Acción de gracias – 42 Da tu dinero a los pobres

De las hornacinas a los bancos

images
Nadie en su sano juicio puede negar que los seres humanos llevamos inserto en nuestros genes un afán permanente de mejora. En el momento mismo en que un insignificante espermatozoide penetra en un minúsculo óvulo, se produce un arsenal de potencialidades que darán lugar, primero, a la formación de un nuevo cuerpo humano vivo y, después, a un desarrollo integral acompasado a la activación de esas mismas potencialidades. A cada crecimiento, fruto de una acción bien hecha, lo llamamos "valor" por ser lo único que vale, es decir, porque nos enriquece y robustece o agranda el ámbito de la vida en que se produce. A sensu contrario, a cada quiebra la llamamos "contravalor" por las razones contrarias. Nacemos realmente pobres, con más potencia que contenido, pero lo hacemos desinados a enriquecernos en la medida en que vayamos llenando oquedades; nacemos como una cuenta corriente abierta a cero, pero destinada a acumular millones.

descarga

El Libro de la Sabiduría, del que hoy se toma la primera lectura, nos describe atinadamente y con mucha fuerza el valor del “espíritu de sabiduría” que se invoca: ante ella, el oro se vuelve arena y la plata, barro; es más apetecible que la salud y la belleza; resplandece sin ocaso y, en última instancia, contiene todos los bienes y riquezas juntos. Si los cristianos sostenemos que tal es la “palabra de Dios”, deberíamos convencernos de que nos traza una forma de conducta que despeja cualquier titubeo al discernir lo que realmente nos conviene y provee la fuerza necesaria para ponerse a caminar. Ser realmente rico por los valores que uno va acumulando es fruto de un proceder parecido al de una abeja que vuela de flor en flor libando néctares. Pero libar sabidurías requiere preservar y fomentar la salud; ganar y gastar debidamente los bienes producidos; indagar para conocer y ponerse al tanto del ser y del acontecer humanos; divertirse como ejercicio relajante de nuestros músculos; recrearse con la belleza que el mundo y el ingenio humano nos ofrecen; comportarse como una buena persona que pasa por este mundo haciendo el bien; no hacer ascos a la vida comunitaria y social, de todo punto necesarias, y, finalmente, mantener una relación devota con lo que nos sobrepasa y a lo que, por lo general, llamamos “Dios”. Me acabo de referir a las ocho dimensiones vitales que, según el gran pensador fray Eladio Chávarri, debemos cultivar de forma equilibrada para, mientras vivimos, ir agrandando nuestra propia entidad y mejorando nuestra forma de vida humana.

images (1)

Al saltar de la primera a la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, nos topamos con una copia fiel de lo proclamado en la primera con solo cambiar “sabiduría” por “palabra de Dios”, esa espada de doble filo que nos penetra hasta los tuétanos, hasta el entronque del espíritu y el alma, y que esclarece los deseos y escudriña las intenciones del corazón. En un mundo de mentira, que se alimenta de infundios, de medias verdades o de dimes y diretes, que camina por atajos prohibidos y que hiere y mata para acumular riquezas corruptibles, la palabra de Dios repara, regenera y redime como timón que cambia la dirección de nuestras acciones. En efecto, ella nos libra de la propensión a la holganza y al disfrute del contravalor fácil para encarrilarnos por el escarpado sendero del esfuerzo, siempre difícil de recorrer, que nos enriquece y nos ayuda a crecer como seres humanos. Ambas, sabiduría y palabra de Dios, son riquezas incorruptibles, valores seguros que nadie podrá devaluar nunca. ¡Qué frustrante es poseer grandes sumas de dinero u otros bienes patrimoniales importantes cuando estamos sometidos a una inflación galopante que hace que un kilo de azúcar, que hoy cuesta un euro, mañana valga cien!

descarga (1)

En este contexto, se entiende muy bien que Jesús se muestre tan tajante en el evangelio de hoy, tomado de San Marcos, cuando aconseja a un joven de vida virtuosa. Sin duda, Jesús le pide un gran sacrificio al proponerle que venda cuanto tiene y lo dé a los pobres para poder seguirlo ligero de equipaje, pero le asegura que la recompensa será más grande que el sacrificio, incluso en este mundo, ya que en el otro tal gesta se hará acreedora a la vida eterna. Haríamos mal si consideramos estas valoraciones como un mero canje o una transacción comercial de tú me das y yo te doy, porque, a fin de cuentas, los auténticos seguidores de Jesús no caminan tras sus huellas por lo que vayan a recibir a cambio, que siempre será más del ciento por uno, sino por la seducción que su vida ejerce sobre ellos. Ahora bien, por difícil, alambicado y complejo que hoy nos resulte captar el ser mismo de Jesús y calibrar bien el alcance normativo de su propio comportamiento, que es lo que fundamenta nuestra fe, no hay duda alguna sobre el hecho de que él trató a Dios siempre como Padre y pasó por la vida haciendo el bien.

images (2)

Si vender equivale a desprenderse de cuanto creemos poseer como absoluto, darlo a los pobres lo hace a compartir. Hablamos de dos acciones que abarcan la complejidad entera del devenir humano: en este mundo estamos de paso, nada tenemos en definitiva que no sea puro regalo y, además de que de lo que tenemos solo somos simples administradores, estamos obligados a sacarle el mayor provecho en beneficio de todos. Por extraño que resulte expresado en esos términos, es exactamente lo mismo que acabamos de afirmar del Jesús que trató a Dios siempre como padre y que pasó por el mundo haciendo el bien, pues Dios es quien nos da cuanto somos y tenemos y a él hemos de rendir cuentas de cómo hemos manejado sus dones.

descarga (2)

A eso se reducen, a mi humilde criterio, la sabiduría y la palabra de Dios de que nos habla la liturgia de hoy: a tratar a Dios como padre en todo momento y a hacer el bien, es decir, a comportarnos como lo hizo Jesús. Mirado todo ello desde la perspectiva en que con frecuencia nos situamos en este blog, la de lo valioso, nos topamos con el desarrollo equilibrado de las ocho dimensiones vitales a que nos hemos referido más arriba, o, en otras palabras, con el cultivo de valores, de lo que realmente nos conviene en todas y cada una de ellas. Solo así es como la religión pasa realmente de las musas al teatro, como la dogmática salta de las hornacinas de los retablos de los templos a los bancos que ocupan los fieles y como las altas y medianas “jerarquías eclesiásticas” se avienen a lavar los pies cansados de ollar caminos y a curar las pústulas que va dejando la vida.

descarga (3)

¡Vende cuanto tienes y dalo a los pobres! Hazte primero pobre para poder servir a los demás como Dios manda. Podemos pasarnos la vida discutiendo e incluso escribiendo voluminosos libros sobre la fe, las virtudes y la pastoral más conveniente, pero si realmente no compartimos con los demás cuanto somos y tenemos, nunca llegaremos a ser seguidores de Jesús. Entonces, nuestro oro se convertirá en arena y nuestra plata, en barro; nuestra oración no será más que verborrea pedigüeña; el Jesús que pretendemos acompañar y adorar en el templo no será más que pan sin fermentar, sin cocción, sin fuerza nutritiva, sin carga de memorial de su vida, muerte y resurrección. Hablamos con frecuencia de la conveniencia de una nueva Iglesia, pero lo hacemos por lo general sin reparar en que se trata únicamente de hacer una nueva y sincera lectura del evangelio de Jesús, aligerado de todo interés espurio y que certifique la fraternidad incondicional de todos los hombres, la que nos regala el reino de Dios predicado por él.

Volver arriba