Desayuna conmigo (sábado, 14.3.20) Rica macedonia

A cada día su afán

Los españoles y sus políticos

Ante todo, os invito a homenajear esta mañana a los sanitarios y voluntarios que están deslomándose para atender a los muchos enfermos de coronavirus que tenemos ya en España. Su profesionalidad y su heroísmo merecen nuestro reconocimiento y nuestro aplauso. Entre ellos hay muchos cristianos que han entendido a fondo aquello de “estuve enfermo y me visitasteis” y que practican la primera de las obras de misericordia: “visitar a los enfermos”. ¡Ojalá que el coronavirus sea pronto solo un mal recuerdo!

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Viniendo a los temas que hoy nos salen al paso, a quien todavía no me conozca le diré que soy hombre sin ningún interés político, si bien no me es indiferente en absoluto la política que guíe la sociedad en que vivo, pues, en consonancia con mi concepción cristiana de la vida, no puedo aceptar como válida más que la que realmente sea servicio a los ciudadanos. Dos son las claves que determinan, a mi criterio, la valía de un dirigente, sea político o eclesial: primera, una preparación concienzuda para ejercer como Dios manda la responsabilidad inherente a su profesión, es decir, estar bien cualificado para un trabajo que tendrá gran influencia en los ciudadanos; segunda, la transparencia y la ejemplaridad a ultranza a la hora de manejar los presupuestos correspondientes, pues no procede dirigir un pueblo esquilmándolo para sostener opulencias insensatas o para enriquecerse ilícitamente, sobre todo cuando los presupuestos disponibles no son suficientes para atender las necesidades más básicas de los ciudadanos administrados. A la luz de estas claves no nos será difícil discernir quién es y quién no un buen dirigente político o eclesiástico.

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Este criterio, tan claro, parte de la base de que ninguna institución social, ni siquiera la eclesial, merece pleitesía o devoción por sí misma, lo que equivale a decir que su valoración dependerá de la forma en que lleve a cabo su misión. La democracia es una institución humana muy lograda y la institución eclesial tiene raíz divina, pero ni la una ni la otra valen nada si no cumplen como es debido su misión de servicio al pueblo. La primera cocina las cosas de la vida y la segunda, las cosas de Dios, pero ambas no están libres de ofrecer menús indigestos por distintos intereses.

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Todo esto viene a cuento de que un día como hoy de 2004, inesperadamente y para fortuna o infortunio de los españoles (el tiempo lo dirá), el PSOE se alzó con el poder en España. Hoy, es el mismo PSOE el que nos gobierna y las circunstancias que vivimos, por los estragos de todo orden que está causando el coronavirus y la tensión derivada de la situación territorial, exigen serenidad y firmeza para rechazar cantos de sirena y esquivar las autovías que nos llevan a despeñaderos suicidas. Creo que la gravedad de los acontecimientos actuales debería concitar por sí sola unidad de criterio y unión de fuerzas para afrontar como es debido los difíciles retos presentes. Cuando peligra la vida, a nada conduce pararse a discutir sobre si son galgos o podencos.

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El día nos trae, además, el recuerdo de dos eminentes científicos que tanto han contribuido con sus enunciados y teorías al progreso de la humanidad. El 14 de marzo de 2018, hace ahora justo dos años, fallecía el físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico Stephen Hawking y este mismo día de 1879 nacía el físico y premio Nobel de física Albert Einstein. A ambos debemos agradecer sus contribuciones a los avances de la física, y al primero, además, el coraje de no amilanarse ante los estragos progresivos que en su cuerpo fue causando la esclerosis lateral amiotrófica, cruel enfermedad a la que sobrevivió 55 años durante los que su privilegiada mente no dejó de trabajar, cosa tan fascinante como desconcertante para los neurólogos que se ocupaban de él.

Teniendo ambos una mente tan privilegiada, resulta curioso constatar la superficialidad con que se planteaban el tema de Dios, tema que no se puede meter en una probeta de laboratorio ni en una mente matemática, aunque hoy celebremos curiosamente el día mundial del número “PI” por la coincidencia de su valor matemático con esta fecha en inglés (3.14 = mes tres, día catorce).

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Hawking declaró: “Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia”, sin apercibirse siquiera de que su vida era un auténtico milagro y de que los milagros, a fin de cuentas, son lo más maravilloso de la naturaleza. Por su parte, Einstein respondía a la pregunta de si creía en Dios diciendo: Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos”, como si la opción denegada no fuera lo más logrado de la aceptada.A fin de cuentas, la genialidad científica no habilita en absoluto para plantearse como es debido la cuestión de Dios, planteamiento que corresponde a otras coordenadas del pensamiento.

Feliz Rodríguez de la Fuente

La mañana nos trae, finalmente, el recuerdo de la muerte, un día como este de 1980, de Félix Rodríguez de la Fuente. Tuve en el momento de recibir esa fatal noticia la sensación de que muchos niños españoles se habían quedado huérfanos. La canción de Enrique y Ana hizo derramar entonces muchas lágrimas: “Amigo Félix, / cuando llegues al cielo, / amigo Félix, / hazme solo un favor: / quiero ir contigo / a jugar un ratito / con el osito / de la Osa Mayor”. Con la muerte de Félix, la naturaleza y el medio ambiente perdieron a uno de sus más preclaros y firmes defensores.

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Gracias, amigos, por degustar conmigo la rica macedonia de hoy, tan llena de dolor, de esfuerzo, de ejemplos estimulantes y de heroísmos. Aun dentro del túnel, los cristianos sabemos muy bien por experiencia que el tiempo es transitorio, que el túnel tiene un final y que una sabia mano nos guía.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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