única manera de caminar con los pies en la tierra, es decir, de no malgastar esfuerzos caminando por las sendas perdidas de que ya hemos hablado, a la hora de encaminarse hacia una forma de vida humana mejor.

Immanuel Kant

La razón

 La razón es otro concepto que adquiere novedosas dimensiones en el sistema de Chávarri. Baldo nos explica que, para Chávarri, la razón es una energía que dirige todas las experiencias humanas y se manifiesta en ellas. Lo expone con claridad en todos sus libros, pero donde lo trata con mayor extensión, disección y precisión es en Nuestro arquetipo humano (también publicado por la editorial San Esteban de Salamanca). “Me resistí durante mucho tiempo –confiesa Baldo- a aceptar ese enfoque porque derrumbaba por completo el que me habían enseñado y que era un axioma indiscutible tanto en filosofía como en teología: que la razón se reduce al ámbito de la vida cognitiva y, más aún, a la vida cognitiva reflexiva. Cuando fui comprendiendo y aceptando que, por ejemplo, la razón también estaba presente, como obras suyas, en un ladrillo y en un edificio, en un beso, en un quiebro de juego de pelota, en un arma asesina, en la distribución de la riqueza y en un cuadro de Velázquez, es decir, en todas las estructuras de todas las experiencias humanas, empecé a descubrir un mundo nuevo. Ya no se me ocurrió volver a contraponer fe y razón, a atribuir a los sentimientos (cosas del corazón) funciones que son propias de la razón (cosas de la mente), a minusvalorar por irracional todo lo que no fuera epistémico. Cuanto el hombre hace es obra de su razón o de su sinrazón. En todas las experiencias están también presentes las emociones y los sentimientos”.

 Captar todas las experiencias existentes y sus relaciones inherentes en una determinada forma de vida requiere un tipo de razón capaz de hacerlo. Es la razón más poderosa, la razón soberana. No se podría explicar la vida dentro de los modelos o arquetipos humanos sin la “razón soberana” específica de cada uno de ellos. En el libro mencionado Chávarri expone, de forma pormenorizada y matizada, lo que es la razón soberana del modelo humano del hombre productor consumidor de nuestro tiempo.

San Agustín

La envergadura del ser humano

Cualquier viviente desarrolla su vida en estrecha relación con su propio hábitat, del que recibe el alimento adecuado. En el caso del ser humano, su desarrollo o deterioro depende, como venimos diciendo, de los valores o contravalores que le aportan las relaciones con los seres de su propio hábitat. Cuatro son los grandes ámbitos de las relaciones del hombre con los seres: el espacio interior, que abarca cuanto el hombre es en sí mismo; el medio histórico y social, que abarca cuanto es aprendizaje, cultura y civilización; el medio natural cósmico, que abarca cuanto le aporta la naturaleza, y, finamente, el medio metahistórico, que abarca el enorme campo de sus creencias o relaciones con númenes, espíritus, dioses y Dios. Se trata, por así decirlo, de cuatro grandes praderas en las que pace el ser humano y nutre su enorme envergadura de tal. La mayoría de los autores reducen la envergadura del viviente humano al primero de los cuatro, a su espacio interior, al ámbito de los “valores” tal como son entendidos normalmente. Preocuparse de que los seres de los cuatro ámbitos enriquezcan y no deterioren la vida humana no es una obligación "moral" que venga impuesta desde fuera, sino una exigencia intrínseca de la propia estructura humana y de su funcionamiento.

 Quedémonos hoy con la esperanzadora visión que nos ofrece Chávarri de un hombre que, habiendo despegado con gran fuerza del medio biótico en que nace y alimentándose de cuantos seres encuentra a su paso o él mismo produce, camina lentamente hacia adelante, espoleado por el deseo y la posibilidad de aspirar a más y mejor. Disfrutamos hoy, en los comienzos del siglo XXI, de una vida de altos vuelos, pero que tiene todavía demasiado plomo en sus alas. 

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

Volver arriba